Authors: Jude Watson
Lena frunció el ceño.
—Rutin jamás me pondría en peligro —dijo orgullosa.
Qui-Gon alzó una ceja. Por lo que sabía. Rutin había hecho correr muchos peligros a su esposa, pero no vio razón para recordárselo a Lena en ese momento.
—Podría ser una trampa —dijo Qui-Gon sin añadir nada.
Lena le miró con un punto de desagrado. Qui-Gon pensó que quizá la chica creía que le iba a robar el último regalo de Rutin, pero acabó dando a Qui-Gon el paquete.
Cerrando los ojos. Qui-Gon cogió el paquete un momento. Cuando los abrió, se lo devolvió a Lena.
—No percibo nada de una gravedad inmediata —dijo, pero no estaba seguro de que el paquete fuera de Rutin, o de que les fuera a ayudar a obtener pruebas contra los Cobral. Ya no estaba seguro de nada.
Lena puso la caja en la mesa y la abrió con una pequeña navaja de bolsillo, sin quitar el envoltorio. Luego comenzó a sacar lo que había dentro y a ponerlo sobre la mesa: un par de botas negras, un frasco lleno de barro... El rostro de Lena dibujó su decepción ante el contenido de la caja.
—Esto no tiene sentido —murmuró la chica.
—Creo que voy a preparar algo de comer —dijo Mica, ausentándose.
—Buena idea, Mica —dijo Lena—. Me muero de hambre.
Qui-Gon se sentó junto a Lena cuando Mica salió de la estancia. No estaba seguro de qué motivos albergaban ninguna de las dos, pero pensaba poder sacar algo en claro si se dirigía a cada una en privado.
—¿Habéis recibido alguna visita en el almacén? —preguntó sin perder tiempo.
Lena apartó su atención del paquete y negó con la cabeza.
—No, ¿por qué?
En lugar de responder. Qui-Gon hizo otra pregunta.
—¿Habéis recibido algún paquete misterioso antes de hoy?
Lena volvió a negar con la cabeza.
—No, claro que no. Os lo habría contado.
—Me alegra oír eso —dijo Qui-Gon sin creérselo del todo.
La siguiente pregunta era quizá la más importante.
—¿Es Mica la única que sabe de este sitio? —preguntó en voz baja.
Lena alzó la mirada. Tenía el ceño fruncido.
—Voy a ir a ver si Mica necesita ayuda con la comida —dijo Obi-Wan bruscamente.
Qui-Gon asintió brevemente a su padawan para indicarle que le parecía buena idea, pero no apartó la mirada de Lena.
Con el ceño todavía fruncido. Lena se puso en pie.
—Sí, Mica es la única persona aparte de vosotros dos que conoce este apartamento —dijo sin expresividad. Se volvió hacia Qui-Gon de nuevo, con las manos apoyadas en las caderas—. Pero no cuestiones la lealtad de mi prima. Mica y yo crecimos juntas. Somos como hermanas. Y no está aliada con los Cobral.
Lena atravesó la habitación y suspiró antes de volver a sentarse junto a Qui-Gon.
—Ni siquiera me gusta hablar de los Cobral delante de ella —dijo Lena lentamente—. Cuando era pequeña presenció el asesinato de su madre, y el recuerdo sigue siendo muy doloroso para ella.
—¿Los Cobral fueron responsables de la muerte de su madre? —preguntó Qui-Gon ligeramente sorprendido.
Lena asintió con tristeza.
—La mataron a sangre fría. Mica sólo tenía siete años y lo vio todo. Fue una gran pérdida, y el trauma fue mayor todavía. Jamás lo superó.
Qui-Gon asimiló aquella información en silencio.
—Todo es muy complicado en Frego —dijo Lena, suspirando profundamente—, pero intentaré explicarlo. Como ya he dicho antes, los Cobral cuentan con multitud de alianzas en este planeta. Durante siglos, el Gobierno de Frego trató mal a los ciudadanos; los impuestos eran muy elevados y los servicios públicos eran prácticamente inexistentes. Los freganos se dejaban la piel para ver cómo otros se llevaban su dinero.
