El Héroe de las Eras (75 page)

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Authors: Brandon Sanderson

Tags: #Fantástico

Fantasma se ruborizó. Luego, finalmente, agachó la cabeza.

—No lo sé —repitió—. Yo… comprendo lo que estás haciendo, Sazed. Intentas averiguar si dudo de mí mismo. Supongo que puedes calarme.

Sazed frunció el ceño, pero Fantasma no lo estaba mirando.

—Tienes razón —dijo el joven, frotándose la frente—. Sí que me pregunto si fracasaré. Supongo que Tindwyl se habría molestado conmigo, ¿no? Creía que los líderes no deberían dudar de sí mismos.

Eso hizo vacilar a Sazed.
¿Qué estoy haciendo?
, pensó, horrorizado ante su estallido.
¿En esto me he convertido? Durante la mayor parte de mi vida, me resistí al Sínodo, me rebelé contra mi propio pueblo. Sin embargo, estaba en paz, confiado en que hacía lo adecuado.

Ahora vengo aquí, donde la gente más me necesita, ¿y me siento y reprendo a mis amigos, diciéndoles que vamos a morir todos?

—Aunque dudo de mí mismo —dijo Fantasma, alzando la cabeza—, sigo creyendo que saldrá bien.

Sazed se sorprendió ante la esperanza que veía en los ojos del muchacho.
Eso es lo que yo he perdido.

—¿Cómo puedes decir eso? —preguntó Sazed.

—En realidad, no lo sé. Es sólo… Bueno, ¿recuerdas aquella pregunta que me hiciste al llegar? Estábamos junto al lago, aquí mismo. Me preguntaste por la fe. Me preguntaste de qué servía, si sólo hacía que la gente se lastimara una a otra, como ha hecho la fe de Quellion en el Superviviente.

Sazed contempló el lago.

—Sí —confirmó en voz baja—. Lo recuerdo.

—He estado pensando en eso desde entonces. Y… creo que tengo una respuesta.

—Por favor.

—La fe significa que no importa lo que pase. Puedes confiar en que hay alguien vigilando. Confiar en que alguien hará que todo salga bien.

Sazed frunció el ceño.

—Significa que siempre habrá una manera —susurró Fantasma, mirando al frente, los ojos brillantes, como si viera algo que Sazed no podía.


, pensó Sazed.
Esto es lo que he perdido. Y lo que necesito recuperar.

Capítulo 57

He llegado a ver que cada poder tiene tres aspectos: uno físico, que puede verse en las creaciones de Ruina y Conservación; uno espiritual, en la energía invisible que permea al mundo entero; y uno cognitivo, en las mentes que controlan esa energía.

Hay más. Mucho más que ni siquiera yo comprendo.

Deberías matarlos.

Vin alzó la cabeza cuando oyó a un par de guardias pasar ante la puerta de su celda. Había una cosa buena en la voz de Ruina: tendía a avisarla cuando había gente cerca, aunque lo hiciera siempre para decirles que los matara.

Una parte de ella se preguntaba si, en efecto, estaba loca. Después de todo, veía y oía cosas que nadie más podía. Sin embargo, si estuviera loca, no podría darse cuenta. Así que simplemente decidió aceptar lo que oía, y seguir adelante.

En verdad, se alegraba de tener la voz de Ruina. Aparte de eso, estaba sola en la celda. Todo permanecía en silencio. Ni siquiera los soldados hablaban, probablemente por orden de Yomen. Además, cada vez que Ruina hablaba, ella sentía que había aprendido algo. Por ejemplo, había descubierto que Ruina podía manifestarse en persona o afectarla desde lejos. Cuando su presencia real no la acompañaba en la celda, las palabras de Ruina eran mucho más simples y vagas.

Por ejemplo, la orden de Ruina de que matara a los guardias. No podía seguir esa sugerencia, no desde dentro de la celda. No era tanto una orden concreta como un intento de cambiar sus inclinaciones. Una vez más, eso le recordaba la alomancia, que ejercía una influencia general sobre las emociones de una persona.

Influencia general…

De repente se le ocurrió algo. Sondeó y, en efecto, todavía podía sentir los mil koloss que Elend le había entregado. Estaban aún bajo su control, lejanos, obedeciendo las órdenes generales que les había dado antes, ¿Podría usarlos de algún modo? ¿Para entregar un mensaje a Elend, tal vez? ¿Hacer que atacaran la ciudad y la liberaran? Al considerarlos, ambos planes parecían defectuosos. Enviarlos a Fadrex los haría matar, y además se arriesgaba a desequilibrar los planes que Elend tenía para un ataque potencial. Podría enviarlos a buscar a Elend, pero probablemente los guardias del campamento los matarían, temiendo que fueran presas del ansia de sangre. Además, ¿qué les ordenaría hacer si llegaban a él? Podía ordenarles que emprendieran acciones, como atacar o recoger a alguien, pero nunca había intentado algo tan delicado como ordenarle a uno que dijera palabras concretas.

