Hermosa oscuridad (46 page)

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Authors: Kami Garcia & Margaret Stohl

Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico

Pensé en Amma, que habría dicho: «Todo tiene un significado». Intenté imaginar qué diría a continuación. «P.R.E.S.A.G.I.O. Siete vertical. No dejes de prestar atención al presente, Ethan Wate, porque te señala el camino al futuro».

Como siempre, tenía razón: todo tiene un significado, ¿o no? De todos los cambios de Lena habría podido deducir la verdad, pero no había prestado la suficiente atención. Intenté encajar los pasajes que recordaba de las visiones para urdir la historia que intentaban narrar.

Pero no tuve tiempo. Al llegar al puente me asaltó otra visión. El muelle no empezó a moverse. Dejé de oír las voces de Ridley y Link…

La habitación estaba a oscuras, pero Macon no necesitaba luz para ver. Tal como había imaginado, la estantería estaba repleta de libros dedicados a todos los aspectos de la historia de los Estados Unidos y particularmente a las dos guerras que habían forjado ese país: la de Independencia y la de Secesión. Macon pasó los dedos por los lomos de piel. Aquellos libros ya no le servían
.

La suya era otro tipo de guerra, una contienda entre Casters que libraba contra su propia familia
.

Oyó pasos encima de él. El ruido de la llave en forma de media luna al entrar en la cerradura. Las bisagras chirriaron y una rendija de luz entró por la trampilla del techo. Le daban ganas de estirar el brazo, de ofrecerle la mano para ayudarla a bajar, pero no se atrevía
.

Llevaba años sin verla ni tocarla
.

Sólo se habían comunicado por carta y mediante mensajes entre las hojas de libros que dejaba para él en los Túneles. Pero en todo ese tiempo no la había visto ni oído su voz. Marian se había asegurado de ello. La trampilla se abrió del todo y la luz entró en el cuarto
.

Macon contuvo la respiración. Era aún más hermosa de lo que recordaba. Unas gafas de cerca rojas evitaban que su reluciente cabello castaño cayera sobre la cara. Sonreía
.


Jane. —Llevaba mucho tiempo sin pronunciar su nombre en voz alta. Era como una canción
.


Nadie me llamaba así desde… —Bajó la mirada—. Ahora me llaman Lila
.


Claro, ya lo sabía
.

Lila estaba visiblemente nerviosa. Le temblaba la voz
.


Lo siento, pero tenía que venir, era la única forma. —Evitó mirarlo a los ojos—. Lo que tengo que decirte no podía dejártelo escrito en el estudio y no podía arriesgarme a enviarte un mensaje a través de los Túneles
.

Macon tenía un pequeño estudio en los Túneles, consuelo de la vida solitaria y el exilio en Gatlin que se había impuesto. A veces Lila depositaba un mensaje entre las hojas de los libros que dejaba para él. Pero sus mensajes nunca eran personales, siempre estaban relacionados con su investigación en la Lunae Libri, eran respuestas posibles a preguntas que ambos se hacían
.


Me alegro de verte —dijo Macon acercándose a ella. Lila se puso tensa y a él pareció dolerle—. Estás a salvo. He conseguido dominar los ataques
.


No es eso. Es que… no debería estar aquí. Le dije a Mitchell que me quedaba a trabajar en el archivo y no me gusta mentirle. —Se sentía culpable. Aún era tan honrada como Macon recordaba
.


Estamos en el archivo
.


Eso es una trampa semántica, Macon
.

Macon suspiró profundamente al oír su nombre en los labios de Lila
.


¿Qué es eso tan importante para que hayas corrido el riesgo de venir a verme, Lila?


He encontrado algo que tu padre te ocultó
.

Los negros ojos de Macon se oscurecieron aún más ante la mención de su padre
.


Llevo años sin ver a mi padre. No he vuelto a verlo desde… —No quería decirlo en voz alta. No había visto a Silas desde que lo manipuló y convenció de que tenía que dejar marchar a Lila. Silas y su retorcida visión de las cosas, su desprecio de Mortales y Casters. Pero Macon no dijo nada. No quería ponerle las cosas más difíciles a Lila—. La Transformación
.


Hay algo que tienes que saber —dijo Lila bajando la voz, como si lo que estaba a punto de decir debiera hablarse en susurros—. Abraham está vivo
.

Macon y Lila no tuvieron tiempo de reaccionar. Se oyó un zumbido y una figura se materializó en medio de la oscuridad
.


Bravo, es mucho más lista de lo que suponía. Lila, ¿verdad? —dijo Abraham dando palmas—. Un error táctico por mi parte. Nada, sin embargo, que tú hermana no pueda enmendar. ¿No estás de acuerdo, Macon?

Macon frunció el ceño
.


Sarafine no es mi hermana
.

Abraham se ajustó la corbata. Llevaba una de lazo típica del Sur. Con barba blanca y traje más parecía un coronel sudista que el asesino que en realidad era
.


