En el golpe de las drogas, la víctima de Peones era un líder del PCU de integridad intachable, pero su asistente era jugador; el partido lo acusó de colaborar con Peones y lo expulsó.
Unos meses más tarde, el segundo arresto produjo resultados comparables. Chevi ascendió cuatro peldaños gracias a nuestros esfuerzos.
Para los propósitos de Porringer era fundamental que mantuviésemos una higiene inmaculada en nuestras relaciones con Peones. A Pedro no se le dio ninguna explicación de por qué debía efectuar los dos arrestos, e incluso discutimos con él la posibilidad de atacar a otros comunistas, Fuertes entre ellos. Nuestra suposición era que el propio departamento de Peones ya había sido infiltrado por el PCU. Por lo tanto la mejor manera de conseguir carta blanca para Chevi con los propios comunistas, sería agregar su nombre a la lista de futuras víctimas de Peones. De hecho, el mando del partido pronto le advirtió a Chevi que Peones intentaría arrestarlo.
Fuertes empezó a hablar entonces de que su seguridad se veía amenazada.
—Odiaría —me dijo— que los duros de Peones me dieran una paliza por ser comunista cuando, en realidad, soy un traidor a los comunistas. El castigo es demasiado proporcional al crimen.
—Posees un fino sentido de la ironía.
—Ojalá fuese lealtad, y no ironía, lo que descubriese en ti. ¿Puedes decirle a Peones que se mantenga alejado de este cuerpo? Se golpeó el pecho.
—Sólo ejercemos una influencia limitada sobre él —dije.
—¿Verdad? Eso no es lo que he oído.
—Hemos intentado establecer una relación, pero sin éxito.
—Increíble. ¿Quién puede pagarle a Peones más que vosotros?
—Por la razón que sea, Peones sigue su propio camino.
—¿Estás diciéndome que no me protegerás de los imbéciles policías?
—Creo que podemos ejercer alguna influencia. —Chevi se echó a reír—. Somos más respetuosos de la ley de lo que creerías —agregué.
Últimamente, Chevi se ha vuelto suspicaz respecto de su veloz ascenso en el partido. Hace unos meses me dijo: «Una cosa es traicionar a mis colegas, pero otra es dispararles por la espalda.»
Aun así, creo que ha cambiado mucho. Para empezar, ahora está lo suficientemente alto para olfatear el aire de la cima, y eso ha sido un tónico para su ambición. Además, su identidad se ha alterado.
Kittredge, su Alfa se ha apoderado de su Omega, o viceversa. Ha aumentado más de quince kilos y se ha dejado un prodigioso mostacho semejante al manillar de una bicicleta que, sumado a las grandes bolsas que se le han formado debajo de los ojos, le da todo el aspecto de un jovial pirata sudamericano. Hace que uno piense en un gaucho excedido de peso montado sobre un caballo escuálido. Con Roger Clarkson, siempre andaba detrás de las mujeres; ahora, es un glotón. La avispa se ha vuelto demasiado afecta a la miel. Otro problema lo constituye el lugar de nuestras citas. Aborrece el piso franco. ¡Que Dios me ayude si me olvido de aprovisionar la nevera! Quiere tapas y cerveza, chuletas y bourbon y (hablando de peculiaridades) cebollas crudas y scotch. Además de postres. Dulces. Habla mientras come. Sus informes brotan a medida que la comida pasa en la dirección contraria. Enfatiza los puntos más destacables succionando aire para limpiarse los espacios entre los dientes. Hay veces en que se comporta tan groseramente como Peones. Y siempre vuelve al mismo tema: que nos reunamos más a menudo en restaurantes. Cada vez encuentro más difícil negarme. Un buen número de nuestros vecinos son viudas ricas y opulentas prostitutas retiradas que estudian a todos los que entran en el edificio. Cada vez que alguien llama el ascensor, una puerta se entreabre apenas y un par de ojos voraces espían lo que ocurre en el vestíbulo. Estas damas habrán soñado con una cómoda vejez en la que podrían abrir las persianas de madera y apoyar el busto generoso sobre la barandilla, comida por los gusanos, de un balcón en el segundo piso, y desde allí contemplar la vida que discurre allá abajo, en la calle vulgar. En cambio, ahora están atascadas en el duodécimo piso y sólo pueden espiar a aquellos que entran o salen de sus apartamentos. De más está decir que Fuertes también es consciente de esto, y lo considera peligroso. Entre los vecinos podría correr el rumor de que el piso es propiedad del Coloso del Norte y, además, él podría ser reconocido. Ha vivido casi toda la vida en Montevideo.