Intentó formar esas palabras en su cabeza y transmitirlas a los koloss, pero todo lo que recibió a cambio fue confusión. Tendría que esforzarse más con eso. Mientras lo pensaba, se preguntó si hacer llegar un mensaje a Elend sería la mejor forma de utilizarlos. Eso permitiría a Ruina conocer la herramienta potencial que ella tenía y que tal vez él no había advertido.

—Veo que por fin han encontrado una celda para ti —dijo una voz.

Vin alzó la cabeza, y allí estaba. Todavía bajo la forma de Reen, Ruina se hallaba con ella en la pequeña celda. Se mantenía erguido, mirándola casi con benevolencia. Vin se sentó en su camastro. Nunca había pensado que, de todos sus metales, echaría tanto de menos el bronce. Cuando Ruina regresaba para visitarla «en persona», quemar bronce le había permitido sentirlo a través de los pulsos y le advertía que había llegado, aunque no se le apareciera.

—Tengo que admitir que estoy decepcionado contigo, Vin —dijo Ruina. Usaba la voz de Reen, pero imbuida en una sensación de… edad. De tranquila sabiduría. La naturaleza paternal de aquella voz, mezclada con el rostro de Reen y su propio conocimiento del deseo de la criatura por destruir, era inquietante.

—La última vez que te capturaron y te encerraron sin metales —continuó Ruina—, no pasó ni una noche antes de que mataras al Lord Legislador y derrocaras el imperio. Ahora llevas prisionera… ¿cuánto, una semana?

Vin no respondió.
¿Por qué viene a burlarse de mí? ¿Acaso espera descubrir algo?

Ruina sacudió la cabeza:

—Esperaba que al menos mataras a Yomen.

—¿Por qué te preocupa tanto su muerte? —preguntó Vin—. A mí me parece que está de tu parte.

Ruina sacudió la cabeza, las manos a la espalda.

—Veo que sigues sin comprender. Todos estáis de mi parte, Vin. Yo os creé. Sois mis herramientas… todos y cada uno de vosotros. Zane, Yomen, tú, tu querido emperador Venture…

—No. Zane era tuyo, y Yomen está obviamente equivocado. Pero Elend… él luchará contra ti.

—No puede —repuso Ruina—. Eso es lo que te niegas a comprender, niña. No se me puede combatir, pues el mero hecho de luchar avanza mis objetivos.

—Tal vez los hombres malvados te ayuden. Pero Elend no. Es una buena persona, y ni siquiera tú puedes negarlo.

—Vin, Vin. ¿Por qué no puedes verlo? Esto no es cosa del bien y del mal. La moralidad no tiene nada que ver en esto. Los hombres buenos matan con la misma rapidez que los malos por lo que quieren… sólo que lo que quieren es diferente.

Vin guardó silencio.

Ruina sacudió la cabeza:

—Sigo intentando explicarlo. Este proceso en el que estamos envueltos, el final de todas las cosas… no es una lucha, sino una sencilla culminación de lo inevitable. ¿Puede fabricar el hombre un reloj de bolsillo al que no acabe por gastársele la cuerda? ¿Puedes imaginar un farol que no se apague? Todas las cosas terminan. Piensa en mí como en un cuidador… el que vigila la tienda y se asegura de que las luces están apagadas, que todo está recogido cuando llega la hora de cerrar.

Por un momento, la hizo dudar. Había cierta verdad en sus palabras, y ver los cambios en la tierra estos últimos años, cambios que habían comenzado antes de que Ruina fuera liberado, la hizo vacilar.

Sin embargo, había algo en la conversación que la molestaba. Si lo que Ruina decía era cierto, ¿por qué se preocupaba por ella? ¿Por qué volvía a hablarle?

—Supongo que has ganado, entonces —dijo en voz baja.

—¿Ganar? —preguntó Ruina—. ¿No lo entiendes? No tengo nada que ganar, niña. Las cosas pasan como deben pasar.

—Ya.

—Sí, tal vez —dijo Ruina—. Creo que tal vez podrías comprenderlo. —Se dio la vuelta y empezó a caminar tranquilamente hacia ella—: Eres una parte de mí, ¿sabes? Hermosa destructora. Burda y efectiva. De todos los que he reclamado durante estos breves mil años, tú eres la única que creía capaz de comprenderme.

¡Está regodeándose!
, pensó Vin.
Por eso está aquí… ¡Porque quiere asegurarse de que alguien comprenda lo que ha conseguido!
Había una sensación de orgullo y victoria en los ojos de Ruina. Eran emociones humanas, emociones que Vin podía comprender.

En ese momento, Ruina dejó de ser algo indeterminado en su mente, y se convirtió en algo concreto.

