El poder del mito (22 page)

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Authors: Joseph Campbell

Tags: #Ensayo, Referencia

A lo que el círculo de apóstoles responde: «Amén».

«¡Gloria a ti, Verbo!»

Y otra vez: «Amén».

«¡Naceré y sufriré!»

«Amén.»

«¡Comeré y seré comido!»

«Amén»

«¡Vosotros que bailáis, ved lo que hago, pues vuestra es la pasión de la humanidad, que yo sufriré!»

«Amén.»

«¡Me iré y me quedaré!»

«Amén.»

«¡Estaré unido y uniré!»

«Amén.»

«Una puerta seré para ti, que me llamas… Un camino seré para ti, que caminas.» Y cuando la danza termina, sale al jardín para ser apresado y crucificado.

Cuando vas así a la muerte, como un dios, con el conocimiento del mito, vas a tu vida eterna. ¿Qué hay en eso que pueda entristecernos? Hagámoslo magnífico… como así es. Celebrémoslo.

M
OYERS
: El dios de la muerte es el señor de la danza.

C
AMPBELL
: El dios de la muerte es al mismo tiempo el señor del sexo.

M
OYERS
: ¿Qué quieres decir?

C
AMPBELL
: Es increíble: uno tras otro, descubres estos dioses que son a la vez dioses de la muerte y de la generación. En la tradición del vudú haitiano, Ghede, el dios de la muerte, es también el dios del sexo. El dios egipcio Osiris era el juez y señor de los muertos, y el señor de la regeneración de la vida. Es un motivo básico: lo que muere ha nacido. Necesitas muerte para tener vida.

Éste es el origen de la cacería de cabezas en el Sudeste asiático, especialmente en Indonesia. La cacería de cabezas es un acto sagrado, una matanza sagrada. Antes de permitirle a un joven casarse y tener hijos, debe salir y matar. Si no hay muerte, no puede haber nacimiento. El significado es que una generación debe morir para que pueda venir la siguiente. No bien concibes o das nacimiento a un niño, tú eres el muerto. El niño es la nueva vida, y tú eres simplemente el protector de esa nueva vida.

M
OYERS
: Tu hora ha llegado.

C
AMPBELL
: Por eso es que hay una profunda asociación psicológica entre la concepción y la muerte.

M
OYERS
: ¿Hay alguna relación entre lo que estás diciendo y el hecho de que un padre o una madre den su vida por un hijo?

C
AMPBELL
: Hay un espléndido ensayo de Schopenhauer en el que se pregunta: ¿cómo es posible que el ser humano pueda participar tanto en los peligros o dolores del prójimo que llegue a sacrificar su vida por el otro sin pensar, espontáneamente? ¿Cómo es posible que de pronto se disuelva la que consideramos la primera ley de la naturaleza, que es el instinto de conservación?

Hace cuatro o cinco años se produjo en Hawai un hecho extraordinario que ejemplifica este problema. Hay allí un lugar llamado Pali, donde los vientos-provenientes del norte pasan por un gran desfiladero entre las montañas. A la gente le gusta ir allí a sentir el viento en el pelo, y a veces a suicidarse… ya sabes, algo como saltar desde el Golden Gate.

Un día, dos policías iban en coche por la carretera de Pali cuando vieron, al otro lado de la barandilla que impide que los coches caigan, a un hombre joven disponiéndose a saltar. El coche de policía se detuvo, y el agente que estaba a la derecha salió justo a tiempo para agarrar al joven, pero lo hizo cuando éste ya saltaba, por lo que fue arrastrado, y habría caído si no hubiera llegado a tiempo el segundo policía que los levantó a los dos.

¿Comprendes lo que sucedió de pronto en ese policía que habría dado la vida por salvar a un desconocido? Todo lo demás en su vida se desvaneció (su deber para con su familia, para con su trabajo, para con su propia vida), todos sus deseos y esperanzas simplemente desaparecieron. Habría podido morir.

Después, un reportero de un periódico le preguntó: «¿Por qué no dejó que saltara? Podía haber muerto usted». Y su respuesta fue: «No pude dejarlo. Si hubiera dejado saltar a ese joven, no habría vivido un día más de mi vida». ¿Por qué?

La respuesta de Schopenhauer es que una crisis psicológica de esa naturaleza representa la aparición de una conciencia metafísica, que nos dice que tú y ese otro son uno, que eres uno de los dos aspectos de la vida, y que tu aparente unidad separada no es sino un efecto del modo en que experimentamos las formas bajo las condiciones de tiempo y espacio. Nuestra verdadera realidad está en nuestra identidad y unidad con el todo de la vida. Es una verdad metafísica que puede ser comprendida espontáneamente bajo circunstancias de crisis. Pues se trata, según Schopenhauer, de la verdad de tu vida.

