Authors: Kami Garcia & Margaret Stohl
Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico
Fue como si me dieran un puñetazo en el estómago. Apreté los puños. Supe que era ella antes incluso de ver su negro cabello rizado.
Lena
…
¿Ethan?
N
O ES LO QUE PIENSAS
¿Qué pienso?
Se apartó de John al verme cruzar la pista. Él se volvió. Sus ojos se había puesto totalmente negros y su mirada era amenazante. Sonrió para hacerme saber que yo no suponía una amenaza para él. Era consciente de que no podíamos competir físicamente y supongo que, si ahora bailaba de aquel modo con Lena, ya ni siquiera me consideraba un peligro en ningún otro sentido.
¿Qué pensaba yo?
Sabía que me encontraba en uno de esos momentos en que está a punto de suceder algo que cambia tu vida para siempre. Era como si el tiempo se hubiera detenido aunque a mí alrededor todo siguiera su curso. Lo que llevaba meses temiendo por fin había ocurrido. Lena se me escurría entre los dedos y no a causa de su cumpleaños, ni de su madre o de Hunting, ni tampoco por una maldición, un hechizo o un ataque.
La estaba perdiendo por otro tipo.
¡Ethan! Tienes que marcharte
.
No pienso ir a ninguna parte
Ridley se acercó a mí. Las demás chicas siguieron bailando a nuestro alrededor.
—Tranquilo, novio, tranquilo —me dijo—. Sabía que tenías valor, pero esto que has hecho es una locura. —Parecía preocupada, como si de verdad le importase lo que pudiera sucederme. Era mentira, como todo cuanto la rodeaba.
—Apártate.
—Aquí no tienes nada que hacer, Malapata.
—Lo siento, Ridley, pero a mí los chupachups no me hacen efecto, y tampoco el hechizo con el que John y tú tienen controlada a Lena.
Me cogió por el brazo y el hielo de sus dedos penetró en mi piel. Había olvidado lo fuerte y fría que era.
—No seas estúpido —dijo bajando la voz—, te estás excediendo, aquí no tienes la menor oportunidad. ¿Has perdido un tornillo?
—Tú sabrás.
Me apretó el brazo.
—Eres más inconsciente de lo que yo creía. No deberías estar aquí. Vuelve a tu casa antes de que…
—¿Antes de qué? ¿Antes de que causes más problemas de lo normal?
Link llegó a mí lado. Ridley lo miró con furia. Por un instante me pareció ver un pestañeo, un ligero brillo en sus ojos, como si al ver a Link se hubiera despertado en ella algo casi humano, algo que la hacía vulnerable. Pero desapareció tan pronto como había surgido.
Estaba nerviosa, al borde de la histeria. Me percaté por su forma de desenvolver un chupachups y su hablar atropellado.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? Vete ahora mismo y llévatelo —dijo, sin su habitual ironía—. ¡Vete!
—No pienso irme hasta que no hable con Lena.
—Es ella la que no quiere que estés aquí.
—Pues tendrá que decírmelo a la cara.
Dímelo a la cara, L
.
Lena se abría paso entre las criaturas que llenaban la pista. John Breed se quedó en su sitio, pero sin dejar de mirarnos. Yo no quería pensar qué le habría dicho ella para que no se acercara. ¿Que podía manejar sola aquella situación? ¿Que no era nada, sólo un chico que no había superado la ruptura? ¿Un Mortal desesperado que no podía competir con él?
Ella tenía a John y John me vencía en el único terreno que importaba. John formaba parte de su mundo.
No pienso irme si tú no me lo pides
.
Ridley volvió a dirigirse a mí. Me habló entre dientes. Nunca la había visto tan seria.
—No hay tiempo para que se anden con estupideces. Sé que estás fuera de ti, pero no comprendes lo que está pasando. Los matarán y, con un poco de suerte, los demás se abstendrán de sumarse a la fiesta.
—¿Quién nos matará? ¿El chico vampiro? Podemos con él.
Link fanfarroneaba, pero no quería dar su brazo a torcer. Como yo y como Ridley.
—No puedes, idiota —dijo Ridley negando con la cabeza. Volvió a empujar a Link—. Éste no es lugar para un par de Boy Scouts como ustedes. Váyanse.
Quiso agarrar a Link por el cuello, pero él la cogió por la muñeca antes de que pudiera tocarlo. Ridley era como una bella serpiente, no podías dejar que se acercara sin arriesgarte a un mordisco.
Lena estaba sólo a unos cuantos pasos.
Si no quieres que esté aquí, dímelo
.
Una parte de mí me decía que si podíamos estar a solas unos instantes, podría romper el hechizo con el que Ridley y John la estaban dominando.
Lena se puso detrás de Ridley. Su semblante era indescifrable, pero advertí el rastro plateado de una lágrima.
Dilo, L. Dilo o ven conmigo
.
Le brillaban los ojos. Parpadeó y dirigió la vista a un punto situado al borde de la pista, donde estaba Liv.
—Lena, no deberías estar aquí. No sé qué te estarán haciendo Ridley y John, pero..
