Harry Potter. La colección completa (378 page)

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Authors: J.K. Rowling

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga

—Dobby, dímelo tú —se impacientó Harry, admitiendo que Kreacher era un caso perdido—. ¿Ha ido a algún sitio al que no debía ir?

—Harry Potter, señor —chilló Dobby, y en sus enormes y esféricos ojos se reflejó el resplandor del fuego—, el chico Malfoy no está violando ninguna norma, al menos que Dobby sepa, pero sigue interesado en evitar que lo detecten. Ha realizado visitas regulares al séptimo piso con varios estudiantes que montan guardia mientras él entra en…

—¡En la Sala de los Menesteres! —comprendió Harry de pronto, y se dio en la frente con
Elaboración de pociones avanzadas
. Hermione y Ron se quedaron mirándolo—. ¡Ahí es donde se esconde! ¡Ahí es donde hace… lo que sea que hace! Y por eso desaparece del mapa. ¡Ahora que lo pienso, en el mapa nunca he visto la Sala de los Menesteres!

—A lo mejor los merodeadores no sabían de su existencia —sugirió Ron.

—Supongo que esa particularidad forma parte de la magia de la sala —observó Hermione—. Si necesitas que no pueda detectarse, no se detecta.

—Dobby, ¿has conseguido colarte y ver qué hace Malfoy?

—No, Harry Potter, eso es imposible.

—No, no es imposible. El año pasado, Malfoy se coló en nuestro cuartel general; por lo tanto, yo también he de poder colarme y espiarlo.

—Dudo que lo logres —discrepó Hermione mientras cavilaba sobre el asunto—. Malfoy sabía exactamente cómo estábamos utilizando la sala porque esa idiota de Marietta se chivó. É l necesitaba que la sala se convirtiera en el cuartel general del
ED
y en eso se convirtió. Pero tú no sabes en qué se transforma cuando Malfoy entra en ella, de modo que tampoco sabes en qué pedirle que se transforme.

—Eso ya lo solucionaremos —dijo Harry quitándole importancia—. Buen trabajo, Dobby.

—Kreacher también ha hecho un buen trabajo —comentó Hermione con dulzura; pero, en lugar de mostrarse agradecido, el elfo dejó de mirarla con sus grandes y enrojecidos ojos y, con voz ronca, dijo observando el techo:

—La sangre sucia le está diciendo algo a Kreacher; Kreacher fingirá que no la oye…

—¡Basta! —le espetó Harry, y Kreacher hizo una última reverencia y se desapareció—. Tú también, Dobby. Vete y duerme un poco.

—¡Gracias, Harry Potter, señor! —chilló Dobby alegremente, y también se esfumó.

Harry se volvió hacia sus amigos.

—¿Qué os parece? —les dijo exultante—. ¡Ya sabemos adónde va Malfoy! ¡Ahora lo tenemos acorralado!

—Sí, es genial —masculló Ron con desánimo mientras intentaba secar el borrón de tinta en que se había convertido su redacción casi terminada.

Hermione la cogió una vez más y empezó a limpiar la tinta empleando su varita. Mientras lo hacía, preguntó:

—Pero ¿qué significa que sube allí con «varios estudiantes más»? ¿Cuánta gente hay implicada? No creo que confíe en muchos lo suficiente para revelarles lo que está urdiendo…

—Sí, a mí también me extraña —concedió Harry frunciendo el entrecejo—. A Crabbe le dijo que lo que él, Malfoy, hacía no era asunto de su incumbencia… Entonces ¿qué les dice a todos esos… todos esos…? —Su voz se fue apagando y se quedó contemplando el fuego sin verlo—. ¡Tate! ¡Pero qué idiota soy! —exclamó de pronto en voz baja—. ¡Está más claro que el agua! Abajo, en la mazmorra, había una gran cuba llena… Pudo robar un poco durante aquella clase…

—¿Robar qué? —preguntó Ron.

