Especies en peligro de extinción (11 page)

Negó con la cabeza, haciendo una mueca ante los dolorosos recuerdos que acudieron a su mente.
Más actuar y menos hablar,
le habría dicho Gayle...

—12—

—¡Hay que actuar ya! ¡¡Digámosles que no!! —gritaba Óscar a pleno pulmón.

A su lado, Faith contenía un suspiro. De momento, su trabajo en el piquete situado ante la central en Sydney de la Q Corp estaba resultando tedioso y algo vergonzante. Apenas había dos docenas de manifestantes en la acera situada ante el impresionante edificio de cristal y acero, entre los cuales se contaban los miembros de su pequeño grupo. Solo había dos agentes de policía con cara de aburrimiento vigilando lo que pasaba.

—¿Cuánto tiempo más tenemos que seguir aquí? —preguntó a Óscar cuando este hizo una pausa para tomar aire.

—Todo el que haga falta —dijo, cambiándose de mano la pancarta y secándose el sudor de la frente—. Hasta que nos escuchen. No podemos rendirnos.

En ese mismo momento llegó Junior, con una gran radio bajo el musculoso brazo.

—Escuchad esto —dijo, y por una vez Faith pudo entender con claridad sus palabras rápidas y susurradas—, He encontrado una emisora que retransmite el discurso del traidor.

Faith no tuvo que preguntar a quién se refería. Los había oído tantas veces referirse a Arreglo con apodos insultantes que casi se había acostumbrado a ello. Casi.

—No quiero oír lo que tiene que decir ese vendido —declaró Óscar.

Pero los demás ya se congregaban alrededor de Junior.

—Conoce a tu enemigo, chaval —dijo Mo, alzando un dedo para enfatizar sus palabras—. Si no escuchamos lo que quiere decir, ¿cómo podremos combatirlo?

Junior depositó la radio en la acera, se sentó en el bordillo y subió el volumen. Los otros lo imitaron y Faith se sentó junto a Rune, aliviada por tener una excusa que le impidiera seguir paseando la pancarta, aunque fuese unos minutos. Sólo Óscar permaneció en pie, testarudo e irritado, pero Faith se daba cuenta de que también escuchaba, y de que no se alejaba mucho.

—...y lamento tener que decir que el objetivo de esta conferencia se ha visto ensombrecido por mi reciente decisión respecto al proyecto de la Cuenca Víbora —dijo la voz clara de suave acento del Dr. Arreglo, acompañada de algo de estática gracias a los altavoces baratos—. Hay gente que me critica por aceptar un compromiso con la Q Corp, y comprendo su preocupación. Pero, yo les pregunto a esas personas: ¿es mejor aceptar una oferta que nos permite encontrarnos a medio camino, o esperar a una solución del cien por cien que solo tiene un noventa y nueve por ciento de posibilidades de hacerse realidad? La respuesta era clara para mí: Q Corp encontraría el modo de construir esa planta, conmigo o sin mí. Así que decidí dejar al margen el desagrado que me produce esa compañía, con su lamentable historial de daños al medio ambiente y hacer todo lo posible para darle la vuelta a ese historial, aunque sólo fuese un poco. Después de todo, uno no puede influir en nada si no está dispuesto a aceptar compromisos.

Faith se sorprendió asintiendo ligeramente, dándose cuenta de que lo que decía Arreglo tenía sentido. Le recordaba una de las frases favoritas de Gayle:
no tires al niño cuando tires el agua de su baño.
Miró a los demás por si pensaban lo mismo que ella, pero no supo interpretar sus expresiones.

Mientras tanto, Arreglo seguía hablando.

—...y luchar para que una parte de la selva de la Cuenca Víbora se convierta en zona protegida. Y con el dinero que Q Corp ha prometido dedicar al mantenimiento de ese refugio, podremos estar seguros de que será un lugar realmente protegido, a salvo de cazadores furtivos y otras amenazas habituales para las reservas. Creo que todos estaremos de acuerdo en que esto es algo positivo.

