Es imposible de creer, no consigo dar crédito a mi buena suerte. Aparta de mi cabeza todas las preocupaciones, todos los miedos, toda la furia y la desesperación y las ambiciones. Llena completamente mi vida. Casi no puedo soportar escribir sobre ella, ¡para evitar maldecirme nuevamente a mí mismo con la mala suerte!
31 de diciembre de 1877
Todavía no puedo escribir sobre Julia, o sobre mi vida en general, sin temblar. El año está terminando, y esta noche, a las once, voy a encontrarme con Julia para que podamos estar juntos cuando comience el nuevo año.
Total de ingresos en 1877: 5 chelines, 3 peniques.
3 de enero de 1878
He estado viendo a Julia todos los días desde mediados del mes pasado. Se ha convertido en mi más querida y más íntima amiga. Debo escribir sobre ella lo más objetivamente posible, porque el mero hecho de haberla conocido ya ha cambiado totalmente mi suerte.
Primero, he de decir que desde mi nefasta actuación en el hotel de la calle Langham hace algunos meses no he conseguido ninguna otra presentación. La confianza en mí mismo estaba por los suelos, y durante uno o dos días no pude ni siquiera fingir falso optimismo al visitar las oficinas de las agencias. Fue durante uno de estos melancólicos recorridos cuando conocí a Julia. La había visto antes, al igual que los veía a todos en aquel circuito, pero su delicada belleza me había intimidado.
Finalmente entablamos conversación mientras esperábamos juntos en la oficina externa de uno de los agentes de la calle Great Pordand. La oficina estaba sin climatizar, sin alfombrar, sosamente pintada y amueblada con los asientos de madera más duros que haya visto. A solas con ella no podía fingir que no notaba su presencia, así que me armé de valor y le hablé. Ella me dijo que era actriz; y yo le dije que era ilusionista. Por las pocas presentaciones que había obtenido recientemente, según me enteré más tarde, la descripción que me hizo de ella misma era tan teórica como la mía. Nos pareció divertida nuestra similar duplicidad y nos hicimos amigos.
Julia es la primera persona, aparte de Grierson, a quien le he enseñado mis trucos en privado. A diferencia de Grierson, que siempre aplaudía cualquier cosa que yo hacía, sin importar lo torpe o desastrosa que fuera, Julia fue crítica y elogiosa en más o menos igual medida. Me alentaba, pero también me criticaba y me hería cuando se daba cuenta de que no lograba hacer algo. Viniendo de cualquier otra persona, me lo habría tomado mal, pero siempre que sus críticas eran demasiado despiadadas, pronto las suavizaba con palabras de amor o de apoyo, o con sugerencias constructivas.
Comencé a partir de simples juegos de manos con monedas, algunos de los primeros trucos que había aprendido. Les siguieron trucos de cartas, luego trucos con pañuelos, con chistera, con bolas de billar. Su interés me animaba a seguir.
Gradualmente fui abriéndome camino a través de casi todo mi repertorio, incluso los trucos que todavía no dominaba completamente.
A veces, por su parte, Julia me recitaba versos de los grandes poetas y dramaturgos, obras que eran siempre nuevas para mí. Me sorprendió que pudiera recordar tanto, pero ella dijo que había técnicas de memorización que podían aprenderse fácilmente. Ésta era Julia: mitad artista, mitad artesana. Arte y técnica.
Pronto Julia comenzó a hablarme de la representación, un tema que llevo en el corazón. Nuestro romance comenzó a hacerse más profundo.
Durante las fiestas de Navidad, mientras el resto de Londres estaba de celebraciones, Julia y yo estábamos solos, castamente, en mi habitación de alquiler, enseñándonos mutuamente las disciplinas por las que cada cual sentía afición. Venía a verme por las mañanas, se quedaba conmigo durante las cortas horas de luz que tenía el día, y luego, poco después del anochecer, la acompañaba de regreso a su propia habitación de alquiler en Kilburn. Pasaba las últimas horas de las tardes y las noches a solas, pensando en ella, en la emoción que me provocaba, en los misterios del escenario a los que me estaba introduciendo.
Julia está, gradual e inexorablemente, extrayendo de mí el verdadero talento que creo haber poseído siempre.
12 de enero de 1878
—¿Por qué no diseñamos, entre los dos, un número de magia que nunca nadie haya realizado antes?
Esto fue lo que dijo Julia, el día después de que yo escribiera la anotación anterior.
¡Palabras tan simples! Tal caos en mi vida, un ciclo permanente de desesperación y depresión, ¡porque estamos construyendo un número mentalista! Julia me ha estado enseñando sus técnicas para la memoria. Estoy aprendiendo la ciencia de la mnemotécnica, la utilización de recursos que ayudan a la memoria.