El héroe es el que ha consagrado su vida física a una especie de comprensión de esa verdad. El concepto de amar al prójimo tiene por finalidad conectarte con este hecho. Pero ames o no a tu prójimo, cuando esa comprensión se apodera de ti, puedes arriesgar tu vida. El policía hawaiano no sabía quién era ese joven por el que se sacrificaba. Schopenhauer dice que, en menor escala, eso mismo sucede todos los días, todo el tiempo, moviendo la vida en el mundo, haciendo que la gente realice actos altruistas por los demás.

M
OYERS
: Entonces, cuando Jesús dice «Ama a tu prójimo como a ti mismo», quiere decir «Ama a tu prójimo porque él
es
tú mismo».

C
AMPBELL
: Hay una hermosa figura en la tradición oriental, el bodisatva, cuya naturaleza es una compasión sin límites, y de cuyos dedos se dice que mana ambrosía hasta las profundidades del infierno.

M
OYERS
: ¿Y qué significa eso?

C
AMPBELL
: Al final de
La divina comedia
, Dante comprende que el amor de Dios da forma al universo entero, hasta lo más profundo del infierno. En buena medida se trata de la misma imagen. El bodisatva representa el principio de compasión, que es el principio curativo que hace posible la vida. La vida es dolor, pero la compasión es lo que le da la posibilidad de continuar. El bodisatva es alguien que ha logrado la inmortalidad, pero voluntariamente participa en los dolores del mundo. La participación voluntaria en el mundo es algo muy distinto de haber nacido simplemente en él. Es exactamente el tema de la afirmación de san Pablo sobre Cristo en la Epístola a los Filipenses, según la cual Jesús «no pensó que la divinidad era algo a lo que encaramarse, y tomó la forma de un siervo aquí en la tierra, hasta morir en la cruz». Esa es una participación voluntaria en la fragmentación de la vida.

M
OYERS
: Estarías de acuerdo entonces con Abelardo en el siglo XII, que dijo que la muerte de Jesús en la cruz no fue el pago de un rescate, o un castigo aplicado, sino que fue un acto de expiación para con la raza humana.

C
AMPBELL
: Esa es la interpretación más sofisticada de por qué Cristo tuvo que ser crucificado, o por qué eligió ser crucificado. Otra, anterior, fue que el pecado en el Jardín del Edén había puesto a la Humanidad en manos del Diablo, y Dios tenía que redimir al hombre de ese usurero, el Diablo. Entonces ofreció su propio hijo, Jesús, como redención. El papa Gregorio dio esta interpretación de Jesús como cebo para pescar al Diablo. Es la idea de la redención. En otra versión, Dios se ofendió tanto por el delito en el Jardín que se enfureció y expulsó al hombre más allá del alcance de su compasión, y entonces lo único que podía volver a poner de acuerdo al hombre con Dios era un sacrificio que sería tan grande en su importancia como lo había sido el pecado. Un simple hombre no podía realizar ese sacrificio, por lo que el hijo de Dios mismo se hizo hombre para pagar la deuda.

Pero la idea de Abelardo era que Cristo vino a ser crucificado para evocar en el corazón del hombre el sentimiento de compasión por el sufrimiento de la vida, y eliminar así de la mente del hombre la ciega servidumbre a los bienes de este mundo. Es en la compasión por Cristo donde nos volvemos hacia Cristo. Y el herido se convierte en Salvador.

Esto queda reflejado en la idea medieval del rey herido, el Rey del Grial, que sufre de una herida incurable. Una vez más el herido se convierte en el salvador. Es el sufrimiento que evoca la humanidad en el corazón humano.

M
OYERS
: Entonces, ¿estarías de acuerdo con Abelardo en que el anhelo de Dios que sienten los hombres y el anhelo de humanidad que siente Dios se encuentran en la compasión frente a la cruz?

C
AMPBELL
: Sí. En cuanto hay tiempo, hay sufrimiento. No puedes tener un futuro si no tienes un pasado, y si estás enamorado del presente, se vuelve pasado, sea lo que sea.

Pérdida, muerte, nacimiento, pérdida, muerte… y así sigue. Al contemplar la cruz, estás contemplando un símbolo del misterio de la vida.

M
OYERS
: Por eso hay tanto dolor asociado con la verdadera transformación religiosa o conversión. No es fácil perderse uno mismo.

C
AMPBELL
: El Nuevo Testamento enseña a morir respecto de uno mismo, literalmente sufrir el dolor de la muerte del mundo y sus valores. Es el vocabulario de los místicos. Ahora bien, el suicidio es también un acto simbólico. Expulsa la postura psicológica en la que uno se encuentra en un momento determinado, de modo que uno pueda pasar a otra mejor. Se muere a la vida cotidiana para acceder a otra distinta. Pero, como dice Jung, más te vale no dejarte atrapar en una situación simbólica. No tienes que morir en realidad, físicamente. Todo lo que tienes que hacer es morir espiritualmente, y renacer a un modo de vida más amplio.

