El Héroe de las Eras (73 page)

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Authors: Brandon Sanderson

Tags: #Fantástico

Y aun así, la habían capturado. Elend continuó avanzando, sintiendo un peso del que no podía desprenderse. Todo le parecía mal. Vin prisionera, mientras él estaba libre. La bruma y la ceniza que asfixiaban la tierra. Pese a todos sus poderes, Elend era incapaz de hacer nada para proteger al pueblo y a la mujer que amaba.

Y ése era el tercer motivo por el que caminaba al ritmo de los koloss, en vez de regresar de inmediato a su campamento. Necesitaba algún tiempo para pensar. Algún tiempo solo. Quizás eso fuera lo que lo había impulsado a marcharse, para empezar.

Sabía que su trabajo era peligroso, pero nunca había llegado a pensar que podría perderla. Ella era Vin. Siempre salía a flote. Sobrevivía. Pero ¿y si esta vez no lo hacía?

Él había sido siempre el vulnerable, la persona corriente en un mundo de nacidos de la bruma y koloss. El erudito que no sabía luchar, que tenía que depender de la protección de Vin. Incluso el último año de lucha, ella había permanecido a su lado. Si ella estaba en peligro, él corría peligro, y no había habido tiempo de pensar en qué pasaría si él sobrevivía y ella no.

Sacudió la cabeza, avanzando a través de la ceniza. Podría haber usado a los koloss para que le abrieran camino. Por el momento, sin embargo, quería estar apartado incluso de ellos. Así que caminaba por delante, una figura solitaria vestida de negro en un campo de consistente ceniza recortado por un sol rojo.

Las lluvias de ceniza empeoraban. Antes de salir de la aldea, se había pasado un día haciendo que los koloss limpiaran las calles y reconstruyeran algunas de las casas. Sin embargo, al ritmo con que caía la ceniza, las brumas e incluso la posibilidad de toparse con otros koloss errantes se convertían en un problema secundario. La ceniza. Eso sólo los mataría. Ya enterraba árboles y lomas. Le llegaba hasta la cintura en algunos sitios.

Tal vez si me hubiera quedado en Luthadel
, pensó,
trabajando con mis estudiosos, podríamos haber encontrado un modo de detener esto.

No, eso era una tontería. ¿Qué podrían hacer? ¿Taponar los montes de ceniza? ¿Encontrar la manera de empujar toda la ceniza al mar? En la distancia, a través de las brumas, vio un brillo rojo en el cielo, aunque el sol se ponía por el horizonte opuesto. Sólo pudo asumir que la luz al este venía del fuego y la lava que surgían de los montes de ceniza.

¿Qué hacía con un cielo moribundo, una ceniza tan densa que apenas podía avanzar por ella, y volcanes en erupción? Hasta ahora, su forma de afrontar estas cosas había sido ignorarlas.

O, más bien, dejar que Vin se preocupara por ellas.

Eso es lo que realmente me tiene preocupado
, pensó.
Perder a la mujer que amo ya es bastante malo. Pero perder a la persona en quien confiaba para que resolviera todo esto… me resulta verdaderamente aterrador.

Era una sensación extraña. La verdad era que confiaba en Vin como en algo más que una persona. Era más bien como una fuerza. ¿Casi un dios, incluso? Parecía una tontería, pensar en eso directamente. Ella era su esposa. Aunque fuera miembro de la Iglesia del Superviviente, le parecía mal adorarla, considerarla divina.

Y lo cierto es que no lo hacía. Pero confiaba en ella. Vin era una persona de instinto, mientras que Elend pertenecía a la lógica y el pensamiento. A veces, parecía que ella podía hacer lo imposible simplemente porque no se paraba a pensar en lo imposible que era. Si Elend llegaba a un precipicio, se detenía, calibrando la distancia al otro lado. Vin tan sólo saltaba.

¿Qué pasaría el día que no llegara al otro lado? ¿Y si los acontecimientos en los que estaban enzarzados fueran más grandes de lo que dos personas podían esperar resolver, aunque una de ellas fuera Vin? Ahora que lo pensaba, incluso la posibilidad de descubrir valiosa información en el depósito de Fadrex había sido una esperanza tenue.