—Vendido —murmuró Óscar en voz alta cuando la emisora dio paso a un anuncio.

—Sí —Junior bajó el volumen—. A mí todo eso me suena a excusas.

—Hay gente que diría lo que fuera para salvar sus regiones inferiores —añadió Mo, asintiendo reflexivo.

—¡El muy cabrón! —añadió irritada Rune.

Óscar sujetó la pancarta con ambos puños.

—Me pregunto cuánta gente estará escuchando este estúpido discurso, o lo que sea que quiera decir a partir de ahora —comentó con acidez—. Después del alboroto de la conferencia de prensa de ayer, no sé si podrá superar esta visita a Australia.

Sonrió y miró a su alrededor, a los demás, claramente complacido por su propio comentario.

Faith estaba horrorizada. ¿Es que no habían oído lo que había dicho Arreglo? ¿Es que su explicación no cambiaba la opinión que tenían de él? Desde luego había conseguido que ella se cuestionara su posición, que se preguntara si no enfocaba mal las cosas...

—¿Cómo puedes decir eso? —exclamó—. Casi parece que te alegrarías si le pasara algo terrible.

—Y tú suenas como si disculparas a los cerdos de las corporaciones —contraatacó Óscar—. Piensa en los millones de vidas que podrían salvarse si se diera la casualidad de que Arreglo muriera ahora. Sin su apoyo y sin la publicidad positiva que les proporciona, seguro que esos capullos —hizo una pausa lo bastante larga como para hacer una señal al edificio que tenían detrás— se replantearían sus planes para la Cuenca Víbora.

—Ni de lejos —musitó Rune— Sólo piensan en el dinero.

Óscar la ignoró. Estaba en pleno discurso reivindicativo, con el rostro acalorado y los ojos brillando de indignación justificada.

—Millones de vidas —le dijo a Faith—. Piensa en eso. Aves. Peces. Monos. Tus preciosas serpientes. Todos ellos. Q Corp puede construir su estúpida planta en cualquier otra parte. Pero ninguna de esas criaturas puede elegir dónde vivir. Para ellos es la Cuenca Víbora o la extinción.

—Lo sé —dijo Faith—, pero...

—Pero, ¿qué? Yo sólo digo que hay que detener a Arreglo. Es la supervivencia del más apto, nena, la supervivencia del más apto. ¿No es eso en lo que creéis vosotros, los biólogos? Y al ver cómo se ha vendido Arreglo, ¿puedes culparme de que no me parezca mala idea cambiar una vida culpable por incontables vidas inocentes?

—Tranquilo, hermano —dijo Z-Man—. No pasa nada.

Óscar lo apartó con un gesto.

—No, sí que pasa —declaró. Alargó la mano y hundió el dedo índice en el pecho de Faith—. Esta dice que le importan los animales y el bienestar del planeta. Y es una científica... Debería saber sumar y restar. ¿De verdad no entiende lo que intento decirle? ¿Qué es una vida al lado de millones de vidas?

—Er... —Faith se interrumpió y meditó en lo que él decía, intentando ser justa, además de ganar unos segundos para organizarse los pensamientos. En cierto modo, lo que él decía era verdad. Con esa única decisión, por matizada o negociada que estuviera, Arreglo sentenciaba a muerte a innumerables criaturas individuales— serpientes, aves, insectos, ranas arborícolas, mamíferos y muchos más —, seguramente condenando a una extinción segura a muchas de esas especies. La solución de Óscar, examinada a la fría y cruel luz de la lógica, resultaba simple y casi elegante. Quita una vida, y millones de vidas podrán vivir.

—¿Y bien? —exigió Óscar impaciente.

—Creo que entiendo lo que dices —admitió en voz baja.