La memoria de Julia siempre me ha parecido extraordinaria. Cuando la conocí, y le mostré algunos de mis trucos de cartas aprendidos con gran dificultad, me desafió a que le dijera todos los números de dos dígitos que se me ocurrieran, en cualquier orden, y que los escribiera ocultándolos. Cuando terminé de llenar toda una página completa de mi cuaderno, me recitó tranquilamente los números, sin pausa ni error… y mientras aún me estaba maravillando, los recitó una vez más, ¡esta vez en orden inverso!
Supuse que era magia, que de alguna manera me había obligado a decir números que ella había memorizado previamente, o que había tenido acceso a las anotaciones que yo creía guardar en secreto. Nada de esto era verdad, me aseguró. No era un truco, y no había ningún subterfugio. Totalmente opuesto a los métodos de un mago, el secreto de su actuación era exactamente lo que parecía: ¡estaba memorizando los números!
Ahora me había revelado el secreto de la mnemotécnica. Todavía no soy tan experto como ella, pero ya soy capaz de realizar proezas de memoria, de las cuales siempre había dudado.
26 de enero de 1878
¡Ahora estamos preparados! Imaginen que estoy sentado en un escenario, con los ojos vendados. Voluntarios del público han supervisado la colocación de la venda y han quedado satisfechos de que no puedo ver a través de ella. Julia se mueve entre el público, pidiéndoles objetos personales y sosteniéndolos en el aire para que todos, excepto yo, puedan verlos.
—¿Qué tengo en mis manos? —grita.
—Es la billetera de un caballero —contesto.
El público ahoga un grito de sorpresa.
—¿Ahora qué tengo en mis manos…? —dice Julia.
—Es un anillo de boda de oro.
—¿Y pertenece a…?
—Una dama —declaro.
(Si ella dijera: «¿
Que
pertenece a…?», yo debería contestar, con la misma convicción: «Un caballero»).
—¿Aquí estoy sosteniendo?
—El reloj de un caballero.
Y así sucesivamente. Una letanía de preguntas y respuestas previamente concertadas, pero que presentada con suficiente aplomo ante un público que no está preparado para el espectáculo, sugerirá claramente un contacto mental entre los dos artistas.
El principio es sencillo, pero el aprendizaje es difícil. Todavía soy nuevo en la mnemotécnica, y, como en toda magia, la práctica debe conseguir la perfección.
Mientras continúe la práctica, podemos permitirnos evitar pensar en la parte más difícil, conseguir una actuación.
1 de febrero de 1878
¡Mañana por la noche empezamos! Hemos perdido dos semanas intentando conseguir una actuación segura en un teatro o en un salón, pero esta tarde, mientras caminábamos desconsoladamente por Hampstead Heath, Julia sugirió que nosotros mismos debíamos ocuparnos de todo.
Ahora es medianoche, y estoy de regreso después de una tarde de reconocimiento preliminar de la zona. Julia y yo visitamos un total de seis tabernas dentro de un área razonable recorrida a pie, y seleccionamos la que nos pareció mejor. Es el Lamb and Child, en la calle Kilburn High, en la esquina con Mill Lane. El bar principal es un salón grande y bien iluminado, con una pequeña plataforma elevada en un extremo (actualmente aloja un piano, el cual permaneció silencioso mientras estuvimos allí).
Las mesas están distribuidas de manera que hay espacio suficiente para que Julia se mueva entre ellas mientras habla con los miembros del público. No comunicamos nuestras intenciones ni al dueño ni a su personal.
Julia ha regresado a su habitación, y yo pronto me meteré en la cama. Mañana ensayamos todo el día, ¡y luego a aventurarse a salir por la noche!
3 de febrero de 1878
Entre los dos, Julia y yo hemos contado 2 libras, 4 chelines y 9 peniques, que nos han arrojado en el Lamb and Child. Había más, pero me temo que parte de él fue robado, y otra parte pudo haberse perdido cuando al dueño se le agotó la paciencia con nosotros y nos echó a la calle.
¡Pero no fracasamos! Y hemos aprendido una docena de lecciones sobre cómo prepararnos, cómo anunciarnos, cómo llamar la atención e incluso, creemos, cómo congraciarnos con el dueño.
Esta noche planeamos visitar la Taberna de Marnier en Islington, a una considerable distancia de Kilburn, donde lo intentaremos nuevamente. Ya hemos realizado cambios en nuestra actuación, basándonos en la experiencia del sábado por la noche.
4 de febrero de 1878
Solamente 15 chelines y 9 peniques entre los dos, pero una vez más lo que nos falta en recompensa financiera lo hemos ganado en experiencia.
28 de febrero de 1878
A medida que nos vamos acercando a fin de mes, puedo dejar registrado que Julia y yo nos hemos ganado hasta ahora un total de 11 libras, 18 chelines y 3 peniques con nuestra actuación mentalista, que estamos exhaustos a causa de nuestros esfuerzos, eufóricos por nuestro éxito, que hemos cometido bastantes errores y creemos que sabemos cómo proceder en el futuro, y que ya hemos oído algo (¡indicio seguro de éxito!) acerca de un dúo rival que está actuando en las pensiones del Sur de Londres.
