Read Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España Online
Authors: Bernal Díaz del Castillo
sus manos poner piernas al caballo y la lanza bien apretada con la mano asida y debajo del brazo para mejor se ayudar y sacarla del poder del contrario, y si no la quiere soltar, le traer arrastrando con la fuerza del caballo. Pues ya que les estuvo dando orden cómo habían de pelear y vio a todos sus soldados y de a caballo juntos se fue a dormir aquella noche a orilla de un río y allí puso buenas velas y escuchas y corredores del campo, y mandó que toda la noche tuviesen los caballos ensillados y enfrenados, y ansimismo ballesteros y escopeteros y soldados muy apercibidos, y mandó a los amigos tascaltecas y mejicanos questuviesen sus capitanías algo apartadas de los nuestros, porque ya tenía experiencia en lo de Méjico, por que si de noche viniesen los contrarios a dar en los reales, que no hobiese estorbo ninguno en los amigos, y esto fue porque Sandoval temió que vernían, porque vio muchas capitanías de contrarios que se juntaban muy cerca de sus reales, y tuvo por cierto que aquella noche los habían de venir a combatir, e oía muchos gritos y cornetas e atambores muy cerca de allí; según entendían habíanle dicho nuestros amigos a Sandoval que decían los contrarios que para aquel día desque amanesciese que habían de matar a Sandoval y a toda su compañia, y los corredores del campo vinieron dos veces a dar aviso que sentían que se apellidaban de muchas partes y se juntaban. Y desque fue día claro Sandoval mandó salir a todas sus capitanías con gran ordenanza a los de caballo les tornó a traer a la memoria como otras veces les había dicho. Íbanse por el campo adelante hacia unas caserías adonde oían atambores y cornetas, y no hobo bien andado medio cuarto de legua cuando le salen al encuentro tres escuadrones de guerreros y lo comenzaron a cercar; y desque aquello vio, manda arremeter la mitad de los de a caballo por una parte y la otra mitad por la otra, puesto que le mataron dos soldados de los nuevamente venidos de Castilla y tres caballos, todavía les rompió de tal manera que fue desde allí adelante matando e hiriendo en ellos, que no se juntaban como de antes. Pues nuestros amigos los mejicanos y tascaltecas hacían tanto daño en todos aquellos pueblos y prendieron mucha gente y abrasaron a todos los pueblos que por delante hallaban, hasta quél Sandoval tuvo lugar de llegar a la villa de Santisteban del Puerto, y halló a los vecinos tales e tan debilitados, que adentro estaban unos muy heridos y otros dolientes, y lo peor que no tenían maíz que comer ellos y veinte y ocho caballos, y esto a causa que de noche y de día les daban guerra, y no tenían lugar de traer maíz ni otra cosa ninguna, e hasta aquel mismo día que llegó Sandoval no habían dejado de los combatir, porque entonces se apartaron del combate. Y después de haber ido todos los vecinos de aquella villa a ver y hablar al capitán Sandoval y darle gracias y loores por les haber venido en tal tiempo a socorrer, le contaron lo del Garay, y si no fuera por siete o ocho conquistadores viejos de los de Cortés, que les ayudaron mucho, que corrieron mucho riesgo de sus vidas, porque aquellos ocho salían cada día al campo y hacían salir a los demás soldados, e sostenían que los contrarios no les entrasen en la villa, y también porque los capitaneaban y por su acuerdo se hacía todo, e habían mandado que los dolientes y heridos sestuviesen dentro en la villa y que todos los demás aguardasen en el campo, e que de aquella manera se sostenían con los contrarios. Y Sandoval los abrazó a todos y mandó a los mismos conquistadores, que bien los conoscía, y aun eran sus amigos, especial Fulano Navarrete, y Carrascosa, e un Fulano de Alamilla y otros cinco, que todos eran de los de Cortés, que repartiesen entrellos