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Authors: Justin Cronin

El pasaje (68 page)

El Hogar, que se reunió con las primeras luces del alba, había declarado un estado de emergencia. Enviaron corredores de casa en casa para que pasaran el mensaje. Todas las actividades extramuros estaban suspendidas hasta nueva orden. El rebaño se quedaría dentro, así como todos los equipos de Maquinaria Pesada. La puerta quedaría cerrada. Habían detenido a Caleb. Se había adoptado el acuerdo de que, de momento, con tantas almas perdidas, y el miedo y la confusión que se habían apoderado de la Colonia, no se dictaría ninguna sentencia.

Además estaba la cuestión de la chica.

A primera hora de la mañana, Sanjay condujo a los miembros del Hogar hasta el hospital para que examinaran su estado. No cabía duda de que la herida del hombro era grave. Aún no había recuperado la conciencia. No había señales de infección vírica, pero también se daba el caso de que su aparición era inexplicable. ¿Por qué no la habían atacado los virales? ¿Cómo había sobrevivido, sola en la oscuridad? Sanjay ordenó que todas las personas que hubieran entrado en contacto con ella se desnudaran y lavaran, y se quemaran sus ropas. La mochila y las ropas de la chica también fueron a parar al fuego. Habían puesto a la chica en la más estricta cuarentena; sólo Sara podría entrar en el hospital hasta que dispusieran de más información.

La pesquisa se llevó a cabo en una antigua aula del Asilo. Peter reconoció el aula: era la misma aula a la que Profesora lo había llevado el día de su liberación. Una pesquisa, ésa era la palabra que utilizaba Sanjay, una palabra que Peter no había escuchado hasta entonces. Peter pensó que era una palabra curiosa para designar el hecho de buscar a alguien a quien culpar. Sanjay había ordenado a los cuatro (Peter, Alicia, Hollis y Soo) que no hablaran entre sí hasta que los hubieran interrogado por turnos. Esperaron en el pasillo, encajados en pupitres demasiado pequeños para ellos, apretados en fila contra la pared, mientras que un solo centinela (Ian, el sobrino de Sanjay) esperaba con ellos. Reinaba un silencio extraño para tratarse del edificio. Habían trasladado arriba a todos los Pequeños, mientras desinfectaban la Sala Grande. Quién sabía qué deducirían de los acontecimientos de la noche anterior, y qué les diría Sandy Chou, que había sido nombrada nueva Profesora. Seguramente les diría que lo habían soñado. Era fácil engañar a los Pequeños. En cuanto a los mayores, era imposible saberlo. Tal vez los liberasen antes de tiempo.

Soo fue la primera en entrar, salió de la habitación poco después y se alejó por el pasillo con expresión preocupada. A continuación llamaron a Hollis. Desdobló sus largas piernas con aspecto de haberse quedado sin fuerzas, como si le hubieran extraído alguna pieza esencial. Ian sostuvo la puerta abierta, mientras lanzaba al grupo una mirada de advertencia impaciente. Hollis se detuvo en el umbral, se volvió para mirarlos, y pronunció las primeras palabras que alguno de los cuatro había dicho durante aquella hora.

—Sólo quiero saber que valió la pena.

Esperaron. A través de la puerta del aula, Peter oía murmullos de voces. Peter tenía ganas de preguntarle a Ian si sabía algo, pero la expresión del hombre le advirtió de que no lo intentara. Ian tenía la edad de Theo, y era integrante de un grupo que había alcanzado la mayoría de edad al mismo tiempo. Él y su esposa Hanna tenían una hija pequeña, Kira, en el Asilo. Peter pensó que eso explicaba la expresión de Ian. La expresión de un padre.

Hollis salió, miró un momento a Peter a los ojos, cabeceó y se alejó por el pasillo. Peter empezó a levantarse, pero Ian intervino.

—Tú no, Jaxon. Lish es la siguiente.

¿Jaxon? ¿Desde cuándo lo llamaban Jaxon, sobre todo alguien de la Guardia? ¿Y por qué sonaba diferente cuando salía de la boca de Ian?