—Nadie me está haciendo nada y no soy yo quien está en peligro aquí. Yo no soy una Mortal —dijo, mirando a Liv.
Como ella
.
Su rostro se ensombreció. Vi que sus cabellos sueltos empezaban a enroscarse.
—Tú tampoco eres como ellos, L.
Las luces de la barra parpadearon y las que iluminaban la pista estallaron en mil pedazos. Trozos de cristal cayeron sobre nosotros. Las criaturas que estaban bailando en la pista empezaron a apartarse.
—Te equivocas. Soy igual que ellos y éste es el lugar al que pertenezco.
—Lena, podemos superar esto.
—No, no podemos. Esto no.
—¿No hemos superado juntos todo lo demás?
—No. Juntos no. Ya no sabes nada de mí.
Por un segundo, una sombra cruzó su rostro. De tristeza tal vez o de arrepentimiento.
Ojalá todo fuera distinto, pero no lo es
.
Giró sobre sus talones y se alejó.
No puedo ir adonde tú vas, Lena
.
Lo sé
.
Estarás sola
.
No se volvió.
Ya estoy sola, Ethan
.
Entonces, dime que me vaya, si es eso lo que realmente quieres
.
Se paró y se volvió lentamente para mirarme.
—No quiero que estés aquí, Ethan —dijo, y desapareció al otro lado de la pista.
Antes de poder dar un paso, oí el desgarro.
John Breed se materializó delante de mí. Llevaba su cazadora de cuero negro.
—Yo tampoco.
Nos separaba apenas un metro.
—Me voy, pero no por ti —dije. Él sonrió y hubo un brillo en sus ojos, de nuevo verdes.
Di media vuelta y me abrí paso. Podía molestar o enfadar a alguien capaz de beber mi sangre o de hacerme saltar de un acantilado, pero me daba igual. Seguí andando porque quería alejarme de allí más que ninguna otra cosa en el mundo. La pesada puerta de madera se cerró de un portazo a mis espaldas. Al otro lado quedaron el ruido, las luces y los Casters.
Pero no lo que más deseaba dejar para siempre en aquel sitio. La imagen de las manos de aquel Íncubo en su cintura, sus cuerpos meciéndose al ritmo de la música, el cabello rizado de Lena. Lena en brazos de otro.
El pavimento cambió y del asfalto cubierto de colillas y basura volvimos a los adoquines. Pero apenas me di cuenta. ¿Cuánto tiempo llevaban juntos? ¿Qué había en realidad entre ellos? Los Casters y los Mortales no podían unir sus vidas. Era lo que me transmitían las visiones, como si los Casters creyeran que yo todavía no lo había comprendido.
Oí ruidos de pasos.
—Ethan, ¿estás bien?
Era Liv. Me puso la mano en el hombro. Ni siquiera me había dado cuenta de que iba detrás de mí.
Me volví, pero no sabía qué decir. Nos encontrábamos en una calle del pasado, en un túnel subterráneo de los Casters, y no podía dejar de pensar que Lena estaba con un sujeto que era el polo opuesto a mí. Un sujeto que podía tener todo lo que quisiera en el momento en que quisiera.
Lo que acababa de suceder era la prueba.
—No sé qué hacer. Lena ya no es la chica que conocí. Ridley y John tienen algún tipo de influencia sobre ella.
Liv se mordió el labio nerviosamente.
—Sé que no es lo que quieres oír, pero es Lena quien toma sus propias decisiones.
Liv no comprendía. No había conocido a la auténtica Lena, no sabía cómo era antes de la muerte de Macon y de la aparición de John Breed.
—No hay forma de saberlo. Ya has oído a mi tía. Desconocemos los poderes que John pueda tener.
—Me imagino lo duro que tiene que ser esto para ti. —Liv recurría a las verdades absolutas, pero no existían verdades absolutas en lo que nos estaba sucediendo a Lena y a mí.
—Tú no la conoces. .
—Ethan —dijo Liv casi entre susurros—, tiene los ojos dorados.
Sus palabras retumbaron en mi cabeza. De pronto, fue como si estuviera debajo del agua. Mis emociones se hundieron como una piedra mientras la lógica y la razón ascendían hacia la superficie.
Tiene los ojos dorados
.
Era un detalle nimio, pero lo decía todo. Nadie la obligaba a elegir el lado Oscuro, nadie había pintado sus ojos de oro.
Nadie, en efecto, la tenía bajo su control. Nadie había recurrido a su Poder de Persuasión para manipularla y que subiera a la moto de John. Nadie la obligaba a estar con él. Era ella quien tomaba sus propias decisiones y ella era quien lo había elegido.
No quiero que estés aquí, Ethan
. Oía sus palabras sin cesar. Pero ni siquiera eso era lo peor. Lo peor era que las había dicho en serio.
Todo se hizo lento y se envolvió en bruma como si no estuviera sucediendo.
