El prestigio (41 page)

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Authors: Christopher Priest

Tags: #Aventuras, Intriga

Después de esta inoportuna lección de rematerialización, si alguna vez estoy tentado de intentar un nuevo efecto, lo ensayo primero exhaustivamente.

Por supuesto, mi actuación consta mayoritariamente de trucos convencionales. Tengo un inmenso repertorio de trucos, y cada vez que estreno en un nuevo teatro, cambio mi programa. Siempre presento un espectáculo variado, comenzando con una de las conocidas prestidigitaciones, como por ejemplo «Copas y bolas» o «Misteriosas botellas de vino». Después siguen varios trucos de cartas de diferentes clases, y luego, para darle al espectáculo un toque de elegancia visual, realizo algún truco utilizando sedas, banderas, flores de papel o pañuelos. Intento acercarme al momento cumbre mediante dos o tres trucos en los que utilizo mesas, cajas o espejos, frecuentemente con la participación de voluntarios del público. «En un abrir y cerrar de ojos» cierra invariablemente mi espectáculo.

14 de junio de 1902

En Derbyshire.

Estoy más ocupado que nunca. Realicé mi gira británica, de agosto a octubre de 1901. Había otro viaje a Estados Unidos, desde noviembre del año pasado hasta febrero de este año. Hasta mayo estuve en Europa, y actualmente estoy comprometido para realizar una extensa gira por los teatros británicos, esta vez concentrándome en aquellos que están situados en los complejos turísticos de la costa.

Planes para el futuro:

¡Tengo intenciones de tomarme un largo descanso y pasar mucho tiempo con mi familia! Gran parte de septiembre está vacío con este propósito, así como la primera parte de octubre.

(Durante mi estancia en Estados Unidos intenté localizar a Nikola Tesla. Tengo ciertas preguntas que me gustaría hacerle acerca de su artefacto, y algunas sugerencias para mejorar su funcionamiento. También pensé que seguramente estaría interesado en saber lo útil que me ha resultado hasta ahora. Sin embargo, Tesla se ha escondido. Se rumorea que está en quiebra, ocultándose de sus acreedores).

3 de septiembre de 1902

En Londres.

¡Una revelación trascendental!

Ayer por la noche, temprano, mientras estaba descansando entre espectáculo y espectáculo en el Teatro Daly en Islington, un hombre se presentó en la entrada de artistas para verme. Cuando vi su tarjeta pedí que lo condujeran inmediatamente hasta mi camerino. Era el señor Arthur Koeing, el joven periodista del
Evening Star
que me había dado tanto de qué hablar acerca de Borden. No me sorprendió enterarme de que ahora el señor Koeing tiene el puesto de asistente del editor de noticias de ese periódico. Los años le han agregado un toque de gris a las patillas de su rostro y varios centímetros a su cintura. Entró cordialmente, me agitó la mano arriba y abajo, y me dio unas palmadas en los hombros.

—¡Acabo de ver su función vespertina, señor Danton! —me dijo—. Lo felicito de todo corazón. Por una vez las reseñas son justas con un número de teatro de variedades. Confieso haberme sorprendido y divertido en igual medida.

—Me alegra oír eso —le dije, y le hice una seña a mi asistente de camerino para que le sirviera una pequeña copa de whisky al señor Koeing. Cuando terminó le pedí que nos dejara a solas y que regresara al cabo de quince minutos.

—¡A su salud, señor! —anunció Koeing, alzando su copa—. ¿O debería decir: mi Lord?

Lo miré fijamente, sorprendido.

—¿Cómo demonios se ha enterado de eso?

—¿Y por qué piensa que no podría haberlo hecho? La noticia de la muerte de su hermano llegó a la prensa de la manera habitual, y como era de esperar se publicaron algunas noticias al respecto.

—He visto esos reportajes —le contesté—. Ninguno de ellos me mencionó.

—Debido a que casi toda la gente de la calle Fleet lo conoce por su nombre artístico. Tuve que encontrar a un verdadero admirador suyo para conectarlo a usted con Henry Angier.

—A usted no se le escapa nada, ¿no es cierto? —dije, con admiración concedida a regañadientes.

—Esa clase de información, no, señor. No se preocupe, su secreto está a salvo conmigo. ¿Porque supongo que
es
un secreto?

—Siempre he mantenido ambas parcelas de mi vida separadas. En ese sentido, sí que es un secreto y me gustaría que lo tratase como tal.

—Le doy mi palabra, mi Lord. Le agradezco que sea tan honesto conmigo. Acepto que los secretos son su especialidad, y no tengo deseos ni de descubrirlos ni de desvelarlos.

—No siempre fue así —señalé—. La última vez que nos vimos…

—Se refiere al señor Borden, es cierto. Eso, le confieso, es un caso ligeramente diferente. Sentí que él me estaba
provocando
con sus secretos.

—Sé a lo que se refiere.

—Sí, señor, creo que lo sabe.

