El Rival Oscuro (3 page)

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Authors: Jude Watson

¿Descarriado?
, se preguntó el Caballero Jedi. ¿Es así como considera Xánatos esos años?

—Pero he cambiado. Offworld me ha dado la oportunidad de cambiar. —Xánatos se inclinó hacia delante, mirando a VeerTa—. Por eso la admiro, VeerTa. Offworld me envía a decirle que no interferirá en el proyecto de la Mina del Planeta Natal. Un Bandomeer más próspero y seguro es algo que conviene a todos. Admiro su liderazgo, porque también yo amo a mi planeta natal. Siempre llevo a Telos en mi corazón —repuso, llevándose la mano al pecho, y antes de mirar a SonTag—. ¿Os convencería de mi sinceridad que Offworld donase el diez por ciento de sus beneficios al esfuerzo de reclamación de Bandomeer?

SonTag parecía aturdida. Qui-Gon sabía que incluso sólo el diez por ciento de los beneficios de Offworld era una cantidad enorme. Nunca antes había entregado esa Corporación nada a una causa de caridad.

La oferta debía ser un truco. Qui-Gon desconfiaba de ella, pero se daba cuenta de que Xánatos se había ganado a SonTag y VeerTa. Sólo Clat'Ha seguía dubitativa. Pero ella tenía más motivos para dudar de Offworld por haberse enfrentado recientemente a la compañía.

Xánatos pareció sentir la desconfianza de Clat'Ha. Clavó en ella sus penetrantes ojos azules.

—Al aceptar mi cargo en Offworld, lo hice en el supuesto de poder cambiar algunas políticas de la empresa. No creo en saquear planetas para abandonarlos una vez hemos obtenido todo lo que queremos de ellos. Nuestros actos en Bandomeer servirán como ejemplo de nuestra nueva actitud.

SonTag asintió.

—Es una actitud sabia. Y Bandomeer agradece vuestra ayuda...

De pronto, una enorme explosión hizo temblar la sala. VeerTa cayó derribada al suelo. Antes de que los demás pudieran reaccionar, Qui-Gon ya estaba en pie, sable láser en mano.

El Caballero Jedi sentía que la explosión había tenido lugar fuera del palacio. Corrió al ventanal. VeerTa se puso en pie y lo siguió.

Una gran nube negra tapaba la visión de la ciudad. Pero el viento arreció, despejando el paisaje.

Un hilacho de humo ascendía de los terrenos de la mina. Qui-Gon pudo ver un gran edificio en ruinas. Una torre minera había caído, y otra se ladeaba peligrosamente. Mientras miraban, se inclinó lentamente y cayó, aplastando un viejo edificio en el que debían residir los trabajadores. Qui-Gon vio figuras alejándose tambaleantes del desastre. Sabía que dentro habría gente atrapada.

Empezaron a oírse las sirenas, gimiendo ensordecedoras. VeerTa se tambaleó a su lado, sujetándose al antepecho para mantenerse erguida.

—Ha sido en la Mina del Planeta Natal —dijo en un susurro.

Capítulo 5

No empecé yo —decía Xánatos, cada vez que estallaba una pelea entre otro aprendiz, y él. En esos momentos, sus ojos azules se llenaban de pesar y sinceridad. Y Qui-Gon, portándose como un padre, siempre hacía por creerle.

***

Las manos de VeerTa se tornaron puños. Profirió un rugido ahogado y se lanzó contra Xánatos.

Sin que pareciera moverse, Qui-Gon se interpuso de pronto entre ellos, apartando a VeerTa. Atacar a Xánatos no produciría nada bueno. Qui-Gon sabía de primera mano lo feroz y volátil que era como luchador. VeerTa forcejeó contra la tenaza de hierro de la mano del Jedi.

—¡Tú hiciste esto! —escupió a Xánatos—. ¡Pagarás por ello!

Clat'Ha se puso al lado de VeerTa. Parecía estar muy calmada, pero sus ojos denotaban la misma ira.