Entonces una imagen del Dr. Arreglo pasó por su mente: ella y él sentados en su despacho, él sonriéndole mientras hablaban de biodiversidad o de mutación genética o sencillamente de los resultados del último partido de los Bears. De pronto se dio cuenta de lo demencial y limitada que era esa forma de pensar en blanco y negro.

—Pero esa no es la única solución —añadió rápidamente, cuando la expresión de Óscar empezaba a suavizarse—. Hay formas mejores de resolver las cosas. Llegar a un compromiso no siempre significa venderse, ¿sabes? Ya has oído lo que acaba de decir Arreglo; creía que era la mejor solución en términos generales. Y... y creo que podemos confiar en él al respecto.

—¿Cómo? —la expresión de Óscar volvió a endurecerse, y su voz sonó estrangulada.

Faith irguió ligeramente la barbilla y continuó hablando sin pararse a pensar en lo que decía.

—Yo le creo —dijo retadora—. Sé que es un buen hombre que se preocupa por el mundo; no sé cómo pude dudar de él —se encogió de hombros—. Espero que cuando volvamos, acepte volver a ser mi tutor.

Por una vez, Óscar pareció sin habla. La miró desconcertado, con la pancarta colgando inmóvil a su lado.

—Tranquilizaos los dos... —empezó a decir Rune insegura, mientras Z-Man y Mo intercambiaban una mirada de preocupación y Junior miraba al suelo.

—Muy bien —escupió Óscar por fin—. Supongo que no eres la persona que creí que eras. Si me disculpáis todos, yo me voy de aquí.

—¡Óscar, espera! —gritó Faith, sorprendida hasta lo más hondo por el desprecio con que la miraba.

Pero ya era demasiado tarde. Giró sobre sus talones y se alejó hecho una furia, casi derribando a otros manifestantes a su paso.

Faith dio un par de pasos tras él, deteniéndose entonces, cegada por las lágrimas. Podía oír a los demás murmurar detrás de ella sobre la pelea, pero los ignoró. Estaba harta de intentar encajar con esa gente, cuando la verdad era que no encajaba con ellos. Ya ni siquiera estaba segura de encajar con Óscar, ni con nadie, ya puestos...

Necesitaba estar sola; no soportaba la idea de desmoronarse ante esos casi desconocidos tan poco caritativos. Farfulló alguna excusa sobre buscar un aseo y dobló corriendo la esquina del edificio.

Pasó los siguientes minutos llorando detrás de un contenedor. Su mente era un torbellino de emociones que le dificultaba pensar con claridad. Solo sabía que lo que dijo Arreglo por la radio sonaba racional y realista; en otras palabras, todo lo contrario a las cosas que había dicho Óscar últimamente. Ya no podía seguir negándolo.

Pero, ¿qué implicaba eso para su relación? Les había unido el idealismo de Óscar. ¿Sería eso lo que los separaría? Esa idea era como un cuchillo clavado en el corazón. Estar con Óscar era a menudo un reto, pero, pese al poco tiempo que habían estado juntos, le costaba imaginarse la vida sin él. Cuando él se concentraba en ella, hacía que se sintiera la única persona importante del mundo, y hacía mucho, mucho tiempo que no tenía esa sensación.

Por fin, le pareció que ya no le quedaban lágrimas y se obligó a moverse de donde estaba para volver con los demás, con la esperanza de que Óscar hubiera vuelto ya. Tenía mal genio, pero sus arrebatos pasionales solían desaparecer con tanta rapidez como empezaban. Tenían que hablar de esto lo antes posible, antes de que el conflicto creciera y se hiciera más importante de lo que en realidad era. Si de verdad se querían, lo superarían. Ahora que se encontraba más calmada, estaba segura de ello. Ella le perdonaría a él la forma en que le había hablado, él se esforzaría por aceptar su cambio de opinión sobre Arreglo, y partirían de ahí.