—Poción
multijugos
. Robó un poco de la que Slughorn nos mostró en la primera clase de Pociones. Y no hay varios estudiantes montando guardia para Malfoy, sólo son Crabbe y Goyle, como siempre… ¡Todo encaja! —Se levantó de un brinco y empezó a pasearse por delante de la chimenea—. Ambos son lo bastante estúpidos para hacer lo que Malfoy les ordene aunque no les revele sus planes. Pero como no quiere que los vean merodeando cerca de la Sala de los Menesteres les hace tomar poción
multijugos
, para que adopten la apariencia de otras personas… Aquellas dos niñas que lo acompañaban cuando se saltó el partido de… ¡Ja! ¡Eran Crabbe y Goyle!

—¿Quieres decir —preguntó Hermione bajando la voz— que aquella niña cuya balanza reparé…?

—¡Pues claro! —afirmó Harry arqueando las cejas—. ¡Claro que sí! Malfoy debía de estar en la sala en ese momento, y ella… pero ¿qué digo?, ¡él dejó caer la balanza para avisar a Malfoy que no saliese porque había alguien en el pasillo! ¡Y lo mismo pasó con aquella niña que dejó caer los huevos de sapo! ¡Hemos pasado de largo varias veces sin darnos cuenta!

—¿Así que consigue que Crabbe y Goyle se transformen en chicas? —dijo Ron y soltó una carcajada—. ¡Jo! No me extraña que últimamente estén un poco amargados… Me sorprende que no lo manden a…

—A mí no me sorprende. No se atreven porque Malfoy les ha enseñado la Marca Tenebrosa —dedujo Harry.

—Hum… La Marca Tenebrosa que no sabemos si existe —terció Hermione con escepticismo mientras enrollaba la redacción de Ron, ya seca, y se la devolvía antes de que sufriera más daños.

—Ya lo comprobaremos —sentenció Harry.

—Sí, ya lo comprobaremos —repitió Hermione al tiempo que se levantaba y se desperezaba—. Pero te advierto, Harry, para que no te emociones mucho, que no creo que puedas entrar en la Sala de los Menesteres antes de saber con seguridad qué hay dentro. Y tampoco olvides —añadió mientras se colgaba la mochila de un hombro y lo miraba muy seria— que debes concentrarte en sonsacarle ese recuerdo a Slughorn. Buenas noches.

Harry la vio marchar y se sintió un tanto contrariado. En cuanto la puerta de los dormitorios de las chicas se cerró tras ella, le preguntó a Ron:

—¿Tú qué opinas?

—Que me encantaría desaparecerme como un elfo doméstico —respondió su amigo mirando el sitio donde Dobby se había esfumado—. Así tendría el examen de Aparición en el bote.

Harry no durmió bien esa noche. Pasó despierto lo que a él le parecieron horas, preguntándose para qué utilizaría Malfoy la Sala de los Menesteres y qué encontraría él allí cuando entrara al día siguiente, pues, pese a las advertencias de Hermione, estaba convencido de que si Malfoy había logrado ver el cuartel general del
ED
, él también podría ver… ¿qué? ¿Un lugar de reunión? ¿Un escondrijo? ¿Un almacén? ¿Un taller? Su mente trabajaba de manera febril y sus sueños, cuando al fin se quedó dormido, se vieron interrumpidos y perturbados por imágenes de Malfoy, que tan pronto se convertía en Slughorn como en Snape…

A la hora del desayuno Harry estaba impaciente. Tenía una hora libre antes de Defensa Contra las Artes Oscuras y pensaba dedicarla a entrar en la Sala de los Menesteres. Sin embargo, Hermione no mostraba ningún interés en sus planes, que él le estaba detallando en voz baja; eso lo fastidió porque contaba con que su amiga lo ayudaría.

