Entre sombras (15 page)

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Authors: Lucía Solaz Frasquet

Tags: #Infantil y juvenil

—¿Por qué?

—Cree que nos ocultas algo.

—¿Tú también lo crees?

—Sí.

Eric la observó pensativo.

—Es cierto que no he sido completamente honesto, pero tengo mis motivos.

—Estoy segura de que es así —replicó Acacia con mayor sequedad de lo que había pretendido.

—Prefiero que sea mi madre quien te explique algunas cosas. No estoy seguro de poder hacerlo de la forma adecuada.

Acacia sabía que había algo más detrás de eso, pero también que era inútil intentar sonsacarlo.

Eric le había contado que su madre, Iris Venton, dirigía el programa de Medicina Integral y el departamento de Sistemas Energéticos Humanos de la Universidad de Bristol y viajaba por todo el mundo dando conferencias. También había mencionado que su padre, Ennor Mumford, había muerto en un accidente antes de que él naciera. Su madre siempre había mantenido su apellido de soltera y nunca se había vuelto a casar. Además de esto, el único dato personal que conocía sobre él era que su familia era originaria de Cornualles, donde todavía tenían una casa en la costa norte.

—Me gustaría que leyeras este libro —dijo Eric tendiéndole un volumen encuadernado en desgastada piel marrón.

Al tomarlo, sus dedos rozaron los de Eric, quien retiró la mano de inmediato y dio un paso atrás como si el contacto le hubiera quemado la piel. Acacia sintió la dolorosa punzada del rechazo. A pesar de su amabilidad, en ocasiones Eric se comportaba como si apenas pudiera soportar la idea de estar cerca de ella. Intentando ocultar su turbación, abrió el libro al azar y encontró una página llena de extraños símbolos que agitaron algo en su interior. La cabeza empezó a darle vueltas y una oleada de náuseas se apoderó de ella.

—¿Qué ocurre? —preguntó Eric al verla palidecer.

—No creo que esté preparada para enfrentarme a esto —musitó Acacia devolviéndole el libro. Se apoyó contra la pared, rehuyendo su mirada.

Eric la observó intrigado y Acacia notó que sondeaba su mente con delicadeza. Percibió un interés y preocupación tan auténticos que le permitió hacerlo.

—Acacia, estás convencida de que las brujas son malvadas, ¿no es así? —le preguntó perplejo.

La joven no respondió.

—¿Quién te ha dicho eso?

—Creía que era un conocimiento universal. Si las persiguieron y mataron durante siglos fue seguramente con motivo.

Eric sabía que la brujería era un tema presente en el programa de estudios de Acacia, pero también era consciente de que su resistencia iba mucho más allá de la racionalidad académica. Cerró los ojos un momento y vio imágenes de
Formicarius
y
Malleus Maleficarum
, dos de los primeros libros en discutir el tema de la brujería. Antes de su publicación en el siglo
XV
, se creía que la magia era practicada por hombres educados a través de complicados rituales, pero en
Formicarius
Johannes Nider describía a las brujas como mujeres comunes sin educación. Un inquisidor alemán de la iglesia católica, Heinrich Kramer, llevó la misoginia mucho más lejos en su tristemente famoso tratado, donde aconsejaba sobre el mejor modo de combatirlas y procesarlas. En
Malleus Maleficarum
, Kramer sostenía que las mujeres eran más débiles y libidinosas que los hombres, presa fácil de las tentaciones demoniacas y que, tras mantener relaciones sexuales con el diablo, se convertían en cómplices de sus maléficos planes.

Aunque resultaba difícil establecer una cifra exacta, entre los siglos
XV
y
XVIII
se ejecutaron alrededor de cincuenta y cinco mil personas en Europa. Otras fuentes mencionaban hasta cien mil víctimas. La histeria generada en torno a la existencia de brujas satánicas cuyas maléficas acciones amenazaban la cristiandad se extendió también al nuevo continente. Eric vio en la mente de Acacia horripilantes escenas de torturas, linchamientos, persecuciones y ejecuciones: cientos de hombres, mujeres y niños ahorcados, decapitados, ahogados, quemados y enterrados todavía con vida.

—Heinrich Kramer era un psicópata supersticioso que rompió todas las reglas procedimentales en sus investigaciones, sobre todo en lo referente a la tortura —le dijo con voz suave—. Sabes que la mayoría de esas personas eran inocentes. Muchos eran curanderos y adivinos, astrólogos, profetas y parteros de ambos sexos que solo trataban de ayudar. ¿De verdad los crees capaces de cometer los actos de los que los acusaban? ¿Canibalismo, infanticidios, hechizos malignos, el poder de robarle el pene a los hombres? Qué fácil le resultaba a un hombre acusar a una mujer, a quien ya se consideraba como a un ciudadano de segunda clase, de ser la causa de su impotencia, de haber lanzado una maldición sobre sus vacas, de haber provocado enfermedades o la ruina de su cosecha.

Acacia no mudó la expresión de su rostro, reacia a dejarse convencer.

—Las mujeres también acusaban a otras mujeres —murmuró con tono sombrío.