Discuto el problema con Hunt, que se pone furioso.
—Dile a ese hijo de puta que deje los informes en un buzón seguro. Nosotros los recogeremos.
—Howard —protesto amablemente—, nos arriesgamos a perder mucho si no hablo con él. —Hago una pausa—. ¿Y si nos mudásemos a un piso franco más apartado?
—Todos los casas-pisos francos presentan problemas. Lo que le molesta es el ambiente. ¡Los malditos muebles! No puedo conseguir cosas decentes. Se economiza en lo que no corresponde. Odio la vulgar mentalidad del gobierno. Un piso franco elegante es una buena inversión; sólo hay que convencer al poderoso. —Se interrumpió—. Una peluca —dijo—. Dile que cada vez que vaya se disfrace de un modo diferente.
—No creo que funcione; por el bigote.
—Dile a ese soplapollas que mejore su aspecto. Trátalo como a un sirviente. Los agentes es el único idioma que respetan.
Al salir de esta entrevista, se me ocurre que he trabajado más horas sobre el terreno que Howard. En efecto, sé lo suficiente como para no seguir su consejo. Para empezar, nunca hay que tratar a un agente como Chevi peor de lo que se trataría a un hermano menor. Por lo general, trato de satisfacer sus deseos, en parte, lo sé, porque, tal como me ha dicho Hugh, soy completamente inepto a la hora de presentarme como un tipo duro. Maldita sea, simpatizo con mi agente. Chevi se las ingenia para introducirse en todos aquellos lugares íntimos en los que uno traza el ascenso y caída de su propio yo. (Interrogante: nunca hemos hablado del yo Alfa y el yo Omega y sus relaciones internas. Es todo un estudio, lo sé.) Chevi, supongo, me tratará como a un hermano menor mientras yo haga lo mismo. Te daré un ejemplo de la manera en que intenta ponerme en mi lugar. Le encanta hablar de sus dos años en Nueva York, cuando vivía en Harlem con una negra. Ella era prostituta, y se drogaba, y lo alentaba para que fuera su chulo. Después de un tiempo, cambia la historia y confiesa que eso fue lo que hizo. Me cuenta historias espeluznantes acerca de riñas a cuchilladas con otros chulos. Ignoro cuánto de eso es verdad —sospecho que exagera—, pero lo cierto es que tiene algunas cicatrices en la cara. Sin embargo, lo que sí es seguro es que sus historias cumplen su propósito: ante su sofisticación, me siento inferior. Por otra parte, siempre estamos embarcados en algún tipo de combate espiritual para ver cuál de los dos acaba como hermano mayor del otro.
Últimamente, he tenido problemas en este sentido. La idea de Howard de decorar todos los muros disponibles en la ciudad con la frase EL MARXISMO ES MIERDA escrita con letras de dos metros de altura, ha derivado en una pequeña guerra. Si los marxistas tienen su propia clase de sentimientos religiosos, relacionar el marxismo con la mierda activa un explosivo. Las pandillas izquierdistas más pendencieras de Montevideo provienen de la zona del puerto, y sus líderes pertenecen a los altos cuadros del MRO, un grupo ultraizquierdista. Esos muchachos son unos verdaderos rufianes. De hecho, han demostrado ser tan duros que nuestros muchachos de AV/ALANCHA recibían palizas terribles en las riñas callejeras. Te aseguro que no era nada divertido estar sentado en un coche a unas cinco o seis manzanas de distancia y oír la palabra «
¡Emboscada!
