Si no fuese Desjani quien le estaba diciendo aquello… Si se tratara de Rione o de cualquiera de los oponentes que tenía dentro de la flota… Pero se trataba de Desjani. No había tenido ningún aliado más firme, más digno de confianza y más competente desde que asumió el mando de la flota. Desjani creía en él, al principio porque era de los que pensaban que fueron las mismísimas estrellas del firmamento las que lo habían enviado de regreso para salvar la flota y a la Alianza; pero ahora, además, por lo que decía que veía en él. Si se negaba a escucharla sería un necio. Así pues, Geary respiró hondo un par de veces antes de hablar.
—¿Y qué patrón es ese? —preguntó.
Desjani también se calmó y empezó a hablar con determinación pero sin llegar a acalorarse.
—He intentado considerar las circunstancias desde su posición de comandante de la flota. En el sistema estelar nativo de los síndicos, y también después, esta flota apenas tenía posibilidades de regresar a casa. Era más fácil asumir riesgos porque todas las alternativas posibles entrañaban un grave peligro. A menudo no tenía sentido actuar con precaución, puesto que era preciso tomar decisiones valientes y el resultado lógico de un exceso de cautela habría sido la aniquilación de la flota. Pero ahora nos encontramos cerca de casa. —Señaló la imagen de Dilawa e hizo un gesto con la mano para indicar el espacio de la Alianza—. Muy cerca. Y el peligro parece mayor que nunca porque hemos llegado hasta aquí contra todo pronóstico. Así que, cuando mira ahí y comprueba lo poco que nos separa del espacio de la Alianza, piensa lo terrible que sería haber traído la flota hasta aquí y, justo ahora, cometer un error grave que pueda provocar su destrucción.
—He cometido errores graves —reconoció Geary con voz monótona—. Como llevar esta flota al sistema estelar Lakota.
—Aquella fue una maniobra meditada, ¡y al final salió bien! Y viajar a Cavalos era una decisión arriesgada porque podíamos encontrarnos con los síndicos, como terminó sucediendo, aunque logramos derrotarlos. —Desjani apretó un puño y miró fijamente a los ojos del capitán—. Las bajas que sufrimos en Lakota y Cavalos han sido las más numerosas desde que asumió el mando. Sin embargo, no fue culpa suya. Cualquiera de los comandantes que conozco habría perdido muchas más naves en aquellos enfrentamientos; de hecho, habrían perdido la batalla. Pero las bajas no fueron en vano, causamos un gran daño a los síndicos y conseguimos acercarnos a casa.
A Geary le costó expresar su opinión al respecto.
—Las naves que perdimos en Lakota y Cavalos no volverán a casa, ni la mayoría de sus tripulantes.
—¡Murieron para que sus camaradas vivieran! ¡No deshonre su sacrificio teniendo ahora tanto miedo de sufrir más bajas que, al final, acabe perdiéndolo todo! El tiempo de asumir riesgos no ha terminado. Comprendo que ahora tema echarlo todo a perder, después de haber conducido la flota hasta aquí, pero todavía nos encontramos en territorio enemigo y un exceso de precaución también entraña un grave peligro. No ganará a menos que intente ganar, pero tal vez pierda si lo que intenta es no perder.
Desjani tenía razón. Quizá el miedo a fracasar, después de haber llegado tan lejos, le hacía evitar los riesgos que sabía que debía correr para vencer, para sobrevivir. Miró el visualizador estelar e intentó ordenar sus sentimientos e ideas.
—Entonces, ¿debo guiarme por mi instinto o no? —dijo por fin, haciéndose la pregunta tanto a sí mismo como a Desjani.
—¿Qué le dice su instinto en este momento? —le preguntó la capitana.
—Las consecuencias de que vuelvan a sorprendernos en una posición desfavorable…
—Ese es su miedo. ¿Qué le aconseja su instinto?
Geary la miró de nuevo a los ojos y se dio cuenta de que Desjani tenía razón.
—Heradao.
—Entonces, hágale caso —lo apremió Desjani.
Geary exhaló con pesadez y señaló el punto donde aparecía el estado de la flota.
—Maldita sea, Tanya, conoce el estado de la flota tan bien como yo. Solo contamos con veinte acorazados, y eso incluyendo la
Orión
, cuyos daños de combate parecen requerir unas reparaciones interminables. Únicamente nos quedan dieciséis cruceros de batalla, y de ellos, la
Osada
, la
Increíble
, la
Ilustre
y la
Radiante
apenas sirven para combatir a causa de los daños que sufrieron en Cavalos. De la división de naves de reconocimiento solo queda una unidad. Exactamente, hay cuarenta y un misiles espectro y quince minas en toda la flota; además, todos los cruceros y destructores tienen, por lo menos, un sistema de armas modificado para seguir funcionando a pesar de los daños de combate. Por no hablar de las reservas de células de combustible de los buques de guerra, que, de media, se encuentran a tan solo un cincuenta y dos por ciento. Como comprenderá, no estamos en condiciones de entrar en combate.