Necesitamos ayuda
, pensó Elend, frustrado. ¿Ayuda de algún dios misterioso como aquellos de los que antes predicaba Sazed? Elend no había conocido más dios que el Lord Legislador. Y nunca había tenido fe en aquella criatura, aunque conocer a Yomen había cambiado su perspectiva de cómo algunas personas adoraban al Lord Legislador.

Contempló los copos de ceniza que caían del cielo. Continuaban su silenciosa e incesante descarga contra la tierra. Como las plumas de cuervo de una suave almohada que se utiliza para ahogar a una víctima dormida.

Estamos condenados
, pensó. Tras él, los koloss detuvieron su marcha, esperando su orden silenciosa.
Ya está. Todo va a terminar.

Comprenderlo no fue algo agobiante, sino suave, como un último tentáculo de humo de una vela moribunda. De repente supo que no podían luchar, que todo lo que habían hecho a lo largo del último año había sido inútil.

Elend cayó de rodillas. La ceniza le llegó hasta el pecho. Tal vez éste era el único motivo por el que había querido regresar caminando. Cuando los otros estaban cerca, sentía la obligación de mostrarse optimista. Pero solo podía enfrentarse a la verdad.

Y allí, en la ceniza, finalmente se rindió.

Alguien se arrodilló a su lado.

Elend dio un salto hacia atrás, y se puso en pie removiendo la ceniza. Avivó peltre, dándose la tensa fuerza de un nacido de la bruma dispuesto a atacar. Pero no había nadie junto a él. Se detuvo, preguntándose si se estaría imaginando cosas. Y entonces, quemando estaño y esforzándose en la oscuridad de la noche cenicienta, finalmente lo vio. Una criatura de bruma.

No estaba realmente
compuesta
de bruma. Más bien, estaba perfilada por la bruma. Los movimientos aleatorios sugerían su figura, que era más o menos la de un hombre. Elend había visto a esta criatura dos veces antes. La primera vez, se le había aparecido en los páramos de la Dominación Norte.

La segunda vez, le había apuñalado en el vientre, dejándolo para que muriera desangrado.

Sin embargo, aquello fue un intento para que Vin se hiciera con el poder del Pozo de la Ascensión y lo usara para sanarlo. Las intenciones de la criatura eran buenas, aunque estuviera a punto de matar a Elend. Además, Vin decía que esta criatura la había guiado hasta el trocito de metal que de algún modo había convertido a Elend en alomántico.

El espíritu de la bruma lo miró, su figura apenas se distinguía entre las brumas revueltas.

—¿Qué? —preguntó Elend—. ¿Qué quieres de mí?

El espíritu de la bruma alzó el brazo y señaló al noreste.

Eso es lo que hizo la primera vez que lo vi. Tan sólo señaló, como si intentara hacerme ir a alguna parte. Tampoco entendí entonces lo que significaba.

—Mira —dijo Elend, sintiéndose agotado de pronto—. Si quieres decir algo, ¿por qué no lo dices?

El espíritu de la bruma permaneció en silencio.

—Al menos, escríbelo —insistió Elend—. Señalar no sirve de nada.

Sabía que la criatura, fuera lo que fuese, tenía cierta corporeidad. Después de todo, había conseguido apuñalarlo.

Esperó que la criatura continuara allí de pie. Sin embargo, para su sorpresa, siguió la orden y se arrodilló en la ceniza. Extendió una mano brumosa, y empezó a arañar el suelo. Elend dio un paso adelante, ladeando la cabeza para ver qué estaba escribiendo.

Te mataré
, decían las palabras.
Muerte, muerte, muerte.

—Pero… ¡qué agradable! —exclamó Elend, sintiendo un extraño escalofrío.

El espíritu de la bruma pareció desmoronarse. Permaneció arrodillado en la ceniza, sin hacer más impresiones en el suelo.