—Tranquilo —dijo Lish, y se puso en pie con movimientos cansados. Nunca la había visto tan derrotada—. Quiero acabar de una vez.

Desapareció. Ian y Peter se quedaron solos. Ian había clavado la mirada en el cuadrado que había encima de la cabeza de Peter.

—Ella no tuvo la culpa Nadie la tuvo.

Ian se puso tenso, pero no dijo nada.

—Si hubieras estado allí, tú habrías hecho lo mismo.

—Escucha, guárdate el discurso para Sanjay. Yo no debo hablar contigo.

Cuando Lish apareció, Peter había logrado adormecerse. Salió de la habitación con una mirada sin palabras que decía: «Luego nos vemos».

Peter lo intuyó en cuanto entró en la habitación. Lo que fuera a suceder ya estaba decidido. Su aparición, dijera lo que dijera, no importaría gran cosa. Habían pedido a Soo que se abstuviera de participar en la pesquisa, de modo que sólo asistieron cinco miembros del Hogar: Sanjay, que estaba sentado en el centro de una larga mesa, y a los lados, Old Chou, Jimmy Molyneau, Walter Fisher y Dana, la prima de Peter, que ocupaba el asiento de los Jaxon. Tomó nota del número impar. La ausencia de Soo impediría un empate. Habían colocado un pupitre vacío de cara a la mesa. La tensión era palpable en la habitación. Nadie hablaba. Sólo Old Chou parecía querer mirar a Peter a los ojos, pero todos los demás apartaban la vista, incluso Dana. Derrumbado en su silla, daba la impresión de que Walter Fisher no sabía muy bien dónde estaba, ni de que le importara. Su ropa parecía sucia y arrugada, incluso tratándose de él. Peter percibió el olor a brillo que proyectaba.

—Siéntate, Peter —dijo Sanjay.

—Prefiero quedarme de pie, si os da igual.

Sintió el pequeño placer del desafío, un punto a su favor. Pero Sanjay no reaccionó.

—Supongo que deberíamos continuar. —Carraspeó antes de continuar—. Si bien existe cierta confusión en este punto, la opinión general del Hogar, basada sobre todo en las declaraciones de Caleb, es que no fuiste responsable de la apertura de la puerta, sino que él fue el único responsable. ¿Es ésa tu versión?

—¿Mi versión?

—Sí, Peter —dijo Sanjay. Emitió un suspiro de indisimulada impaciencia—. Tu versión de los hechos. Lo que crees que ocurrió.

—No creo nada. ¿Qué os dijo Zapatillas?

Old Chou levantó la mano y se inclinó hacia adelante.

—¿Me permites, Sanjay?

Sanjay frunció el ceño, pero no dijo nada.

Old Chou se inclinó hacia adelante sobre la mesa, un gesto autoritario. Tenía una cara delicada y arrugada, y unos ojos llorosos que le conferían un aspecto de absoluta seriedad. Había sido jefe del Hogar durante muchos años antes de ceder el cargo al padre de Peter, una historia que todavía le confería una gran autoridad, si deseaba hacer uso de ella. Aunque casi nunca se daba el caso. Después de que su primera esposa muriera durante la Noche Oscura, había tomado una segunda esposa, mucho más joven, y ahora pasaba casi todos los días en el colmenar, entre las abejas que amaba.

—Peter, nadie duda de que Caleb hizo lo que consideró correcto. No es la intención lo que se juzga aquí. ¿Abriste la puerta o no?

—¿Qué vais a hacer con él?

—Aún no lo hemos decidido. Haz el favor de contestar a la pregunta.

Peter intentó sorprender algún gesto de Dana, pero no pudo. Aún tenía la mirada clavada en la mesa.

—Lo habría hecho yo, de haber llegado primero.

Sanjay se removió indignado en su silla.

—¿Lo veis? Ya os lo decía yo.

Pero Old Chou no hizo caso de esta interrupción, y mantuvo los ojos clavados en la cara de Peter.