de los de a caballo y ballesteros y escopeteros que Sandoval traía, e que por dos partes fuesen e enviasen maíz y bastimento para hacer guerra, y prendiesen todas las más gentes que pudiesen, en especial caciques; y esto mandó el Sandoval porquél no podía ir, questaba mal herido en un muslo y en la cara tenía una pedrada, y ansimismo entre los de su compañía traía otros muchos soldados heridos, y porque se curasen estuvo en la villa tres días que no salió a dar guerra, porque como había enviado los capitanes ya nombrados y conoscía dellos que lo harían bien y vio que de presto enviaron maíz y bastimento, con esto sestuvo los tres días, y también les enviaron muchas indias y gente menuda que habían preso, y cinco principales de los que habían sido capitanes en las guerras, y Sandoval les mandó soltar a todas las gentes menudas, eceto a los principales, y les envió a decir que desde allí adelante que no prendiesen sino a los que fueron en la muerte de los españoles, y no mujeres ni muchachos, y que buenamente les enviasen a llamar, e ansí lo hicieron. Y ciertos soldados de los que habían venido con Garay, que eran personas principales e quel Sandoval halló en aquella villa, los cuales eran por quien se había revuelto aquella provincia, que ya los he nombrado a todos los más en el capítulo pasado, vieron que no les encomendaban cosa ninguna de los de Cortés, comenzaron a murmurar entrellos y aun convocaban a otros soldados a decir mal del Sandoval y de sus cosas, y aun ponían en pláticas de se levantar con la tierra so color questaba allí con ellos el hijo de Francisco de Garay como adelantado della. Y como lo alcanzó a saber el Sandoval, les habló muy bien, y les dijo: «Señores, en lugar de me lo tener a bien cómo gracias a Dios os hemos venido a socorrer, me han dicho que decís cosas que para caballeros como sois no son de decir; yo nos quito vuestro ser y honra en enviar a los que aquí hallé por caudillos y capitanes, y si hallara a vuestras mercedes que érades caudillos, harto fuera yo de ruin si les quitara el cargo. Querría saber una cosa: ¿por qué no lo fuistes cuando estabais decercados? Lo que me dijistes todos a una es que si no fuera por aquellos siete soldados viejos, que tuviérades más trabajo; y como sabían la tierra mejor que vuestras mercedes, por esta causa los envié; ansí que, señores, en todas nuestras conquistas de Méjico no miramos en estas cosas e puntos, sino en servir bien y lealmente a Su Majestad, y ansí os pido por merced que desde aquí adelante lo hagáis; e yo no estaré en esta provincia muchos días si no me matan en ella, que me iré a Méjico; el que quedare por teniente de Cortés os dará muchos cargos, e a mí me perdonad»; con esto concluyó con ellos, y todavía no dejaron de tenelle mala voluntad. Y esto pasado, luego otro día sale el Sandoval con los que trujo en su compañía de Méjico y con los siete que había enviado, y tiene tales modos, que prendió hasta veinte caciques, que todos habían sido en la muerte de más de seiscientos españoles que mataron de los de Garay e de los que quedaron poblados en la villa de los de Cortés, y todos los más pueblos envió a llamar de paz, y muchos dellos vinieron, e con otros disimulaba, aunque no venían. Y esto hecho escribió muy en posta a Cortés dándole cuenta de todo lo acaescido e que quél mandaba que hiciese de los presos; e que porque Pedro Vallejo, que dejó Cortés por su teniente, era muerto de un flechazo, a quién mandaba que quedase en su lugar, y también lescribió que lo habían hecho muy como varones los soldados ya por mí nombrados. Y como Cortés vio la carta, se holgó mucho en que aquella provincia estuviese ya de paz, y en la sazón que se la dieron la carta a Cortés estábanle acompañándole muchos caballeros conquistadores e otros que habían venido de Castilla, e dijo Cortés delante