Con la mano temblando, la encendí. El rayo de luz se movía desesperadamente de un lado para otro mientras trataba de agarrar bien la linterna y sostener con fuerza el cuerpo de Nicky entre mis brazos. Me di la vuelta.
Sombras de piernas levantadas giraban a mi alrededor sobre las paredes de la caverna. Con el codo intenté proteger torpemente la cabeza expuesta de Nicky, y así recorrí a empujones el resto del pasillo a través de los estantes, mis hombros y mis brazos chocando contra los anaqueles, arrancando varias de las etiquetas de plástico.
No me atrevía a mirar detrás de mí. ¡El hombre me seguía! Mis piernas ya no tenían fuerza, sabía que podía caer en cualquier momento.
Mientras subía los sinuosos escalones para salir del pasillo, mi cabeza chocó contra un saliente de roca del techo, y me dolió tanto que estuve a punto de dejar caer el cuerpo de Nicky. Seguí avanzando, tambaleándome y encorvado, ni siquiera intentando mantener firme la luz de la linterna. Ahora todo lo que quedaba era cuesta arriba, y el peso muerto de Nicky parecía doblarse a cada paso que daba.
Tropecé, me caí contra la pared del túnel, me recuperé y seguí avanzando tambaleándome. Me impulsaba el miedo.
La puerta interior apareció por fin ante mí. Casi sin detenerme, la abrí empujándola con la bota de goma y la atravesé. Detrás de mí, sobre el suelo lleno de piedras del túnel, pude oír los pasos que me seguían, avanzando sin prisa pero sin pausa sobre las piedras fojas.
Subí corriendo las escaleras hasta llegar a la superficie, pero había entrado nieve y ésta cubría los últimos cuatro o cinco escalones. Resbalé, me caí hacia adelante, ¡y el pequeño niño salió rodando y se me escapó! Me abalancé, y empujé la puerta con todo el peso de mi cuerpo para abrirla.
Y entonces vi el terreno cubierto de nieve, la forma negra de la casa, dos ventanas iluminadas, una puerta abierta con una luz detrás de ella, ¡y nieve que caía con fuerza del cielo!
¡Mi hermano gritó en mi mente! Me di la vuelta, lo encontré tumbado sobre los escalones y lo levanté. Comencé a caminar por la nieve.
Me moví con dificultad y tropezando a través de la gruesa capa de nieve, intentando llegar hasta la puerta, girando la cabeza constantemente para mirar hacia atrás, hacia donde se encontraba el rectángulo negro de la cripta abierta, temiendo llegar a ver cómo emergía de allí lo que fuera que había estado siguiéndome.
De repente, la alarma contra intrusos que estaba colocada en un lado de la casa se encendió, dejándome casi ciego. La ventisca se hizo aun más densa bajo el destello de luz. Kate apareció en la puerta que estaba abierta, vestida con un abrigo acolchado.
Intenté gritarle algún tipo de advertencia, pero no pude recuperar el aliento para hacerlo. Seguí avanzando, resbalando y tambaleándome en la nieve, con el cuerpo de Nicky delante de mí. Finalmente llegué al patio que estaba enfrente de la puerta, me deslicé por el suelo de hormigón que estaba cubierto de nieve, y empujé a Kate para entrar en el resplandeciente e iluminado vestíbulo que estaba tras de ella.
Se quedó mirando fijamente el cuerpo del niño pequeño que estaba entre mis brazos, sin decir una palabra. Jadeando para tratar de recuperar el aliento, me di la vuelta y regresé hasta la puerta, me apoyé contra el buzón y miré otra vez, a través del jardín cubierto de nieve, la imperceptible forma de la entrada de la cripta. Kate estaba a mi lado.
—¡Mira la cripta! —dije. Fue la única oración que pude pronunciar—. ¡Mira!
No se movía nada, allá a lo lejos, al otro lado de la capa de nieve. Di un paso hacia atrás y apoyé el cuerpo de Nicky sobre el suelo de piedra.
Rebusqué en mi bolsillo y encontré la etiqueta que había estado en el estante de Nicky. Se la enseñé a Kate. Todavía respiraba con dificultad, y sentí como si nunca más fuera a ser capaz de respirar normalmente.
Entonces le dije jadeando:
—¡Observa esto! ¡La letra! ¿Es la misma?
Me la quitó de la mano, la levantó para acercarla a la luz, y la observó atentamente. Luego volvió a mirarme. Sus ojos estaban abiertos de par en par por el miedo.
—Es la misma, ¿verdad? —grité.
Puso su mano sobre la parte superior de mi brazo, y se apretó contra mí. Podía sentir cómo temblaba.
La alarma contra intrusos se extinguió.
—¡Enciéndela otra vez! —le grité.
Kate extendió la mano detrás de ella, y encontró el interruptor. Luego se apretó nuevamente contra mi brazo.
La nieve volaba en remolinos bajo el resplandor de la luz. A través de ella, casi imperceptiblemente, podíamos ver la entrada de la cripta. Los dos vimos la borrosa figura de un hombre emergiendo de la puerta de la cripta. Estaba vestido con ropas oscuras, y estaba bien abrigado para soportar aquel clima. Por debajo de los lados de la capucha de su chaqueta sobresalían unos cabellos largos y negros. Levantó una mano para protegerse los ojos de la deslumbrante luz. No mostró sentir curiosidad alguna por nosotros, ni tampoco miedo, a pesar de que seguramente debía saber que estábamos allí, observándolo. Sin mirarnos a nosotros, ni a ningún sitio que estuviera en dirección a la casa, salió de la cripta y pisó el terreno llano, encorvando los hombros para protegerse de la ventisca, luego se desplazó hacia la derecha, se metió entre los árboles, bajando la colina, y desapareció de nuestra vista.
CRISTOPHER PRIEST, nacido en Cheshire, Greater Manchester, en 1943, es uno de los escritores ingleses actuales más interesantes. En 1970 publicó su primer libro,
Indoctrinario
, al que siguieron
Fuga para una isla
(1972),
Un mundo invertido
(1974),
La máquina del espacio
(1976),
Un verano infinito
(1979) y
La afirmación
(1980),
The extremes
(1998),
The separation
(2002).
Su novela
El glamour
ganó el Kurd Lasswitz a la mejor novela en 1988.
El prestigio
(1995) fue galardonada con el Premio James Tait Black Memorial (categoría ficción) y el
World Fantasy Award
.
Entre sus influencias pueden destacarse las del pionero de la ciencia ficción H. G. Wells. En el año 2006 fue nombrado Vicepresidente de la sociedad internacional H. G. Wells.
[1]
Instituto británico, encargado del patrimonio histórico-artístico nacional y de parajes de interés ambiental.
(N. de la T).
.
<<
[2]
Todavía no tengo claro a quién va dirigido este informe. ¿Cuál es esta «posteridad» para la que escribo con tanta complicidad? ¿El informe es para ser publicado y distribuido a toda la fraternidad de magos? En ese caso, debo eliminar muchos de los detalles personales. Uno o dos de mis colegas (incluidos, por supuesto, David Devant y Nevil Maskelyne) han publicado explicaciones técnicas de sus trucos, y mi gran mentor, Anderson, pagó sus deudas vendiendo regularmente pequeños secretos. Hay un precedente, así que la circulación de este tipo de información sería aceptable, a pesar de que pienso que únicamente debería ser publicada después del final de Angier (su verdadero final). Supongo que mi intención no es publicarlo.
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