Mientras se acercaba a los demás, los vio alineados en la acera, dándole la espalda. Pero no había ni rastro de Óscar y se le encogió el corazón.

Estaban hablando entre sí y, a medida que se acercaba a ellos, pudo oír algunas de las palabras.

—...habrá que cambiar el plan, dijera lo que dijera el hermano —decía Mo con evidente pesar en la voz.

—No estoy de acuerdo —dijo Rune, cuyo vozarrón se oía con más facilidad—. Aún puede salir bien. Solo necesitamos poder entrar, ¿no?

—Tiene razón —dijo Z-Man—. Si podemos...

El resto de su comentario, junto a las subsiguientes respuestas de Junior y Mo, se perdió en el ruido del tráfico y el escándalo de los demás manifestantes, que acababan de empezar a cantar otro eslogan. Faith solo captó frases sueltas como "vale la pena arriesgarse", "si él aún está dispuesto a seguir" y "acabe como acabe esto, habremos dejado clara nuestra posición". Y luego el siguiente comentario de Rune:

—Bueno, ¿y por qué no llevamos la serpiente entera?

Faith pestañeó, momentáneamente intrigada por el extraño comentario. Pero tenía en mente asuntos más acuciantes por los que preocuparse que cualquier extravagante plan para transmitir su mensaje que pudieran estar discutiendo. Se aclaró la garganta y volvió a caminar hacia ellos.

—Hola, chicos —dijo en voz baja.

Estos se volvieron, y la conversación se interrumpió bruscamente.

—Hola, Faith —dijo Mo, con voz teñida de preocupación—. ¿Te encuentras bien? Íbamos a salir a en tu busca.

—Sí —añadido Rune—, Hemos llamado a Tammy. Ya viene a recogernos.

—¿Y Óscar? —preguntó Faith insegura.

—El colega aparecerá —murmuró Z-Man, encogiéndose de hombros—. No querrá perderse el transporte.

Faith tenía sus dudas, pero al final Z-Man acertó en su predicción. Óscar apareció segundos después de que la familiar furgoneta blanca de Tammy aparcara ante el bordillo. Caminó hasta el grupo, pero no quiso mirar a Faith a los ojos.

—¿Nos vamos? —preguntó malhumorado.

Tammy intercambió una mirada con Rune.

—Mirad, vosotros dos —dijo con su voz animosa y seria—. Ya sé que nuestros tortolitos han tenido una pelea, pero ahora no hay tiempo para eso; no olvidéis que aquí estamos todos del mismo lado. Así que quiero que os deis un beso y hagáis las paces —dirigió a Óscar una mirada significativa—. Seguro que si lo piensas un poco, te darás cuenta de que sigues necesitando a Faith. ¿Verdad que sí?

A Faith le pareció una forma muy extraña de plantear la situación, y se preguntó si no estaría utilizando algún argot australiano desconocido para ella. El caso es que eso pareció funcionar. Óscar miró a Tammy por un momento y se encogió de hombros.

—Tienes razón, Tammy —dijo a regañadientes. Se volvió hacia Faith y le dedicó una sonrisa bastante tensa—. Supongo que me acaloré un poco. ¿Me perdonas, nena?

—Claro, supongo —gimió Faith, demasiado sorprendida para decir otra cosa.

—Bien —Tammy dio una palmada—. Bueno, chicos, todos a bordo —cuando empezaron a subir a la furgoneta, posó una mano en el brazo de Óscar para detenerlo—. ¿Hablamos un momento, colega?

Los dos intercambiaron unos susurros en la acera mientras Faith y los demás se acomodaban en sus habituales asientos. Faith miró por la puerta abierta preguntándose qué podría estar diciéndole Tammy, que era quien llevaba el peso de la conversación. ¿Estaría abroncando a Óscar por ser cruel con ella? ¿Qué le habrían dicho los demás por teléfono? En cualquier caso, le conmovió el interés que la mujer australiana se tomaba por ella y por su relación.

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