—Escúchame —intentó hacerla entrar en razón. Se inclinó y puso una mano encima de
El Profeta
, que Hermione acababa de desatarle a una lechuza del correo, para impedir que lo abriera y se parapetara detrás del periódico—. No me he olvidado de Slughorn, pero aún no sé cómo sonsacarle ese recuerdo y hasta que se me ocurra alguna idea genial, ¿qué mal hay en averiguar qué se trae entre manos Malfoy?

—Ya te lo he dicho: tienes que centrarte en Slughorn —replicó Hermione—. No se trata de engañarlo ni de hechizarlo, porque eso lo habría hecho Dumbledore en un periquete. En lugar de perder el tiempo paseándote por delante de la Sala de los Menesteres deberías ir a verlo y empezar a apelar a su bondad. —Y tiró de
El Profeta
para sacarlo de debajo de la mano de Harry, lo desdobló y echó un vistazo a la primera página.

—¿Mencionan a alguien que…? —preguntó Ron.

—¡Sí! —exclamó Hermione, provocando que ambos amigos se atragantaran con el desayuno—. Pero tranquilos, no está muerto. ¡Es Mundungus; lo han detenido y enviado a Azkaban! Aquí dice que se hizo pasar por un
inferius
durante un intento de robo… Y ha desaparecido un tal Octavius Pepper… ¡Oh, qué espanto, también han detenido a un niño de nueve años por haber intentado asesinar a sus abuelos! Creen que estaba bajo la maldición
imperius

Terminaron de desayunar en silencio y después se marcharon en diferentes direcciones: Hermione a la clase de Runas Antiguas; Ron a la sala común, donde todavía tenía que acabar las conclusiones de la redacción sobre los
dementores
; y Harry al pasillo del séptimo piso y, en concreto, al tramo de pared que había enfrente del tapiz de Barnabás
el Chiflado
enseñando ballet a unos trols.

Tan pronto encontró un pasadizo vacío se puso la capa invisible, pero no habría hecho falta esa precaución: cuando llegó a su destino lo encontró desierto. No sabía si le sería más fácil entrar en la sala vacía o con Malfoy dentro, pero al menos su primer intento no se le complicaría con la presencia de Crabbe o Goyle haciéndose pasar por niñas.

Cerró los ojos y se acercó al sitio donde estaba camuflada la puerta. Sabía qué tenía que hacer, pues el año anterior había adquirido mucha práctica. Se concentró con todas sus fuerzas y pensó: «Necesito ver qué hace Malfoy ahí dentro. Necesito ver qué hace Malfoy ahí dentro. Necesito ver qué hace Malfoy ahí dentro.»

Pasó tres veces ante la puerta, y luego, con el corazón expectante, se paró y abrió los ojos, pero el trozo de pared seguía tal cual.

Se apoyó contra la pared e hizo fuerza con el hombro, por si acaso, pero la piedra, sólida como la de cualquier pared, no cedió ni un ápice.

—Muy bien —se dijo en voz alta—. Esto indica que no he formulado mi petición correctamente.

Reflexionó un momento y empezó de nuevo, cerrando los ojos y volviendo a concentrarse. «Necesito ver el sitio al que Malfoy va a escondidas. Necesito ver el sitio al que Malfoy va a escondidas…»

Luego pasó tres veces ante el sitio donde debía aparecer la puerta y abrió los ojos, esperanzado.

Allí no había ninguna puerta.

—¡Qué demonios ocurre! —rezongó, como si la pared pudiera oírlo—. ¡Pero si era una instrucción clarísima! Está bien, está bien…

Caviló unos minutos más antes de empezar a pasearse otra vez. «Necesito que te conviertas en el sitio en que te conviertes cuando te lo pide Draco Malfoy…»

Esta vez pasó las tres veces pero no abrió los ojos enseguida, sino que aguzó el oído, como si esperara escuchar cómo se materializaba la puerta. Pero sólo oyó un distante gorjeo de pájaros proveniente del jardín. Abrió los ojos.

Nada.

Soltó una palabrota y acto seguido oyó un grito de espanto. Se volvió y vio a un grupo de alumnos de primer año que daban media vuelta y echaban a correr por donde habían venido. Seguramente lo habían tomado por un fantasma malhablado.