—¿Debo deducir que tu respuesta es que no? ¿Que lo habrías hecho, pero no lo hiciste? —Enlazó las manos sobre la mesa—. Si lo consideras necesario, tómate un momento para pensar.

Peter pensó que Old Chou intentaba protegerlo, pero si contaba lo que había ocurrido desviaría toda la culpa hacia Caleb, quien sólo había hecho lo que Peter habría hecho si hubiera llegado a la rueda el primero.

—Nadie duda de tu lealtad a tus amigos —continuó Old Chou—. No esperaba menos de ti. Pero la lealtad hay que entregarla a la seguridad de todos. Te lo preguntaré de nuevo. ¿Ayudaste a Caleb a abrir la puerta? ¿O intentaste cerrarla, en cuanto te diste cuenta de lo que estaba sucediendo?

Peter experimentó la sensación de encontrarse al borde de un gran abismo. Lo que dijera a continuación no tendría vuelta atrás. Pero sólo contaba con la verdad.

Negó con un movimiento de cabeza.

—¿No qué?

—No abrí la puerta.

Exhaló un largo suspiró.

Old Chou se relajó visiblemente.

—Gracias, Peter. —Paseó la mirada sobre el grupo—. Si nadie más tiene algo...

—Espera —interrumpió Sanjay.

Peter notó que la atmósfera de la habitación se tensaba. Hasta Walter pareció espabilarse de repente.

«Allá vamos», pensó Peter.

—Todo el mundo sabe de tu amistad con Alicia —dijo Sanjay—. Es alguien que confía en ti. ¿Es correcto?

Peter asintió.

—¿Te ha insinuado de alguna manera que conoce a esa chica? ¿Que ya la había visto?

Se le hizo un nudo en el estómago.

—¿Por qué piensas eso?

Sanjay miró a los demás, antes de volver a mirar hacia adelante.

—Existe la cuestión de la coincidencia. Vosotros tres fuisteis los últimos en regresar de la central eléctrica. Y la historia que contáis, primero sobre Zander y después sobre Theo... Bien, debes admitir que es un poco extraña.

La ira que Peter estaba conteniendo se desató.

—¿Crees que lo planeamos? Perdí a mi hermano allí. Tuvimos suerte de volver con vida.

La habitación se había sumido en el silencio de nuevo. Hasta Dana estaba mirando a Peter con franca suspicacia.

—Por lo tanto, de manera oficial —continuó Sanjay—, estás diciendo que no conoces a la caminante, que no la habías visto nunca.

De repente se dio cuenta de que no dudaban de Alicia, sino de él.

—No tengo ni idea de quién es —dijo.

Sanjay sostuvo la mirada a Peter durante un tiempo que a éste se le antojó excesivamente largo. Y entonces asintió.

—Gracias, Peter. Agradecemos tu sinceridad. Puedes irte.

Todo había terminado.

—¿Esto es todo?

Sanjay ya estaba ordenando los papeles que tenía delante. Alzó la vista, con el ceño fruncido, como si le sorprendiera que Peter continuara en la habitación.

—Sí. De momento.

—¿No vais a... hacerme nada?

Sanjay se encogió de hombros. Su mente ya estaba en otras cosas.

—¿Qué quieres que hagamos?

Peter sintió una inesperada decepción. Cuando estaba sentado fuera con Alicia y Hollis había sentido un vínculo, porque iban a compartir una suerte común. Ocurriera lo que ocurriera, les pasaría a todos. Ahora, estaban separados.

—Si las cosas ocurrieron tal y como has dicho, no eres culpable de nada. La culpa es de Caleb. Soo ha dicho, y Jimmy lo ha corroborado, que la presión añadida de sustituir a tu hermano era un factor que había que tener en cuenta. Tómate unos días más antes de volver a la pasarela. Después, ya veremos.

—¿Y los demás?

Sanjay vaciló.