—Dígame, Koeing. Usted ha visto mi espectáculo hoy. ¿Qué piensa de mi último truco?

—Usted ha perfeccionado lo que el señor Borden ha esbozado simplemente.

Aquello fue música para mis oídos, pero le pregunté: —Usted dice que le sorprendió, pero su curiosidad no se ha visto provocada, ¿verdad?

—No. La sensación de misterio que usted crea es una que me resulta familiar. Cuando uno observa a un maestro ilusionista trabajando, siente curiosidad acerca de cómo se realiza el truco, pero también se da cuenta de que sufriría una gran desilusión si obtuviéramos una explicación.

Sonrió mientras dijo eso, y luego, en silencio y alegremente, le dio algunos sorbos a su whisky.

—¿Puedo preguntarle —dije finalmente— a qué debo el placer de esta visita?

—He venido a disculparme con respecto al asunto del señor Borden, su rival. Confieso que todas mis elaboradas teorías acerca de él estaban equivocadas, mientras que la suya, directa y sencilla, era correcta.

—No creo comprenderle —dije.

—Cuando vine a verle, recordará usted que sostenía la presuntuosa teoría de que el señor Borden realizaba una magia mucho más fenomenal que ningún otro mago que haya existido antes.

—Lo recuerdo —le dije—. Y astutamente me convenció de que así era. Yo le estuve muy agradecido…

—Usted, sin embargo, tenía una explicación más sencilla. Borden no es sólo un hombre sino dos, dijo usted. Hermanos gemelos idénticos, cada uno ocupando el lugar del otro según fuera necesario.

—Pero usted demostró…

—¡Usted tenía razón, señor! El número del señor Borden está en realidad basado en gemelos. Alfred Borden es un nombre resultado de la combinación de dos: Albert y Frederick, hermanos gemelos, que actúan juntos como si fuesen uno.

—¡Eso no es verdad! —dije.

—Pero era su propia teoría.

—En lugar de cualquier otra —le expliqué—. Usted me desengañó rápidamente.

—Tenía pruebas…

—Muchas de las cuales han resultado ser circunstanciales, y el resto de las cuales habían sido falsificadas. Yo era un reportero joven, en aquel entonces no muy experto en mi profesión. Desde entonces he aprendido a verificar los datos, a verificarlos nuevamente, y luego una vez más.

—Pero yo mismo investigué el asunto a fondo —dije—. Examiné los registros de su nacimiento en el hospital, los expedientes de la escuela a la que asistió…

—Falsificados hacía ya mucho tiempo, señor Angier. —Me miró interrogativamente, como si quisiera asegurarse de que se estaba dirigiendo a mí correctamente. Asentí con la cabeza, y él prosiguió—: Los Borden han construido sus vidas alrededor de esta ilusión. No se puede confiar en nada que tenga que ver con ellos.

—Yo investigué muy cuidadosamente —insistí—. Yo sabía que había dos hermanos con esos nombres, ¡pero uno es dos años menor que el otro!

—Da la casualidad de que los dos nacieron en mayo, según recuerdo. No hace falta mucha falsificación para cambiar un registro de nacimiento del 8 de mayo de 1856 al 8 de mayo de 1858.

—Había una fotografía de los dos hermanos ¡en la que aparecían juntos!

—¡Sí, y una demasiado fácil de encontrar! Debió haber sido depositada allí para que alguien como usted o como yo se topara con ella. Y tal como era de esperar, así lo hicimos.

—Pero los dos hermanos eran claramente diferentes. ¡Yo mismo vi el retrato!

—Y yo también. De hecho, tengo una copia de él en mi oficina. La distinción que hay entre sus características faciales es extraordinaria. Pero seguramente usted más que cualquier otra persona sabe lo que puede lograrse con la utilización de maquillaje teatral.

La noticia me dejó atónito, y me quedé mirando fijamente el suelo, incapaz de pensar coherentemente.

—Indignante y provocador, ¿no es así? —dijo Koeing—. Usted también debe sentir lo mismo. Ambos hemos sido engañados por un par de bromistas.

—¿Está seguro de todo esto? —le pregunté—. ¿Totalmente seguro? —Koeing asentía lentamente con la cabeza—. Por ejemplo, ¿alguna vez ha visto usted a los dos hermanos juntos?

—Ésta es la base de mi seguridad. Únicamente una vez, y también tan sólo muy brevemente, se encontraron y yo estaba presente.

—¿Los estaba espiando?

—Estaba espiando a uno de ellos —me corrigió Koeing—. Seguí al señor Borden cuando salió de su casa una noche de agosto. Iba caminando solo y entró en el Regents Park, aparentemente para dar un tranquilo paseo. Yo le estaba siguiendo a una distancia de aproximadamente noventa metros. Cuando rodeó el círculo interior del parque, un hombre que venía en dirección opuesta se acercó a él. Cuando se encontraron se detuvieron y permanecieron en silencio durante aproximadamente tres segundos y luego intercambiaron algunas palabras. Después siguieron caminando como antes. Esta vez, sin embargo, Borden llevaba un pequeño maletín de cuero. El otro hombre no tardó en pasar a mi lado, y cuando lo hizo vi que su aspecto era idéntico al de Borden.

