El Mundo de Sofía (16 page)

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Authors: Jostein Gaarder

Tags: #narrativa

La causa final

Antes de dejar el tema de la «forma» de todas las cosas vivas y muertas, y que nos dice algo sobre las posibles actividades de las cosas, debo añadir que Aristóteles tenía una visión muy particular de las relaciones causa y efecto en la naturaleza.

Cuando hoy en día hablamos de la «causa» de esto y de lo otro, nos referimos a cómo algo sucede. El cristal se rompió porque Petter le tiró una piedra; un zapato se hace porque el zapatero junta unos trozos de piel cosiéndolos. Pero Aristóteles pensaba que hay varias clases de causas en la naturaleza: menciona en total cuatro causas diferentes. Lo más importante es entender qué quiere decir con lo que él llamaba «causa final».

En cuanto a la rotura del cristal, cabe preguntar el por qué Petter tiró la piedra al cristal. En otras palabras: preguntamos qué finalidad tenía. No cabe duda de que la intención o el «fin» también juega un importante papel en el proceso de fabricación de un zapato. Pero Aristóteles contaba con una «causa final» también en lo que se refiere a procesos de la naturaleza completamente inanimados. Nos bastará con un ejemplo.

¿Por qué llueve, Sofía? Seguramente habrás aprendido en el colegio que llueve porque el vapor de agua de las nubes se enfría y se condensa formando gotas de agua que caen al suelo debido a la acción de la gravedad. Aristóteles estaría de acuerdo con este ejemplo. Pero añadiría que sólo has señalado tres de las causas. La causa material es que el vapor de agua en cuestión (las nubes) se encontraban justo allí en el momento en el que se enfrió el aire. La causa eficiente (o agente) es que se enfría el vapor del agua, y la causa formal es que la «forma» o la naturaleza del agua es caer al suelo. Si no dijeras nada más, Aristóteles añadiría que llueve porque las plantas y los animales necesitan el agua de la lluvia para poder crecer. Ésta era la que él llamaba causa final. Como ves, Aristóteles atribuye a las gotas de agua una tarea o una intención.

Supongo que nosotros daríamos la vuelta a todo esto y diríamos que las plantas crecen porque hay humedad, y que crecen naranjas y uvas para que los seres humanos las coman.

La ciencia hoy en día no piensa así. Decimos que la comida y la humedad son condiciones para que puedan vivir los animales y las personas. Si no fuera por estas condiciones, nosotros no habríamos existido. Pero no es intención del agua ni de las naranjas darnos de comer.

En lo que se refiere a las causas, estamos tentados a decir que Aristóteles se equivocó. Pero no hay que apresurarse. Mucha gente piensa que Dios creó el mundo tal como es, precisamente para que las personas y los animales pudiesen vivir en él. Sobre esta base es evidente que se puede decir que el agua va a los ríos porque los animales y los seres humanos necesitan agua para vivir. Pero en este caso estamos hablando de la intención o el propósito de Dios, no son las gotas de la lluvia o el agua de los ríos los que desean nuestro bien.

Lógica

La distinción entre «forma» y «materia» juega también un importante papel cuando Aristóteles se dispone a describir cómo los seres humanos reconocen las cosas en el mundo.

Al reconocer algo, ordenamos las cosas en distintos grupos o categorías. Veo un caballo, luego veo otro caballo, y otro más. Los caballos no son completamente idénticos, pero tienen algo en común, algo que es igual para todos los caballos, y precisamente eso que es igual para todos los caballos, es lo que constituye la «forma» del caballo. Lo que es diferente o individual, pertenece a la «materia» del caballo.