»La familia Cobral consiguió que eso cambiara. Si bien es cierto que labraron su fortuna vendiendo drogas y armas, y que tienen una pésima reputación, emplearon su poder para obligar al Gobierno a ofrecer los servicios básicos que el pueblo necesitaba. Incluso bajaron los impuestos y alzaron los salarios.
—Algo que facilitó la vida de la gente —dijo Qui-Gon. Había estado en planetas con historias similares. Un poder corrupto que desplazaba a un Gobierno injusto provocando cambios positivos. Pero los medios de los que se sirvieron para realizar esos cambios positivos tenían algo de negativo.
—Actualmente, el Gobierno reconoce que en el pasado tuvo un mal comportamiento, que trataron al pueblo injustamente —prosiguió Lena—. Y a muchos políticos les indigna tener que operar bajo el yugo de los Cobral. Quieren hacer el bien a su pueblo. Al menos algunos de ellos. Otros parecen nobles, pero están podridos por dentro.
—Ya veo que a los Cobral les gusta complicar las cosas —comentó Qui-Gon—. Para todos.
—No hay transparencia, no hay seguridad —afirmó Lena—. Vivimos sujetos a caprichos, no a leyes. Por eso, la violencia tiene que parar. Sé que hay una forma mejor de hacer las cosas, y quiero que Frego tenga la oportunidad de un nuevo amanecer. El comienzo que Rutin y yo no tuvimos.
A Lena se le llenaron los ojos de lágrimas, y. por primera vez, Qui-Gon se mostró más amable con ella. Entendía por lo que estaba pasando. Tahl y él tampoco pudieron tener un nuevo comienzo.
Lena se secó las mejillas.
—Hay algunos políticos que incluso están dispuestos a forjar una nueva senda hacia el futuro —continuó Lena—. Y algunas personas mostrarían su apoyo al nuevo Gobierno. Pero muchos otros se sienten en deuda con los Cobral por haber mejorado la calidad de vida.
Lena miró con solemnidad el paquete y las botas sobre la mesa.
—Parece que nadie puede liberarse.
—¿Confías plenamente en tu prima? —preguntó Qui-Gon, regresando a su línea de partida original.
Lena miró a Qui-Gon a los ojos.
—Sin duda alguna. Como ya te he dicho, es como mi hermana. Mica desea vengar a su madre y detener la corrupción. Quizá más que nadie.
Qui-Gon no comentó el hecho de que Rutin y Solan eran hermanos. En lugar de eso, respiró hondo y soltó el aire lentamente.
—Me temo que Mica podría haber revelado tu paradero —comentó él—. O alguien lo ha descubierto por su cuenta.
Obi-Wan entró en la cocina y se sorprendió a medias de encontrarla vacía. Bajó por el pasillo y vio un viejo turboascensor en uno de los improvisados dormitorios. Un segundo después, sintió un temblor. Mica estaba huyendo.
Obi-Wan saltó por el hueco del turboascensor y aterrizó suavemente sobre el aparato, que se detuvo en ese momento. Activando el sable láser, abrió un agujero en la superficie metálica y volvió a dejarse caer, pero el ascensor ya estaba vacío. Escuchó el eco de las pisadas de Mica, que se alejaban hacia la puerta.
Obi-Wan supo que tenía que seguirla... Si lo hacía, obtendría información vital para la misión y para Lena. ¿Y si Mica estaba huyendo para hacer daño a su prima? ¿Y si sus acciones ponían a Lena en más peligro?
No podía arriesgarse. Tenía que hablar con Mica. Ya.
No tardó mucho en alcanzar a la chica. Al cogerla del brazo, le impresionó lo enfadado que se sentía por dentro. Se dio cuenta de que estaba furioso porque Mica estaba poniendo en peligro la vida de Lena.
