Geary torció el gesto.
—Me alegro de que Kila se callara antes de que tuviera que ordenárselo explícitamente.
—Ni siquiera ella encontró alguna objeción a lo que dijo Cáligo.
—Pero podría haberlo hecho… —intervino Desjani—. Incluso las verdades más obvias se pueden retorcer. Me sorprendió que optase por no seguir discutiendo.
Duellos frunció los labios con gesto meditabundo.
—Tiene razón, pero eso implicaría que Kila y Cáligo tienen algún tipo de acuerdo. Y ni siquiera se relacionan, y no conozco a nadie que los haya visto juntos alguna vez, excepto en reuniones como esta; además, no son precisamente almas gemelas.
—Eso es innegable —admitió Desjani.
—¿Hasta qué punto conoce a la capitana Kila? —preguntó Geary.
Desjani se encogió de hombros.
—Nunca he tenido mucha relación con ella. Se trata de una impresión formada a partir de lo que dicen mis amigos, que no son pocas cosas.
—¿Y qué dicen sus amigos?
Desjani volvió a alzar los hombros.
—Según ellos, está programada para putear a los demás, función en la que pone todo su empeño cuando se activa ante la menor provocación.
Geary consiguió reprimir una carcajada con una tos.
—Parece un buen motivo para evitar el trato con ella.
—Y una descripción muy acertada —observó Duellos.
—Con ese carácter, ¿cómo es posible que ocupe el cargo que tiene?
Desjani miró a Geary con escepticismo.
—¿Me lo está preguntando en serio? Ese carácter solo lo saca con sus subordinados o ante compañeros que compiten con ella por ascender en la jerarquía. En cambio, a la hora de tratar con sus superiores, se comporta siempre con la misma suavidad que un filtro de micrones.
—Entiendo. —Había sido una pregunta absurda. A lo largo de su carrera, un siglo atrás, él había conocido a mucha gente parecida, y, de alguna manera, siempre conseguían sobrevivir a las guerras.
—Como pueden ver —continuó Duellos—, Kila no es la compañera ideal para un oficial sincero que no puede ayudarla a satisfacer sus ambiciones. Cáligo es el tipo de oficial contra el que Kila arremete solo para divertirse.
—Eso no significa que no puedan terminar acostándose —señaló Desjani.
—¡Agh! —Duellos hizo una mueca de asco—. Sé que lo dice en sentido metafórico, pero ahora no voy a poder quitarme esa imagen de la cabeza. ¡Oh, por favor, necesito olvidarla! Con su permiso, capitán Geary, tengo que darme una ducha.
Cuando la imagen de Duellos se desvaneció, Geary miró a Desjani.
—Me alegro de tenerlos a los dos a mi lado. —Levantó una mano cuando Rione también se marchaba—. ¿Le importaría aguardar un momento, señora copresidenta?
Rione se detuvo. Miró primero a Desjani y, después, a Geary.
—Pensé que tal vez querrían quedarse a solas.
Desjani entornó los ojos y frunció los labios hasta que se le vieron los dientes.
—Tal vez la copresidenta Rione desee volver a decirme eso en privado.
—Confiaba —intervino Geary antes de que Rione desplegase sus armas contra Desjani— en que pudieran decirme si han averiguado algo.
Esta vez, Rione se quedó mirando a Desjani sin disimular el fastidio que le producía su presencia, pero Geary se limitó a esperar. Necesitaba otro punto de vista, una opinión con la que contrastar la suya. Por fin, Rione habló.
—Lo que he averiguado se puede resumir en una sola palabra: nada.
—¿Nada? —Geary se frotó la frente para ocultar su decepción—. Me consta que los espías que tiene en esta flota son muy hábiles, señora copresidenta. Esperaba que…
—Puesto que trabajan para usted, debería llamarlos «agentes», capitán Geary —replicó Rione con un gesto de enfado—. Quien haya estado detrás de los cambios más recientes en su mando y de los intentos de sabotear algunas de las naves de esta flota ha ocultado su implicación con asombrosa maestría. No ha dejado ningún rastro. Ni siquiera el interrogatorio que usted autorizó hacerle al zoquete del capitán Numos, tras los últimos intentos de introducir gusanos en los sistemas operativos de sus buques de guerra, sirvió para nada porque Numos no tiene la menor idea de quién lo incitó. Tal vez Faresa supiera algo, pero falleció en Lakota. Lo mismo se puede decir de Falco, suponiendo que fuese capaz de diferenciar entre la fantasía y la realidad durante el tiempo necesario para averiguar algo útil. El capitán Casia y la comandante Yin no pueden revelarnos nada, pues murieron a consecuencia de un oportuno accidente. Si subestimaba a los enemigos que todavía le quedan en esta flota, no siga haciéndolo. Sean quienes sean, son muy capaces y muy peligrosos.
—Y nosotros también —dijo Desjani.
Rione adoptó un gesto divertido.
—Las baladronadas pueden resultar útiles en la lucha contra los síndicos, pero no son la mejor arma para acabar con este enemigo.
