«¿Por qué llueve?» Sofía se encogió de hombros. Suponía que llovía porque el mar se evapora y porque las nubes se condensan. ¿No había aprendido ya eso en tercero? También se podría decir que llueve para que las plantas y los animales crezcan. ¿Pero era ésa la razón? Un chaparrón, ¿tenía en realidad algún objetivo?
La última pregunta tenía que ver al menos con objetivos. «¿Qué hace falta para que un ser humano viva feliz?» Sobre eso, el profesor de filosofía había escrito ya algo al principio del curso. Todos los seres humanos precisan comida, calor, amor y cuidados. Todo eso era, al menos, una especie de condición previa para poder alcanzar la felicidad. Luego había señalado que todo el mundo necesita encontrar respuestas a ciertas preguntas filosóficas. Además, sería bastante importante tener una profesión que le guste a uno. Por ejemplo, uno que odie el tráfico, no sería muy feliz siendo taxista. Y si uno odia hacer deberes, no sería muy bueno ser maestro. A Sofía le gustaban mucho los animales, así que de mayor le gustaría ser veterinaria. Pensaba que no hacía falta que te tocaran veinte millones en la bonoloto para vivir feliz. Más bien al contrario. Hay un refrán que dice: «La ociosidad es la madre de todos los vicios».
Sofía se quedó sentada en su cuarto, hasta que su madre la llamó para comer. Había hecho solomillo y patatas asadas. ¡Delicioso! En la mesa había una vela encendida. Y para postre tenían frambuesas con nata.
Hablaron de todo. Su madre le preguntó que cómo quería celebrar su decimoquinto cumpleaños, para el que sólo faltaban algunas semanas.
Sofía se encogió de hombros.
—¿No quieres invitar a alguien? Dar una fiesta, quiero decir.
—Quizás...
—Podríamos invitar a Marte y a Anne Marie... y a Hege. Y a Jorunn, naturalmente. Y a Jorgen, tal vez... Bueno, es mejor que lo decidas tú. ¿Sabes?, me acuerdo muy bien de cuando yo cumplí quince años. Y no me parece que haga tanto tiempo. Me sentía ya muy adulta, Sofía. ¿Curioso, verdad? Me parece como si no hubiera cambiado desde entonces.
—Y así es. No has cambiado. Nada «cambia». Solamente te has desarrollado, te has hecho mayor...
—Hmm... ¡hablas como un adulto! ¡Me parece que todo ha pasado muy deprisa!
... un hombre meticuloso que quiso poner orden en los
conceptos de los seres humanos...
Mientras su madre dormía la siesta, Sofía se fue al Callejón. Había metido un terrón de azúcar en el sobre rosa y había escrito «Para Alberto» fuera.
No había llegado ninguna carta nueva, pero un par de minutos más tarde Sofía oyó que el perro se acercaba.
—¡Hermes! —llamó Sofía, y al instante el perro se metió de un salto en el Callejón, llevando un gran sobre amarillo en la boca—. ¡Buen perro!
Sofía puso un brazo alrededor de Hermes, que respiraba jadeante. Ella sacó el sobre rosa con el terrón de azúcar y se lo metió en la boca. Hermes salió del Callejón y se dirigió de nuevo al bosque.
Sofía estaba un poco nerviosa cuando abrió el sobre. ¿Diría algo sobre la cabaña y la barca?
El sobre contenía las hojas de siempre, que iban unidas con un clip. Pero también había una notita suelta, en la que ponía:
¡Querida señorita detective! O señorita ladrona, para ser más exacto. El asunto ya ha sido denunciado a la policía.
No, no es tan grave. No estoy tan enfadado. Si eres igual de curiosa para buscar respuestas a los enigmas de los filósofos, resulta muy prometedor. Lo malo es que ahora tendré que cambiarme de casa. Bueno, bueno, la culpa es mía, debería haber comprendido que tú eres de la clase de personas que quiere llegar al fondo de las cosas.
Saludos, Alberto.
Sofía dio un suspiro de alivio. Entonces, ¿no estaba enfadado? ¿Pero por qué tenía que cambiarse de casa?
Se llevó corriendo las grandes hojas a su cuarto. Era mejor estar en casa cuando su madre se despertara. Se acomodó en la cama y empezó a leer sobre Aristóteles.
Filósofo y científico
Querida Sofía. Seguramente estarás asombrada por la teoría de las Ideas de Platón. No eres la primera. No sé si te lo has creído todo, o si también has hecho algunas objeciones críticas. En ese caso, puedes estar segura de que las mismas objeciones fueron hechas por Aristóteles (384-322 a. de C.), que fue alumno de la Academia de Platón durante 20 años.
Aristóteles no era ateniense. Provenía de Macedonia y llegó a la Academia de Platón cuando éste tenía 61 años. Era hijo de un reconocido médico y, por consiguiente, científico. Este hecho dice ya algo del proyecto filosófico de Aristóteles. Lo que más le preocupaba era la naturaleza viva. No sólo fue el último gran filósofo griego; también fue el primer gran biólogo de Europa.
