Entonces, el destacamento especial
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se introdujo entre la multitud de oponentes y se abalanzó sobre la pequeña formación síndica.
Los cuatro acorazados enemigos le lanzaron una cortina de misiles y metralla, pero las naves de la Alianza, que se habían separado, evitaron recibir demasiados disparos, aun así, otro crucero pesado y dos destructores más cayeron víctimas de la descarga.
El destacamento especial
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pasó raudo entre la formación síndica, con los acorazados
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y Cumplidora protegiendo al crucero de batalla Desmesurada del fuego de los acorazados síndicos, mientras todas las naves de la Alianza concentraban sus disparos sobre los cruceros pesados enemigos.
Geary vio que la formación se dividía y esperó ansioso a que el visualizador se actualizara mientras los sensores de la flota evaluaban los resultados.
—¡Cielos! —exclamó Desjani. Habían caído ocho de los diez cruceros pesados síndicos; unos estallaron y otros quedaron fuera de combate—. Esa mujer debería estar al mando de un crucero de batalla. El plan de los síndicos ya no sirve. Tendrán que evacuar algunos cruceros pesados más.
—Sí. —Geary movió la cabeza sin apartar los ojos de lo que quedaba del destacamento especial
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. Tanto el buque que daba nombre a la formación como la Cumplidora habían sufrido daños, pero, en general, su estado era formidable. A la Desmesurada, la batalla le había arrebatado casi la mitad del armamento; además, ahora tenía tantas averías que apenas podía seguirles el paso a los acorazados. De los escoltas, únicamente dos cruceros pesados y un destructor sobrevivieron a la pasada ofensiva—. No podrá repetirlo.
—Quizá una vez más —objetó Desjani—. Aunque solo resistirían los dos acorazados. Si la capitana Geary es inteligente, evitará a los síndicos por ahora.
La nube de buques de guerra síndicos independientes había regresado e intentaba interceptar de nuevo al destacamento especial
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, pero la menguada formación de la Alianza no había dejado de acercarse a la puerta hipernética.
—Les llevará un tiempo alcanzar a esas naves —dijo Geary—, pero no nueve horas. —El enfrentamiento con las defensas de Varandal previo a la llegada de la flota supuso un elevado número de bajas para ambos bandos. No obstante, después del último encuentro, la flotilla de reserva todavía contaba con catorce acorazados, once cruceros de batalla, ocho cruceros pesados, treinta y tres cruceros ligeros y ochenta y cinco naves de caza asesinas—. Quedan ocho cruceros pesados. ¿Serán suficientes para que los síndicos colapsen la puerta?
—Depende del tiempo que tengan que seguir disparando. —Desjani sacudió la cabeza—. El director general tiene que haberse dado cuenta de que no puede continuar con el plan. La
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y sus compañeras están ganando demasiado tiempo. Los síndicos tendrán que trazar otra estrategia.
De pronto, la desazón de Geary se fue concretando.
—Van a intentar derribar esta formación para poder eliminar nuestros acorazados cuando lleguen aquí. Después podrán tomarse el tiempo que necesiten para aplastar lo que quede del destacamento especial
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, con lo cual atacarán la puerta cuando más les convenga.
Desjani movió la cabeza para mostrar su acuerdo.
—Es lo que yo haría.
—Pero no disponemos de suficientes células de combustible para dar vueltas alrededor de los síndicos hasta que lleguen los acorazados.
—¿Los síndicos lo saben?
—Esperemos que no.
Todavía faltaban siete horas. Cuatro acorazados síndicos habían seguido persiguiendo al destacamento especial
Impertérrita
. El resto de la flotilla de reserva estaba volviendo a integrarse en la formación de caja habitual, en cuyo núcleo se hallaban escudados los cruceros pesados que habían resistido. Geary sopesó las distintas opciones, consciente de que, si ordenaba a sus cruceros de batalla que embistieran directamente el corazón de la caja síndica para llegar a los cruceros pesados, la operación podría dar el resultado que esperaba, aunque cabía la posibilidad de que ninguno de sus cruceros de batalla resistiera los ataques al salir por el otro flanco de la flotilla.
Quedaban seis horas para el enfrentamiento. La flotilla síndica de reserva, ya con su formación de caja firmemente reconstruida, se orientó hacia los cruceros de batalla de la Alianza que se iban aproximando.