De esta manera los seres humanos andamos por el mundo clasificando las cosas en distintas casillas. Colocamos a las vacas en los establos, a los caballos en la cuadra, a los cerdos en la pocilga y a las gallinas en el gallinero. Lo mismo ocurre cuando Sofía Amundsen ordena su habitación. Coloca los libros en las estanterías, los libros del colegio en la cartera, las revistas en el cajón de la cómoda. La ropa se dobla ordenadamente y se mete en el armario, las braguitas en un estante, los jerséis en otro, y los calcetines en un cajón aparte. Date cuenta de que hacemos lo mismo en nuestra mente: distinguimos entre cosas hechas de piedra, cosas hechas de lana y cosas hechas de caucho. Distinguimos entre cosas vivas y muertas, y también entre plantas, animales y seres humanos.

¿Me sigues, Sofía? Como ves, Aristóteles se propuso hacer una buena limpieza en el cuarto de la naturaleza. Intentó mostrar que todas las cosas de la naturaleza pertenecen a determinados grupos y subgrupos. (Hermes es un ser vivo, más concretamente un animal, más concretamente un vertebrado, más concretamente un mamífero, más concretamente un perro, más concretamente un labrador, más concretamente un labrador macho.)

Vete ahora a tu cuarto, Sofía, y recoge del suelo cualquier objeto. Sea cual sea el objeto que levantes descubrirás que lo que estás tocando pertenece a uno de los órdenes superiores. El día que veas algo que no sepas clasificar, te llevarás un gran susto; por ejemplo si descubrieras una cosa de la que no supieras decir con seguridad si pertenece al reino animal, al reino vegetal o al reino mineral. Apuesto a que ni siquiera te atreverías a tocarla.

Acabo de decir el reino vegetal, el reino animal y el reino mineral. Me estoy acordando ahora de ese juego que consiste en que uno se va fuera, mientras el resto de los participantes en la fiesta deben pensar en algo que el pobre de fuera tiene que adivinar al entrar.

Los demás invitados han decidido pensar en el gato llamado Mons, que en ese momento se encuentra en el jardín del vecino. El que estaba fuera vuelve a entrar y comienza a adivinar. Los demás sólo pueden contestar «si» o «no». Si el pobrecito es un buen aristotélico, y en ese caso no es ningún pobrecito, la conversación podría transcurrir aproximadamente como sigue: ¿Es algo concrete? (Sí.) ¿Pertenece al reino mineral? (No.) ¿Es algo vivo? (Sí.) ¿Pertenece al reino vegetal? (No.) ¿Es un animal? (Sí.) ¿Es un ave? (No.) ¿Es un mamífero? (Sí.) ¿Es un gato? (Sí.) ¿Es Mons? (iSííííííííí! Risas...)

De manera que fue Aristóteles quien inventó este juego. Y a Platón le podemos atribuir el invento del «escondite en la oscuridad». A Demócrito ya le concedimos el honor de haber inventado las piezas de lego

Aristóteles fue un hombre meticuloso que quiso poner orden en los conceptos de los seres humanos. De esa manera sería él quien creara la Lógica como ciencia. Señaló varias reglas estrictas para saber qué reglas o pruebas son lógicamente válidas. Bastará con un ejemplo: si primero constato que «todos los seres vivos son mortales» (primera premisa) y luego constato que «Hermes es un ser vivo» (segunda premisa), entonces puedo sacar la elegante conclusión de que «Hermes es mortal».

El ejemplo muestra que la lógica de Aristóteles trata de la relación entre conceptos, en este caso «ser vivo» y «mortal». Aunque tengamos que darle la razón a Aristóteles en que la conclusión arriba citada es válida cien por cien, a lo mejor tendríamos que admitir también que no dice nada nuevo. Sabíamos de antemano que Hermes es «mortal». (Es «un perro» y todos los perros son «seres vivos», que a su vez son «mortales», a diferencia de las piedras del Monte Everest.) Sí, sí, Sofía, lo sabíamos ya. Pero no siempre la relación entre grupos de cosas parece tan evidente. De vez en cuando puede resultar útil ordenar nuestros conceptos.