» en el walkie-talkie. Quince minutos más tarde, aparecía mi grupo con una buena cantidad de heridas en la cabeza; cuatro de un total de siete en una sola noche. Las cosas marcharon de mal en peor: un muchacho tuvo que ser hospitalizado; al poco tiempo, otro. Howard acudió a Peones para que reforzara nuestras tropas con policías generosamente pagados con fondos de nuestro Presupuesto Especial. Bien, AV/ALANCHA ganó unas cuantas peleas, pero el MRO volvió con refuerzos. Estos encuentros nocturnos se han convertido en batallas medievales.
En el último año, una pequeña operación en la que unos siete chicos pintaban las paredes una vez a la semana y, quizá, tenían alguna escaramuza una vez al mes, se ha convertido en una serie de encuentros monumentales de treinta y cuarenta muchachos por bando armados con piedras, palos, cuchillos, escudos, cascos. Incluso se halló un arco y flechas después de la última refriega, de la que, por cierto, salimos victoriosos. Finalmente, uno de nuestros muchachos murió hace ahora un mes. Le dispararon entre los ojos. Peones hizo que sus hombres ocuparan dos vecindarios de obreros, Capurro y La Teja, en busca del arma y del asesino, e informó a Hunt que se ocupó de aquél sin necesidad de juicio (cosa que podemos creer o no). Como podrás apreciar, el carácter de los hechos se ha visto considerablemente alterado. Peones mantiene dos coches patrulla en los flancos, listos para atacar si la batalla va mal. En una ocasión utilizamos a AV/EMARÍA, con su cámara de rayos infrarrojos. Patrullaron las calles adyacentes, fotografiando a todos los jóvenes que se acercaban a la escena. Una empresa absurda (si se piensa en el derroche), que Hunt suspendió una vez que comprobó que los resultados, aparte de la labor de identificación, eran técnicamente inadecuados. (Resultaba imposible distinguir los rostros, y mucho menos identificarlos.) Yo podría habérselo advertido.
De cualquier manera, ahora el MRO está a la ofensiva. La frase YANQUIS FUERA aparece escrita en todas las paredes, incluso en muchos buenos vecindarios católicos. Parecen tener un mejor sentido de dónde atacar que nosotros. Hunt piensa que uno de los policías de Peones debe de estar ayudándolos secretamente, y quiere que Chevi nos proporcione información detallada sobre los cuadros del MRO.
Fuertes se niega de plano. Es un agente serio que hace trabajos serios, dice, y le estamos pidiendo que nos informe acerca de muchachos de la calle.
—Mi orgullo es que traiciono a los que están situados sobre mí, no debajo de mí.
—Ayúdame, compañero —le ruego.
—No soy tu compañero. Soy tu agente. Y mal pagado.
—¿Y crees que rehusándote conseguirás un aumento?
—Éste es un asunto insignificante. De todos modos, me seguiréis tratando igual que a un títere, por lo que intentaré ejercer la poca autonomía que me queda.
—¿Por qué no nos dejamos de tonterías y vamos al grano?
—La quintaesencia yanqui: ir al grano.
—¿Harás lo que te pedimos?
—Traiciono a gente importante. A estúpidos y engreídos burócratas comunistas que han traicionado a su propia gente por el poder que pueden ejercer desde un despacho. Son basura de primera, y me reúno con ellos todos los días, y me convierto en un burócrata importante. Pero no me engaño. He traicionado a mi gente y a mis raíces. Soy una víbora. Sin embargo, no he llegado tan bajo como para envenenar a los que son más pequeños que yo. Los muchachos del MR O, que por las noches salen de La Teja para luchar, están más cerca de mí que lo que tú estarás jamás. Crecí en La Teja. En mis años de universitario milité en el MRO. Pero ahora, como burócrata atrincherado en el PCU que soy, ya no tengo los contactos que vosotros necesitáis. Verás, el MRO no confía en el PCU. Lo consideran demasiado establecido y lleno de espías infiltrados.
