—¿Es como la frase que dice que Dios ama al pecador pero aborrece el pecado?
—Es un poco más complejo que eso —respondió Iris con una sonrisa—. Mis padres afirmaban que cualquier lucha, por principio, genera lo contrario de lo que se propone porque, al atraer aquello en lo que nos concentramos, la lucha atrae más lucha. ¿Qué conseguimos en nuestra batalla contra la guerra, el cáncer, las adicciones? Eso solo nos lleva a obtener más de lo que no deseamos, por eso cada vez vemos más conflictos a nuestro alrededor, más enfermos, un mayor número de adictos. En lugar de batallar en su contra, resulta mucho más efectivo trabajar por la paz, la salud, la libertad.
Acacia asintió, empezando a comprender.
—Poco a poco comencé a ver lo que querían decir mis padres sobre la inexistencia del mal. En esencia, todo está compuesto de energía, y la energía es simplemente energía, ni buena ni mala. Solo nosotros, con nuestro ego y nuestras limitaciones humanas, nos vemos obligados a ponerle una etiqueta, a dividir el mundo en binomios excluyentes, bueno-malo, luz-oscuridad, hombre-mujer, blanco-negro, interior-exterior, cielo-tierra, yo-otro. Dios, que es la energía del amor puro, no puede aborrecer nada porque es algo que no forma parte de su naturaleza. El pecado y el pecador son nociones humanas, no divinas.
—¿Me estás diciendo que esa dualidad no existe?
—Solo en la superficie, pero no a un nivel fundamental. La dualidad, claro está, forma parte de nuestra vivencia en el planeta Tierra y es tarea nuestra trascenderla, ver más allá de las apariencias. La oscuridad no es mala en sí misma. Tiene una misión, que es llevarnos a la luz. A un nivel humano, ¿cómo podríamos conocer la paz sin la guerra, el amor sin el miedo, el orden sin el caos? La oscuridad es parte del proceso de la iluminación, creando el contraste necesario para ayudarnos a tomar conciencia. Lo cierto es que las fuerzas oscuras trabajan con lo que denominamos fuerzas del bien con el fin de provocar en nosotros una evolución de nuestra conciencia.
—Dos caras de la misma moneda…
—Exacto. Forma parte de un todo y por eso debemos abrazar la oscuridad como el regalo que es. Cuando llegamos a amar incluso aquello que rechazamos en otros, que no es más que un reflejo de la parte oscura que negamos en nosotros mismos, cuando somos capaces de amar a los que antes veíamos como nuestros enemigos, entonces sabemos que estamos en el buen camino. El modo de avanzar e incrementar nuestro nivel de conciencia no es luchar contra la oscuridad, sino abrazarla, reconocer, valorar y apreciar las enseñanzas que nos brinda. Simplemente con hacer eso arrojamos luz sobre las sombras de nuestro mundo y es así como se desvanecen.
Acacia permaneció en silencio durante un rato, mirando fijamente su taza de té, antes de volverse hacia Iris, indecisa.
—Parte de mí entiende y está de acuerdo con lo que quieres decir, pero otra clama venganza por la muerte de mis padres, quiere encontrar a sus asesinos y hacerles pagar por lo que hicieron. Y no se trata solo de mis padres, sino también del resto de mi familia y de otras víctimas inocentes de la Orden, incluyendo Ennor.
—No te pido que compartas mis opiniones, Acacia, solo que mires en tu interior.
—¿Por qué todo el mundo me repite lo mismo? —musitó la joven con una mueca.
—Porque todas las respuestas están dentro de ti.
—Enstel dice que el reino de los cielos está dentro de nosotros mismos. Durante mucho tiempo pensé que se burlaba cada vez que citaba algo de la Biblia, pero ahora empiezo a creer que siempre ha hablado en serio.
Iris sonrió.
—¿Crees que Enstel accederá a hablar conmigo? No pretendo someterlo a pruebas y experimentos clínicos en mis laboratorios de la Universidad de Bristol, pero agradecería mucho la oportunidad de poder hacerle unas preguntas y estudiar su nivel energético con algunos de los aparatos que he traído.
—Imagino que sí, pero ya sabes que es libre de decidir por sí mismo. Le preguntaremos.
Si antes rehuía su contacto con disciplina autoimpuesta, ahora Eric parecía incapaz de estar cinco minutos alejado de Acacia.
—Te das cuenta de lo difícil que es concentrarse si no dejas de besarme, ¿verdad? —le dijo la joven riendo mientras intentaba llevar a cabo un ejercicio de proyección.
—Hace un día demasiado bueno para desperdiciarlo dentro de casa. ¿Por qué no vamos a la playa? Podemos seguir entrenando allí.
Iris y Enstel estaban ocupados con sus experimentos, así que salieron sin hacer ruido.
Pasearon a lo largo de Trevellas Porth, disfrutando de la belleza dramática del paisaje y de los tibios rayos de sol.
