Le conté mi historia a Julia, pero no creyó que los dos acontecimientos tuvieran ningún tipo de conexión.
Más interesante aún me resultó la noticia acerca del cuaderno de Borden. Julia me dijo que había estado leyendo parte de él, y que gran parte de la magia de Borden estaba descrita en sus páginas. Le pregunté si yo, mi doble, tenía algún plan acerca de él, pero me dijo que la enfermedad lo había interrumpido todo. Mencionó que compartía parte del arrepentimiento que yo sentía para con Borden, y que a mi doble le pasaba más o menos lo mismo.
Entonces le pregunté:
—¿Dónde está? Tenemos que estar juntos.
—Pronto se despertará —me contestó Julia.
VIII
¡Mi reunión conmigo mismo debe haber sido una de las más inusuales de toda la historia! Él y yo nos complementábamos perfectamente. Todo lo que a mí me faltaba estaba en él; todo lo que yo tenía, él lo había perdido. Por supuesto, éramos iguales, más cercanos que hermanos gemelos.
Cuando cualquiera de nosotros hablaba, el otro podía fácilmente terminar la oración. Nos movíamos de la misma manera, teníamos los mismos gestos y las mismas costumbres, pensábamos exactamente lo mismo, y al mismo tiempo. Yo lo sabía todo acerca de él, y él sabía lo mismo de mí. Lo único que faltaba entre nosotros eran las experiencias que habíamos vivido por separado durante los últimos meses, pero una vez contadas, incluso esa diferencia desapareció. Tembló ante mi descripción del intento de asesinar a Borden, y yo por mi parte sufrí algo del dolor y de la desgracia de su enfermedad.
Una vez que estuvimos juntos, no había nada que pudiera separarnos nuevamente. Le pedí a Hutton que preparara una segunda cama en el invernadero, para que mis dos mitades pudieran estar juntas todo el tiempo.
Nada de esto podía ocultarse al resto de los habitantes del hogar, y pronto volví a reunirme con mis hijos, con Adam y con Gertrude Wilson, y también con la señora Hutton, el ama de llaves. Todos se impresionaron acerca del extraño doble efecto que habíamos creado. Me horroriza pensar qué efecto podría tener en el futuro esta revelación de su padre en mis hijos, pero mis dos partes, y Julia, llegamos a la conclusión de que la verdad sería mejor que otra mentira más.
No pasó mucho tiempo antes de que la escalofriante realidad de los cánceres nos recordara la brevedad del tiempo que nos quedaba, y comprendimos que si debíamos hacer algo, aquél era el momento.
IX
Desde principios de abril hasta mediados de mayo trabajamos juntos en la revisión del cuaderno de Borden, con el fin de prepararlo para el editor. Mi hermano gemelo (ya que ésa pareció ser la mejor forma de pensar en mi doble) no tardó en caer enfermo nuevamente, y a pesar de que él ya había hecho gran parte del trabajo inicial del libro, fui yo quien completó el trabajo, y llevó a cabo las negociaciones con el editor.
Y fui yo también quien, utilizando su identidad, siguió escribiendo en su diario hasta su fallecimiento. Así, nuestra doble vida llegó ayer a su fin, y con ella llega el fin de la breve historia de mi vida. Ahora únicamente quedo yo, y vivo más allá de la muerte otra vez.
8 de julio de 1904
Esta mañana bajé al sótano con Wilson, donde inspeccionamos el artefacto de Tesla. Todo funcionaba perfectamente, pero debido a que hacía ya mucho tiempo que no lo utilizaba, consulté las anotaciones del señor Alley para comprobar que todo estaba en su lugar. Siempre había disfrutado la sensación de trabajar con la colaboración del lejano señor Alley. Era un placer releer sus meticulosas anotaciones.
Wilson me preguntó si no deberíamos desmontar el dispositivo. Lo pensé, brevemente, y luego le dije:
—Dejémoslo hasta después del funeral. La ceremonia está planeada para mañana al mediodía.
Después de que Wilson se retirara, y de haber cerrado con llave la puerta de acceso al sótano, encendí el dispositivo y lo utilicé para transmitir más monedas de oro.
Estaba pensando en el futuro, en mi hijo, el 15.° conde, en mi esposa, la señora de Colderdale, viuda y rica. Todas éstas eran responsabilidades a las que no era capaz de hacer frente del todo. Una vez más sentí el aplastante peso de mi propia inutilidad apremiándome no solamente a mí, sino también a mi inocente familia.
No había contado la riqueza que habíamos creado con el dispositivo, pero mi doble me había mostrado todo lo acumulado, que estaba guardado en un compartimento cerrado con un candado, en el rincón más oscuro del sótano. Saqué lo que estimé sería equivalente a dos mil libras, para las necesidades inmediatas de Julia, luego agregué las monedas que había creado recientemente a lo que quedaba, pensando que no importaba cuánto dinero forjáramos, nunca sería suficiente.
Sin embargo, me encargaría de que el dispositivo de Tesla permaneciera intacto.
Las instrucciones de Alley quedarían igualmente a buen recaudo. Un día, Edward encontrará este diario y se dará cuenta de cuál es el mejor uso que puede dársele al artefacto.