No hay necesidad de ser grosero. Al fin y al cabo, Sarafine es hija de tu padre y es una pena que no se lleven bien —dijo, y se acercó a Macon—. ¿Sabes? Siempre tuve la esperanza de entablar esta conversación contigo, porque estoy seguro de que en cuanto hablemos, comprenderás tu lugar en el Orden de las Cosas
.


Sé cuál es mi lugar. Hace mucho tiempo que decidí Vincularme a la Luz
.

Abraham se echó a reír con carcajadas estentóreas
.


Como si eso fuera posible. Eres un Íncubo, una criatura oscura por naturaleza. Esta ridícula alianza con los Casters de Luz para defender a los Mortales es una necedad. Tu sitio está con nosotros, con tu familia —dijo, y miró a Lila—. ¿Por qué te niegas a ocuparlo? ¿Por una Mortal con quien nunca podrás vivir? ¿Con una Mortal casada con otro hombre?

Lila sabía que Macon no había tomado la decisión únicamente por ella, pero sabía también que en parte lo había hecho por ella. Hizo acopio de todo su coraje y miró a Abraham
.


Vamos a encontrar la forma de acabar con esto. Los Casters y los Mortales no pueden limitarse a coexistir, deberían compartir algo más
.

A Abraham le cambió la expresión. Su rostro se ensombreció y ya no parecía un viejo caballero del Sur, sino una criatura siniestra e inicua
.


Tu padre y Hunting —dijo mirando a Macon con una sonrisa—, esperaban que te unieras a nosotros. Ya le advertí a Hunting que los hermanos te decepcionan con frecuencia. Igual que los hijos
.

Macon volvió la cabeza. Su semblante parecía un reflejo exacto del de Abraham
.


Yo no soy hijo de nadie
.


En cualquier caso, no puedo permitir que ni tú ni esta mujer interfieran en nuestros planes. Es una pena que le dieras la espalda a tu familia porque amas a esta Mortal y ella tenga que morir porque tú la has arrastrado a esto. —Abraham desapareció y se materializó delante de Lila—. En fin —dijo, y abrió la boca para mostrar sus colmillos
.

Lila se tapó las sienes y gritó esperando un mordisco que no llegó. Macon se materializó entre Abraham y ella, que sintió el peso de su cuerpo como si la aplastara y empujara hacia atrás
.


¡Lila, corre!

Se quedó paralizada un instante viendo forcejear a Macon y Abraham con tanto ruido y violencia como si se abriera la Tierra. Lila observó que Macon tiraba al suelo a Abraham, quien profería gritos desgarradores. Y echó a correr
.

El cielo giró en redondo lentamente. Liv debía de estar hablándome, porque la veía mover la boca, aunque no distinguía lo que decía. Volví a cerrar los ojos.

Abraham había matado a mi madre. Había muerto a manos de Sarafine, era cierto, pero Abraham había dado la orden. Estaba seguro.

—Ethan, ¿me oyes? —dijo Liv con nerviosismo.

—Estoy bien.

Me incorporé despacio. Los tres me miraban y Lucille se había sentado sobre mi pecho. Estaba tendido en medio del muelle.

—Dámelo —dijo Liv, intentando quitarme el Arco de Luz de las manos—. Actúa como una especie de vehículo de visiones metafísicas que no puedes controlar.

No cedí. No podía permitirme el lujo de perder una fuente de información tan valiosa.

—Dime al menos a quién has visto. ¿A Abraham o a Sarafine?

—No se preocupen. Estoy bien, pero no quiero hablar de ello.

Link me miró.

—¿Seguro que estás bien?

Parpadeé unas cuantas veces. Era como si estuviera sumergido y los viera a través de una masa de agua.

—Seguro.

Ridley estaba a un metro, secándose las manos en la falda.

—Las famosas últimas palabras de Malapata.

Liv cogió la mochila y miró el extremo de aquel muelle casi interminable. Me levanté y me puse a su lado.

—Hemos llegado —dije mirando a Liv—. Lo intuyo.

Me estremecí y, al mismo tiempo, noté que Liv también estaba estremecida.

20 DE JUNIO
Cambio de mar

P
ARECÍA QUE NUNCA DEJARÍAMOS de andar, como si el puente se hiciera más largo a medida que nos acercábamos a nuestro destino. Cuanto más avanzábamos, menos veíamos. El aire se volvió más luminoso, húmedo y pesado, hasta que de pronto llegamos al último tablón del muelle… y a lo que parecía un muro de niebla impenetrable.

—¿Hemos llegado a la Frontera?

Me puse a gatas y tanteé el borde del tablón. No había nada. Ninguna escalera Caster invisible. Nada.

—Un momento, ¿y si esto es un peligroso campo de fuerza o humo venenoso? — dijo Link sacando la cizalla e introduciéndola en la bruma. Al poco la sacó intacta—. Tal vez no lo sea. Pero es todo muy raro. Si atravesamos la niebla, ¿podremos regresar?

Como de costumbre, Link decía en voz alta lo que los demás estábamos pensando. Yo había llegado al final del muelle mirando hacia la nada.