Vin empezó a pensar, por primera vez, que podía encontrar un modo de derrotarlo. Era poderoso, tal vez incluso incomprensible. Pero había visto humanidad en él, y esa humanidad podía ser engañada, manipulada y rota. Tal vez era la misma conclusión que había extraído Kelsier, después de mirar a los ojos al Lord Legislador aquella aciaga noche en que fue capturado. Finalmente Vin sintió como si lo comprendiera, y supiera cómo sentaba emprender algo tan osado como la derrota del Lord Legislador.

Pero Kelsier tuvo años para planear
, pensó Vin.
Yo… ni siquiera sé cuánto tiempo tengo. No mucho, supongo
. Mientras reflexionaba, se produjo otro terremoto. Las paredes temblaron, y Vin oyó a los guardias maldecir en el pasillo cuando algo se cayó y se rompió. Y Ruina… parecía estar en un estado de dicha, los ojos cerrados, la boca levemente abierta y con aspecto de satisfacción mientras el edificio y la ciudad se estremecían.

Al poco rato, todo se tranquilizó. Ruina abrió los ojos, y la miró.

—Esto que hago es
pasión
, Vin. ¡Son acontecimientos dinámicos, cambio! Por esto Elend y tú sois tan importantes para mí. La gente con pasión es gente que destruye… pues la pasión de un hombre no se cumple hasta que demuestra cuánto está dispuesto a sacrificar por ella. ¿Matará? ¿Irá a la guerra? ¿Romperá y deshará lo que tiene, todo en nombre de lo que
necesita
?

No es sólo que Ruina sienta que ha conseguido algo
, pensó Vin,
siente que ha vencido. A pesar de lo que dice, piensa que ha ganado, que ha derrotado a algo… pero ¿qué o quién? ¿A nosotros? No seríamos adversario para una fuerza como él.

Una voz del pasado pareció susurrarle.
¿Cuál es la primera regla de la alomancia, Vin?

La consecuencia. Acción y reacción. Si Ruina tenía poder para destruir, entonces había algo que se le oponía. Tenía que haberlo. Ruina tenía un opuesto, un oponente. O lo tuvo.

—¿Qué le hiciste? —preguntó Vin.

Ruina vaciló, frunciendo el ceño mientras se volvía hacia ella.

—A tu opuesto —precisó Vin—. Al que una vez impidió que destruyeras el mundo.

Ruina guardó silencio durante largo rato. Entonces sonrió, y Vin vio algo escalofriante en aquella sonrisa. El conocimiento de que él tenía razón. Vin era parte de él. Lo comprendía.

—Conservación está muerto —reveló Ruina.

—¿Lo mataste tú?

Ruina se encogió de hombros:

—Sí, pero no. Se entregó para crear una jaula. Aunque sus estertores de agonía han durado varios miles de años, ahora, por fin, ha muerto. Y el trato llega a su culminación.

Conservación
, pensó Vin, mientras una pieza de un gigantesco todo encajaba en su sitio.
El opuesto de Ruina. Una fuerza como ésa no podía haber destruido a su enemigo, porque representaría lo opuesto a la destrucción. Pero aprisionarlo estaría dentro de sus poderes.

Una prisión que acabó cuando yo renuncié al poder en el Pozo.

—Y así ves la inevitabilidad —dijo Ruina en voz baja.

—No pudiste crearlo tú solo, ¿no? El mundo, la vida. No puedes crear, sólo puedes destruir.

—Él tampoco podía crear —replicó Ruina—. Sólo podía conservar. Conservar no es crear.

—Por eso trabajabais juntos.

—Ambos con una promesa —dijo Ruina—. Mi promesa fue trabajar con él para crearos… vida que piensa, vida que ama.

—¿Y su promesa? —preguntó Vin, temiendo conocer la respuesta.

—Que yo podría acabar destruyéndoos. Y he venido a reclamar lo que se me prometió. El único sentido de crear algo es verlo morir. Como una historia que debe alcanzar un clímax, lo que he hecho no se cumplirá hasta que haya llegado el final.

No puede ser cierto
, pensó Vin.
Conservación. Si realmente representa un poder en el universo, no pudo haber sido destruido de verdad, ¿no?

—Sé lo que estás pensando —dijo Ruina—. No puedes contar con el poder de Conservación. Está muerto. No pudo matarme, ya ves. Sólo pudo aprisionarme.

Sí. Eso ya lo había descubierto. No puedes leerme la mente, ¿verdad?

Ruina continuó:

—Debo decir que fue un acto indigno. Conservación trató de escapar a nuestro trato. ¿No lo llamarías un acto maligno? Es, como dije antes: bien y mal tienen poco que ver con ruina o conservación. Un hombre malvado protegerá lo que desea con tanta intensidad como un hombre bueno.

Pero algo impide a Ruina destruir el mundo ahora
, pensó.
Pese a todas sus palabras sobre historias y finales, no es una fuerza que espere el momento «adecuado». Hay algo más en esto, algo más que no comprendo.

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