Liv me miraba con cara de preocupación, clavando en mí sus ojos azules. Había serenidad en aquel azul, tan distinto al verde de los Casters de Luz, al negro de los Íncubos, al dorado de los Casters Oscuros. Liv era diferente a Lena en lo básico. Era una Mortal. Liv no iba a cristalizar en Luz o en Sombra ni a engañarte con un tipo de fuerza sobrenatural capaz de chuparte la sangre o robarte los sueños. Liv se estaba formando para ser una Guardiana, pero aun así, sería una mera observadora. Al igual que yo, jamás formaría parte del mundo de los Casters. Y en esos momentos, no había nada que yo deseara más que irme lo más lejos que pudiera de ese mundo.
—Ethan.
No respondí. Aparté sus brillantes y rubios cabellos de su cara y me acerqué hasta que nuestros rostros quedaron a sólo unos centímetros. Inspiró suavemente y nuestros labios casi se tocaron. Sentí su respiración y la fragancia a madreselva de su piel. Olía a té dulce y a libros viejos, como si nunca se hubiera apartado de mi lado.
Le acaricié la nuca enredando los dedos en sus cabellos. Su piel era suave y cálida, como la de las chicas Mortales, sin corriente ni descargas eléctricas. Podríamos besarnos el tiempo que quisiéramos. Si nos peleábamos, no se desencadenaría una inundación ni un huracán.
Nunca la encontraría tumbada en el techo de su habitación, nunca se romperían las ventanas, ningún examen se prendería fuego.
Liv deseaba que la besara.
Ni limones ni romero, ni ojos verdes ni cabello negro. Ojos azules, pelo rubio
…
No me daba cuenta de que estaba hablando kelting, de que deseaba a alguien que no estaba allí. Me aparté tan rápido que Liv no tuvo tiempo de reaccionar.
—Lo siento, no he debido hacer eso.
Liv habló con voz vacilante y se llevó la mano a la nuca, donde yo había puesto mis manos un momento antes.
—Está bien. —No, no estaba bien. Las emociones la embargaban: decepción, vergüenza, pesar, arrepentimiento—. No pasa nada —mintió. Se había sonrojado y agachaba la cabeza—. Estás afectado por lo de Lena. Lo entiendo.
—Liv, yo…
Link interrumpió mi lánguido intento de pedir disculpas.
—Bonita salida de escena, amigo. Gracias por dejarme plantado. —Fingía que no le había importado, pero su tono era cortante—. Por lo menos tu gata sí me ha esperado.
Lucille
apareció trotando detrás de él.
—¿Cómo habrá llegado hasta aquí?
Me agaché para acariciarle la cabeza y ronroneó. Liv tenía la mirada perdida.
—Quien sabe. Esta gata está como un cencerro, como tus tías. Te habrá seguido.
Seguimos caminando. Hasta que Link percibió el peso del silencio.
—Bueno, ¿qué ha pasado? ¿Lena está saliendo con ese vampiro o no?
Yo no quería pensar en eso, pero además estaba seguro de que Link tampoco quería pensar en sus propios problemas. No llevaba a Ridley metida en la piel, sino más bien en las venas.
Liv caminaba un metro por delante atenta a nuestra conversación.
—No lo sé, pero eso me ha parecido —respondí. Negarlo no tenía ningún sentido.
—La puerta debe de estar justo ahí delante —dijo Liv, que iba tan rígida y erguida que tropezó con un adoquín y estuvo a punto de caerse al suelo.
Yo me daba cuenta de que nuestra relación se había enrarecido y seguiría así en el futuro. ¿Cuántas cosas puede estropear un individuo en veinticuatro horas? Aquel día tal vez batiera el récord.
—Lo siento, colega —dijo Link poniéndome la mano en el hombro—, es una verdadera… —se interrumpió, había tropezado con Liv, que se había parado en seco—. Eh, ¿qué pasa, MJ?
Link le dio un codazo cariñoso, pero Liv siguió impertérrita. Lucille se había quedado clavada, con el pelo erizado y la mirada fija. Seguí sus ojos para ver hacia dónde miraba y en la calle, bajo un arco de piedra, advertí una sombra etérea.
Parecía una niebla densa y cambiaba de forma constantemente. Era algo envuelto e un manto o en una mortaja. No tenía ojos, pero tuve la impresión de que nos estaba mirando.
Link retrocedió.
—¿Qué demonios…?
—Chist —siseó Liv—. No atraigas su atención. —Se le demudó el semblante.
—Demasiado tarde —susurré.
Aquella cosa, que había empezado a cambiar de forma, se desplazó hacia el centro de la calle en dirección a nosotros.
Cogí inconscientemente a Liv de la mano y advertí que vibraba. Me confundí, lo que vibraba era el selenómetro. Giraban todas sus agujas. Liv desabrochó la correa y lo cogió para observarlo mejor.
—Se ha vuelto loco —susurró.
—Yo creía que sabías interpretar sus mediciones.
—Hasta ahora siempre he sabido —me dijo en voz baja.
—¿Y ahora no?
—No. No tengo ni la menor idea —concluyó sin quitar los ojos del aparato.