—Es una playa muy popular entre pescadores y buceadores de superficie —le informó Eric—, pero no se recomienda nadar aquí debido a las corrientes, bastante impredecibles. Cuando hay marea baja se puede caminar hasta Trevaunance Cove, la siguiente playa.
Se sentaron sobre unas rocas y respiraron la brisa marina.
—Siempre he sentido que la proximidad con el agua incrementa nuestros poderes —comentó Eric—. ¿Te parece un buen momento para practicar la bilocalización?
Acacia asintió. Ya habían logrado un éxito considerable mandándose sueños el uno al otro y la capacidad de aparecer en dos sitios al mismo tiempo, con todas sus implicaciones, le intrigaba muchísimo.
Como siempre, comenzaron con experimentos sencillos y fueron incrementando la dificultad hasta que Acacia pudo sentirse físicamente en su habitación de Tavistock, donde tomó un libro de la estantería y lo depositó sobre la cama.
—Mamá, ¿podrías mirar en mi cuarto? —le preguntó a Lillian por teléfono—. Creo que me dejé
El guardián entre el centeno
encima de la cama.
La respuesta de su madre les confirmó que lo había conseguido. Al colgar, Eric la besó con ímpetu y la abrazó tan fuerte que casi le quitó la respiración.
—¡No tienes ni idea de lo orgulloso que estoy de ti! —le aseguró—. Has logrado en apenas unos meses lo que a mí me ha llevado años dominar.
En St. Agnes comieron una de las típicas empanadas de carne de ternera, patata, cebolla y nabo y tomaron un vaso de la sidra de Cornualles, deliciosa pero más fuerte que aquella a la que Acacia estaba acostumbrada. Después recorrieron varias galerías y tiendas de artesanía, contemplando las piezas de cerámica, joyería, cristal, escultura, óleo y acuarela.
—¿Y esto a qué se debe? —preguntó la joven cuando Eric le colocó alrededor de la muñeca una pulsera de diseño celta con amatistas que había admirado.
—Un regalo de cumpleaños tardío y una disculpa por haberme comportado como un idiota.
—Hoy quería hablaros del corazón, el principal centro de inteligencia en los seres humanos, y sobre su impacto en nuestro bienestar físico y emocional —les anunció Iris al día siguiente—. ¿Sabíais que se ha demostrado que su campo electromagnético es muy superior al del cerebro y que alcanza alrededor de tres metros de circunferencia?
Acacia la escuchó con arrobo mientras les explicaba diversos conceptos pertenecientes a la neurocardiología. Mucho más que su antigua consideración como mera bomba, la comunidad científica estaba empezando a reconocer el corazón como un sistema altamente complejo con su propia inteligencia.
—Con sus cuarenta mil neuronas y una sofisticada red de neurotransmisores, proteínas y células auxiliares que actúan con independencia de la mente, los latidos del corazón no son simplemente pulsaciones mecánicas de bombeo —les aseguró Iris—. Se comunican con el cerebro mediante un lenguaje propio y una comprensión intuitiva que influye continuamente en nuestra manera de percibir el mundo, nuestros procesos cognitivos y nuestra conciencia.
—¿Quieres decir que tiene su propio sistema nervioso intrínseco que recibe y procesa información independientemente del cerebro o del sistema nervioso? —preguntó Eric.
—Eso es. El corazón es el primer órgano en formarse en el feto, unos diez días después de la concepción. Tiene que ser así, ya que proporciona el campo electromagnético del que el ADN depende para sus instrucciones.
Iris les contó que uno de los estudios que estaban llevando a cabo en la Universidad de Bristol en conjunción con la de Oxford apuntaba a que el campo electromagnético del corazón interactúa con el cerebro y el resto del cuerpo, sincronizando todas las funciones corporales.
—Las emociones positivas, como el amor y el agradecimiento, fortalecen y organizan el campo electromagnético del corazón, lo que conduce a una mayor eficiencia y armonía en la actividad y en las interacciones de los distintos sistemas. De este modo se reduce el diálogo mental interno y el estrés y se incrementa el equilibrio emocional, la claridad, la intuición y el aprendizaje. Con un poco de práctica podemos desarrollar no solo nuestra propia conciencia, sino también la sensibilidad hacia los que nos rodean.
Enstel había mencionado a menudo que los humanos eran también, y ante todo, seres energéticos. No obstante, para Acacia resultaba algo nuevo considerar de un modo práctico que la comunicación social, que hasta entonces había entendido en términos de señales claras expresadas a través del lenguaje, la voz y los gestos faciales y corporales, exhibía un componente energético que operaba justo por debajo de la conciencia.
—Los campos electromagnéticos de nuestros corazones pueden transmitir información y hemos logrado medir estos intercambios de energía entre individuos con una separación física de hasta metro y medio.
—Entonces, antes siquiera de abrir la boca o de hacer ningún gesto, ¿nuestros corazones están hablando el uno con el otro? —preguntó Eric.