Qué palabras tan extrañas ha escrito
, pensó Elend,
cuando parecía que intentaba lograr que confiara en él…

—Puede cambiar tus palabras, ¿verdad? —preguntó Elend—. La otra fuerza. Puede reescribir los textos en papel, así que ¿por qué no las cosas marcadas en la ceniza?

El espíritu de la bruma alzó la cabeza:

—Por eso rompiste las esquinas de los papeles de Sazed. No podías escribirle una nota, porque las palabras cambiaban. Por eso tuviste que hacer otras cosas. Cosas más burdas… como señalar.

La criatura se levantó.

—Escribe más despacio —solicitó Elend—. Exagera los movimientos. Yo observaré los movimientos de tu brazo, y formaré las letras en mi mente.

El espíritu empezó a agitar los brazos de inmediato. Elend ladeó la cabeza y observó sus movimientos. No pudo hallarles ningún sentido, y mucho menos formar letras a partir de ellos.

—¡Espera! —ordenó, alzando una mano—. No funciona. O bien está cambiando las cosas, o no conoces las letras. Silencio.

Espera
, pensó Elend, mirando el texto del suelo.
Si el texto ha cambiado…

—Está aquí, ¿verdad? —preguntó, y sintió un súbito escalofrío helado—. Está aquí con nosotros.

El espíritu de la bruma permaneció inmóvil.

—Brinca, si es sí —dijo Elend.

El espíritu de la bruma empezó a agitar los brazos como había hecho antes.

—Bastante cerca —interpretó Elend, temblando. Miró alrededor, pero no pudo ver nada más en las brumas. Si esa cosa que Vin había liberado estaba allí, no creaba ninguna impresión. Sin embargo, a Elend le pareció que podía sentir algo diferente. Una leve reducción del viento, un toque de hielo en el aire, las brumas moviéndose con más agitación. Tal vez sólo se estaba imaginando cosas.

Concentró de nuevo su atención en el espíritu de la bruma.

—No eres… tan sólido como antes.

La criatura no se movió.

—¿Eso es un no? —preguntó Elend, frustrado. La criatura permaneció inmóvil.

Elend cerró los ojos, obligándose a concentrarse, a recordar los acertijos lógicos de su infancia.
Tengo que abordar esto de manera más directa. Usar preguntas que puedan ser contestadas con un simple sí o un no
. ¿Por qué sería ahora más difícil de ver el espíritu de la bruma?

Elend abrió los ojos.

—¿Eres más débil que antes? —preguntó.

La criatura agitó los brazos.


, pensó Elend.

—¿Es porque el mundo se está acabando?

Más movimiento.

—¿Eres más débil que el otro ser? ¿El que liberó Vin?

Movimiento.

—¿
Mucho
más débil?

La criatura se agitó, aunque parecía un poco desconsolada esta vez.

Magnífico
, pensó Elend. Naturalmente, eso tendría que habérselo figurado. Fuera lo que fuese el espíritu, no era la respuesta mágica a sus problemas. Si lo fuera, los habría salvado ya.

Lo que más nos falta es información
, pensó Elend.
Tengo que averiguar todo lo que pueda de esta criatura.

—¿Guardas relación con la ceniza? —siguió preguntando.

No hubo movimiento.

—¿Estás causando la caída de ceniza?

Ningún movimiento.

—¿Está causando el otro ser la caída de ceniza?

Esta vez, se agitó.

Muy bien.

—¿Está causando que las brumas salgan también de día?

Sin movimiento.

—¿Estás tú causando que las brumas salgan de día?

La criatura pareció detenerse a cavilar, y luego se movió de forma menos vigorosa que antes.

¿Es un «tal vez»
?, se preguntó Elend.
¿O un «en parte»?

La criatura permaneció inmóvil. Cada vez costaba más verla en las brumas. Elend avivó su estaño, pero eso no volvió más clara a la criatura. Parecía estar… desvaneciéndose.

—¿Adónde querías que fuera? —preguntó Elend, más para sí mismo que esperando una respuesta—. ¿Señalaste… al este? ¿Querías que regresara a Luthadel?

La criatura se agitó de nuevo con poco entusiasmo.