En lugar de responder de inmediato, Desjani extendió el brazo y señaló el estado de las cuatro naves auxiliares.
—Imagino que ya habrá comprobado esto. La
Trasgo
, la
Genio
, la
Hechicera
y la
Titánica
están trabajando a pleno rendimiento con el fin de producir todo lo que esta flota necesita para seguir avanzando. Aun así, sus esfuerzos no han bastado para aliviar nuestros problemas de logística, debido a las constantes amenazas a las que venimos enfrentándonos desde que nos hallamos en territorio síndico. A pesar de los riesgos que hemos corrido para suministrar a las naves auxiliares las materias primas que requerían, carecen de la capacidad de producción necesaria para abastecer a la flota de todas las células de combustible y las armas que precisa para combatir. No teniendo en cuenta todas las maniobras que sus tácticas exigen.
Geary no podía negarlo.
—Tiene razón. Lo he comprobado.
—Entonces es consciente de que, hasta que regresemos al espacio de la Alianza, la situación no va a mejorar. —Desjani puso el dedo con fuerza sobre esa zona—. Debido al estado de las células de combustible, las naves auxiliares tienen que emplear todos sus recursos para fabricar células nuevas, por lo que no pueden manufacturar más misiles. Nos pueden proporcionar más metralla; de hecho, en estos momentos las reservas de este recurso están alcanzando unos niveles aceptables. Sin embargo, no ocurre lo mismo con las reservas de misiles y de minas, de manera que, hasta que lleguemos a casa, tendremos que seguir consumiendo células de combustible a un ritmo superior al que las fabricamos. Así pues, en Heradao tendremos nuestra mejor oportunidad para luchar contra los síndicos. En este momento todos los recursos son muy limitados y hemos acumulado muchos daños de combate, pero ellos han sufrido numerosas bajas. Con el tiempo, el enemigo empezará a recuperarse más rápido que nosotros; están en su territorio.
Geary miró de nuevo el visualizador estelar y recorrió con los ojos los años luz que separaban Heradao del espacio de la Alianza.
Desjani lo observó durante unos instantes y, acto seguido, continuó hablando en un tono más bajo.
—También le preocupa lo que pueda ocurrir cuando la flota llegue a casa, ¿no es así?
Geary apartó la vista del visualizador y volvió a mirar a la capitana mientras esta seguía hablando.
—Le inquieta regresar allí donde hace un siglo tenía su hogar y enfrentarse a todos los cambios que se habrán producido desde entonces. —Desjani señaló con la cabeza la región del espacio de la Alianza—. Y, sobre todo, le preocupa lo que la mayor parte de esta flota espera que haga cuando lleguemos a casa.
¿Es que a aquella mujer no se le podía ocultar nada? ¿Alguna vez había hablado con ella acerca de aquellas cosas y en aquellos términos? Geary negó con la cabeza, pero no para rechazar los comentarios de Desjani.
—No lo haré, Tanya. No me importa si la flota entera y todos los ciudadanos de la Alianza quieren ver al gran y legendario Black Jack Geary a lomos de un caballo blanco quitando de en medio a los líderes electos de la Alianza. No estropearé aquello que hace que merezca la pena luchar por la Alianza con el pretexto de acudir en su defensa. Es lo que muchos esperan de mí, y, tal vez, algunos de ellos intenten apretarme las tuercas, pero no tengo ni idea de lo que haría si se diera el caso.
—Sí, sí que lo sabe. —Desjani le sostuvo la mirada—. Tiene muy claro lo que no hará. Se ha fijado un objetivo estratégico: defender lo que hace que merezca la pena luchar por la Alianza y ponerle fin a esta guerra. Piense en las distintas maneras que tiene de poner su estrategia en práctica y, entonces, sabrá qué tácticas emplear.
—No es tan sencillo.
—¡No, si intenta hacerlo solo! ¡Busque consejo! ¿Acaso el único miembro de esta flota en el que confía es en La Política?
Al oír la pregunta de la capitana, Geary apartó la vista momentáneamente. Del mismo modo que hacía tiempo que Rione había dejado de utilizar el nombre de Desjani, esta ya solo se refería a la copresidenta por el apelativo de «La Política». No se podía discutir que el título era apropiado, aunque los políticos no gozasen de excesiva popularidad en aquella flota que, después de llevar un siglo combatiendo, los culpaba por no haber conseguido aún la victoria.
—¿Quiere saber por qué no le he pedido consejo al respecto? —dijo Geary.
—Sería muy amable por su parte si me lo dijera.
Maldita sea. ¿Qué le pasaba a Desjani? Geary volvió a mirarla a los ojos.
—Porque temo que esté de acuerdo en todo lo que yo pueda decir, que rompa su juramento y me siga haga lo que haga, porque cree que las mismísimas estrellas me enviaron con su flota y me orientan con su luz.
Desjani movió la cabeza, con gesto firme, en señal de asentimiento.