Podríamos decir que Platón estuvo tan ocupado con «los moldes» o «Ideas eternas», que no había reparado en los cambios en la naturaleza. Aristóteles, en cambio, se interesaba precisamente por esos cambios, o lo que hoy en día llamamos «procesos de la naturaleza».
Si quisiéramos llevarlo al último extremo, podríamos incluso decir que Platón dio la espalda al mundo de los sentidos, volviendo la cabeza ante todo lo que vemos a nuestro alrededor. (¡Quería salir de la caverna, quería contemplar el mundo eterno de las Ideas!) Aristóteles hizo lo contrario. Se puso de rodillas en la tierra para estudiar peces y ranas, amapolas y anémonas.
Podríamos decir que Platón sólo usaba su inteligencia; Aristóteles también usaba sus sentidos.
También en la forma en la que escriben, se encuentra una gran diferencia entre ellos. Platón era un poeta, un creador de mitos; los escritos de Aristóteles son áridos y minuciosos como una enciclopedia. No obstante, se nota en mucho de lo que escribe que él se basa en su estudio de la naturaleza.
En la Antigüedad se habla de hasta 170 títulos escritos por Aristóteles, de los que se han conservado 47. No se trata de libros acabados. Los escritos de Aristóteles son en general apuntes para lecciones. También en la época de Aristóteles la filosofía era ante todo una actividad oral.
La gran importancia de Aristóteles en la cultura europea se debe también, en buena medida, al hecho de que fuera él quien creara el lenguaje profesional que las distintas ciencias emplean hasta hoy en día. Fue el gran sistematizador que fundó y ordenó las distintas ciencias.
Aristóteles escribió sobre todas las ciencias, de modo que sólo mencionaré algunos de los campos más importantes. Ya que te he hablado tanto de Platón, empezaré por contarte cómo rechaza Aristóteles la teoría de las Ideas de Platón. A continuación, veremos cómo elabora su propia filosofía de la naturaleza, pues fue Aristóteles quien resumió todo lo que habían dicho los filósofos de la naturaleza anteriores a él. Veremos cómo pone orden en nuestros conceptos y funda la lógica como una ciencia. Finalmente hablaré un poco de la visión que tenía Aristóteles de los seres humanes y de la sociedad.
Si aceptas estas condiciones, podemos poner manos a la obra.
No hay ideas innatas
Como los filósofos anteriores a él, Platón deseaba encontrar algo eterno e inmutable, en medio de todos los cambios. Encontró las Ideas perfectas, que estaban muy por encima del mundo de los sentidos. Platón opinaba, además, que las Ideas eran más reales que todos los fenómenos de la naturaleza. Primero estaba la «idea de caballo», luego llegaban todos los caballos del mundo de los sentidos galopando en forma de sombras en la pared de una caverna. Esto quiere decir que la «idea de gallina» estaba antes que la gallina y que el huevo.
Aristóteles pensaba que Platón había dado la vuelta a todo. Estaba de acuerdo con su profesor en que el caballo individual «fluye», y que ningún caballo vive eternamente. También estaba de acuerdo en que el «molde de caballo» es eterno e inmutable. Pero la «idea de caballo» no es más que un concepto que los seres humanos nos hemos formado después de ver un cierto número de caballos. Eso quiere decir que la «idea» o la «forma» de caballo no existen en sí. «Forma» del caballo es, para Aristóteles, las cualidades del caballo o lo que hoy en día llamamos especie.
Para ser más preciso: con «forma» del caballo, Aristóteles quiere designar lo que es común para todos los caballos. Y aquí no nos basta el ejemplo de las pastas, pues los moldes de pastelería existen independientemente de esas determinadas pastas. Aristóteles no pensaba que existieran tales moldes, que, por así decirlo, estaban colocados en estantes fuera de la naturaleza. Para Aristóteles las formas de las cosas son como las cualidades específicas de las cosas.
Esto quiere decir que Aristóteles está en desacuerdo con Platón en que la Idea de «gallina» sea anterior a la gallina. Lo que Aristóteles llama «forma de gallina», está presente en cada gallina, como las cualidades específicas de la gallina; por ejemplo, el hecho de que ponga huevos. De ese modo la propia gallina y la «forma» de gallina son tan inseparables como el cuerpo y el alma.
Con esto hemos dicho lo esencial sobre la crítica de Aristóteles a la teoría de las Ideas de Platón. No obstante, debes darte cuenta de que nos encontramos ante un cambio radical en la manera de pensar. Para Platón, el mayor grado de realidad es lo que pensamos con la razón. Para Aristóteles era igual de evidente que el mayor grado de realidad es lo que sentimos con los sentidos. Platón opina que todo lo que vemos a nuestro alrededor en la naturaleza, son meros reflejos de algo que existe de un modo más real en el mundo de las Ideas, y con eso también en el alma del ser humano. Aristóteles opina exactamente lo contrario. Lo que hay en el alma del ser humano, son meros reflejos de los objetos de la naturaleza; es decir, la naturaleza es el verdadero mundo. Según Aristóteles, Platón quedó «anclado» en una visión mítica del mundo, en la que los conceptos del hombre se confunden con el mundo real.