Bien, al menos tengo un informe plausible que llevarle a Hunt. Lo escribo mentalmente:
Una profunda desconfianza recíprocamente destructiva entre el MRO y el PCU. No se pueden determinar las fuentes policiales de la izquierda sin infiltrarse en el MRO.
Eso consumirá un mes de discusiones entre la estación y Washington. Para entonces, Hunt estará ocupado en otra cosa o... Y ahora tengo una corazonada. La clave para trabajar con Chevi es salvar las apariencias mutuamente.
—Muy bien —digo—, no lo harás, y yo no te amenazaré. Acepto tu versión. El PCU y el MRO carecen de una conexión umbilical.
—Pon eso en el banco —dice Chevi. Se inclina hacia mí y habla en un susurro—. Se aborrecen entre sí.
Y ríe.
—Muy bien —vuelvo a decir—, ya has aclarado las cosas. Ahora quiero que me ayudes. Mi gente necesitará infiltrarse en lo más alto del MRO. —Levanto el dedo índice para indicar que estoy de acuerdo con la ética de AV/ISPA de ir hacia arriba, siempre hacia arriba—. Quiero que me des una lista de los dirigentes que eventualmente podrían ser captados.
Éste es el tipo de arreglo que puede lograrse.
—Necesitaré dos semanas —dice.
—No. La necesito para la semana próxima.
Estoy pensando que me reuniré con Gordy Morewood para revisar los nombres que me traiga Chevi. Gordy incluso puede saber cómo iniciar la aproximación. Todo esto llevará meses, pero me cubriré las espaldas, que envejecen rápidamente. Ah, Kittredge, en ese momento supe que era un hombre de la Compañía.
—La semana próxima —acepta Chevi.
Después, salió al vestíbulo, levantó la mano, supongo que en señal de saludo, a las prostitutas retiradas que lo espiaban y, contoneándose del modo en que lo hace alguien de su peso, se dirigió a los ascensores.
El hijo de puta. Puedo asegurarte que probablemente ya tenía los nombres. A la semana siguiente apareció con una breve lista de tres dirigentes del MR O, que de inmediato procedí a pasársela a Gordy Morewood. Esa semana, además, Fuertes pidió un aumento. Probablemente lo conseguirá.
Sí, Masarov ha sido sólo un elemento más en estos días tan ajetreados. Escríbeme. Lo necesito.
Con amor,
HARRY
15 de marzo de 1958
Adorado Hombre:
Ya que de momento no puedo decirte nada más acerca de la Cueva de Drácula, me alegra que al parecer hayas aceptado mi sermón sobre la paciencia. He jurado tantas veces silencio con respecto a este asunto, que no puedo encontrar autorización dentro de mí para informarte. Sin embargo, me muero por escribirte. ¿Cuándo es tan viva la devoción como en la correspondencia totalmente privada? Algo que nosotros tenemos, mi querido amigo.
Te armaste de valor y me preguntaste acerca de Alfa-yo y Omega-yo. ¡Cómo debo de haberte asustado por entrar sin permiso en mi propiedad privada! ¡Cuan decente de tu parte convivir con mis teorías cuando todo el mundo ha decidido que son la moda intelectual del año pasado!
Bien, es interesante que te refieras a este aspecto de mi trabajo. ¿Sabes que es allí donde empecé? Los primeros, e imperfectos, cuestionarios que programé para intentar localizar las propiedades de Alfa y Omega, enfocaban sus egos por separado. En ese tiempo tuve una intuición: el mejor enfoque era mediante pruebas de memoria.