—Sí, lo seguiría. —Al ver la expresión retorcida de Geary, la capitana extendió un brazo para que la dejara explicarse—. Porque sé que fue enviado con esta flota para cumplir una misión divina y que actúa guiado por una luz especial. Por ello, también estoy segura de que no hará algo que juró que no haría. Sé que no destruirá la Alianza y, por tanto, no me cabe la menor duda de que puedo seguirlo y ayudarlo, si me lo permite. Hay quienes lo ayudarían a encontrar la manera de proceder si confía en nosotros, y estoy segura de que sabe quiénes son. Confíe en nosotros, creemos en la Alianza tanto como usted. Admito que, en su día, podría haber llegado a aceptar un golpe militar, pero no ahora, no después de todo lo que usted nos ha recordado. Nuestros intentos por recrear la brutalidad del enemigo solo han servido para convencer al pueblo síndico de la necesidad de seguir combatiendo contra nosotros hasta el final, y no tendría mucho sentido vencerlos si la victoria significase convertirnos en el reflejo exacto de nuestro enemigo. No obstante, al igual que los problemas con los síndicos, los conflictos políticos que agitan tanto esta flota como nuestro hogar no se solucionarán si siempre los deja para otro momento.
Por un instante, Geary quiso replicar y refutar todo lo que Desjani acababa de espetarle, pero intuía que, dijera lo que dijese, no conseguiría sino negar lo que sabía que era verdad y evitar afrontar lo importante. Volvió a perder la vista entre las estrellas mientras intentaba encajar lo que él sabía con lo que Desjani le había dicho, hasta que se formó una idea que le pareció válida y asintió con la cabeza.
—Gracias. Tiene razón. En todo. He estado evitando tomar una decisión. Veía las cosas, pero no conseguía comprenderlas porque me aterraba la idea de perder esta flota ahora que nos queda tan poco para ponernos a salvo, y porque estaba dejando que me paralizase la preocupación por lo que ocurriría cuando regresásemos a casa.
Desjani sonrió; en su rostro ya no se apreciaba ninguna señal de tensión.
—¿Iremos a Heradao?
—Sí, Tanya, partimos hacia Heradao. Rescataremos a los prisioneros de guerra de la Alianza, si es que siguen allí, y derrotaremos a las tropas síndicas que puedan estar concentradas en esa región. También iré pensando en alguna estrategia para cuando lleguemos al espacio de la Alianza.
—Puede pedirle consejo al capitán Duellos, al capitán Tulev…
—Y a usted —la interrumpió Geary—. Parece que usted es una parte muy importante de mi «luz especial». —Desjani se ruborizó al oír el halago—. No habría llegado a tomar esta decisión yo solo; he estado evitando a todos los que podrían haberme hecho enfrentarme a ella. Necesitaba que usted me diera un empujón, puesto que me conoce mucho mejor de lo que pensaba y porque es lo bastante lianta para obligarme a darme cuenta de lo que estaba haciendo.
Desjani amplió su sonrisa.
—Esta lianta ha tenido que lidiar con muchos cabrones retorcidos. Usted es de los más razonables, señor.
—Gracias. —Geary vaciló—. Tanya, ningún otro oficial de alto rango de la flota parece haberse dado cuenta de lo que me preocupa.
—Nunca ha hablado abiertamente de sus temores. Después de todas las conversaciones que hemos mantenido y con todas las experiencias que nos hemos contado el uno al otro, yo jugaba con ventaja. Además, después de observarlo durante un tiempo, sabía que era lo bastante inteligente para apreciar la importancia de dejarse aconsejar por otros. El hecho de que últimamente se estuviera esforzando por evitar ese tipo de ayuda también me evidenció algo.
—Supongo que debo darles las gracias a mis ancestros por que usted fuera la capitana de mi buque insignia. Darles las gracias de nuevo, quiero decir.
Desjani esbozó media sonrisa.
—Lo tomaré como un cumplido profesional. Ahora, con su permiso, señor, tengo otros asuntos de los que encargarme, y usted ha de dar la orden de que la flota ponga rumbo a Heradao.
—Así es, capitana Desjani. —Geary apartó los ojos de la sonrisa de la oficial y se obligó a dejar de pensar en el sabor de sus labios. Nunca disfrutaría de ellos, no mientras estuviera al mando de la flota ni mientras durase aquella guerra. Desjani se había ganado su respeto en infinidad de ocasiones y, aunque sentía algo por la capitana que trascendía su relación profesional, nunca dejaría de mostrarse deferente con ella, tanto en público como en privado. Así pues, Geary se puso de pie y le devolvió el saludo.
Sin embargo, Desjani se detuvo justo antes de salir y lo miró.
—Espero que no se sienta incómodo por lo que le he dicho, señor. Me sentía en la obligación de hablarle con franqueza.
—Gracias, capitana Desjani. Espero que siga expresándose con la misma franqueza y contundencia siempre que lo estime necesario; le prometo que la escucharé cuando lo haga. Después de todo, soy uno de los cabrones retorcidos más razonables de la flota.