El prestigio (42 page)

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Authors: Christopher Priest

Tags: #Aventuras, Intriga

Koeing recogió su sombrero y su chaqueta, y se dirigió hacia la puerta, la cual sostuve.

Y le dije, con el aire más despreocupado que pude simular: —No muestra curiosidad alguna acerca de cómo realizo mi propio truco.

—Supongo que es magia, señor.

—¿Entonces no sospecha que yo tenga un gemelo idéntico?

—Sé que no lo tiene.

—Así que me ha investigado —le dije—. ¿Y qué hay de Borden? ¿Se pregunta él cómo consigo realizar el efecto?

El señor Koeing me guiñó marcadamente un ojo.

—Estoy seguro de que él y su hermano no querrán que usted sepa que les sale humo de las orejas a causa de la curiosidad que sienten acerca de usted, señor. —Extendió su mano y me la dio—. Una vez más, lo felicito. Si puedo decirlo, ha sido muy tranquilizador verlo con tan buena salud.

Se fue antes de que pudiera contestarle, pero creo que sé a qué se refería.

7 de septiembre de 1902

En Londres.

Mi corta temporada en Daly ha finalizado, y ahora podré ocuparme de mis asuntos en Londres durante un tiempo, y pasar mi ansiado mes con Julia y con los niños en Derbyshire. Mañana estaré de viaje camino al Norte; Wilson ha salido antes que yo para ocuparse de los habituales preparativos de los materiales del prestigio.

Esta mañana he guardado el artefacto de Tesla en mi taller, he liquidado las pagas de mis asistentes para las próximas semanas, he saldado todas mis cuentas pendientes y he hablado largamente con Unwin acerca de las presentaciones de otoño y de invierno. Parece ser que estaré muy ocupado desde mediados de octubre hasta marzo o hasta abril del año que viene. Mis ingresos estimados derivados de estas presentaciones, incluso después de que todos mis gastos generales hayan sido descontados, me harán rico, superando los sueños más extravagantes de mi juventud. A finales del año que viene no necesitaré, muy probablemente, trabajar nunca más.

Lo que me lleva a dar una explicación del comentario de despedida de Koeing.

Hace algunos meses, cuando estaba enfrascado en cómo perfeccionar la presentación de «En un abrir y cerrar de ojos», pensé en un nuevo cambio final para el truco. Se me ocurrió a raíz de aquellos oscuros sentimientos que sentía al principio, a los que de alguna manera estaba sobreviviendo más allá de la muerte. Hice todo lo posible para que, gracias a una combinación de luces colocadas con mucho cuidado y algo de maquillaje, al final de mi número, después de haber pasado por el éter, mi apariencia fuera distinta, más cansada y avejentada. Parecería estar agotado debido al rigor del experimento. Sería un hombre que habría coqueteado con la muerte y que ahora mostraba sus inconfundibles rastros.

Este efecto se ha convertido en una parte rutinaria de mi número. A lo largo de todo mi espectáculo me muevo con mucho cuidado, como si intentara evitar que mis extremidades se lastimen, me giro con una suave rigidez de cintura y espalda, camino con los hombros encorvados. Trato de aprovechar al máximo mi estado físico, actuando como si no me importara. Después de haber realizado «En un abrir y cerrar de ojos», y una vez que todos me han visto materializarme de nuevo, entonces permito que la iluminación realice su labor más horripilante. Mientras cae el telón gran parte del público cree que soy alguien cuyo final está próximo.

Aparte del efecto en sí, estoy pensando en una estrategia a largo plazo. Para decirlo claramente, estoy planeando, y me estoy preparando, para mi propia muerte.

Después de todo, estoy bastante familiarizado con el concepto. Durante muchos años representé el papel de hombre muerto, mientras Julia representaba el papel de viuda.

Y después de haber experimentado tantas transiciones mediante el dispositivo infernal de Tesla, la idea de poder representar sobre el escenario mi propia muerte ha surgido fácilmente.

El año que viene quiero retirarme del escenario para siempre. Quiero liberarme de las interminables giras, de los largos viajes, de las estancias nocturnas en habitaciones de alquiler teatrales, de las interminables peleas con los administradores de los teatros. Estoy harto de rodearme de discreción, y siempre temo nuevos ataques de Borden.

Y lo más importante: mis hijos están creciendo y deseo estar con ellos mientras lo hacen. Edward irá pronto a la universidad, y las niñas sin duda se casarán pronto.

El año que viene a estas alturas seré, como digo, económicamente independiente, y mediante inversiones prudentes la finca y la herencia Caldlow deberían bastar para mantener a mi familia durante el resto de mi vida y la de ellos. En lo que respecta al resto del mundo, la vida de
El gran Danton
, de Rupert Angier, llegará a un final trágico, causado por los rigores de su profesión, en algún momento del otoño de 1903.

Mientras tanto, sin publicidad ni ninguna clase de anuncio, el 14.° conde de Colderdale tomará casi al mismo tiempo las riendas de su herencia.