dellos: «¡Oh, Gonzalo de Sandoval, qué en gran cargo os soy e cómo me quitáis de muchos trabajos!»; y allí todos le loaron mucho diciendo que era un muy extremado capitán e que se podía nombrar entre los muy afamados. Dejemos destas loas. Y luego Cortés lescribió que para que más justificadamente castigase por justicia a los que fueron en la muerte de tanto español y robos de hacienda y muertes de caballos, que enviaba al alcalde mayor Diego de Ocampo para que se hiciese información contra ellos, e lo que se sentenciase por justicia se ejecutase, y le mandó que en todo lo que pudiese les aplaciese a todos los naturales de aquella provincia, e que no consintiese que los de Garay ni otras personas ningunas los robasen ni les hiciesen malos tratamientos. Y como el Sandoval vio la carta y que venía el Diego de Ocampo, se holgó dello, y dende dos días que llegó el alcalde mayor Ocampo, y después que le dio el Sandoval relación de lo que. había hecho y pasado, hicieron proceso contra los capitanes e caciques que fueron en la muerte de los españoles, y por sus confisiones, por sentencia que contra ellos pronunciaron, quemaron y ahorcaron a ciertos dellos, y a otros perdonaron, y los cacicazgos dieron a sus hijos y hermanos a quien de derecho les convenían. Y esto hecho, el Diego de Ocampo parece ser traía instrucciones y mandamientos de Cortés para que inquiriese quién fueron los que entraban a robar la tierra e andaban en bandos rencillas y convocando a otros soldados a que se alzasen, y mandó que los hiciesen embarcar en un navío y los enviasen a la isla de Cuba, y aun envió dos mill pesos para Juan de Grijalva si se quería volver a Cuba, e si se quisiese quedar, que le ayudase y diese todo recaudo para venir a Méjico; e en fin de más razones, todos de buena voluntad se quisieron volver a la isla de Cuba, donde tenían indios, y les mandó dar muchos bastimentos de maíz y gallinas y de todas las cosas que había en la tierra, y se volvieron a sus casas e isla de Cuba. Y luego esto hecho dieron la vuelta el Sandoval y el Diego de Campo para Méjico y fueron bien rescibidos de Cortés y de toda la ciudad, y dende en adelante no se tornó más a levantar aquella provincia. Y dejemos de hablar más en ello, e digamos lo que le acontesció al licenciado Zuazo en el viaje que venía de Cuba a la Nueva España.
Como ya he dicho en el capítulo pasado que había de cuando el licenciado Zuazo fue a ver a Francisco de Garay al puerto de Jagua, ques la isla de Cuba, cabe la Villa de la Trinidad, y el Garay le importunó que fuese con él en su armada, para ser medianero entrél y Cortes, porque bien entendido tenía que había de tener diferencias sobre la gobernación de Pánuco, y el Alonso de Zuazo le prometio que ansí lo haría en dando cuenta de la residencia del cargo que tuvo e justicia en aquella isla de Cuba donde al presente vivía, y en hallándose desembarcado luego procuró de dar residencia y hacerse a la vela e ir a la Nueva España adonde había prometido, y se embarco en un navío chico, e yendo por su viaje y salidos de la punta que llaman de Sant Antón, y también se dice la tierra de los Guanatabeis, que son unos indios salvajes que no sirven a españoles, y navegando en su navío, que era de poco porte, o porque el piloto erró la derrota y descayó con las corrientes, fue a dar en unas isletas que son entre unos bajos que llaman Las Víboras, y no muy lejos desto bajos están otros que llaman Los Alacranes, y entre estas islas se suelen perder navíos grandes, y lo que le dio la vida al Zuazo fue ser su navío de poco porte. Pues volviendo a nuestra relación, y porque pudiesen llegar con el navío a una isleta que vieron questaba cerca, que no bañaba la mar, y echaron muchos tocinos al agua y otras cosas que traían para matalotaje, para aliviar el navío para poder ir sin tocar en tierra hasta