A lo largo de la siguiente hora Harry probó todas las variaciones que se le ocurrieron de «Necesito ver qué hace Draco Malfoy ahí dentro», pero al final tuvo que admitir que quizá Hermione tuviese razón: la sala no quería abrirse para él. Frustrado y disgustado, se quitó la capa invisible, la guardó en la mochila y se fue deprisa a la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras.

—Llegas tarde otra vez, Potter —dijo Snape con frialdad al verlo entrar en el aula iluminada con velas—. Diez puntos menos para Gryffindor.

Harry lo miró con ceño y se dejó caer en el asiento junto a Ron; la mitad de la clase todavía estaba de pie sacando los libros y organizando sus cosas, así que no podía haber llegado mucho más tarde que los demás.

—Antes de empezar me entregaréis vuestras redacciones sobre los
dementores
—dijo Snape. Agitó su varita con un ademán indolente y veinticinco rollos de pergamino se elevaron, cruzaron el aula y aterrizaron en un pulcro montón sobre su mesa—. Espero por vuestro bien que sean mejores que las sandeces que leí sobre cómo resistirse a la maldición
imperius
. Y ahora, abrid los libros por la página… ¿Qué pasa, señor Finnigan?

—Profesor —dijo Seamus—, ¿podría explicarme cómo se distingue a un
inferius
de un fantasma? Porque en
El Profeta
hablaban de un
inferius

—No, no hablaban de ningún
inferius
—replicó Snape con hastío.

—Pero señor, me han dicho que…

—Si te hubieras tomado la molestia de leer el artículo en cuestión, Finnigan, sabrías que el presunto
inferius
en realidad era un asqueroso ratero llamado Mundungus Fletcher.

—Tenía entendido que Snape y Mundungus estaban en el mismo bando —susurró Harry a Ron y Hermione—. ¿No debería contrariarlo que hayan detenido a Mundungus?

—Pero al parecer Potter tiene mucho que decir sobre este asunto —comentó Snape señalando hacia el fondo del aula, con sus oscuros ojos clavados en Harry—. Preguntémosle cómo podemos distinguir a un
inferius
de un fantasma.

Toda la clase miró a Harry, que rápidamente intentó recordar lo que le había contado Dumbledore la noche que visitaron a Slughorn.

—Pues… bueno, los fantasmas son transparentes… —dijo.

—Estupendo —se burló Snape con una mueca despectiva—. Sí, veo que casi seis años de educación mágica han servido para algo en tu caso, Potter. «Los fantasmas son transparentes.»

Pansy Parkinson soltó una risita y varios alumnos se sonrieron. Harry respiró hondo y, aunque le hervía la sangre, prosiguió con calma:

—Sí, los fantasmas son transparentes, pero los
inferi
son cadáveres, ¿no? Por lo tanto, deben de ser sólidos…

—Eso podría habérnoslo aclarado un niño de cinco años —se mofó Snape—. El
inferius
es un cadáver reanimado mediante los hechizos de un mago tenebroso. No está vivo; el mago sólo lo utiliza como una marioneta para hacer lo que se le antoja. Un fantasma, como espero que todos sepáis a estas alturas, es la huella que deja un difunto en la tierra… Y por supuesto, como sabiamente ha dicho Potter, es «transparente».

—Hombre, si de distinguirlos se trata, la definición de Harry es la más clara —opinó Ron—. Si nos encontramos a uno en un callejón oscuro, nos limitamos a echarle un vistazo para ver si es sólido, y punto. No le preguntamos: «Disculpe, ¿es usted la huella de un difunto?»

Hubo una cascada de risas, acallada al instante por la gélida mirada que Snape dirigió a la clase.

—Otros diez puntos menos para Gryffindor —anunció—. No esperaba nada más sofisticado de ti, Ronald Weasley, el chico tan sólido que no puede aparecerse ni a un centímetro de distancia.

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