Más tarde.
Solamente tengo unas pocas horas antes de que empiece el funeral, y no puedo pasarme todo ese tiempo escribiendo en estas páginas. Por lo tanto, permítanme mencionar lo siguiente.
Son las ocho de la noche, y estoy en el invernadero que compartí con mi doble antes de que muriera. Un hermoso atardecer está bañando de un color dorado las cimas de Curbar Edge, y a pesar de que este salón no mira directamente hacia donde se está poniendo el sol, puedo ver, a lo alto, zarcillos de nubes de color ámbar. Hace unos minutos caminé tranquilamente por los jardines de la casa, oliendo las fragancias estivales, escuchando el silencioso sonido de este brezal al que tanto amé durante mi infancia. Es una espléndida cálida mañana en la cual planear el final, el verdadero final.
Soy un vestigio de mí mismo. La vida se ha convertido, literalmente, en algo que no vale la pena de ser vivido. Todo lo que amo me está prohibido a causa del estado en el que me encuentro. Mi familia me acepta. Saben quién y qué soy, y que no fui yo el causante de mi triste estado. Aun así, el hombre al cual amaban está muerto, y yo no puedo reemplazarlo. Es mejor para ellos que yo me retire, para que por fin puedan comenzar a llorar completa y abiertamente al hombre que murió. En la expresión del dolor reside la recuperación.
Tampoco poseo ningún tipo de existencia legal: el mago Rupert Angier está muerto y sepultado, el 14.° conde de Colderdale será enterrado mañana.
No soy un ser auténtico. No puedo vivir sino una miserable media-vida. No puedo viajar sin peligro alguno, sin tener que adoptar un disfraz bastante poco convincente, o sin asustar a la gente casi hasta la muerte, arriesgándome, de esta manera, a ponerme en peligro. Lo único que me queda en esta vida es la perspectiva de seguir siendo un fantasma de mí mismo, merodeando para siempre al margen de las vidas reales de mi familia, atormentando para siempre mi propio pasado y su futuro.
Por lo tanto, todo esto tiene que terminar, y yo moriré. ¡Pero la maldición de la vida también se aferra a mí! Ya he descubierto lo fervientemente que arde en mí el espíritu de vida, y que el asesinato no es lo único que está éticamente fuera de mi alcance, sino que el suicidio también es algo imposible de realizar. Cuando una vez, hace algún tiempo, deseé estar muerto, el deseo no fue lo suficientemente fuerte. Puedo dejarme morir, simplemente convenciéndome de que existe la esperanza de fracasar.
Apenas haya terminado estas líneas, ocultaré este diario, y sus volúmenes anteriores, en algún sitio entre los materiales sobrantes que se encuentran en la cripta. Luego le quitaré el candado al compartimiento que está en el sótano, dejando allí el oro para que lo encuentre mi hijo o finalmente su hijo. Este diario no debe ser descubierto mientras todavía quede oro, ya que vendría a ser una confesión de la falsificación que he cometido.
Cuando haya terminado de hacer todo esto, cargaré el dispositivo de Tesla y lo utilizaré por última vez. Solo, y en secreto, me transportaré a través del éter en la manifestación más sensacional de mi carrera.
Me he pasado la última hora midiendo y verificando las coordenadas, preparándome, ensayando como si un público de miles de espectadores fuera a presenciar lo que voy a hacer. Pero este acto de magia debe tener lugar mientras estoy solo, porque pienso proyectarme en el enfermo cuerpo de mi doble, ¡y ése será mi final!
Llegaré allí, de eso no cabe ninguna duda, porque el artefacto de Tesla no ha fallado nunca hasta ahora en su precisión. ¿Pero, cuál será el resultado de esta mórbida unión?
Si resulta ser un fracaso, me materializaré dentro del enfermo cuerpo, lleno de cánceres, de mi doble, muerto hace ya dos días, agarrotado a causa del rigor mortis.
Yo también moriré instantáneamente, y no me enteraré de nada. Mañana, cuando el cuerpo sea enterrado, me sepultarán con él.
Pero creo que existe la posibilidad de otro resultado, uno que responderá a mi desesperación por vivir. ¡Esta materialización tal vez no me mate!
Estoy seguro, casi seguro, de que mi llegada al cuerpo de mi doble le devolverá la vida. Será un encuentro, una última unión. Lo que queda de mí se fusionará con lo que queda de él, y nos convertiremos en un todo entero una vez más. Yo poseo el espíritu que él nunca tuvo. Reanimaré su cuerpo con mi espíritu. Tengo las ganas de vivir que él perdió; se las devolveré. Tengo la chispa de vitalidad que ahora le falta.
Curaré sus lesiones, sus úlceras, sus tumores, con la pureza de mi salud; inyectaré, una vez más, sangre en sus venas y en sus arterias; relajaré nuevamente los ahora rígidos músculos y articulaciones; le daré color a su pálida piel; y él y yo nos uniremos una vez más para hacer de mi propio cuerpo una totalidad.