Me quedé mirando a Koeing fija y pensativamente.

—¿Cómo sabe usted que…? —Estaba pensando con mucho cuidado si podría haber alguna posibilidad de error—. ¿Cómo sabe que el hombre que
siguió
caminando, el que ahora llevaba el maletín, no era el hombre que había hablado con Borden? Simplemente podría haber regresado por el camino por el que había venido. Y si fuera así, ¿no habría sido el Borden que usted había estado siguiendo el que pasó a su lado?

—Sé lo que vi, mi Lord. Llevaban ropa distinta, tal vez para ocultarse, pero esto me permitió distinguirlos. Se encontraron, siguieron caminando, eran idénticos.

Mi mente estaba completamente concentrada. Estaba pensando rápidamente en los mecanismos que utilizaría para montar una actuación mágica teatral. Si era verdad que eran gemelos, entonces ambos hermanos tendrían que estar presentes en el teatro en cada presentación. Esto significaría que el personal que trabajara entre bastidores inevitablemente tendría que estar al tanto del secreto. Ya sabía que Borden no utilizaba cajas en el escenario, y siempre hay gente paseándose por los bastidores durante un espectáculo, viendo bastante más de lo que le convendría. Todo el tiempo durante el cual estuve realizando el truco del cambio con un doble fui consciente de ello. Pero el secreto de Borden, si tenía que creer a Koeing, había permanecido intacto durante muchos años. Si el número de Borden estaba basado en gemelos idénticos, entonces seguramente el secreto se habría filtrado hace ya muchos años.

De lo contrario, ¿cuál era la explicación? Únicamente que el secreto se mantuviera antes y después de los espectáculos. Que Borden-1, por decirlo de alguna manera, llegara al teatro con sus artefactos y sus accesorios, con Borden-2 ya oculto en una de las piezas. Borden-2 haría debidamente su aparición durante el espectáculo, mientras Borden-1 iba a esconderse en los accesorios que habían sido colocados sobre el escenario.

Indudablemente era factible, y si eso era todo, yo sería capaz de aceptarlo. Pero muchos años viajando de una función a la siguiente, con la carga de los aspectos puramente prácticos de los largos viajes en tren, de la contratación de asistentes, de la localización de sitios donde hospedarse y demás, me hacían dudar. Borden debería de tener un equipo trabajando con él: un
ingénieur
, por supuesto, uno o más asistentes que aparezcan sobre el escenario, varios transportistas y otros trabajadores, un agente. Si todas estas personas estaban enteradas de su secreto, entonces su capacidad para el silencio era extraordinaria.

Por otro lado, y mucho más probable si consideramos la naturaleza del ser humano, si
no
se podía confiar en ellos, Borden-1 y Borden-2 tendrían que comprometerse con un pacto secreto a todo riesgo.

Aparte de esto, estaban las realidades cotidianas de la vida teatral. Por ejemplo, en los días en que había una función de tarde, ¿qué haría Borden-2 (el que estaría oculto en los artefactos) entre presentación y presentación? ¿Permanecería escondido mientras su hermano se relajaba en el camerino con los otros artistas? ¿Saldría de allí secretamente, luego se escondería solo en el camerino hasta que llegara la hora de la próxima función?

¿Cómo harían los dos para entrar y salir de los teatros sin ser descubiertos? Los encargados de las entradas de los artistas son celosos guardianes, y en algunos teatros el portero es tan notablemente puntilloso cuando se trata de comprobar la identidad y el trabajo a realizar de cada uno que, según se dice, hasta algunos actores famosos tiemblan solamente ante la idea de llegar tarde o de intentar pasar de contrabando. Siempre hay formas alternativas de introducirse en el edificio de un teatro, especialmente por la zona de carga y descarga del escenario o por la parte de adelante del auditorio, pero, una vez más, esto denota una necesidad de constante discreción y preparación, y hay que estar dispuesto a soportar ciertas incomodidades en absoluto insignificantes.

—Veo que le he dado algo que pensar —dijo Koeing, interrumpiendo así mis cavilaciones. Tenía el brazo estirado sosteniendo su copa vacía de whisky como para pedir que se la llenaran nuevamente, pero yo quería tiempo para reflexionar, así que le quité la copa un tanto bruscamente.

—¿Esta vez está seguro de sus datos? —le pregunté.

—Son totalmente fiables, señor. Le doy mi palabra.

—La última vez me dio algunas pistas para que yo mismo pudiera comprobar sus afirmaciones. ¿Me está proponiendo ahora algo similar?

—No, únicamente le ofrezco mi palabra. He visto personalmente a esos dos hombres juntos, y, en lo que a mí respecta, no es necesaria ninguna otra prueba.

—No para usted, tal vez —me puse de pie, para indicarle que la entrevista había terminado.

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