Read El líder de la manada Online
Authors: César Millán,Melissa Jo Peltier
Tags: #Adiestramiento, #Perros
Las religiones orientales comparten desde hace mucho tiempo el supuesto de que nosotros mismos somos los creadores de nuestra propia realidad; que lo que ocurre en nuestra mente termina manifestándose en nuestras vidas. En la actualidad, reputados científicos que trabajan especialmente en el campo de la física cuántica están llegando a la misma conclusión que alcanzaron los místicos hace miles de años. Vivimos nuestra existencia bajo la ilusión de que no tenemos control sobre ella, pero el modelo de la física cuántica defiende que lo que ocurre dentro de nosotros se refleja en lo que sucede fuera. ¿Qué significa todo esto y qué relación tiene con la psicología canina y con ser mejor líder de la manada? Pues significa que nosotros, con una consciencia más fuerte de nosotros mismos, podemos hacer algo que un perro no puede. Nosotros tenemos la capacidad de controlar nuestra propia realidad, y con ella, la energía que proyectamos, de un modo que probablemente ni siquiera nos parece posible.
«La mente domina a la materia» no es ya sólo un dicho. En la Cornell University los psicólogos sociales David Dunning y Emily Balcetis querían averiguar si una quimera podría influir sobre lo que la mente percibe en realidad. Le dijeron a un grupo de voluntarios que un ordenador les asignaría una letra o un número por el que se determinaría si se les iba a servir un vaso de deliciosa zumo de naranja, o por el contrario, un asqueroso brebaje. Cuando el ordenador ofreció una imagen que bien podía ser la letra B, o el número 13, los voluntarios a los que se les había dicho que las letras les valdrían el zumo de naranja, vieron en aquella imagen una B mayúscula. Aquellos a los que se les había dicho que si aparecía un número en la pantalla recibirían el premio, vieron un 13. Es decir, que mayoritariamente los voluntarios vieron lo que deseaban ver. Dunning dice que «incluso antes de haber visto el mundo, nuestro cerebro ya ha interpretado ese mundo de modo que case con lo que nosotros queremos ver y que evite lo que nos incomoda»
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. Yo no soy un científico ni de lejos, pero desde luego me parece una explicación perfecta para la negación. Tomemos a Warren como ejemplo. Estaba tan metido en la idea de que Rory no podría comportarse de otro modo, que eso era lo único que podía ver, a pesar de que todo lo contrario estaba ocurriendo ante sus ojos.
Como humanos poseemos la capacidad de darle la vuelta a nuestras percepciones y utilizarlas en nuestro propio beneficio. En lugar de ver las cosas negativas que estamos acostumbrados a observar, podemos elegir ver algo distinto. Los investigadores han descubierto que el cerebro no puede distinguir entre lo que es real y lo que es imaginado porque en ambos casos se utiliza el mismo camino neuronal, tanto si estamos viendo físicamente un árbol como si se nos pide que lo visualicemos. El proceso cerebral en ambos casos es el mismo
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. Cuando a una persona que tiene miedo de las serpientes le enseñamos una foto de una de ellas, un sensor aplicado a su piel detectará que hay sudoración y otros síntomas de ansiedad, aunque en el experimento el sujeto no admita sentir miedo. El sistema límbico del cerebro se deja embaucar y cree que la serpiente es real, aunque la mente consciente sepa que no es así. Deepak Chopra describe otro experimento realizado en el que se pide a los sujetos que imaginen que se llevan a la boca una rodaja de limón, que la muerden y que el jugo les llena la boca. «Si eres como la mayoría de la gente», escribe Chopra, «ese pensamiento bastará para que la boca se te llene de saliva, que es el modo en que tu cuerpo te dirá que se cree lo que la mente le dice»
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. Siglos antes de que la ciencia dispusiera de los hechos que respaldan esos hallazgos, los hombres santos de la India utilizaban el poder de la mente para caminar sobre carbones encendidos sin sufrir daño alguno. El poder de la concentración conseguía protegerles los pies cuando otro hombre cualquiera se los hubiera abrasado.
Para conseguir un estado mental firme y sereno, nuestras emociones e intenciones han de alinearse armónicamente. Pero si decidimos actuar, y por dentro seguimos sintiendo miedo, nuestros perros lo notarán inmediatamente. Puede que a nuestros jefes les pase desapercibido, pero nuestros perros lo sabrán. Cuando nuestro interior y nuestro exterior colisionan, estamos indefensos en el mundo natural. Sin embargo, la mente humana es una herramienta verdaderamente portentosa, y con el poder de la intención podemos cambiar nuestros sentimientos, no sólo en la superficie, sino también en el interior. Si eres capaz de proyectar la idea que deseas alcanzar a través de una fuerza y una sinceridad verdaderas, tu perro reaccionará instantáneamente ante esa energía firme y serena.