Me limito a poner un solo ejemplo: ¿es posible que esas crías minúsculas de ratón chupen leche de su mamá exactamente igual que los corderos y cerditos? Pensémoslo: lo que sí sabemos, por lo menos, es que los ratones no ponen huevos. (¿Cuándo he visto un huevo de ratón?) De manera que paren hijos vivos, igual que los cerdos y las ovejas. A los animales que paren los llamamos «mamíferos», y los mamíferos son precisamente animales que chupan leche de su madre. Y ya está. Teníamos la respuesta ya en nuestra mente, pero tuvimos que meditar un poco. Nos habíamos olvidado de que los ratones realmente beben la leche de su madre. Quizás se debió a que nunca habíamos visto ratoncitos mamando. La razón es, evidentemente, que los ratones se inhiben un poco cuando se trata de cuidar a sus hijos en presencia de los seres humanos.

La escala de la naturaleza

Cuando Aristóteles se pone a «ordenar» la existencia, señala primero que las cosas de la naturaleza pueden dividirse en dos grupos principales. Por un lado tenemos las cosas inanimadas, tales como piedras, gotas de agua y granos de tierra. Estas cosas no tienen ninguna posibilidad inmanente de cambiar. Esas cosas «no vivas», sólo pueden cambiar, según Aristóteles, bajo una influencia externa. Por otro lado tenemos las cosas vivas, que tienen una posibilidad inmanente de cambiar.

En lo que se refiere a las cosas vivas, Aristóteles señala que hay que dividirlas en dos grupos principales. Por un lado tenemos las Plantas, por otro lado tenemos los seres vivos. También los seres vivos pueden dividirse en dos subgrupos, es decir, en animales y seres humanos.

Tienes que admitir que esta división parece clara y bien dispuesta. Hay una diferencia esencial entre las cosas vivas y las no vivas, por ejemplo, entre una rosa y una piedra. Del mismo modo también hay una diferencia esencial entre plantas y animales, por ejemplo, entre una rosa y un caballo. Y también me atrevo a decir que hay bastante diferencia entre un caballo y un ser humano. ¿Pero en qué consisten exactamente esas diferencias? ¿Me lo puedes decir?

Desgraciadamente no tengo tiempo para esperar a que anotes tu respuesta y la metas en un sobre rosa junto con un terroncito de azúcar, de modo que yo mismo contestaré a la pregunta: al dividir Aristóteles los fenómenos de la naturaleza en varios grupos, parte de las cualidades de las cosas; más concretamente de lo que saben o de lo que hacen.

Todas las cosas vivas (plantas, animales y seres humanos) saben tomar alimento, crecer y procrear. Todos los seres vivos también tienen la capacidad de sentir el mundo de su entorno y de moverse en la naturaleza. Todos los seres humanos tienen además la capacidad de pensar, o, en otras palabras, de ordenar sus sensaciones en varios grupos y clases.

Así resulta que no hay verdaderos límites muy definidos en la naturaleza. Registramos una transición más bien difusa de plantas simples a animales más complicados. En la parte superior de esta escala está el ser humano, que, según Aristóteles, vive toda la vida de la naturaleza. El ser humano crece y toma alimento como las plantas, tiene sentimientos y la capacidad de moverse como los animales, pero tiene además una capacidad, que solamente la tiene el ser humano, y es la de pensar racionalmente.

Por ello el ser humano tiene una chispa de la razón divina, Sofía. Sí, sí, acabo de decir divina. En algunos momentos Aristóteles señala que tiene que haber un dios que haya puesto en marcha todos los movimientos de la naturaleza. En ese caso, ese dios se convierte en la cima absoluta de la escala de la naturaleza.

Aristóteles se imaginaba que los movimientos de las estrellas y de los planetas dirigen los movimientos en la Tierra. Pero también tiene que haber algo que ponga en marcha los movimientos de los astros. A ese «algo» Aristóteles lo llama primer motor o dios. El «primer motor» no se mueve en sí, pero es la «causa primera» de los movimientos de los astros y, con ello, de todos los movimientos de la Tierra.

