El protector

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Authors: Larry Niven

 

Phssthpok el Pak había estado viajando la mayor parte de sus treinta y dos mil años. Su misión: salvar, desarrollar y proteger al grupo de criadores Pak que envió al espacio unos dos millones y medio de años antes...

Brennan era un minero, el producto de una sociedad muy independiente, un tanto anárquica en, sobre y alrededor del cinturón de asteroides exterior. Los habitantes del cinturón eran todos rebeldes, y Brennan era un contrabandista. Los mundos del cinturón había estado siguiendo la nave Pak por días - Brennan se las arregó para encontrarse con la nave primero...

Nunca más se lo volvió a ver - al menos no aquellos que están vivos actualmente.

Larry Niven

El protector

ePUB v1.0

Superpolo1968
 
16.10.11

Título original: Protector

Traducción: DeltaKappa

© 1973 by Larry Niven

© 2003 by DeltaKappa

Revisión: abur_chocolat

Primera Parte: Phssthpok

P
RIMERA
P
ARTE

PHSSTHPOK

Génesis, Capítulo 3:

22. Y el Señor Dios dijo: Mirad, el hombre se ha vuelto como uno de nosotros, con conocimiento del bien y del mal; y ahora, no sea que extienda su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma de él, y viva para siempre.

23. Por ello el Señor Dios lo envió lejos del jardín del Edén, de donde fue quitado.

24. Así El alejó al hombre; y puso al este del Jardín del Edén a sus querubines, y una espada flameante que giraba a todos lados, para cuidar el camino al árbol de la vida.

Capítulo 1

S
e sentaba ante un círculo de tres metros de claro twing, mirando interminablemente afuera hacia una escena menos que excitante.

Sólo una década atrás, esas estrellas habían sido un salpicado de opacos puntos rojos en su estela. Cuando aclaraba la ventana anterior, habían brillado con un azul infernal, lo bastante brillantes como para leer a su luz. Al costado, las mayores se habían visto aplanadas. Pero ahora eran sólo estrellas, puntos blancos esparcidos por un cielo mayormente negro. Este era un cielo solitario; nubes de polvo escondían la radiante gloria del hogar.

La luz en el centro de la vista no era una estrella. Era grande como un sol, oscura en el centro, y lo suficientemente brillante para quemar hoyos en las retinas de un hombre. Era la luz de un propulsor Bussard, ardiendo a unos meros quince kilómetros. Cada pocos años Phssthpok pasaba algún tiempo mirando el impulso, sólo para estar seguro de que quemaba en forma pareja. Largo tiempo atrás, él había descubierto un lento y periódico oscilar que con el tiempo pudo haber convertido su nave en una pequeña nova. Pero la luz blanquiazul no había cambiado en todas las semanas que llevaba observándola.

Por más de un largo y lento período de vida, los cielos se habían arrastrado tras las ventanas de Phssthpok. Sin embargo, él recordaba poco de ese viaje. El tiempo de espera había estado demasiado vacío de acontecimientos interesantes como para grabarse en su memoria. Esa es la forma de vivir del estado protector de la especie Pak, en que sus recuerdos en momentos de ocio son del lejano pasado —cuando eran niños— y de más tarde, cuando eran criadores: cuando el mundo era nuevo, brillante y libre de responsabilidades. Sólo el peligro contra sí mismo o contra sus hijos puede cambiar a un protector de su normal lasitud somnolienta a una furia combativa que no es sobrepasada entre las especies sensibles.

Phssthpok estaba sentado en su hamaca de impacto, soñando.

Los controles de actitud de la cabina estaban bajo su mano izquierda. Cuando tenía hambre —lo que pasaba una vez cada diez horas— su mano nudosa, como dos puñados de nueces negras encadenadas juntas, alcanzaba una ranura a su derecha y emergía con una carnosa y retorcida raíz amarillenta del tamaño de una batata. Hacía varias semanas terrestres que Phssthpok no dejaba su hamaca de impacto. En ese tiempo no había movido nada excepto manos y mandíbulas. Incluso sus ojos no se habían movido en absoluto.

Antes de eso había habido un período de furioso ejercicio. Es la obligación de un protector permanecer sano y fuerte. Aún un protector con nadie para proteger.

El impulso era estable, o al menos lo suficiente para satisfacer a Phssthpok. Los nudosos dedos del protector se movieron, y los cielos giraron lentamente a su alrededor. Él miró la otra brillante luz flotar ante las portillas. Cuando estuvo centrada, hizo finalizar la rotación.

Aunque más luminosa que cualquier estrella a su alrededor, su destino era aún demasiado débil para ser más que una estrella. Pero era más brillante de lo que Phssthpok había esperado; había dejado que el tiempo se le escapara. ¡Demasiado tiempo soñando! No era de sorprender. Había pasado inmóvil la mayor parte de los últimos mil doscientos años en esa cucheta, para preservar sus provisiones. Debió haber sido más de treinta veces ese tiempo afuera, por los efectos relativistas.

A pesar de que se veía como el más incapacitante caso de artritis en la historia médica, a pesar de haber pasado semanas inmóvil como un paralítico, el nudoso protector estuvo instantáneamente en movimiento. La llama del impulsor se hizo esponjosa, se expandió y comenzó a enfriarse. Apagar un estatorreactor Bussard es casi tan complicado como encenderlo. A velocidades de impulsor, los átomos de hidrógeno interestelar vienen con tanta energía como los rayos gamma. Deben ser guiados hacia fuera por campos magnéticos, aún si no son quemados como combustible nuclear.