¿Es acaso una locura pensar que algo así puede ser posible? Si es una locura, entonces me alegro de estar loco, porque viviré. Estoy lo suficientemente loco, mientras aún trazo estos planes, como para creer que existe una esperanza, que es lo que me permite seguir adelante.
El cuerpo enloquecido y reanimado de mi doble saldrá de su ataúd abierto, y pronto se habrá ido de esta casa. Todo lo que se ha convertido en algo prohibido para mí quedará atrás. He amado esta vida, y he amado a otros mientras estuve en ella, pero debido a que la única esperanza de vida que me queda es un acto que cualquier persona cuerda juzgaría inmoral, debo convertirme en un marginado, debo dejar atrás a todos aquellos a quienes he amado, adentrarme en el mundo, y hacer lo que pueda con lo que encuentre.
¡Ahora mismo pienso hacerlo!
Seguiré solo hasta el final.
La voz de mi hermano me estaba hablando incesantemente: «Estoy aquí, no te vayas, quédate conmigo, toda tu vida, no estoy lejos de ti, ven».
Estaba tratando de dormir, dando vueltas de un lado para otro en aquella cama grande, fría y demasiado blanda, maldiciéndome por no haberme ido de aquella casa antes de que comenzara la tormenta de nieve, cuando, de haberlo hecho así, ahora estaría ya en mi propia cama, en casa de mis padres. Pero cada vez que pensaba en esto, la voz insistía: «Quédate aquí, no te vayas, ven a mí al fin».
Tuve que levantarme de la cama. Me puse la chaqueta del traje sobre los hombros y fui al baño que estaba atravesando el rellano. La casa estaba oscura, en silencio y fría. Podía ver mi aliento saliendo de mi boca como un humo blanco, mientras estaba tiritando sobre la taza del cuarto de baño. Después de tirar de la cadena tuve que cruzar nuevamente el rellano, desnudo excepto por la chaqueta, y cuando miré hacia abajo, por el inmenso hueco de la escalera, noté un destello de luz que procedía del suelo de la planta baja. Había una puerta con una grieta de luz por debajo de ella.
Regresé a la lamentable habitación, pero no pude meterme nuevamente en aquella cama helada. Recordé la cómoda silla que había junto al hogar a leña en el comedor, así que me vestí rápidamente, cogí mis cosas y bajé las escaleras. Miré mi reloj. Eran más de las dos de la mañana. Mi hermano dijo: «Bien, ahora».
Kate todavía estaba en el comedor, sentada despierta en la silla que estaba junto al fuego. Estaba escuchando una radio portátil que se sostenía en equilibrio sobre el borde de la chimenea que estaba junto a ella. No pareció sorprenderse al verme.
—Tenía frío —le dije—. No podía dormirme. De todas formas, tengo que ir y encontrarlo.
—Allí fuera hace mucho más frío. —Señaló la oscuridad que se extendía detrás de las ventanas—. Necesitarás todo esto.
Sobre la silla que estaba enfrente de ella había colocado varias prendas de abrigo, incluyendo un abultado jersey de lana, un abrigo bastante grueso, una bufanda, un par de guantes, un par de botas de goma. Y dos grandes linternas.
Mi hermano me habló otra vez. No podía ignorarlo.
Le dije a Kate: —Tú sabías que yo iba a hacer esto.
—Sí. He estado pensando.
—¿Sabes lo que me está sucediendo?
—Creo que sí. Tendrás que ir y encontrarlo.
—¿Vendrías conmigo?
Sacudió la cabeza con vehemencia.
—De ninguna manera.
—¿Así que sabes dónde está?
—Creo que lo he sabido toda mi vida, pero siempre ha sido más fácil no pensar en ello. Lo más difícil de conocerte ha sido darme cuenta de que lo que me traumatizaba cuando era una niña está todavía allí abajo.
Había dejado de nevar, pero el viento era una insistente ráfaga de aire congelado, y lo penetraba todo. La nieve se había acumulado profundamente alrededor de los bordes del inmenso jardín, pero el centro era poco profundo, y por lo tanto esto me permitió cruzarla caminando, tropezando una y otra vez a causa del terreno desparejo. Resbalé varias veces, pero no me caí.
Kate había encendido la alarma contra intrusos, que inundaba la zona con una luz brillante. Me ayudaba a ver el camino que tenía que seguir, pero cuando miré hacia atrás no pude ver nada, excepto un destello cegador.
Mi hermano dijo: «Tengo frío. Te estoy esperando».
Seguí avanzando. En el lado más alejado de lo que supuse debía ser una zona con césped, donde el terreno se elevaba abruptamente, y unos árboles oscuros me bloqueaban la vista de lo que habría más adelante, la luz de la linterna iluminó la entrada en forma de arcada hecha de ladrillos, exactamente donde Kate dijo que estaría. Había nieve amontonada en la base.
La puerta no estaba cerrada ni con llave ni con candado, y se abrió fácilmente cuando empujé el pomo. Se abrió hacia fuera, chocando contra la nieve amontonada, pero era de sólido roble, y una vez que agarré bien el pomo, pude empujar la nieve lo suficiente como para apartarla y finalmente me las arreglé para escabullirme dentro.