Aristóteles señaló que no existe nada en la mente que no haya estado antes en los sentidos, y Platón podría haber dicho que no hay nada en la naturaleza que no haya estado antes en el mundo de las Ideas. En ese sentido, opinaba Aristóteles, Platón «duplicaba el número de las cosas». Explicaba cada caballo haciendo referencia a «la idea» de caballo. ¿Pero qué explicación era esa, Sofía? Quiero decir ¿de dónde viene la «idea de caballo»? ¿Existe acaso también un tercer caballo, del que la «idea de caballo» es un mero reflejo?
Aristóteles pensó que todo lo que tenemos dentro de pensamientos e ideas ha entrado en nuestra conciencia a través de lo que hemos visto y oído. Pero también tenemos una razón innata con la que nacemos. Tenemos una capacidad innata para ordenar todas nuestras sensaciones en distintos grupos y clases. Así surgen los conceptos «piedra», «planta», «animal» y «hombre». Así surgen los conceptos «caballo», «cangrejo» y «canario».
Aristóteles no negó que el hombre tuviera una inteligencia innata. Al contrario, según Aristóteles es precisamente la razón la que constituye la característica más destacada del ser humano. Pero nuestra inteligencia está totalmente vacía antes de que sintamos algo. Por lo tanto el ser humano no puede nacer con idea alguna.
Las formas son las cualidades de las cosas
Tras haber aclarado su relación con la teoría de las Ideas de Platón, Aristóteles constata que la realidad está compuesta de una serie de cosas individuales que constituyen un conjunto de materia y forma. La «materia» es el material del que está hecha una cosa, y la «forma» son las cualidades específicas de la cosa.
Delante de ti aletea una gallina, Sofía. La «forma» de la gallina es precisamente aletear, y también cacarear y poner huevos. Así pues, la «forma» de la gallina son las propiedades específicas de la especie «gallina» o, dicho de otra manera, lo que hace la gallina. Cuando la gallina muere, y con ello deja de cacarear, la «forma» de la gallina deja de existir. Lo único que queda es la «materia» de la gallina (¡qué triste, verdad, Sofía!), pero entonces, ya no es una gallina.
Como ya he indicado, Aristóteles se interesaba por los cambios que tienen lugar en la naturaleza. En la («materia» siempre hay una posibilidad de conseguir una determinada «forma». Podemos decir que la «materia» se esfuerza por hacer realidad una posibilidad inherente. Cada cambio que tiene lugar en la naturaleza es, según Aristóteles, una transformación de la materia de posibilidad a realidad
No te preocupes, Sofía, te lo explicaré. Intentaré hacerlo con una historia divertida. Érase una vez un escultor que estaba agachado sobre un enorme bloque de granito. Todos los días daba martillazos y picaba la piedra enorme, y un día recibió la visita de un niño. «¿Qué estás buscando?», preguntó el niño. «Espera y verás», dijo el escultor. Al cabo de unos días el niño volvió. Para entonces el escultor había esculpido un hermoso caballo del bloque de granito. El niño lo miró asombrado, y luego se volvió al escultor y dijo: «¿Cómo podías saber que el caballo estaba ahí dentro?».
Pues eso, ¿cómo podía saberlo? De alguna manera el escultor había visto la «forma» del caballo en el bloque de granito. Porque precisamente ese bloque de granito tenía una posibilidad inherente de transformarse en caballo. De esa manera, pensaba Aristóteles, todas las cosas de la naturaleza tienen una posibilidad inherente de realizar o concluir una determinada «forma».
Volvamos a la gallina y al huevo. Un huevo de gallina tiene una posibilidad inherente de convertirse en gallina, lo cual no significa que todos los huevos de gallina acaben convirtiéndose en gallinas, pues algunos acaban en la mesa del desayuno como huevo pasado por agua, tortilla o huevos revueltos, sin que la «forma» inherente del huevo llegue a hacerse realidad. Pero también resulta evidente que el huevo de gallina no puede convertirse en un ganso. Esa posibilidad no está en el huevo de gallina. Así vemos que la «forma» de una cosa nos dice algo sobre la «posibilidad» de la cosa, así como sobre las limitaciones de la misma.
Al hablar Aristóteles de la «forma» y de la «materia» de las cosas, no se refería únicamente a los organismos vivos. De la misma manera que la «forma» de la gallina es aletear, poner huevos y cacarear, la «forma» de la piedra es caer al suelo. Naturalmente, puedes levantar una piedra y tirarla muy alto al aire, pero no puedes tirarla hasta la luna porque la naturaleza de la piedra es caer al suelo. (En realidad debes tener cuidado al realizar este experimento, pues la piedra podría fácilmente llegar a vengarse, ya que busca el retorno más rápido posible a la tierra, ¡y pobre de aquel que le impida su camino!)