—Claro que fueron ellos —dijo desdeñosa—. Es su estilo. ¡Cobardes!

Xánatos empalideció.

—Os aseguro que Offworld no ha tenido nada que ver en esto. Estoy seguro de que los hechos acabarán por probarlo...

—¡Basta de mentiras! —gritó VeerTa, e intentó volver a atacarlo.

—Conservemos la calma —dijo SonTag con urgencia—. Debemos ir a la mina. Necesitarán ayuda.

—Sí, los mineros... —dijo VeerTa antes de salir corriendo.

***

Qui-Gon había visto anteriormente los efectos de una explosión. Siempre eran terribles. Se perdían vidas, los cuerpos quedaban mutilados, el ánimo deshecho. Sangre mezclada con cenizas y lágrimas. No sabía por qué, pero esta tragedia le parecía peor de lo normal. Quizá fuera porque los mineros habían excavado la mina en la roca y la tierra. Habían trabajado sin dinero, con la vista clavada en un esperanzador futuro que les costaba hasta imaginar.

Amontonaron los cuerpos en el patio. Qui-Gon trabajó incansable sacando víctimas de entre los escombros. Cuarenta mineros habían quedado atrapados bajo tierra, y rescatarlos fue un proceso concienzudo y peligroso.

La explosión había tenido lugar en uno de los túneles. El edificio principal de la administración había quedado completamente destruido, al igual que las casas que rodeaban la mina. Oscurecía antes de que Qui-Gon y los demás hubieran conseguido evacuar a todos los heridos a los centros médicos.

Finalmente, no les quedó nada más que hacer. Clat'Ha le llevó a uno de los edificios, que aún se mantenían en pie, para que comiera y descansara. Allí se unió a VeerTa y Clat'Ha en la mesa, pero estaban demasiado agotados y pesarosos para comer nada.

—Nuestro sueño ha muerto —dijo VeerTa. Tenía el rostro sucio por el polvo y el barro.

—No —respondió Clat'Ha con suavidad—. Eso es lo que ellos quieren que creamos. Podemos reconstruirlo todo.

La puerta se abrió, y entró SonTag. También ella había estado ayudando en la mina. Llevaba la túnica, de color rojo y oro, sucia y manchada de sangre.

—Tenemos noticias sobre las causas —anunció con calma—. No lo hizo Offworld. Fue una mezcla de gases en un túnel subterráneo.

—¡Imposible! —exclamó VeerTa medio levantándose—. Tenemos sensores...

—El sensor estaba averiado. Fue un fallo mecánico. Los ingenieros están seguros de ello.

Clat'Ha y VeerTa miraron incrédulas a SonTag.

—Entonces, ¿fue culpa nuestra? —preguntó VeerTa aturdida.

—Me temo que eso parece —replicó SonTag—. ¿Podían sabotear el sensor?

VeerTa negó con la cabeza.

—Hay guardias en la mina las veinticuatro horas.

SonTag extendió las manos.

—Los fallos mecánicos son uno de los riesgos de la minería.

Qui-Gon no estaba tan seguro. Algo raro había en todo el asunto.

Alguien llamó entonces a la puerta. Un minero le entregó un mensaje a SonTag. Ella lo leyó, y lo arrugó en la mano.

—¿Malas noticias? —preguntó Clat'Ha.

—No; sólo sorprendentes —dijo lentamente SonTag—. Xánatos ofrece los recursos de Offworld para reconstruir la mina. Dinero, androides, todo lo que necesitemos. Y dará cobijo en edificios de Offworld a todo trabajador que se haya quedado sin techo.

—Entonces, era sincero —dijo VeerTa, sorprendida.

A Qui-Gon le preocupó esta noticia. Si era una trampa, era muy elaborada y cara. ¿Tanto estaba en juego para Xánatos? No podía estar haciendo todo esto para vengarse de Qui-Gon.