—Supongo que no existen motivos para no decírtelo, puesto que todo el mundo se enterará pronto. Soo Ramírez ha dimitido como comandante, y el Hogar ha accedido de mala gana a aceptar su renuncia. Pero no estaba en su puesto cuando tuvo lugar el ataque y comparte parte de la culpa. Jimmy será el nuevo comandante. En cuanto a Hollis, será retirado de la muralla de momento. Volverá cuando esté preparado.

—¿Y Lish?

—Alicia ha solicitado la baja de la Guardia. La reasignarán a Maquinaria Pesada.

—Estás de guasa.

De todo lo sucedido, aquel cambio era lo que le costaba más asimilar. Alicia trabajando de mecánico. Peter era incapaz de imaginar algo semejante.

Sanjay arqueó sus pobladas cejas.

—No, Peter. Te juro que no estoy bromeando.

Peter intercambió una veloz mirada con Dana. «¿Sabías algo de esto?» Sus ojos le dijeron que sí.

—Si eso es todo... —dijo Sanjay.

Peter caminó hacia la puerta. Pero cuando llegó al umbral le asaltó una duda repentina. Se volvió hacia el grupo una vez más.

—¿Qué hay de la central eléctrica?

Sanjay exhaló un profundo suspiro.

—¿Qué pasa con ella, Peter?

—Si Arlo está muerto, ¿no deberíamos enviar a alguien allí?

A tenor de las muestras de estupefacción de todos los presentes, Peter supuso que había dicho algo incorrecto, que se había auto inculpado en el último segundo. Pero entonces comprendió que no se habían parado a pensar en esto.

—¿No enviasteis a alguien nada más amanecer?

Sanjay se volvió hacia Jimmy, quien se encogió de hombros, nervioso. Era evidente que lo habían pillado in fraganti.

—Ya es demasiado tarde —dijo en voz baja—. No llegarían antes de que oscurezca. Tendremos que esperar a mañana.

—Venga, Jimmy.

—Escucha, no se me ha ocurrido, ¿de acuerdo? Teníamos muchas cosas entre manos. Puede que Finn y Rey continúen bien.

Dio la impresión de que Sanjay se tomaba un momento para respirar y calmarse. Pero Peter sabía que estaba furioso.

—Gracias, Peter. Lo tendremos en cuenta.

No había nada más que decir. Peter salió al pasillo. Ian estaba donde le había dejado, apoyado contra la pared con los brazos cruzados sobre el pecho.

—Te habrás enterado de lo de Lish, ¿eh?

—Me he enterado.

Ian se encogió de hombros. Había perdido la rigidez.

—Escucha, ya sé que es tu amiga, pero no puedes decir que ha sido inesperado. Saltar como lo hizo.

—¿Y la chica?

Ian se sobresaltó, con la mirada llena de ira, y frunció el ceño.

—Vamos, ¿qué pasa con ella? Yo tengo un hijo, Peter. ¿Y a mí qué más me da una caminante?

Peter no dijo nada. Por lo que veía, Ian tenía todos los motivos para estar enfadado.

—Tienes razón —dijo por fin—. Fue una estupidez.

Pero la expresión de Ian se suavizó.

—Escucha —dijo—, la gente está preocupada, eso es todo. Siento haberme enfadado. Nadie cree que fuera culpa tuya.

Pero lo fue, pensó Peter. Lo fue.

Michael obtuvo la respuesta justo después de que amaneciera. 1.432 megahercios, por supuesto.

El ancho de banda estaba oficialmente sin asignar porque ya estaba asignado. A los militares. Una señal digital de corto alcance, con ciclos de noventa minutos, que buscaba su ordenador central. Y, durante toda la noche, la señal había ido aumentando de intensidad. Estaba prácticamente en el umbral.

La codificación sería lo más sencillo de hacer. Lo difícil sería descubrir el «acuse de recibo», transmitir la única respuesta que permitiera que el emisor de la señal, fuese quien fuese y estuviera donde estuviera, se conectara con la unidad principal. Una vez lo hubiera hecho, el resto sería cuestión de subir los datos.

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