—¿Quieres que ataque Ciudad Fadrex?

Permaneció inmóvil.

—¿No quieres que ataque Ciudad Fadrex?

Se agitó vigorosamente.

Interesante
, pensó Elend.

—Las brumas. Están relacionadas con todo esto, ¿verdad?

Se volvió.

—Están matando a mis hombres —dijo Elend.

La criatura dio un paso adelante; luego se quedó quieta, como con urgencia.

Elend frunció el ceño:

—Has reaccionado a eso. ¿Quieres decir que no están matando a mis hombres?

La criatura se agitó.

—Eso es ridículo. Los he visto caer muertos.

Dio un paso adelante, señalando a Elend, que se miró el cinturón.

—¿Las monedas?

La criatura volvió a señalar. Elend rebuscó en el cinturón. Todo lo que había eran sus frascos de metales. Sacó uno.

—¿Metales?

La criatura se agitó vigorosamente. Luego continuó agitándose y agitándose. Elend miró el frasquito:

—No comprendo.

La criatura se quedó quieta. Cada vez era más vaga, como si se estuviera evaporando.

—¡Espera! —gritó Elend, avanzando—. Tengo otra pregunta. ¡Una más antes de que te vayas!

La criatura lo miró a los ojos.

—¿Podemos derrotarlo? —preguntó Elend en voz baja—. ¿Podemos sobrevivir?

Quietud. Entonces, la criatura agitó los brazos brevemente. No con un gesto vigoroso, sino más bien vacilante. Inseguro. Se evaporó, manteniendo el mismo gesto, y las brumas se volvieron difusas y no dejaron ninguna indicación de que la criatura hubiera estado allí.

Elend se dio la vuelta y contempló su ejército koloss, que esperaba en la distancia como troncos de árboles oscuros. Luego se volvió, buscando cualquier otro indicio del espíritu de la bruma. Finalmente, se dio por vencido y prosiguió su camino de regreso a Fadrex. Los koloss lo siguieron.

Se sentía… más fuerte. Era una tontería: en realidad, el espíritu de la bruma no le había dado ninguna información. Era casi como un niño. Las cosas que le habían dicho eran en su mayoría sólo confirmaciones de lo que ya sospechaba.

Sin embargo, al caminar, se movía con más decisión. Aunque sólo fuese porque sabía que había cosas en el mundo que no comprendía… y eso significaba, tal vez, que había posibilidades que no veía. Posibilidades de sobrevivir.

Posibilidades de aterrizar a salvo al otro lado del abismo, aunque la lógica le dijera que no saltara.

Capítulo 56

No sé por qué Conservación decidió usar su última chispa de vida apareciéndosele a Elend durante su viaje de regreso a Fadrex. Por lo que tengo entendido, Elend tampoco descubrió gran cosa con el encuentro. Pero claro, Conservación no era más que una sombra de sí mismo, y esa sombra estaba bajo la inmensa presión destructora de Ruina.

Tal vez Conservación, o los restos de lo que había sido, quisiera encontrarse con Elend a solas. O tal vez vio a Elend arrodillado en aquel campo, y supo que el emperador de hombres estaba a punto de tumbarse en la ceniza, para no volver a levantarse. Sea como fuere, Conservación se apareció, y al hacerlo se reveló a los ataques de Ruina. Atrás quedaron los días en que Conservación podía repeler a un inquisidor con un simple gesto, incluso los días en que podía golpear a un hombre para que muriera desangrado.

Para cuando Elend vio al «espíritu de la bruma», Conservación apenas debía de ser ya coherente. Me pregunto qué habría hecho Elend de haber sabido que estaba en presencia de un dios moribundo, que aquella noche había sido testigo de la muerte de Conservación. Si Elend hubiera esperado unos minutos más en aquel campo de ceniza, habría visto un cuerpo bajo de estatura, pelo negro y nariz prominente caer de las brumas y desplomarse muerto en las cenizas.

Por así decirlo, el cadáver quedó solo para que esas mismas cenizas lo enterraran. El mundo estaba muriendo. Sus dioses tenían que morir con él.

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