Como animales que somos no podemos cambiar nuestros instintos del mismo modo que nuestros perros tampoco pueden hacerlo. Según hemos visto, nuestras emociones tienen una finalidad: ayudarnos a reaccionar ante lo que nos rodea y mantenernos vivos. Pero como seres humanos, sí que podemos cambiar nuestros pensamientos. Ahí es donde interviene el
poder de la intención
. La primera vez que leí sobre este concepto fue hace muchos años en el libro escrito por el doctor Wayne W. Dyer,
El poder de la intención
. En esta obra, Dyer define
intención
como la fuerza en el universo que permite el acto de la creación; no es algo que haga cada individuo, sino un campo de energía de la que todos formamos parte. Me resulta difícil decir hasta qué punto este concepto cambió para mejor mi vida y me ayudó a poner en marcha mi sueño de ayudar a los perros desequilibrados. Algunas de las cosas que Dyer dice en el libro me conmovieron y al mismo tiempo confirmaron muchas de las observaciones que yo había hecho en México antes de tener acceso a libros como éste. Recientemente Deepak Chopra ha explorado este mismo ámbito.
«La determinación orquesta toda la creatividad del universo. Y nosotros, como seres humanos, somos capaces de crear cambios positivos en nuestra vida gracias a esa determinación»
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. La determinación trabaja del mismo modo que la oración, según ambos autores. «La clave», dice el experto, «es que estemos dispuestos a desprendernos de nuestro ego, el “yo” que intenta supervisar y conformar el proceso desde un punto de vista egoísta». Si alguien que pretende caminar sobre brasas ardientes dejase que la parte racional de su mente le dijera: «Esto desafía las leyes de la física... ¿y si no funciona y resulto herido?», esa racionalidad sabotearía su determinación y terminaría quemándose los pies.
No pretendo enseñar a nadie a caminar sobre brasas, o a encontrar la respuesta a las preguntas del universo cuántico, pero espero poderte ayudar a reconocer cuál es la clase de energía que estás proyectando en cada momento, y que seas capaz de usar el poder de esa energía para comunicar un liderazgo firme y sereno a tu perro. Eso es algo que muchos de mis clientes han hecho ya, y algo que tú aprenderás a hacer en el capítulo siguiente.
«Cuando el líder eficaz ha dado por terminado su trabajo,
la gente dice que todo ocurrió de un modo natural».
LAO TSE
El salón estaba elegantemente amueblado, la luz era suave y los invitados charlaban en voz baja. Ni mi esposa ni yo podíamos creer que hubiéramos sido invitados a un lugar semejante. Incluso teníamos que pellizcarnos para asegurarnos de que no estábamos soñando. Dondequiera que mirásemos había un titular, una portada para la revista
Time
, una noticia de apertura para el telediario de la noche. Sentados junto al fuego, el presidente electo de un país de Oriente Medio hablaba animadamente con un oficial de alto rango retirado ya del Gobierno de los Estados Unidos. Un poco más allá, el presidente de una de las empresas más grandes del mundo estaba tomándose una copa con el presidente de la compañía aérea norteamericana de más rápido crecimiento. Y allí, mirando por la ventana, perdido en sus pensamientos, estaba el hombre que seguramente era el más rico y poderoso de los medios de comunicación de todo el mundo. Por el resto de la habitación estaban dispersos políticos de ámbito nacional e internacional, celebridades, gigantes de los medios y magnates de los negocios. Rectores universitarios y fundadores de
think tanks
o «fábricas de ideas». Millonarios y multimillonarios. Había aviones privados y Rolls-Royces. En aquella sala estaban los líderes más capaces del mundo humano.
Y yo había sido contratado para hablarle a aquel grupo escogido de seres humanos sobre perros y liderazgo sereno y firme. ¿Quién, yo? ¿Hablar a aquella gente de liderazgo? ¿Qué iba a poder ofrecer yo, un trabajador de México, a toda aquella gente? Pues para mi sorpresa, resultó que tenía mucho que ofrecer, porque entre todos aquellos líderes internacionales, ¡ni uno solo era capaz de controlar a su perro!
Si alguna vez te has preguntado de dónde han sacado los norteamericanos la idea de que el perro debe ir delante de su dueño durante el paseo, no tienes más que echar un vistazo a cualquier grabación, vídeo o fotografía de los presidentes de los Estados Unidos al subir al
Air Force One
. ¿Quién es el primero en subir abordo? ¿Quién es el primero en entrar a la Casa Blanca? Ronald Reagan, Bill Clinton, George W. Bush... todos ellos van tras sus perros por el césped de la Casa Blanca. En el mundo animal, la posición tiene un gran significado. Y en todas estas imágenes, son los perros quienes van delante. Aún no he visto nunca un perro de una raza poderosa en la Casa Blanca. He visto labradores, muchos terrier... en resumen, muchas razas blandas. Pero ¿un rottweiler? ¿Un pitbull? Desde JFK no se ha vuelto a ver un pastor alemán en la Casa Blanca, ni un lebrel africano, ni un pastor belga malinois, ni un mastín inglés. Si el presidente poseyera un ejemplar de alguna de las razas más poderosas, nadie podría reunirse con él. ¿Por qué? Pues porque si los presidentes no son capaces de controlar a sus terrier, o a sus despreocupados labradores, ¿cómo iban a ser capaces de controlar a un ejemplar de una raza poderosa? Necesitarían diez agentes secretos para manejar a un perro, porque sería un can sin líder en su manada. Hubo una idea que aplaudieron largamente en el seminario: sugerí que todos escribieran cartas al Congreso en las que se propusiera que antes de jurar su cargo, quien quisiera ser presidente aprendiera a pasear a un perro de una de las razas poderosas. ¡Puede que incluso a una manada! Debería ser una prueba que todos debieran pasar. Los líderes de todos los países deberían ser capaces de hacerlo porque así, todos los líderes de la humanidad tendrían que trabajar su energía firme y serena, porque ésa es la única cIase de energía que los perros siguen por naturaleza. Habría mucha más gente equilibrada rigiendo los destinos del mundo.