—Así es. La habilidad para comunicarse energéticamente se puede realzar de forma deliberada, lo que produce unos niveles muchísimo más profundos de comunicación no verbal, de comprensión y de conexión entre las personas, los animales y el mundo que nos rodea.
—Es una forma de expandir nuestra conciencia a nivel individual, ¿no es así? —dijo Acacia empezando a comprender las implicaciones—. Y también debe ser el modo en que se transmite la conciencia colectiva en los grupos sociales.
Iris asintió con una sonrisa.
—Además, el campo del corazón está involucrado de un modo directo con la percepción intuitiva a través de su asociación con un campo energético de información situado fuera de los límites del tiempo y del espacio.
—Ah, ese es el experimento que me contaste —exclamó Eric—, cuando estabais midiendo la respuesta de los voluntarios ante una serie de imágenes de distinta naturaleza y comprobasteis que reaccionaban incluso antes de verlas.
—Exacto. Tanto el corazón como el cerebro reciben y responden a la información sobre un suceso futuro antes de que ocurra, pero es el corazón el que la recibe antes, lo que sugiere que puede estar conectado a un campo energético más sutil que contiene información sobre objetos y acontecimientos remotos en el espacio o en un tiempo futuro.
—Debe ser por todo esto que los antiguos egipcios creían que la mente está contenida en el corazón —comentó Eric.
—Para lograr despertar de la ilusión que hemos creado y recordar que solo es un sueño, para encontrar en nuestro interior la verdad que nos haga libres, es preciso que dejemos la mente a un lado y procesemos toda la información a través del corazón.
—¿Sentir más y pensar menos?
—Eso es lo que nos ayudará a discernir la verdad.
Pasaron el resto de la mañana jugando con sus campos electromagnéticos y, por la tarde, Iris les pidió que trabajaran juntos, sincronizando sus ondas cerebrales con el corazón del otro y leyendo la información codificada de sus campos.
—Es una suerte que ya no tengamos nada que ocultarnos —murmuró Eric ante el carácter tan íntimo de lo que eran capaces de percibir el uno sobre el otro.
Al igual que Eric, Iris poseía un gran talento educativo y, a su lado, Acacia absorbía con facilidad nuevos conocimientos y desarrollaba su talento en distintas técnicas de curación basadas en vibraciones energéticas, plantas, cristales, colores y sonidos.
Cada día lograba profundizar más en sus habilidades y se iba revelando ante sus ojos maravillados una nueva capa de su verdadera identidad así como inesperadas y excitantes posibilidades.
Una mañana después de desayunar, Iris les sugirió que fueran a pasear a la bahía de Holywell mientras ella terminaba el trabajo que tenía pendiente relacionado con sus conferencias.
Acacia acogió la oportunidad con los brazos abiertos. Habían practicado casi sin descanso desde su llegada a Cornualles y, a pesar de los cuidados de Enstel, la intensidad del entrenamiento estaba haciendo mella en ella. Alterar la estructura molecular de la materia, consiguiendo que descendiera su nivel de densidad, estaba demostrando ser más agotador de lo anticipado. A pesar de su frustración, Eric le había asegurado que lo estaba haciendo muy bien y que pronto podría traspasar objetos sólidos.
Apenas media hora más tarde aparcaron el coche cerca de unas dunas y en unos minutos alcanzaron una magnífica playa rodeada de acantilados. Hacía muy buen día, soleado y con una suave brisa, y había varias personas haciendo surf con trajes isotérmicos.
—Allá hay algo que quiero mostrarte —dijo Eric tomándola de la mano.
Anduvieron descalzos sobre la arena dorada, rodeando rocas cubiertas de pequeños mejillones, lapas y algas, hasta llegar a una cueva. En su interior, Eric le señaló una de las paredes, erosionada en forma de hermosos peldaños multicolores de los que caía un hilo de agua.
—Este es uno de los legendarios pozos sagrados de Cornualles. Aunque de origen pagano, la gente todavía lo utiliza para bautizar a los bebés.
—Ah, Iris me ha hablado de ellos. También se usan para adivinar el futuro y para curar. ¡Qué bonito es! —exclamó acariciando la colorida roca.
Poco después escalaron el acantilado hasta llegar a la cima, coronada por un denso manto de hierba y florecillas silvestres.
—Cuidado con las madrigueras —le advirtió Eric señalándole los agujeros.
—Debe haber un millón de conejos —observó Acacia.
—Con un poco de suerte podremos ver algunas focas, frailecillos y delfines. A veces incluso se avistan ballenas y tiburones.
Recorrieron el acantilado disfrutando de la brisa marina, la calidez del sol y las espectaculares vistas. Una hora más tarde se tumbaron sobre la mullida hierba y se besaron morosamente entre campanillas moradas, blancas y rosas, margaritas y dientes de león, el programa de adiestramiento y todas sus preocupaciones en el olvido.