—Lo sabemos —intervino Geary antes de que Desjani disparase otra ráfaga—. ¿Y Kila? Cada vez expresa sus desacuerdos con mayor vehemencia.
La sonrisa de Rione dio paso a una expresión de enojo.
—Tal como informaron sus compañeros oficiales y confirmaron mis agentes, Kila se ha ganado demasiadas enemistades como para poder aspirar a la comandancia de esta flota. Sin embargo, también es muy arrogante y, al contrario que Numos…, demasiado lista como para dejarse utilizar por nadie. Al parecer, se ha envalentonado ahora que se ha dado cuenta de que no puede engatusarlo con los métodos que suele utilizar para adular a sus superiores. ¿Nunca intentó seducirlo?
—¿Qué?
—Hay indicios de que esa podría ser una de las tácticas a las que recurre para ascender, aunque también podría tratarse tan solo de un rumor derivado del rechazo general que Kila provoca entre sus compañeros. ¿Dice que nunca intentó nada con usted?
—¡No! —Por el ángulo del ojo podía ver a Desjani fulminando a Rione con la mirada—. ¡Ni siquiera hemos estado juntos físicamente en la misma nave!
Rione asintió con la cabeza.
—Eso podría explicarlo. En cualquier caso, dada la reputación que tiene usted, es posible que ella fuese consciente de que intentar algo así hubiera sido inútil.
—Gracias. —Rione siempre parecía saber cómo desconcertarlo.
—Con todo, Kila no serviría de escudo humano a quienes estén orquestando estas acciones contra usted y la flota —prosiguió Rione—. Si ella estuviera detrás de todo esto, ¿por qué iba a hacer nada que la convirtiera en el centro de atención?
—Si mis enemigos ocultos son tan inteligentes como creemos, ella no debería estar implicada. —Geary sacudió la cabeza—. Los operarios de la seguridad de los sistemas siguen buscando gusanos peligrosos, pero no pueden garantizar que vayan a encontrar todas las puertas traseras que lleven a los sistemas de control de la flota. ¿Qué más podemos hacer?
—No lo sé. —Rione no podía disimular su frustración—. Entiendo que no ha recibido más ofertas para convertirse en dictador.
—No, últimamente no.
—Lo único que le impide hacerlo —apuntó Rione— es la distancia que nos separa del espacio de la Alianza y las fuerzas síndicas a las que aún tendremos que enfrentarnos.
—Y yo mismo —añadió Geary—. No me prestaré a algo así.
Rione lo miró con cansancio.
—¿Por qué cree que ese es un factor decisivo? Cuando lleguemos a Varandal, aquellos que esperan que les arrebate la autoridad a los líderes electos de la Alianza querrán que actúe.
Esta vez contestó Desjani, con frialdad.
—El capitán Geary no romperá el juramento que le hizo a la Alianza, por muy incompetentes que sean los políticos que la lideran.
Rione la ignoró y continuó hablando a Geary sin rodeos.
—Llegará el día en que se cansen de que les diga que no, y saben que la mayor parte de la flota los apoyaría si actuaran supuestamente según sus indicaciones. No necesitan su aprobación para dar un golpe en su nombre. Cabe esperar que es lo que terminarán haciendo, tras lo cual usted habrá de enfrentarse a un hecho consumado. Necesita tener un plan para actuar en ese caso antes de que el gobierno de la Alianza sea derrocado.
—De acuerdo. —A decir verdad, Rione le estaba dando el mismo consejo que Desjani. No obstante, de ninguna manera cometería el error de decirlo—. ¿Propone algún plan?
—Si estuviéramos hablando de políticos, no me sería muy complicado trazar una estrategia —contestó Rione, frunciendo el ceño con exasperación—. Sin embargo, mis conocimientos sobre la mentalidad militar son limitados.
Geary miró de soslayo a Desjani.
—Tal vez deberíamos centrarnos en el punto de vista castrense. Es posible que debamos considerarlo un problema militar; una cuestión de tácticas y estrategias.
Rione cambió el gesto cuando consideró la idea.
—Eso podría sernos de gran utilidad.
Sin que la copresidenta se percatase, Desjani esbozó una sonrisa de satisfacción no demasiado militar.
Geary intentó lanzarle a Desjani una mirada de prudencia, y, por supuesto, Rione se dio cuenta, de modo que La Política se giró levemente para mirar a la capitana, aunque demasiado tarde para ver su expresión de burla.
—¿Podrá hacerlo? —le preguntó Rione a Geary—. ¿Explicárselo a ellos en sus propios términos de tal manera que decidan no actuar?
—Es lo que pretendo, pero todavía no he encontrado ningún argumento lo bastante convincente.
Rione resopló con un gesto de fastidio.
—Piense en términos de catástrofe, porque a eso es a lo que nos llevaría un golpe militar. Supondría un auténtico desastre, el mayor que se pueda imaginar.
Desjani alzó una ceja y miró a Geary.
—Esa parece una buena descripción del resultado del ataque contra el sistema nativo síndico que dejó esta flota atrapada en el corazón del territorio enemigo.