—Yo voy a pasar.

Liv se ofendió.

—Apenas puedes andar, ¿por qué tú?

Porque nos habíamos embarcado en aquella aventura por mi culpa, porque Lena era mi novia, porque tal vez, aunque no sabía exactamente lo que era, yo era un Wayward.

Aparté la mirada y me topé con los ojos de Lucille, que tenía las garras calvadas en la camisa de Ridley. A Lucille Ball no le gustaba el agua.

—¡Ay! —Ridley dejó al animal en el suelo—. Gata estúpida.

Lucille
avanzó unos pasos sobre los tablones del muelle y se volvió para mirarme.

Luego ladeó la cabeza, dio un coletazo y se marchó.

—Porque tengo que hacerlo.

Finalmente, no puede explicarme. Liv negó con la cabeza. A continuación, y sin esperar a nadie, me interné en la bruma detrás de
Lucille
.

Me encontraba en la Frontera entre dos universos y durante un segundo no me sentí ni Caster ni Mortal. Me sentí dominado por la magia.

La sentía, la olía, y el aire estaba inundado de sal, agua y sonido. La costa que había al final del puente ejercía una fuerte atracción y me sentía abrumado por un insoportable deseo. Quería estar allí con Lena. Más que eso, quería estar allí. No parecía haber un motivo o una lógica aparte de la intensidad del propio deseo.

Quería estar allí más que ninguna otra cosa.

No quería optar por un mundo, quería ser parte de ambos. No quería ver sólo un lado del cielo, quería ver el cielo completo.

Vacilé. Luego di un paso, un sólo paso, y salí de la niebla rumbo a lo desconocido.

20 DE JUNIO
La luz de la noche

S
ENTÍ UN GOLPE DE AIRE frío que me puso la piel de gallina. Cuando abrí los ojos, el resplandor y la niebla habían desaparecido. Sólo veía una luna entrando por el dentado orificio de una cueva escarpada. Una luna llena y luminosa.

Me pregunté si sería la Decimoséptima Luna.

Cerré los ojos y traté de experimentar la intensidad de unos momentos antes cuando me encontraba entre ambos mundos.

Estaba allí, al fondo, detrás de todo lo demás. La sensación. El aire eléctrico, como si aquel lado del mundo estuviera lleno de una vida que no podía ver pero sí sentir.

—Vamos. —Ridley estaba detrás de mí y tiraba de Link, que tenía los ojos cerrados. Ridley le soltó la mano—. Ya puedes abrir los ojos, superhombre.

Liv apareció tras ellos. Sin aliento.

—Ha sido genial. —Se acercó a mí. Había cruzado sin despeinarse. Observaba, con un brillo en los ojos, las olas que rompían justo delante de nosotros—. ¿Crees que estamos en…?

No dejé que terminara la pregunta.

—Hemos cruzado la línea de unión y estamos en la Frontera, sí.

Lo cual quería decir que Lena estaba por allí, en alguna parte. Y también Sarafine.

Y quién sabe quién más.

Lucille
estaba sentada en una roca y se lamía una pata. Me pareció ver cerca de ella algo enganchado en una roca.

El collar de Lena.

—Está aquí.

Me agaché para coger el collar. La mano me temblaba de forma incontrolable. Nunca había visto que Lena se desprendiera de aquel collar. El botón de plata relucía entre la arena, la estrella de metal estaba enredada en la anilla donde había atado el cordón rojo. No se trataba tan solo de sus recuerdos. Eran nuestros recuerdos, todo lo que habíamos compartido desde que nos conocíamos, pruebas de los momentos más felices de su vida. Y ahora estaban tirados en la arena como las algas y conchas rotas que cubrían la playa y bañaban el agua del mar. Si se trataba de algún tipo de señal, no era buena.

—¿Has encontrado algo, Malapata?

Abrí la mano de mala gana y enseñé el collar. Ridley se asustó.

—¿Qué es? —preguntó Liv, que nunca lo había visto.

—El collar de Lena —dijo Link agachando la mirada.

—Tal vez lo haya perdido —sugirió Liv de forma ingenua.

—No —dijo Ridley levantando la voz—. Nunca se lo quitaba. Ni una sola vez en toda su vida. No puede haberlo perdido. Se habría dado cuenta al instante.

—Tal vez se dio cuenta —insistió Liv—, y no le importó.

Ridley quiso arremeter contra Liv, pero Link la sujetó por la cintura.

—¡No digas eso! ¡Tú no sabes nada! Cuéntaselo, Malapata.

Yo no sabía que contar. Ya no estaba seguro de nada.

Reanudamos nuestra marcha a lo largo de la costa y llegamos a un paraje escarpado lleno de cuevas y cavidades horadadas en la roca. Sobre la playa había charcos de agua marina dejadas por la marea y las abruptas paredes rocosas proyectaban largas sombras. El sendero que discurría entre rocas parecía conducirnos a una cueva en particular. El océano rompía a nuestro alrededor y daba la impresión de que podría arrastrarnos en cualquier momento.

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