M
OYERS
: Pero parece algo tan lejano de nuestra experiencia actual. La religión es fácil. Uno se la pone como quien se pone un abrigo y se va al cine.

C
AMPBELL
: Sí, la mayoría de las iglesias no sirven más que para agradables reuniones sociales. Te gusta la gente que encuentras allí, son gente respetable, son viejos amigos, y tu familia los conoce desde hace mucho tiempo.

M
OYERS
: ¿Qué ha sucedido en nuestra cultura actual con esta idea mítica del salvador que se sacrifica a sí mismo?

C
AMPBELL
: Durante la guerra de Vietnam, recuerdo haber visto en la televisión hombres jóvenes en helicópteros yendo al rescate de sus compañeros, con gran riesgo para sí mismos. No tenían la obligación de rescatar a ninguno de esos jóvenes en grave peligro.

Allí volví a ver lo mismo, la misma entrega sobre la que escribió Schopenhauer, el sacrificar la propia vida por otro. A veces los hombres confiesan que aman la guerra porque los pone en contacto con la experiencia de estar vivos. Al ir a tu oficina todos los días tú no sientes esa experiencia, pero de pronto, en la guerra, sientes a través de un desgarramiento que estás vivo. La vida es dolor; la vida es sufrimiento; y la vida es horror… pero, por Dios, estás vivo. Esos jóvenes en Vietnam estaban verdaderamente vivos al enfrentarse a la muerte por sus compañeros.

M
OYERS
: Pero un hombre me dijo una vez, tras años de estar en el andén del metro: «Muero un poco todos los días cuando bajo aquí, pero sé que lo estoy haciendo por mi familia». Hay pequeños actos de heroísmo, también, que tienen lugar sin intenciones de obtener notoriedad. Por ejemplo, una madre lo hace con el aislamiento que soporta en bien de su familia.

C
AMPBELL
: La maternidad es un sacrificio. A la terraza de nuestra casa en Hawai, acuden pájaros a alimentarse. Todos los años hay una o dos madres pájaro. Cuando ves una madre pájaro, a la que su progenie reclama comida, con cinco pichones, algunos más grandes que ella, cubriéndola con sus reclamos… «Bueno», piensas, «éste es el símbolo de la maternidad, este dar tu sustancia y todo lo que tienes a tu progenie.» Por eso la madre se convierte en el símbolo de la madre tierra. Ella es la que nos ha dado a luz y de la que nos hemos alimentado, en cuyo cuerpo hemos encontrado comida.

M
OYERS
: Cuando hablas, pienso en otra figura de tu libro
The Way of the Animal Powers
que me impresionó por su parecido con Cristo. ¿Recuerdas la figura del salvador en la leyenda de la creación de los indios pima?

C
AMPBELL
: Sí. Es una historia instructiva. Es la clásica figura del salvador que aporta vida a la humanidad, y la humanidad lo destroza. Ya conoces el viejo dicho: Salva la vida de un hombre y tendrás un enemigo para el resto de tu vida.

M
OYERS
: Cuando el mundo es creado, el héroe emerge del centro de la tierra, y después eleva a su pueblo de las profundidades a la superficie, pero ellos se vuelven contra él y lo matan no una sino varias veces…

C
AMPBELL
: …llegan a pulverizarlo.

M
OYERS
: Pero siempre vuelve a la vida. Al fin se va a las montañas, donde los rastros se confunden tanto que nadie puede seguirlo. Es una figura del tipo de Cristo, ¿no es así?

C
AMPBELL
: Sí, lo es. Y también está el tema del laberinto. Los rastros son confusos deliberadamente, pero si sabes el secreto del laberinto puedes ir a visitar a su morador.

M
OYERS
: Y si tienes fe, puedes seguir a Jesús.

C
AMPBELL
: Puedes. Con mucha frecuencia una de las cosas que aprendes como miembro de las religiones de misterio es que el laberinto, que impide el paso, es al mismo tiempo el camino a la vida eterna. Este es el secreto último del mito: enseñarte cómo penetrar en el laberinto de la vida de modo tal que prevalezcan los valores espirituales.

Es también el problema de
La divina comedia
, de Dante. La crisis llega «en medio del camino de la vida», cuando el cuerpo empieza a decaer y otra completa constelación de temas aparece en tu mundo onírico. Dante dice que, hacia la mitad de su vida, se vio perdido en una selva peligrosa. Y allí se vio amenazado por tres animales, que simbolizan el orgullo, el deseo y el miedo. Después aparece Virgilio, personificación de la visión poética, y lo conduce a través del laberinto del infierno, que es el sitio de quienes han quedado varados en sus deseos y temores, los que no pueden acceder a la eternidad. Dante fue transportado hasta la visión beatifica de Dios. En menor escala, tenemos la misma imagen mitológica en esta historia de los indios pima. Su cultura estaba entre las más primitivas de Norteamérica. Y ahí usaron, a su modo, esta imagen altamente sofisticada, análoga a la de Dante.

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