—Eso está bien —admitió Rione—. Muy bien. Como sucedió hace poco, todavía está muy reciente y aún despierta todo tipo de emociones. Se trata de algo que, aunque en un principio parecía buena idea, provocó una debacle que podría habernos hecho perder la guerra. Seguro que se le ocurre algo por el estilo.
Geary asintió con la cabeza.
—Solo tengo que pensar en quién sería el enemigo en una situación así.
Rione suspiró irritada.
—Eso es lo más sencillo. Pregúnteselo a su capitana. Ella se lo dirá. O si no, al capitán Badaya. ¿Quién es el enemigo en casa? Yo, y todos los demás políticos. Eso es lo que creen. —Desjani hizo un gesto de asentimiento; ya no miraba burlonamente a Rione—. ¿Lo ve? Su estrategia debería basarse en lo que la gente como Badaya cree que es verdad. Así será más probable que la aprueben. Entonces podrá comprobar sus teorías. Desjani tiene una mente militar y usted no cuenta con nadie más fiel. —El cumplido sorprendió tanto a Desjani y a Geary que no pudieron disimular su sobresalto. Rione esbozó una sonrisa contenida—. Ni estoy ciega ni soy idiota. Si no deja que esta mujer le cubra las espaldas, cometerá una estupidez, capitán Geary. No obstante, si alguna vez ella considera que sus ideas carecen de fundamento, ¿se lo dirá?
Los labios de Geary dibujaron una irónica sonrisa.
—Estoy seguro de que la capitana Desjani será franca conmigo siempre que estime que mi estrategia no es adecuada.
—Bien. No quiero que el gobierno de la Alianza sea derrocado por alguien que afirme actuar en nombre del gran héroe cuya leyenda creó el propio Gobierno, y no quiero tener que enfrentarme a usted si eso termina ocurriendo y decide que le gusta. —Rione se dio media vuelta y se marchó. La escotilla se cerró a su espalda.
—¿Eso era una amenaza? —preguntó Desjani.
—Sí. No es la primera vez, aunque creo que nunca lo había hecho delante de otras personas.
—¿Por qué se lo consiente?
—Porque —contestó Geary sin apartar los ojos de la escotilla— a veces me pregunto si puedo confiar en mí mismo, y entonces me alegro de tener una amenaza pendiendo sobre mí.
Desjani consideró la idea durante unos instantes.
—Debo admitir que la copresidenta Rione llevaba razón en algunas cosas. Entre ellas, que le cubro las espaldas, señor.
—Lo sé, pero también le hizo un juramento a la Alianza.
Desjani sacudió la cabeza.
—Ya lo hemos hablado. Usted no romperá su juramento, al igual que yo también respetaré el mío. ¿Por qué confía en ella?
Geary inclinó la cabeza hacia la escotilla por la que había salido Rione. La pregunta parecía razonable, dado que Rione ocupaba un cargo político. Con todo, lo que más le sorprendió fue descubrir que, a lo largo de un siglo de guerras, los oficiales de la flota habían desarrollado una desconfianza corrosiva hacia los líderes electos de la Alianza.
—Porque a pesar de todo lo que la copresidenta nos ha ocultado a mí y a todos, estoy completamente seguro de que Victoria Rione siente un amor sincero por dos cosas. La primera es su marido, del que averiguamos que podría seguir vivo y hallarse prisionero de los síndicos en alguna parte; pero la segunda es la Alianza. Rione daría su vida por la Alianza, Tanya, del mismo modo que haríamos usted y yo. No crea que no es así por el simple hecho de que no lleva uniforme. Rione le profesa una fidelidad absoluta a la Alianza, y creo que no sería fácil encontrar a una persona más honrada. También es cierto que muchas veces te toca las narices, pero podemos fiarnos de ella.
—Una cosa positiva de Heradao —comentó Desjani— es que los enemigos que encontremos allí serán fáciles de identificar. —Se encogió de hombros con un aire melancólico impropio de ella—. A veces echo de menos la etapa previa a su aparición, cuando todo se resolvía matando más síndicos, empleando todos los medios imaginables y lo más rápido posible. Eran el enemigo. Con matar a los suficientes, conseguiríamos la victoria. No funcionó, pero así las cosas parecían más sencillas. Después llegó usted y lo complicó todo.
—Los síndicos siguen siendo el enemigo —recalcó Geary—. Mientras eso lo tengamos claro, lo demás no debería ser muy complicado.
—Me está pidiendo que respete a un político —le recordó Desjani—. Dudo que eso me resulte fácil.
Geary la observó por un momento, intentando comprender cómo era posible que los oficiales de la flota como Desjani fueran fieles a la Alianza al mismo tiempo que despreciaban a los líderes que esta había elegido. Sin duda, esto se debía, en gran medida, a la necesidad humana de culpar a los demás de los fracasos obtenidos durante la guerra; sin embargo, Rione admitía que los líderes políticos de la Alianza debían asumir su parte de responsabilidad por las acciones emprendidas a lo largo de los últimos cien años. En ese sentido, tal vez él no fuera más que un anacronismo viviente, un oficial que creía que los líderes de la Alianza merecían respeto por sistema y para el que la idea de que no fuese así era demasiado difícil de asimilar.