Ésta es por lo tanto la explicación del comentario de Koeing acerca de mi «sorprendente» buena salud. Es un hombre muy listo, que sabe más acerca de mí de lo que yo desearía.

Acerca de este tema, he estado reflexionando mucho sobre su teoría de que no hay un Borden sino dos. Todavía dudo. Y no porque la idea en sí sea inverosímil —después de todo, mi ayudante Cutter lo había descifrado él mismo—, sino debido a las interminables ramificaciones que se derivarían de vivir en tal engaño. Ya había pensado en algunas de ellas cuando Koeing estaba en mi camerino.

¿Qué pasa con la vida cotidiana? Ningún artista está trabajando continuamente, sin importar lo exitosa que sea su carrera. Hay períodos de descanso, tanto voluntarios como involuntarios. Hay retrasos inevitables entre presentaciones. Algunos espectáculos y algunas giras pueden ser cancelados justo antes de empezar. Existen vacaciones, enfermedades, crisis familiares.

Si Borden no es un hombre sino dos, y uno de estos hombres está siempre oculto para que el otro pueda parecer ser el «único» Alfred Borden, ¿dónde y cómo se está ocultando? ¿Qué sucede en la vida del hombre oculto mientras está escondido? ¿Cómo se pone en contacto con su hermano? ¿Se encuentran alguna vez, y si es así, cómo se las arreglan para no ser descubiertos por nadie? ¿Cuánta gente sabe del engaño, y cómo puede Borden estar seguro de que el secreto está a salvo con ellos?

Y hablando en particular de los demás, ¿qué hay de la esposa de Borden? ¿Y qué hay de sus hijos?

Si Borden es dos hombres, no pueden ser ambos maridos de la misma esposa, ni padres de los mismos niños. ¿Cuál de ellos es el esposo, cuál es el padre? La esposa de Borden es una mujer de familia respetable y, según todo el mundo, no es ninguna tonta. ¿Qué sabe ella realmente acerca de Borden?

¿Le está ocultando acaso su verdadera identidad?

¿Acaso la ocultación y el engaño pueden extenderse con éxito incluso hasta el hogar matrimonial, hasta el lecho conyugal? ¿No sospecharía ella nada, ni detectaría diferencia alguna entre los dos hombres?

¿Y qué hay de la tradición familiar, de las bromas o de los comentarios íntimos, de los recuerdos personales compartidos, de las cuestiones de intimidad física? ¿Es concebible que los dos hombres colaboraran hasta tal punto que incluso las cuestiones personales hayan sido incluidas dentro de las precauciones y de los secretos que rodean a un simple truco escénico?

Lo opuesto es todavía más difícil de creer; que la esposa de Borden conoce la verdad acerca de todo el asunto y que, por alguna razón, se aviene a soportarlo. Si eso fuera cierto, el acuerdo seguramente ya se habría roto hace muchos años.

Uno de los dos hermanos inevitablemente habría empezado a sentirse como el socio minoritario del acuerdo; uno de ellos (permítanme nuevamente llamarlo Borden-2) no sería el que en realidad pasó por la ceremonia de casamiento. Por lo tanto, a los ojos de la mujer sería menos esposo que Borden-1, ¿y qué pasaría entonces con las cuestiones inherentes al matrimonio?

Y con respecto a este tema, Borden-2 no sería el verdadero padre de los niños. (Supongo, en una concesión a los principios morales, que el Borden-2 que no se casó es el mismo Borden-2 que no engendró a los hijos). Borden-2 sería por lo tanto tío de los niños, alejado de ellos por un escenario, emocional y físicamente. La esposa, la madre, no podría evitar discriminarlo de alguna manera.

Es una situación cargada de inestabilidad.

Estas dos explicaciones son tan poco probables que me veo obligado a buscar una tercera. Los hermanos Borden deliberadamente no le han contado la verdad a la esposa, y han intentado engañarla, pero ella le ha dado la vuelta a la situación. En otras palabras, se ha dado cuenta de lo que está pasando (¿cómo podría no hacerlo?), pero por motivos personales ha decidido aceptarlo.

A pesar de que esta teoría contiene sus propios misterios, creo que es la explicación más plausible, pero aun así todo el asunto resulta totalmente inverosímil.

Yo llegaría muy lejos, y de hecho lo hago, para proteger mis secretos, pero no permitiría que se convirtieran en una obsesión. ¿Podría ser que Borden y el supuesto hermano de Borden fueran tan obsesivos como Koeing dice?

¡Todavía tengo dudas acerca de esto!

En definitiva, no importa, porque un truco es un truco y todos los que lo ven saben que se está llevando a cabo un engaño. Pero Julia sufrió terriblemente a causa de nuestra enemistad, y mi propia vida estuvo endemoniadamente cerca de terminar también a causa de eso. Pienso que Borden
es
un hombre capaz de obsesionarse con sus secretos, y enfrentarme a él fue mi desgracia.