El lugar de la reunión se había cambiado en el último momento. El edificio principal había quedado completamente destruido. Todos habrían muerto, de no haber cambiado SonTag de opinión.

Xánatos jugaba con ellos. Y Qui-Gon sólo deseaba saber cuál era el objetivo del juego. Pero sólo estaba seguro de una cosa: para Xánatos los juegos no tenían reglas.

Capítulo 6

Obi-Wan estaba aburrido. No lo soportaría, gritaría incluso, si le tocaba otro viaje a la búsqueda de esporas.

Sabía que los Cuerpos Agrícolas hacían un trabajo importante. Pero, ¿qué pintaba él allí?

Los Cuerpos Agrícolas habían construido un domo gigante en medio de la tierra marrón y cuarteada. Alrededor del domo había laboratorios científicos y casas para los trabajadores. En los laboratorios y los centros de administración había entradas al domo en sí. Todo el mundo trabajaba por el bien del planeta. No se permitía que intereses ajenos controlaran las investigaciones, o que obtuvieran beneficios de cualquier descubrimiento.

Obi-Wan habría encontrado interesante toda la operación de no ser por el hecho de que su guía, un meeriano llamado RonTha, era la criatura más aburrida que había conocido nunca. A RonTha le fascinaban cosas como los injertos y los brotes, pudiendo hablar de ellas durante horas de forma robóticamente monótona. Y lo peor es que lo hacía.

El único momento especial de su estancia era que Obi-Wan estaba a punto de reunirse con su amigo Si Treemba, el arcona que conoció en el viaje.

Los arconas nacían en nidos y se criaban en comunidades cerradas. No tenían muy desarrollado el sentido de la individualidad, y no solían relacionarse con extraños. Pero Si Treemba había establecido un profundo lazo afectivo con Obi-Wan, poniéndose de su lado contra hutts y piratas togorianos. Su decisión de aliarse con el, en contra de los jefes hutt de Offworld, casi le había costado la vida. Si Treemba había encontrado su propia valentía individual en el proceso.

Obi-Wan se dirigió al centro administrativo, donde debía reunirse con RonTha y Si Treemba. Vio que su amigo lo esperaba y corrió a saludarlo.

—Me alegra volver a verte, mi buen amigo —dijo, estrechándole ambos brazos.

El arcona tenía un sólido cuerpo serpentino con esbeltos brazos y piernas.

—Somos benditos por verte, Obi-Wan —respondió.

Sus grandes y brillantes ojos brillaban de placer. Los arconas rara vez, por no decir nunca, usaban el pronombre "yo".

Clat'Ha había enviado a Si Treemba a supervisar las investigaciones con los dactilos. Los arconas necesitaban ese cristal amarillo para sobrevivir, y los Cuerpos Agrícolas intentaban encontrar el modo de incorporarlo a la provisión de comida. Era inusual que un miembro de su especie viajara solo, pero Si Treemba se había convertido en un arcona inusual. Clat'Ha sabía que podía confiar en él.

RonTha se acercó, consultando un datapad mientras caminaba.

—Hoy tenemos previsto recorrer el cuadrante norte del gran domo —les dijo en tono mecánico—. Tenemos que ver muchos y fascinantes experimentos con semillas. Permanezcan siempre a mi lado, y no toquen nada.

RonTha entró el primero en el domo. El vasto espacio cerrado estaba iluminado por un sol artificial, en realidad una batería de focos situada en la parte más alta de la instalación. Fuera del domo todo era un terreno seco y árido, pero dentro estaban rodeados por la hierba y las susurrantes espigas. Los jardineros se desplazaban de un lugar a otro, cargando con semilleros o con macetas.

Deslumbrados por la luz y el calor, Obi-Wan y Si Treemba siguieron a RonTha mientras éste enumeraba los muchos experimentos agrícolas que tenían lugar allí.

—Tanto hablar de comida nos está dando hambre —le susurró Si Treemba a Obi-Wan.