Los animales no siguen a líderes inestables; sólo los humanos promovemos, seguimos y alabamos la inestabilidad. Sólo los humanos tenemos líderes que mienten y salen indemnes de ello. La mayoría de líderes a los que se sigue en la actualidad en todo el planeta no son estables. Puede que sus seguidores no lo sepan, pero la Madre Naturaleza es demasiado honrada para dejarse engañar por energías cargadas de ira, frustradas, celosas, competitivas, testarudas o simplemente negativas, aunque estén enmascaradas tras la sonrisa de un político. Y eso es porque todos los animales pueden evaluar y discernir la energía equilibrada. Un perro no puede evaluar lo inteligente que es un ser humano, ni el estado de su cuenta bancaria, ni lo poderoso o lo popular que pueda ser. A un perro no le importa lo más mínimo que su dueño tenga un doctorado por Harvard, o que sea un cinco estrellas en el ámbito que sea. Pero lo que sí puede distinguir sin sombra de duda es un ser humano estable de otro inestable. Los humanos continuamos siguiendo la energía inestable de nuestros líderes, y ésa es la razón de que no vivamos en un mundo pacífico y equilibrado.
Desgraciadamente no hay mucha gente que haya nacido para ser líder humano en el mundo. Pero todos podemos serlo en el mundo animal. Tenemos que serlo porque, nos guste o no, la especie humana ha tomado las riendas del planeta y hemos trasladado a muchos animales a nuestro mundo civilizado. Los animales domesticados ya no pueden elegir porque viven con nosotros, y normalmente, tras nuestros muros. Que lleguemos a ser líderes de la manada de nuestros perros es especialmente importante cuando los metemos en entornos con peligros que no comprenden, como por ejemplo el tráfico, la electricidad y los productos químicos tóxicos. ¿Cómo podemos esperar que naveguen por el mar proceloso de esos peligros sin nuestra guía? Tenemos que guiarlos por su propio bienestar y seguridad, además de por el bien de otros humanos. No olvidemos que los perros son depredadores; además de animales sociales, son carnívoros sociales, e impreso en su ADN va el lobo que quiere cazar y matar a su presa. Debemos controlar esos instintos si queremos vivir en armonía con otras especies animales y el resto de humanos.
Los líderes mundiales y jefes de la industria con los que hablé aquel día eran todos seres inteligentes. Todos poseían una fiera determinación, ambición y la capacidad de ser los líderes de otras personas. Muchos de ellos proyectaban una energía muy dura y muy agresiva. Pero carecían de instinto. No les hizo mucha gracia que les dijera que para la Madre Naturaleza, la gente pobre del Tercer Mundo eran mejores líderes para sus perros que ellos. En Norteamérica, la cultura condiciona a la gente obligándola a ser intelectual y emocional, mientras que en los países del Tercer Mundo mucha gente está condicionada culturalmente para ser instintiva y espiritual. La gente con ingresos bajos y sin medios (es decir, la mayoría) que vive en los países del Tercer Mundo puede controlar a un perro sin tan siquiera pensarlo. Hablo de chiquillos de 3 años a quienes sus perros siguen y obedecen ciegamente. Si le dijeras a un crío de 3 años que vive en una granja en cualquier parte del mundo, que vaya a coger un caballo, irá y cogerá al caballo. Y el animal lo seguirá sin más. Mi coautora me contó una historia de cuando trabajaba con un equipo de cine que estaba filmando en un oasis en mitad del desierto egipcio. Algunos miembros del equipo, entre los que se contaba ella, estaban pasando junto a una manada de camellos cuando de pronto una camella preñada comenzó a parir. La camella estaba de pie y el bebé salía de ella todo cascos y patas. Daba la impresión de que el bebé estaba atascado y la situación no podía ser muy cómoda para la madre. Mientras los norteamericanos debatían entre ellos lo que se debía hacer o no, un crío de 6 o 7 años que vivía en una granja cercana corrió hasta llegar junto a la camella y, sin dudar, agarró al bebé por las patas y comenzó a tirar. En un momento, el recién nacido salió al mundo. La madre se tumbó y le limpió a lametazos mientras el niño se lavaba las manos y volvía a su casa, y el equipo de filmación contemplaba la escena boquiabierto. Ellos habían presenciado un milagro, pero el pequeño (y la camella) habían tenido un día ordinario con una circunstancia habitual en el mundo de la Madre Naturaleza.