—Tenía razón, capitana Desjani. Nuestro número de buques capitales es la mitad que el de ellos; pero, lo que es más importante, con todos esos acorazados, los síndicos como mínimo triplican nuestra potencia de fuego y nuestro blindaje. —Llevó los ojos hasta los cuatro acorazados enemigos que habían estado persiguiendo al destacamento especial
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y que después alteraron su rumbo para formar una pantalla entre las naves de la Alianza y la formación síndica principal.
Fue como si Desjani le leyera la mente.
—Cuatro acorazados. Podemos eliminarlos.
—Si lo hacemos bien. —Comprobó la posición de los acorazados de la Alianza, que avanzaban a velocidad constante, aunque a más de una hora de distancia de los cruceros de batalla. Las reservas de células de combustible iban reduciéndose en todas las naves. Geary se fijó en la Fusil, que indicaba un nivel del seis por ciento, el más bajo de la flota—. Debería haber dejado la Fusil en el punto de salto.
—Su tripulación no se lo habría perdonado jamás.
Geary planificó el acercamiento al detalle, dirigiendo los cruceros de batalla de forma que pareciera que avanzaban derechos contra la caja síndica, aplicando una ligera modificación al vector de los acorazados para que se encontrasen con el enemigo en el momento adecuado y decidiendo el punto preciso en el que volver a cambiar de dirección.
—¿Cuánto falta? —preguntó Rione. Llevaba tanto tiempo callada que los demás casi se habían olvidado de que estaba sentada en el fondo del puente.
—Ya están viniendo hacia nosotros —respondió Geary—. Quedan dos horas y cuarenta minutos para el encuentro, aproximadamente. Dentro de dos horas y veinte minutos les daremos una sorpresa.
—Tal vez se la esperen —comentó Desjani—. La
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ha estado haciendo lo mismo.
—Cierto. Los esquivaremos de un modo distinto.
Cuando faltaba una hora para el combate, el destacamento especial
Impertérrita
había alterado su rumbo para aproximarse a los cuatro acorazados síndicos, que a su vez se habían desviado para enfrentarse al pequeño destacamento especial de la Alianza. Cuando la
Impertérrita
se hallaba a tan solo quince minutos luz de distancia, Geary envió nuevas órdenes.
—Capitana Geary, al habla el… capitán Geary. Esta vez evite aproximarse a los cuatro acorazados síndicos. Nos dirigimos hacia allí para ver si podemos igualar un poco las fuerzas.
No llegó ninguna respuesta a pesar de que el tiempo de tránsito para los mensajes enviados entre la
Impertérrita
y el
Intrépido
se había reducido ya a un cuarto de hora. A menos de media hora para encontrarse con la flotilla síndica de reserva, Geary no podía perder el tiempo preguntándose si su sobrina nieta seguiría o no sus órdenes.
—A todas las unidades de la formación de la Alianza Índigo Uno. Vamos a rodear el grueso de la formación síndica, atacar a los cuatro acorazados y regresar para embestir a la flotilla. Reserven las municiones fungibles que les queden para la pasada ofensiva sobre la flotilla.
A veinte minutos de iniciarse el combate, la flotilla y los cruceros de batalla de la Alianza se hallaban a solo cuatro minutos luz de distancia y continuaban acercándose a un ritmo combinado de dos décimas de la velocidad de la luz, después de que los síndicos hubieran desacelerado hasta seis décimas de la velocidad de la luz para que la distorsión relativista no mermara sus posibilidades de alcanzar a los buques de guerra de la Alianza. Geary esperó, sin estar del todo satisfecho con las maniobras elegidas.
Quince minutos para el encuentro. Diez minutos.
—A todas las unidades de la formación Índigo Uno. Viren dos cero grados a babor y desciendan uno cinco grados a las cero cuatro cero nueve.
Los cruceros de batalla de la Alianza y sus escoltas guiñaron hacia la izquierda, alejándose de la estrella Varandal, y descendieron para situarse bajo el plano del sistema estelar. Los síndicos tardaron un minuto exacto en ver la luz que indicaba la evasión de la flota de la Alianza, y para entonces ya faltaban menos de siete minutos para que las fuerzas se encontrasen. Geary volvió a pulsar sus mandos.