—Sí que la tenemos, sí —concedió Obi-Wan, tragando saliva al ver el grupo de árboles que tenían delante.

Grandes frutos dorados colgaban de sus muchas ramas al alcance de la mano.

Un pequeño monitor del cinturón de RonTha empezó a brillar.

—Me llaman del edificio de la administración —les dijo, apagándolo—. Tenéis libertad para ir donde queráis, pero sin dejar el sendero. ¡Y no toquéis nada!

Tras decir esto, se marchó corriendo.

—¿Tú crees que cuando dijo que no tocáramos nada se refería a la fruta? —preguntó Obi-Wan, mirando hacia los cultivos.

—Es difícil decirlo —repuso Si Treemba, meneando nervioso la cabeza.

—Seguramente no.

Obi-Wan miró a su alrededor antes de coger con rapidez un fruto amarillo. Se lo tiró a su compañero, cogiendo luego otro para él.

—No deberíamos hacerlo —repuso el arcona, mordiendo la fruta.

—Mmmffff—Obi-Wan agitó una mano quitándole importancia, mientras masticaba.

El fruto era dulce y suculento, con un regusto fresco. Era la fruta más deliciosa que había probado Obi-Wan.

—Será mejor buscar un lugar más escondido donde comérnoslo —dijo.

En ese momento, los dos amigos oyeron pisadas. Intercambiaron miradas culpables con la boca llena, y el aprendiz de Jedi indicó con un gesto brusco de la cabeza que se ocultaran tras los árboles.

Los que llegaban eran un grupo de jardineros con cestos. Se dirigían al huerto.

—Uh-oh —susurró Obi-Wan—. Será mejor salir de aquí.

No quería que su misión acabara con un problema disciplinario. Ya había tenido suficientes problemas en el viaje desde Coruscant.

—¡Eh! —gritó uno de los jardineros—. ¡Vosotros!

Si Treemba se atragantó y soltó el fruto, resbalando en él al intentar huir. Obi-Wan lo levantó y corrieron a través del huerto, hasta llegar a un campo de espigas. El joven arrastró a su amigo hasta el refugio que proporcionaban las altas plantas.

—Habrá que atajar a través de las espigas para volver al camino principal —repuso entre jadeos.

Corrieron entre las hileras de plantas, buscando una salida. El campo era mucho más grande de lo que habían previsto; todo lo que tenían a la vista eran matas verdes, y el artificial cielo azul de arriba.

Finalmente atravesaron la última hilera. De pronto, Obi-Wan sintió que sus pies resbalaban en algo húmedo y pantanoso. El suelo desapareció bajo ellos y por un momento le pareció volar en el aire. Si Treemba le siguió. Grumos de barro salpicaron sus rostros y sus túnicas. Cuando finalmente aterrizaron, se deslizaron hasta chocar con lo que parecía un enorme montón de tierra.

—¿Qué es este olor? —dijo Si Treemba, limpiándose el ojo de tierra—. Huele peor que un bantha en un día de mucho calor.

—Creo que hemos encontrado el fertilizante —gimió Obi-Wan, arrastrándose fuera del montón.

Los dos amigos examinaron lo que les rodeaba. Detrás de ellos estaba el campo. Delante una pared blanca.

En la pared había algo que resultaba preocupante para Obi-Wan. Era alta y lisa, curvándose hasta perderse de vista alrededor de la pila de fertilizante.

Se acercó a la pared y posó las manos contra ella. La superficie era fría como el metal. Al apartar la mano vio por un instante, para su sorpresa, que su tacto había provocado una transparencia. Pasó en un abrir y cerrar de ojos, demasiado fugaz para poder ver lo que había dentro.

—¿Qué haces? —preguntó impaciente Si Treemba, emitiendo el siseo arcona de la ansiedad—. Vámonos. Este olor nos matará.

Si Treemba no había visto el parpadeo de la pared. Quizá tenía que ver con la Fuerza.

—Un momento —dijo Obi-Wan—. Creo que esto puede ser otra salida.

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