Además de esto, el próximo día 3, realizaré una verdadera actuación de magia en el teatro de variedades de Hasker en Ponders End; Danton aparece séptimo en la programación, después de un trío de cantantes. Julia y yo hemos suspendido temporalmente nuestras actuaciones mentalistas para que yo pueda ensayar para este gran acontecimiento. Seguramente será un número algo conservador pero estable, después de nuestros inciertos comienzos por las calles para presentar nuestra actuación en los palacios de ginebra de Londres, pero es un trabajo de verdad, en un teatro de verdad, y es para lo que he trabajado durante todos estos años.
4 de marzo de 1878
Recibido: 3 libras, 3 chelines, 0 peniques de parte del señor Hasker; dijo que le gustaría que actuara nuevamente en abril. Mi truco con las serpentinas de colores tuvo especialmente mucho éxito.
12 de julio de 1878
Un cambio. Mi esposa (hace bastante tiempo que no escribo en este diario, pero Julia y yo nos casamos el 11 de mayo, y ahora vivimos felizmente juntos en mi habitación de alquiler en Idmiston Villas) está pensando que deberíamos ampliar horizontes una vez más. Estoy de acuerdo. Nuestro número, a pesar de ser impresionante para aquellos que no lo han visto antes, es repetitivo y agotador, y el comportamiento del público es impredecible. Estoy con los ojos vendados durante la mayor parte del número, por lo tanto, Julia está, en gran medida, sola en medio de una multitud generalmente borracha y pendenciera; una vez, al sentarme en la silla con los ojos vendados, me robaron lo que tenía en el bolsillo.
Ambos sentimos que ya es tiempo de cambiar, a pesar de que hemos estado ganando dinero regularmente. Sin embargo, todavía no puedo mantenerme con lo que ganamos sobre el escenario, y en tan sólo dos meses recibiré la última de mis asignaciones mensuales.
Los números teatrales de hecho han mostrado una tendencia a mejorar, y tengo seis contratos entre ahora y Navidad. Por ahora, y mientras sea relativamente solvente, he estado invirtiendo en algunos trucos a gran escala. Mi taller (el cual adquirí el mes pasado) está abastecido con dispositivos de magia, con los cuales podré, casi sin previo aviso, crear un número nuevo y estimulante.
El verdadero problema de las actuaciones teatrales es que a pesar de estar bastante bien pagadas, no existe continuidad. Al final de cada una hay un callejón oscuro.
Ejecuto mi actuación, agradezco mi aplauso, recojo mis honorarios, pero nada de esto me asegura un nuevo contrato, e incluso las reseñas de la prensa son pequeñas y tacañas. Por ejemplo, después de una actuación en el Clapham Empire, una de mis mejores hasta ahora, el
Evening Star
comentó: «… y un mago llamado Dartford actuó después del
soubrette
». ¿Con semejantes migajas formales de aliento, es de suponer que me abriré camino en mi carrera?
La idea de un nuevo cambio se me ocurrió (o debería en realidad decir que se le ocurrió a Julia) mientras estaba hojeando un periódico. Vi un reportaje que trataba de la reciente aparición de nuevas evidencias que demuestran que la vida, o una forma de ella, continúa después de la muerte. Ciertos expertos psíquicos fueron capaces de establecer contacto con personas recientemente fallecidas, y comunicarse nuevamente desde el más allá con sus familiares más allegados. Le leí en voz alta una parte del reportaje a Julia. Me miró fijamente durante un segundo, y pude ver que su mente estaba pensando en ello.
—No
crees
en eso, ¿no es cierto? —dijo finalmente.
—Me lo tomo en serio —confirmé—. Después de todo, hay un número de personas cada vez más elevado que dice haber establecido contacto. Me tomo las evidencias tal como van surgiendo. No debes ignorar lo que dice la gente.
—Rupert, ¡no puedes estar hablando en serio! —gritó.
Proseguí torpemente: —Pero estas sesiones de espiritismo han sido investigadas por científicos con los títulos académicos más importantes.
—¿Se supone que tengo que creer que te estoy entendiendo bien? ¡A ti, cuya mismísima profesión
es
el engaño! —En ese momento empecé a comprender lo que decía, pero aun así no podía olvidar el testimonio de (por ejemplo) Sir Angus Johns, cuya aseveración acerca de la existencia del mundo espiritual acababa de leer en el periódico—. Siempre estás diciendo —continuó mi adorada Julia— que las personas a las que se puede engañar más fácilmente son aquellas que están mejor educadas. ¡Su inteligencia no les permite ver la simplicidad de los trucos de magia!
Al fin lo había conseguido.
—Entonces, estás diciendo que estas sesiones de espiritismo son… ¿trucos normales y corrientes?