¡También fue mi suerte, fruto de nuestra disputa, dar con el truco que me está haciendo rico!

27 de noviembre de 1902

En alguna parte entre Wakefeld y Leeds.

Después de unas largas y beneficiosas vacaciones en Derbyshire con Julia y con los niños, estoy otra vez de gira. Mañana estreno en el Teatro King William en Leeds, donde estaré en cartelera dos veces por noche hasta finales de la semana que viene.

Desde allí a Dover, donde encabezo el programa en el Teatro Overcliff. Desde allí a Portsmouth, durante la semana que precede a la Navidad.

Soy un hombre cansado pero feliz.

A veces la gente se fija en mi apariencia y hace comentarios bien intencionados acerca de mi mal aspecto. Yo soy valiente en lo que a esto respecta.

1903

1 de enero de 1903

Así es que llega por fin el año en el cual Rupert Angier pasará a mejor vida.

Todavía no he escogido una fecha exacta para mi fallecimiento, pero no será sino mucho después de que termine mi gira estadounidense.

Salimos desde Liverpool con destino a Nueva York dentro de tres semanas a partir de mañana, y estaremos fuera hasta el mes de abril. El problema de la disposición de los materiales del prestigio ha sido resuelto tan sólo parcialmente, pero puesto que presentaré «En un abrir y cerrar de ojos» en una media de una vez por semana, eso paliará en cierto modo el problema. En caso de que fuera necesario, haré lo que he hecho antes, pero Wilson asegura que ha encontrado una solución. Sea cual fuere el caso, el espectáculo continuará.

Julia y los niños estarán conmigo durante lo que sin duda alguna será conocida como mi gira de despedida.

30 de abril de 1903

Le he dicho a Unwin que continúe aceptando presentaciones hasta el final de este año, y también para los primeros meses de 1904. Sin embargo, estaré muerto a finales de septiembre. Probablemente ocurrirá el sábado 19 de septiembre.

15 de mayo de 1903

En Lowestoft.

Después de las vertiginosas experiencias de Nueva York, Washington DC, Baltimore, St. Louis, Chicago, Denver, San Francisco, Los Ángeles… estoy en Lowestoft, Suffolk. En Estados Unidos podría hacerme rico, pero me gano la vida satisfactoriamente en lugares como el Teatro Pavilion de Lowestoft.

Mañana estreno y estaré en cartelera durante una semana.

20 de mayo de 1903

He cancelado mis dos presentaciones de esta noche, las de mañana están en peligro, y mientras escribo estas palabras espero ansioso la llegada de Julia.

¡Soy un imbécil, un maldito y puñetero
imbécil
!

Anoche, segunda función, mitad de la presentación. (Apenas si puedo poner lo sucedido en el papel). Recientemente he agregado un nuevo truco de cartas a mi repertorio. En éste, se invita a un miembro del público a subir al escenario. Él toma una carta y escribe su nombre en la parte de adelante. Yo arranco una punta de la carta, y se la doy al voluntario para que la sostenga. El resto de la carta se coloca dentro de un sobre de papel, al que se le prende fuego. Cuando las llamas se han extinguido hago aparecer una gran naranja. La corto por la mitad y resulta que contiene la carta firmada, y la punta arrancada todavía encaja, por supuesto.

Anoche, supuse que mi voluntario era alguien del lugar; era alto y robusto, tenía una piel rojiza, y cuando habló, fue con acento de Suffolk. Ya lo había visto un rato antes en el auditorio, sentado en el centro de la primera fila, y apenas noté su rostro apacible, que no traslucía una excesiva inteligencia, me dije que sería un buen voluntario. De hecho él se ofreció apenas solicité a alguien para que subiera al escenario, algo que debió haberme alertado de que se avecinaban problemas. Sin embargo, mientras yo estaba realizando el truco, él era el complemento perfecto, incluso sacándole una o dos risas al público con su sencillo sentido del humor y sus comentarios banales. («Escoja una carta, señor», le dije. «¿Qué, quiere me la lleve a casa, señor?», dijo el hombre, con los ojos bien abiertos y aparentemente ansioso por agradar).

¡¿Cómo pude no darme cuenta de que era Borden?! Incluso me dio una pista, porque el nombre que escribió sobre la carta fue
Alf Redbone,
casi un anagrama transparente, y sin embargo yo, concentrado en mis asuntos, creí que era su verdadero nombre.

Después de finalizar el truco le di la mano, le di las gracias llamándolo por su nombre, y agregué mi aplauso al del público, mientras él era conducido por Hester, mi actual asistente femenina, hasta la rampa de la platea.

No me di cuenta de que la butaca de Redbone todavía estaba vacía hasta después de pasados unos minutos, cuando me disponía a comenzar con «En un abrir y cerrar de ojos».

En las tensiones que preceden a este número, su ausencia únicamente quedó registrada en un rincón de mi mente; sabía que algo estaba mal, pero, debido al momento en el que me encontraba, no podía pensar en qué podía ser exactamente.

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