—Nuestro enemigo no son otras personas, sino el miedo. Muchas de las mujeres acusadas tenían una personalidad fuerte y eran conocidas por desafiar las convenciones de lo que se entendía como decoro femenino. Recuerda que cualquiera que fuera diferente o supusiera una amenaza contra el poder establecido, católico o protestante, era a menudo acusado de herejía. No solo las mujeres fueron víctimas de la ignorancia y los prejuicios que acarrea el miedo al otro. Los judíos, los homosexuales, los leprosos, los musulmanes, los cátaros, los gitanos, los caballeros de la Orden del Temple, todos sufrieron a manos de la Inquisición.

—La caza de brujas no es algo del pasado. Continúa hoy en día en sociedades donde predomina la creencia en la magia, como partes de la India y de África. Y en Arabia Saudí la brujería todavía se condena legalmente con la muerte.

Inesperadamente, el temor que tanto se había esforzado por suprimir durante los últimos años resurgió con fuerza incontenible.

—Oh, Acacia… —murmuró Eric con ojos llenos de compasión—. ¿Qué ha podido hacerte creer que eres hija del diablo, que estás maldita?

La joven no respondió, concentrada en mantenerse fuerte y no romper a llorar. No estaba dispuesta a mostrarle su vulnerabilidad de nuevo. Cerró su mente a Eric y se giró hacia la ventana, fijando la mirada en la lluvia que caía incesante.

Eric la contempló en silencio, luchando él mismo con sus propios fantasmas.

—Una buena persona no es quien hace lo correcto sin cuestionárselo —pronunció con amabilidad—. Una buena persona es aquella que, siendo capaz de hacer el mal, escoge conscientemente hacer el bien. Siempre tenemos libertad de elegir entre el miedo y el amor.

Acacia le lanzó una mirada cargada de duda.

—Me alegra tanto que mi madre llegue en dos días —suspiró Eric—. Ella te lo podrá explicar todo mucho mejor que yo.

—¿Por qué dices eso?

—Ella conocía a tus padres.

17

Iris Venton se alojaba en una de las amplias habitaciones de New Building, con un salón separado del dormitorio, muy parecido al cuarto de Eric. Acacia había preferido entrevistarse a solas con ella. Le aseguró a Enstel que estaría bien y que lo llamaría en caso necesario.

Al abrir la puerta, Iris miró a Acacia como si ya la conociera y le sonrió con calidez antes de darle un inesperado abrazo. Era una mujer alta, vestida con un sobrio traje de chaqueta azul marino y nada en ella delataba su parentesco con Eric. Tenía el pelo corto de color arena y sus ojos grises denotaban sabiduría y sufrimiento. Le ofreció sándwiches y pastas, pero Acacia estaba demasiado nerviosa para comer. Se sentaron a hablar con una taza de té junto a la ventana que daba al parque.

—Eric ha estado hablando de ti sin cesar. Cuando te vio por primera vez no podía creerlo. Por aquel entonces yo estaba en Australia trabajando en un proyecto y me llamó de inmediato para contármelo todo. Desde entonces he estado deseando conocerte en persona. Hubiera venido antes a Oxford, pero varios asuntos me han mantenido muy ocupada.

—¿Qué es lo que Eric no podía creer?

—Primero te reconoció a ti y luego descubrió a Enstel. Un espíritu de su calibre no se ve todos los días, te lo aseguro.

—¿Qué significa que me reconoció?

—Te identificó como parte de la familia.

—¿Estamos emparentados? —exclamó Acacia con horror.

¿Explicaba eso la sensación de familiaridad que le había producido Eric desde el principio? Y, en ese caso, ¿qué hacer con la implacable atracción física y el resto de los sentimientos que albergaba hacia él?

—No en el sentido sanguíneo del término —la tranquilizó Iris con una sonrisa—, aunque es posible que compartamos una conexión distante. Reconoció tu relación con la Orden. Quedamos tan pocos ya que los lazos parecen haberse intensificado.

—¿Qué Orden es esa? —preguntó Acacia frunciendo el ceño. No le gustaba nada la idea de los cultos.

—Ah, querida, tienes razón. Se me olvida que apenas sabes nada de todo esto, mientras el resto de nosotros hemos crecido rodeados de estas historias. Sin ánimo de resultar condescendiente, sé que debo empezar por el principio y darte tiempo para asimilarlo.

—Eric no me ha querido adelantar apenas nada.

—Tenía sus motivos, pero no te preocupes, todo te será revelado ahora. Eric opina que tu rechazo hacia la brujería, tu resistencia a aceptar quién eres, tu creencia en la maldad de tu propia naturaleza, proviene de un deseo profundo de protegerte, de manteneros a salvo a Enstel y a ti.

Iris hizo una pausa y la tomó de la mano.

—Y no te culpo, querida. No te culpo en absoluto.

Aunque a Acacia le resultaba extraño escuchar estos aspectos tan íntimos de su vida de boca de una persona a la que acababa de conocer, tuvo que reconocer que el modo de expresarse, el tono de voz y el lenguaje corporal de Iris le hacían sentirse relajada, casi como si estuviera hablando con su propia madre. Al contrario que Eric, Iris se mostraba totalmente abierta.