—A todas las unidades de la formación Índigo Uno. Asciendan dos cero grados a las cero cuatro uno tres.
Los síndicos también alterarían su rumbo descendiendo y virando para interceptar a los cruceros de batalla de la Alianza, pero estos ya estarían ascendiendo mientras los minutos que faltaban para el enfrentamiento se iban reduciendo a unos pocos segundos.
—Los síndicos han disparado misiles y metralla —informó el consultor de sistemas de combate.
Los síndicos habían disparado apuntando al lugar hacia el que avanzaban las naves de la Alianza, teniendo presente que, si esta seguía evadiéndose, lo haría descendiendo a mayor velocidad. En consecuencia, la descarga de los síndicos pasó como un rayo muy por debajo de los cruceros de batalla de la Alianza mientras Geary volvía a nivelarlos orientándolos hacia los cuatro cruceros síndicos aislados.
Por detrás de los cruceros de batalla de la Alianza, la caja de la flotilla síndica empezó a dar media vuelta a tal velocidad que, de pronto, uno de los cruceros ligeros saltó en mil pedazos debido a la tensión producida por la sobrecarga de sus compensadores inerciales.
—Que se vuelvan locos, que se queden atontados —comentó Desjani—. ¿Sabe? Hasta hace poco me habría molestado mucho limitarme a jugar al gato y al ratón con esta chusma en lugar de atacarlos frontalmente, pero la verdad es que imaginarme la cara que estará poniendo el director general síndico lo compensa con creces.
—Gracias. —Los cuatro acorazados síndicos debían de estar dándose cuenta de la peligrosa situación en la que se hallaban, con doce cruceros de batalla avanzando derechos hacia ellos por un flanco y con el destacamento especial
Impertérrita
acercándose por el ángulo opuesto—. Esto es lo que ocurre cuando un comandante se empeña en seguir el plan original por mucho que cambien las circunstancias. El director general no debería haber dividido sus tropas de esa manera en lugar de centrarse en nosotros o bien en el destacamento especial
Impertérrita
.
Quince minutos más tarde, la flotilla síndica de reserva seguía dando media vuelta cuando los cruceros de batalla de la Alianza desaceleraron bruscamente hasta una décima de la velocidad de la luz y pasaron imponentes junto a los cuatro acorazados síndicos, castigando a los más cercanos con ráfagas intermitentes de lanzas infernales seguidas de los campos de anulación que proyectaron los cruceros de batalla de retaguardia.
—Dos fuera —anunció Desjani triunfalmente cuando uno de los acorazados enemigos explotó y otro salió despedido incapaz de corregir su rumbo. El
Intrépido
aún se sacudía a consecuencia de los impactos absorbidos por sus escudos.
A pesar de la apabullante superioridad en potencia de fuego de la que disfrutaba la Alianza; la
Leviatán
, la
Implacable
y la
Radiante
también recibieron múltiples daños.
—
Impertérrita
, por ahora los otros dos acorazados son suyos —indicó Geary mientras volvía a darles la vuelta a los cruceros de batalla de la Alianza.
Cuando los cruceros se estaban situando en un vector que los dirigía hacia la caja de la flotilla, que volvía hacia ellos a una décima de la velocidad de la luz, sonó una alarma en el puente del
Intrépido
.
—Capitana, las reservas de células de combustible se han reducido al diez por ciento —informó el consultor de ingeniería—. Los sistemas de maniobras y de combate de la nave recomiendan la retirada y el repostaje inmediatos.
—¿Cómo no se me había ocurrido antes? —se preguntó Desjani con tono sarcástico—. Tendré en cuenta la recomendación de los sistemas.
—Esto… capitana, los sistemas advierten que si su aviso es ignorado, actualizarán el registro automáticamente para dejar constancia de que el oficial al mando está poniendo la nave en peligro.
—Teniente, dígales a los sistemas por dónde se pueden meter sus advertencias.
—¿Capitana? ¿Cómo…?
—¡Anule las acciones automáticas! —Desjani miró a Geary—. Tenemos que intentar acabar este combate lo antes posible.
—Veré lo que puedo hacer. —La flotilla se acercaba rápidamente por delante. