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Authors: Kami Garcia & Margaret Stohl

Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico

Hermosa oscuridad (22 page)

¿Estaba por fin intentando ponerse en contacto conmigo?

¿O no?

También me di cuenta de otra cosa.

—Si soy uno de esos Wayward, y no quiero decir que me trague nada de lo que están diciendo, puedo encontrar a Lena, ¿verdad? Se supone que debo cuidar de ella porque soy su brújula.

—Eso todavía no lo sabemos. Estás vinculado a alguien, pero no sabemos a quién.

Me levanté y me acerqué a la librería. El libro de Macon estaba en el borde de un estante.

—Apuesto a que conozco a alguien que sí lo sabe —dije, y cogí el libro.

—¡Ethan, detente! —gritó Marian. Apenas rocé la cubierta, sentí que el suelo dejaba paso al vacío del otro mundo.

En el último segundo, una mano cogió la mía.

—Llévame contigo, Ethan.

—Liv, no…

Una muchacha de largos cabellos castaños se aferraba desesperadamente a un chico alto y apoyaba la cabeza en su pecho. Las ramas de un roble enorme los ocultaban dando la impresión de que estaban solos en lugar de algunos metros del claustro cubierto de hiedra de la Universidad de Duke
.

El chico cogió entre sus manos el rostro bañado en lágrimas de la chica
.


¿Crees que esto es fácil para mí? Te quiero, Jane, y sabes que no volveré a sentir por nadie lo que siento por ti. Pero no tienes elección. Sabías que llegaría el momento de decirnos adiós. Jane miró al muchacho con gesto de determinación
.


Siempre hay elección, Macon
.


No en esta situación. No una elección que no te ponga en peligro
.


Pero tu madre dijo que tal vez hubiera una manera. ¿Y la profecía?

Lleno de rabia y frustración, Macon golpeó el tronco del árbol con la mano abierta
.


Maldita sea, Jane, eso son cuentos de viejas. No hay ninguna manera en la que tú no termines muerta
.


Así que no podemos estar juntos físicamente… pues me da igual. Aun así, podemos estar juntos. Es lo único que importa
.

Macon se apartó de Jane con expresión de dolor
.


En cuanto cambie, seré peligroso, un Íncubo de sangre. Están sedientos de sangre y mi padre dice que me voy a convertir en uno de ellos, igual que él e igual que su padre antes que él. Como todos los varones de mi familia desde mi tatarabuelo Abraham
.


¿El abuelo Abraham, el que creía que el mayor pecado imaginable para un sobrenatural era enamorarse de una Mortal y mancillar el linaje de los sobrenaturales? No te fíes de tu padre, que opina igual que él. Quiere separarnos para que vuelvas a Gatlin, ese maldito pueblo, para que te ocultes y vivas en su subsuelo como tu hermano. Como si fueras un monstruo
.


Es demasiado tarde. Ya siento la Transformación. Me paso las noches despierto oyendo con ansia los pensamientos de los Mortales. Y pronto ansiaré algo más que sus pensamientos. Mi cuerpo apenas puede contener lo que ya está dentro de mí, como si la bestia pugnara para liberarse
.

Jane volvió la cara con los ojos bañados en lágrimas. Pero esta vez, Macon no iba a permitir que hiciera caso omiso de sus palabras. La amaba. Y porque la amaba, tenía que hacerla comprender que no podían estar juntos
.


Incluso aquí, debajo de la luz, empieza a quemarme la piel. Desde hace unos días siento el calor del sol con mucha intensidad. He empezado a cambiar y el proceso sólo puede ir a peor
.

Jane ocultó la cara entre las manos. Sollozaba
.


Lo dices para asustarme, porque no quieres encontrar la manera
.

Macon la cogió por los hombros y la obligó a mirarlo
.


Tienes razón, estoy intentando asustarte. ¿Sabes qué le hizo mi hermano a su novia Mortal después de la Transformación? —dijo Macon, e hizo una pausa antes de proseguir—: Abrirla en canal
.

Macon echó la cabeza hacia atrás con violencia. Sus ojos desprendían un brillo amarillo y dorado en torno a sus negras y extrañas pupilas, como el eclipse de dos soles gemelos
.

Apartó la mirada de Jane y se volvió hacia un lado
.


No olvides, Ethan —dijo—. Las cosas nunca son lo que parecen
.

Abrí los ojos, pero no pude ver nada hasta que no levantó la niebla. Luego, ante mi vista fue apareciendo el techo abovedado del estudio.

—Me han dado escalofríos, amigo, como en El Exorcista —dijo Link negando con la cabeza. Le tendí la mano y me ayudó a levantarme. Todavía me palpitaba el corazón. Me esforcé por no mirar a Liv. Menos con Lena y con Marian, nunca había compartido una visión con nadie y no me sentía cómodo. Cada vez que la miraba, me acordaba del momento en que, al entrar en la estancia, la confundí con Lena.

Liv se incorporó. Estaba aturdida.

—Me había hablado de las visiones, profesora Ashcroft, pero nunca pensé que fueran tan físicas.

—No deberías haber hecho eso —dije. Tenía la sensación de que al permitir que Liv entrara así en su vida privada estaba traicionando a Macon.

—¿Por qué no? —dijo ella frotándose los ojos.

—Porque a lo mejor no deberías haber visto lo que has visto.

—Lo que yo vea durante una visión es totalmente distinto a lo que puedas ver tú. Tú no eres un Guardián. No te ofendas, pero no tienes ninguna formación.

—¿Por qué dices que no me ofenda cuando lo que pretendes es ofenderme?

—Ya basta —dijo Marian, que nos miraba aguardando una explicación—. ¿Qué ha pasado?

Pero Liv tenía razón. Yo no comprendía qué significaba la visión más allá de lo que los Íncubos no podían estar con los Mortales como tampoco podían los Casters.

—He visto a Macon con una chica. Decía que se iba a convertir en un Íncubo de sangre.

Liv me miró con engreimiento.

—Macon iba a sufrir la Transformación. Se encontraba en un estado muy vulnerable. No sé por qué, pero la visión nos mostraba ese momento en particular. Debe de tener su importancia.

—¿Están seguros de que era Macon y no Hunting? —preguntó Marian.

—Sí —respondimos Liv y yo al unísono.

—Macon no era como Hunting —dije, mirándola.

Liv reflexionó unos instantes y luego cogió el cuaderno que había dejado sobre la cama. Lo abrió, anotó algo rápidamente y lo cerró.

Genial. Otra chica con cuaderno.

—¿Saben qué? Qué como ustedes son las expertas, voy a dejar que sean ustedes las que lo aclaren todo. Yo me voy a buscar a Lena antes de que Ridley y su amigo la convenzan de que haga algo de lo que pueda arrepentirse.

—¿Estás sugiriendo que Lena está bajo la influencia de Ridley? Eso no es posible, Ethan. Lena es una Natural. Una Siren no puede controlarla —dijo Marian, rechazando la idea.

Pero Marian no estaba al corriente de la existencia de John Breed.

—¿Y si Ridley tuviera ayuda?

—¿Qué tipo de ayuda?

—Un Íncubo capaz de soportar la luz del día o un Caster con la fuerza y el poder de viajar de Macon. No estoy seguro de cuál de las dos cosas. —No era la mejor de las explicaciones, pero es cierto que no sabía qué demonios era John Breed.

—Ethan, debes de estar equivocado. En los archivos no hay noticia de que exista un Íncubo o un Caster con esos poderes —dijo Marian, cogiendo un libro de la estantería.

—Pues existe. Se llama John Breed. —Si Marian no sabía qué era John, no íbamos a obtener la respuesta en ninguno de aquellos libros.

—Si lo que dices es verdad, aunque me cuesta creerlo, no sé de qué puede ser capaz esa criatura.

Miré a Link. Enroscaba en un dedo la cadena de su billetera. Evidentemente, estaba pensando lo mismo que yo.

—Tengo que encontrar a Lena —dije, y no esperé respuesta.

Link descorrió el cerrojo.

Marian se levantó.

—No puedes ir a buscarla. Es demasiado peligroso. Hay Casters y criaturas de un poder desconocido en esos Túneles. Sólo has estado aquí una vez y las partes que has visitado son pequeños pasillos comparados con los Túneles DE MAYOr tamaño. Es otro mundo totalmente distinto.

No necesitaba su permiso. Mi madre me había conducido hasta allí, pero no estaba presente para impedir mi marcha.

—No puedes detenerme porque no puedes intervenir, ¿verdad? Lo único que puedes hacer es quedarte aquí sentada y observar cómo yo lo fastidio todo y escribir sobre ello para que después alguien como Liv lo pueda estudiar.

—No sabes con qué te vas a encontrar y, cuando lo hagas, no podré ayudarte.

Me daba igual. Cuando Marian terminó, yo estaba ya en la puerta. Liv se acercó.

—Voy con ellos, profesora Ashcroft. Me aseguraré de que no les pase nada.

Marian se acercó.

—Olivia, ése no es el lugar que te corresponde.

—Lo sé, pero me necesitan.

—No puedes cambiar el destino. Tienes que quedarte al margen por mucho que te duela. El papel de una Guardiana consiste en ser testigo y tomar nota, no en cambiar lo que tenga que ser.

—O sea, que eres como el bedel del instituto —dijo Link con una sonrisa—. Igual que Fatty.

Liv frunció el ceño. Seguro que en Inglaterra también había bedeles.

—No es necesario que me explique el Orden de las Cosas, profesora Ashcroft. Llevo estudiándolo desde el nivel K. Pero ¿cómo voy a ser testigo de lo que no se me permite ver?

—Puedes leerlo en los Pergaminos de los Casters, como los demás Guardianes.

—¿De verdad? ¿Puedo leer sobre la Decimosexta Luna? ¿Sobre la Cristalización que podría haber roto la maldición de los Duchannes? ¿Pudo usted leer todo eso en un pergamino? —dijo Liv, y consultó su reloj lunar—. Algo que se está fraguando. Ese Sobrenatural con poderes desconocidos, las visiones de Ethan… y las anomalías científicas. Cambios sutiles que ha captado mi selenómetro.

¿Anomalías sutiles? Más que sutiles, inexistentes. Siempre he sabido reconocer una trola en cuanto la veo. Olivia Durand estaba tan atrapada en aquella historia como todos los demás y Link y yo éramos su billete de ida. Lo que pudiera ocurrirnos a Link y a mí en los Túneles no le preocupaba lo más mínimo. Lo que quería era vivir. Como otra chica que yo había conocido… no hacía tanto tiempo.

—¿Recuerdas…?

Dejamos a Marian con la palabra en la boca, cerramos la puerta y nos fuimos.

15 DE JUNIO
Exilio

L
A PUERTA SE CERRO CON VIOLENCIA. Liv se colgó del hombro su viejo bolso de piel y Link cogió una antorcha de la pared del túnel. Se preparaban para seguirme en busca de lo desconocido. Pero no emprendimos la marcha de inmediato, nos quedamos los tres parados sin saber qué hacer.

—¿Y bien? —dijo Liv, expectante—. No hace falta ser ingeniero espacial. O sabes el camino o…

—Chist, dale un segundo. —La interrumpió Link tapándole la boca con la mano—. Piensa en la fuerza, joven Skywalker.

Al parecer, eso de ser un Wayward tenía su importancia. Liv y Link estaban convencidos de que yo sabría por dónde ir. Lo cual tenía un ligero problema: que no sabía.

—Por aquí.

Ya lo averiguaría a medida que avanzásemos.

Marian nos había dicho que los Túneles de los Caster eran interminables, un mundo bajo nuestro mundo, pero no comprendí la verdadera dimensión de sus palabras hasta que doblamos la primera esquina. El pasadizo cambiaba, se hacía más angosto y con paredes más húmedas y curvadas. Parecía un estrecho pozo más que un túnel. Tanteé las paredes y mi antorcha se apagó.

—Mierda —dije, cogiendo la antorcha entre los dientes para avanzar con ayuda de las manos.

—Esto no tiene buena pinta —dijo Link detrás de mí cuando su antorcha también se apagó.

—Yo también me he quedado sin antorcha —dijo Liv, que avanzaba en tercer lugar.

La oscuridad era completa y el techo tan bajo que teníamos que andar agachados.

—Estoy empezando a flipar —comentó Link, a quien la oscuridad nunca le había gustado.

—Dentro de poco llegaremos a la…

—¡Ay! —Me golpeé la cabeza contra algo duro.

—… puerta.

Link sacó su linterna y un tembloroso círculo de luz iluminó la puerta redonda que yo tenía justo delante. Era de metal, ni de madera vieja y agrietada ni de piedra erosionada, como las puertas que habíamos visto hasta ese momento. Parecía una boca de alcantarilla colocada en una pared. Empujé con el hombro y no se abrió.

—¿Y ahora qué? —Le pregunté a Liv, sustituta de Marian en asuntos relacionados con los Casters. Oí que pasaba las páginas de su cuaderno.

—No lo sé. ¿Y si empujas más fuerte?

—¿Tienes que mirar el cuaderno para saber eso? —dije, irritado.

—¿Quieres que me acerque a rastras y pruebe yo? —Liv tampoco parecía muy contenta.

—Venga, chicos —intervino Link—. Yo empujo a Ethan, tú me empujas a mí y Ethan empuja la puerta.

—Brillante —dijo Liv.

—¿Hombro con hombro, MJ?

—¿Perdón?

—Marian Junior. Eras tú la que querías venirte de aventura. ¿Se te ocurre otra idea que empujar todos a una?

La puerta no tenía ni picaporte ni cerradura y estaba encajada en el hueco: un círculo metálico perfecto en un marco circular perfecto. Por la rendija no pasaba ni un rayo de luz.

—Link tiene razón. No nos queda otra y no nos vamos a rendir ahora —dije, apoyando el hombro en la puerta—. Una , dos y tres. ¡Empujen!

Nada más tocarla con la punta de los dedos, la puerta giró sobre sus goznes como si mi piel fuera la llave. Quién sabe, al apoyar la mano quizá hubiera accionado un mecanismo de reconocimiento genético. Link se echó sobre mí y Liv cayó encima de ambos. Me golpeé la cabeza de nuevo, esta vez contra el suelo de piedra. Estaba tan mareado que no podía ver nada. Cuando abrí los ojos, distinguí una luz.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Link, que parecía tan desorientado como yo.

Palpé las piedras del suelo, recorrí el borde con los dedos. Eran adoquines.

—Nada más tocar la puerta, se ha abierto.

—Asombroso —dijo Liv, y se incorporó, examinando el lugar con la mirada.

Estábamos en una calle que parecía sacada del antiguo Londres o de alguna vieja ciudad de nuestro libro de historia. Detrás de mí pude ver la puerta redondeada por la que habíamos llegado y el final de la calle. Junto a la puerta había un letrero de latón que decía: PUERTA OCCIDENTAL, BIBLIOTECA CENTRAL.

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