—A veces empleamos términos como brujos, magos, hechiceros, chamanes, sabios, por simple comodidad, diría, porque en realidad somos mucho, mucho más que eso. No creo que exista una palabra que pueda describirnos con propiedad. Los primeros testimonios escritos de la Orden del Templo Blanco se remontan a finales del siglo
IX
, aunque hay quien opina que siempre se trató de un movimiento subterráneo, anterior incluso al nacimiento de Jesucristo. Existen algunos indicios, no concluyentes, que apuntan a que Sócrates, Platón y otros filósofos griegos ya formaban parte de ella. En cualquier caso, la Orden tal y como la conocemos, se fundó en el año 888 en Italia en un intento de eruditos, filósofos, científicos, místicos, artistas y sabios de todo el mundo de preservar el legado de civilizaciones como la griega, la egipcia, la mesopotámica, la babilónica, la tibetana, la maorí, la de los indios norteamericanos, la azteca, la maya, la inca…

Iris hizo una pausa al ver la expresión sorprendida de Acacia.

—Sí, querida, que Cristóbal Colón no hubiera descubierto oficialmente América todavía no significa que no se tuviera constancia de su existencia. Otros sostienen que, en realidad, todas estas culturas proceden de la Atlántida y fueron fundadas por los que lograron escapar a la catástrofe que hundió el continente bajo las aguas.

—Platón fue el primero en asegurar que la historia de la Atlántida era verídica —murmuró Acacia recordando también lo que había leído sobre el círculo de piedras de Stonehenge, su relación con la Atlántida e incluso con seres de otros planetas.

Tomó aire. Iris solo había comenzado a hablar y esto ya estaba empezando a sonar muy raro.

—No te preocupes por eso de momento —le aconsejó Iris con una sonrisa comprensiva—. Lo que de verdad importa es que comprendas que el motivo por el que se creó la Orden era proteger una serie de conocimientos que, de otro modo, se habría perdido para siempre.

—¿Qué tipo de conocimientos?

—Astronomía, matemáticas, filosofía, medicina natural… Diversas técnicas para devolverle la armonía al cuerpo y al alma a través del empleo de energía, hierbas, cristales, sonidos; la facultad de moverse entre los diferentes planos; telepatía, levitación, bilocalización, control del clima; el entendimiento de nuestra relación simbiótica con el planeta, la naturaleza y los animales; la profunda conexión también con el resto del universo; la importancia del amor y la compasión… En definitiva, el saber que somos seres divinos viviendo una experiencia humana.

Acacia desvió la mirada hacia la ventana, donde el paisaje invernal la saludó con su melancólica belleza y calmó un poco la turbulencia de su mente. A pesar de su resistencia y la sensación de verse desbordada por la magnitud de lo que estaba escuchando, algo en su interior reconocía la autenticidad de las palabras de Iris. Como la vida latente en los árboles del parque, preparados para sacudirse el sopor en cuanto llegara el momento oportuno, Acacia podía sentir que algo que había permanecido siempre en la profundidad de su alma comenzaba a agitarse y despertar.

—A lo largo de la historia, infinidad de grupos han trabajado con denuedo con el fin de salvaguardar estos conocimientos —continuó Iris—. Si bien lo hacían de modo discreto, sin perturbar a nadie, a menudo las autoridades los consideraron una amenaza y los acusaron de trabajar con el diablo. Pretendían apropiarse de estos conocimientos con el fin de usarlos en su propio beneficio y el no poder acceder a ellos los llevó a cometer todo tipo de crímenes. Esta es la razón real de la caza de brujas. Es el modo en que la iglesia y su Inquisición intentó deshacerse de aquellos que poseían los conocimientos secretos que ellos habían tratado de obtener sin éxito.

Por primera vez, Acacia contempló la historia de la brujería desde esta perspectiva y sintió que algunos de sus miedos comenzaban a disolverse.

—El chamanismo y el mundo de los espíritus es solo una pequeña parte de nuestras investigaciones. El centro de la Orden en Europa se encuentra aquí, en Oxford, donde el rector, viejo amigo de la familia, es el presidente. Se le denomina Gran Maestro y mi padre lo fue antes que él. Hay sedes en Oriente Medio, América del Norte, América del Sur, Rusia y Australia.

—Esta Orden… ¿tiene alguna afiliación religiosa?

—No —le aseguró Iris—. Creemos en una Inteligencia Superior, un Creador de todo lo que existe. Fuerza Vital, Universo, Fuente, Dios… no importa el nombre que le des ni la religión que practiques. Utilizamos el término Dios a menudo por simple comodidad, aunque por desgracia ha adquirido gran cantidad de connotaciones negativas debido a su abuso por parte de la clase religiosa. En realidad, muchos de nosotros pensamos que las religiones organizadas promueven el miedo y la separación. Según mi punto de vista, son el vehículo perfecto para manipular y esclavizar a la humanidad, manteniéndola ignorante del hecho que todos estamos conectados con nuestro creador y que no necesitamos intermediarios.

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