la isleta, y cargan tantos de tiburones a los tocinos, que a unos marineros que se echaron al agua a más de la cinta, los tiburones encarnizados en los tocinos apañaron a un marinero dellos y le despedazaron y tragaron, y si de presto no se volvieran los demás marineros a la carabela, todos perecieran, según andaban los tiburones encarnizados en la sangre del marinero que mataron; pues lo mejor que pudieron allegan con su carabela a la isleta, e como ya habían echado a la mar el bastimento y cazabi y no tenían qué comer y tampoco tenían agua que beber, ni lumbre, ni otra cosa con que pudiesen sustentarse, salvo unos tasajos de vaca que dejaron de arrojar a la mar, fue ventura que traían en la carabela dos indios de Cuba que saben sacar lumbre con unos palillos secos que hallaron en la isleta adonde aportaron, con ellos sacaron lumbre, y cabaron en un arenal y sacaron agua salobre; y como la isleta era chica y de arenales, venían a ella a desovar muchas tortugas, que son tan anchas y redondas y más que grandes adargas, e ansí como salían las trastornaban los indios de Cuba las conchas arriba, e suele poner cada dellas sobre docientos huevos tamaños como de patos, e con aquellas tortugas y muchos huevos tuvieron bien con que se sustentar trece personas quescaparon en aquella isleta, y también mataron lobos marinos que salían de noche al arenal, que fueron hartos buenos para comer. Pues estando desta manera, como en la carabela acertaron a venir dos carpinteros de ribera y tenían sus herramientas, acordaron de hacer una barca para ir con ella a la vela, y con la tablazón e clavos e estopas e jarcias e velas que sacaron del navío que se perdió hacen una buena barca, como batel, en que fueron tres marineros e un soldado con más un indio de Cuba a la Nueva España y para matalotaje llevaron de las tortugas y de los lobos marinos asados, y con agua salobre, y con la carta y aguja del marear, después de se encomendar a Dios, fueron su viaje, e unas veces con buen tiempo e otras veces con contrario llegaron al puerto de Chalcocueca, ques el río de Banderas, adonde en aquella sazón se descargaban las mercaderías que venían de Castilla, y desde a Medellín, adonde estaba por teniente de Cortés un Simón de Cuenca; y como los marineros que venían en la barca le dijeron al teniente el gran peligro en questaba el licenciado Zuazo, luego sin más dilación el Simón de Cuenca buscó marineros e un navío de poco porte y con mucho refresco le despachó a la isleta adonde estaba el Zuazo, y el Simón de Cuenca escribió al mesmo licenciado cómo Cortés se holgara mucho con su venida, e ansimismo lo hizo saber a Cortés todo lo acaescido y cómo le envió el navío abastecido, de lo cual se alegró Cortés del buen aviamiento quel teniente hizo, y mandó que aportando allí al puerto que le diesen todo lo que hobiese menester, vestidos y cabalgaduras, e que le enviasen a Méjico. Y volvamos a decir quel navío fue con buen viaje a la isleta, con el cual se holgó el Zuazo y su gente, y se embarcó en él, y de presto con buen tiempo vino a Medellín, e se le hizo mucha honra, y se fue a Méjico; y Cortés le mandó salir a rescebir y le llevó a sus palacios y se regocijó con él, y le hizo su alcalde mayor; y en esto paró el viaje del licenciado Alonso de Zuazo. Y dejemos de hablar dello, y digo questa relación que doy es por una carta que nos escribió Cortés a la villa de Guazacualco al cabildo della, donde declaraba lo por mi aquí dicho, e porque dentro en dos meses vino al puerto de aquella villa el mismo barco en que vinieron los marineros a dar aviso del Zuazo, e allí hicieron un barco del descargo de la misma barca, y de los mismos marineros nos los contaban según y de la manera que aquí lo escrito. Dejemos esto, y diré como Cortés envió a Pedro de Alvarado a pacificar a las provincias de Guatimala.