Ética

Volvamos a los seres humanos, Sofía. La «forma» del ser humano es, según Aristóteles, que tiene un alma vegetal, un alma animal, así como un alma racional. Y entonces se pregunta: ¿cómo debe vivir el ser humane? ¿Qué hace falta para que un ser humano pueda vivir feliz? Contestaré brevemente: el ser humano solamente será feliz si utiliza todas sus capacidades y posibilidades.

Aristóteles pensaba que hay tres clases de felicidad. La primera clase de felicidad es una vida de placeres y diversiones. La segunda, vivir como un ciudadano libre y responsable. La tercera, una vida en la que uno es filósofo e investigador.

Aristóteles también subraya que las tres condiciones tienen que existir simultáneamente para que el ser humano pueda vivir feliz. Rechazó, pues, cualquier forma de «vías únicas». Si hubiera vivido hoy en día a lo mejor habría dicho que alguien que sólo cultiva su cuerpo vive tan parcial y tan defectuosamente como aquel que sólo usa la cabeza. Ambos extremos expresan una vida desviada.

También en lo que se refiere a la relación con otros seres humanos, Aristóteles señala un «justo medio»: no debemos ser ni cobardes ni temerarios, sino valientes. (Demasiado poco valor es cobardía, y demasiado valor es temeridad.) Del mismo modo no debemos ser ni tacaños ni pródigos, sino generosos. (Ser muy poco generoso es ser tacaño, ser demasiado generoso es ser pródigo.)

Pasa como con la comida. Es peligroso comer demasiado poco, pero también es peligroso comer en exceso. Tanto la ética de Platón como la de Aristóteles se remiten a la ciencia médica griega: únicamente mediante el equilibrio y la moderación seré una persona feliz o en armonía.

Política

La idea de que el ser humano no debe cultivar tan sólo una cosa también se desprende de la visión que presenta Aristóteles de la sociedad. Dijo que el ser humano es un «animal político». Sin la sociedad que nos rodea no somos seres verdaderos, opinaba él. Señaló que la familia y el pueblo cubren necesidades vitales inferiores, tales como comida y calor, matrimonio y educación de los hijos. Pero sólo el Estado puede cubrir la mejor organización de comunidad humana.

Ahora llegamos a la pregunta de cómo debe estar organizado el Estado. (¿Te acordarás del «Estado filosófico» de Platón, verdad?) Aristóteles menciona varias buenas formas de Estado. Una es la monarquía, que significa que sólo hay un jefe superior en el Estado. Para que esta forma de Estado sea buena tiene que evitar evolucionar hacia una «tiranía», es decir que un único jefe gobierne el Estado para su propio beneficio. Otra buena forma de Estado es la aristocracia. En una aristocracia hay un grupo mayor o menor de jefes de Estado. Esta forma tiene que cuidarse de no caer en una oligarquía, lo que hoy en día llamaríamos Junta. A la tercera buena forma de Estado Aristóteles la llamó democracia. Pero también esta forma de Estado tiene su revés. Una democracia puede rápidamente caer en una «demagogia». (Aunque el tirano Hitler no hubiese sido jefe del Estado alemán, todos los pequeños nazis podrían haber creado una terrible demagogia.)

La mujer

Por último, debemos decir algo sobre la opinión que tenía Aristóteles de la mujer. Desgraciadamente no era tan positiva como la de Platón. Aristóteles pensaba más bien que a la mujer le faltaba algo. Era un «hombre incompleto». En la procreación la mujer sería pasiva y receptora, mientras que el hombre sería el activo y el que da. Aristóteles pensaba que un niño sólo hereda las cualidades del hombre, y que las cualidades del propio niño estaban contenidas en el esperma del hombre. La mujer era como la Tierra, que no hace más que recibir y gestar la semilla, mientras que el hombre es el que siembra. 0, dicho de una manera genuinamente aristotélica: el hombre da la «forma» y la mujer contribuye con la «materia».

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