Obi-Wan se tranquilizó, intentando dejar que la ira se disipara antes de hablar con Mica. Pero en cuanto vio su cara, la ira desapareció. La chica estaba visiblemente compungida.
—¿Adónde vas? —preguntó Obi-Wan intentando no sonar demasiado severo.
Mica estaba muy nerviosa.
—Iba... iba... —parpadeó con los ojos llenos de lágrimas—. Tengo que ir a un sitio —terminó la frase en un susurro.
—Pero antes dime qué pasa —dijo Obi-Wan. Vio varias cajas en una esquina y la llevó hacia allí. Ella se sentó en una y él en otra.
—Es hora de que me cuentes la verdad. Si de verdad quieres a Lena, lo harás —dijo el Jedi.
Mica se miró los pies. No dijo nada durante unos minutos. Luego comenzó a hablar.
—Los Cobral son horribles —comenzó a decir—. Hacen cosas terribles, malvadas. Pero no creo que Lena, ni nadie, sea capaz de acabar con ellos. Rutin lo intentó, y le mataron. Le mató su propia familia. Y a mi madre también la mataron los Cobral.
Se le escapó un sollozo mientras se secaba los ojos.
—Obviamente, yo quiero vengar su muerte. Y sé que ella no es la única. La mía no es la única pérdida. Deseo ver a esos asesinos pagar por sus crímenes. Pero si voy a por ellos, probablemente me maten a mí también. Y a Lena. Les da igual quitar vidas. No significa nada para ellos. Ni siquiera dentro de la familia.
Obi-Wan asintió.
—No puedo decir que estés equivocada —dijo—, pero los Cobral tienen a Frego atrapado en una espiral de violencia y crimen. Lena tiene la posibilidad de destruir para siempre esa trampa y a los que la crearon. Y está dispuesta a aprovechar la posibilidad.
Mica asintió.
—Lo sé. Lena es una heroína. Le da igual su propia vida, sólo le importa Frego y su pueblo. Y yo no soy más que una cobarde, un estorbo para sus planes.
Obi-Wan asintió de nuevo, sorprendido de no volver a enfadarse. Sabía que Mica había engañado a Lena, pero, de alguna forma, se sintió aliviado al ver que Mica se sentía culpable por sus acciones.
—¿Cómo? —se limitó a preguntar.
—Quería impedir el juicio —explicó Mica—. Era demasiado peligroso. Así que convencí a Lena para que esperara hasta que llegarais vosotros antes de seguir con el plan. Entré en su apartamento y borré los archivos. Supuse que, sin tener las pruebas. Lena tendría que rendirse. Y si se rendía, los Cobral la dejarían en paz. Y así estaría a salvo. Claro, que no me esperaba encontrar los matones a sueldo en su piso.
—¿Matones? —repitió Obi-Wan.
Mica asintió.
—Armados hasta los dientes. Estaban saqueando el lugar. En ese momento pensé que eran simples ladrones, rateros que habían ido a por las joyas y los metales preciosos. Lena y Rutin tenían muchas posesiones de valor.
Se detuvo un momento antes de proseguir. —Pero luego me di cuenta de que buscaban otra cosa.
—¿Viste cómo eran? —preguntó Obi-Wan.
—No —dijo Mica—. Se fueron en cuanto me oyeron entrar. Sólo dejaron intacto el dormitorio. Yo apenas vi sus espaldas mientras escapaban por el balcón. No intenté averiguar más porque no quería que me vieran. Sólo vi que eran dos, dos hombres. Uno era muy alto y desgarbado. Y el otro bajito y calvo.
—Tampoco es mucho —susurró Obi-Wan.
—Estoy segura de que les contrataron los Cobral —dijo Mica.
Obi-Wan se sintió más predispuesto ante Mica ahora que ella había confiado en él, pero seguía habiendo una cosa que le inquietaba.
—Entiendo por qué borraste los archivos del ordenador, pero ¿por qué dejaste el mensaje de amenaza en la pantalla?
Mica alzó la mirada sorprendida.
—¿Qué mensaje? —preguntó ella—. Yo no dejé ningún mensaje —se detuvo un momento. Luego, como si hubiera leído la mente de Obi-Wan, dijo—. Y tampoco le he contado a nadie dónde se esconde Lena.
Lena miró a Qui-Gon sin poder creérselo. Qui-Gon se dio cuenta de que no creía que Mica hubiera revelado su paradero, pero el paquete que había sobre la mesa indicaba que probablemente alguien lo había hecho. Los extraños contenidos no eran peligrosos, pero que alguien supiera dónde estaba ella sí podía serlo... Sobre todo si llegaba al conocimiento de la persona inadecuada.
—Tengo que hablar con Obi-Wan —se disculpó Qui-Gon.
Se acercó lentamente a la cocina y se dio cuenta de lo cansado que estaba. Aquella misión rutinaria estaba empezando a ser más difícil de lo que esperaba. Se sintió muy decepcionado, pero había algo que se le escapaba. No sabía quién estaba engañando a quién. Y no entendía por qué Lena protegía con tanto ahínco a su prima. Era obvio que había aprendido por las malas que los parentescos no eran garantía de protección contra la traición. O el asesinato.
La cocina estaba vacía. Qui-Gon bajó las escaleras por instinto, y, a medio camino. se encontró con Obi-Wan y una taciturna Mica que subían hacia él.
—Las pruebas no existen —le soltó Obi-Wan—. Mica las borró.
—¿Las borraste o las robaste? —preguntó Qui-Gon, mirando a Mica fijamente.
—¡Las borré! —le replicó ella con actitud desafiante—. No suelo aprovecharme de la mala suerte de los demás, y menos de Lena —su voz se suavizó al hablar de su prima—. Yo sólo quería protegerla. Hacer que todo esto desapareciera —Mica bajó la cabeza y arrastró los pies mientras los Jedi la volvían a llevar al piso superior. Era obvio que la chica sabía que había llegado la hora de contar a Lena lo que había hecho.
Aunque estaba visiblemente avergonzada de sus acciones, Qui-Gon pudo percibir que su conciencia estaba limpia. No les estaba engañando. Se sintió aliviado al saber que al menos había una persona que no estaba mintiendo.
—Obi-Wan —Qui-Gon detuvo a su padawan en el rellano, y Mica les dejó solos—. Tenemos que actuar con cautela. Las cosas no son lo que parecen con nuestra testigo. En este planeta hay más mentiras que verdades, y además son más baratas.
Cuando Obi-Wan alzó la mirada para encontrar la de su Maestro. Qui-Gon vio en los ojos del chico unas pequeñas llamaradas de ira que pronto se extinguieron.
—Lena es una persona honrada —dijo Obi-Wan alterado—. Está luchando por lo que cree. Tus dudas no le van a ayudar en nada.
Qui-Gon no pudo evitar sonreír imperceptiblemente. Obi-Wan pensaba que Qui-Gon estaba insultando a Lena y estaba enfadado, dispuesto a defenderla. Eso confirmaba lo que Qui-Gon sospechaba, que Obi-Wan sentía algo por Lena. Tendría que haber tocado el tema antes, para intentar advertir al chico. Lo más probable es que aquello acabara mal para él.
—Te sientes atraído por ella —le dijo Qui-Gon—. Ten cuidado. No te dejes guiar por esa atracción.
—Yo no me... —Obi-Wan negó con la cabeza y se esforzó por mantener el control de su voz—. No siento nada por ella. Es sólo que tiene razón.
—Los motivos que nos ha contado son válidos, pero podría tener más. Piensa en todo a lo que ha renunciado. Quizá nunca vuelva a tener la vida a la que estaba acostumbrada. Ha perdido puntos con los Cobral desde que Rutin fue asesinado y corre el riesgo de que la repudien. No sólo la familia, sino todo Frego. ¿No te parece posible que esté intentando conseguir las pruebas sólo para tener algo con lo que negociar?
Obi-Wan no hizo ningún gesto que diera a entender que estaba de acuerdo.