Había alcanzado la región más probable del espacio. Delante estaba la más probable de las estrellas. La sensación de éxito era fuerte en Phssthpok. Aquellos a quienes había venido a ayudar —si aún existían; si no habían muerto en todo este tiempo; si realmente estaban circundando esta estrella y no otra menos probable— no debían estar esperándolo. Sus mentes serían casi animales. Podrían tener fuego o no tenerlo, pero ciertamente no tendrían telescopios. Sin embargo estarían esperando por él, en cierto sentido. Si ellos estaban allí, habrían estado esperando por dos millones y medio de años… por él.

No los defraudaría. No debía.

Un protector sin descendientes es un ser sin propósito. Tal anomalía deberá encontrar un propósito, y rápido, o morir. Moriría inevitablemente si no lo hiciera. En su mente o sus glándulas un reflejo se dispararía, y dejaría de sentir hambre. A veces, uno entre ellos encuentra que puede aceptar a toda la especie Pak como su progenie, pero entonces debe hallar un modo de servir a esa especie. Phssthpok era uno de los afortunados.

Sería terrible si fallaba.

 

Nick Sohl estaba llegando a casa.

El silencio del espacio lo rodeaba, desde que sus oídos habían aprendido a ignorar el zumbido del impulsor de la nave. Dos semanas de espesa y enrulada pelambre cubrían su mandíbula y el cuero cabelludo a cada lado de su algodonosa cresta Espaciera. Si se concentraba, podía olerse a sí mismo. Se había ido a minar los anillos de Saturno, con una nave monoplaza a su alrededor y una pala en su mano (los imanes usados para extraer monopolos del hierro asteroidal se veían muy parecidos a palas). Pudo haberse ido por más tiempo, pero le agradaba pensar que la civilización del Cinturón podría sobrevivir sin él por tres semanas.

Un siglo atrás los monopolos habían sido sólo teoría, y una teoría muy conflictiva. La teoría magnética decía que un polo magnético norte no podría existir separado de un polo magnético sur y viceversa, aunque la teoría cuántica implicaba que podrían existir independientemente.

En la época en que los primeros asentamientos permanentes en los mayores asteroides del Cinturón estaban en pleno florecimiento, un equipo explorador halló monopolos dispersos en el núcleo de ferroníquel de un asteroide. En la actualidad ya no eran sólo teoría, sino una lozana industria del Cinturón. Un campo magnético generado por monopolos actúa en una relación inversa lineal, y no en la inversa del cuadrado. En términos prácticos, un motor o instrumento basado en monopolos tiene un alcance mucho mayor. Los monopolos eran valiosos en donde el peso fuera un factor importante; y en el Cinturón, el peso siempre lo era. Pero la minería de monopolos era aún una operación de un solo hombre.

La suerte de Nick había sido pobre. Los anillos de Saturno no eran una buena región para los monopolos: demasiado hielo, poco metal. El campo electromagnético alrededor de su caja de carga probablemente no cargara más de dos paladas completas de polos magnéticos norte. No mucho para mostrar después de dos semanas de labor exhaustiva, pero aún sería buen dinero en Ceres.

Se habría sentido satisfecho aún sin encontrar nada. La minería era una excusa que el Primer Orador de la Política del Cinturón usaba para escapar de su atestada oficina, profundamente hundida en la roca de Ceres. Huía de las disputas constantes entre el Cinturón y la ONU, de la esposa y los hijos, amigos y conocidos, enemigos y extraños. Y el próximo año, luego de las primeras y frenéticas semanas poniéndose al día en los eventos corrientes, y luego de los siguientes diez meses ocupado en manipular las políticas del sistema solar… lo haría de nuevo.

Nick estaba acelerando para el viaje hacia Ceres, con Saturno como una fantástica burbuja tras él, cuando vio su imán de minería desviarse suavemente de la caja de carga. En algún lugar a su izquierda había una nueva y poderosa fuente de monopolos.

Una sonrisa se mostró en su cara como un relámpago en un cielo negro. ¡Mejor tarde que nunca! Qué pena que no la había detectado en el viaje de ida; pero podría venderla si la localizaba… lo que debería estar haciendo. La aguja se balanceaba entre dos atracciones, una de las cuales era su caja de carga.

Invirtió veinte minutos en enfocar un láser de comunicaciones hacia Ceres.

—Este es Nick Sohl, repito, Nicholas Brewster Sohl. Deseo registrar un reclamo por una fuente de monopolos en la dirección general de… —trató de adivinar cuánto su carga estaba afectando a la aguja— …de Sagitario. Deseo ofrecer esta fuente en venta al gobierno del Cinturón. Los detalles seguirán en media hora.

Detuvo su motor de fusión, se colocó laboriosamente traje y mochila, y dejó la nave llevando un telescopio y el imán de minería.

Las estrellas están lejos desde siempre, pero para el hombre así es como debe ser. Nick flotaba entre las eternas estrellas, sin movimiento aparente, aunque caía hacia el diminuto sol a decenas de miles de kilómetros por hora. El universo resplandecía como diamantes en terciopelo negro, un fondo inolvidable para el dorado Saturno. La Vía Láctea era una pulsera enjoyada para todo el universo. Nick amaba el Cinturón, desde las rocas talladas de los domos de superficie hasta los girantes mundos Burbujas, con el exterior hacia adentro; pero por sobre todo amaba al propio espacio.

A dos kilómetros de la nave, ya lo suficientemente lejos como para que su carga no falseara las mediciones, usó el telescopio y el imán minero para fijar la posición de la nueva fuente. Luego volvió a la nave para llamar. En unas pocas horas se habría desplazado lo suficiente como para tomar otra fijación y marcar la fuente por triangulación.

Cuando alcanzó la nave, el comunicador estaba encendido. La delgada y honesta cara de Martin Shaeffer, Tercer Orador, estaba hablándole a su vacía cucheta de aceleración.

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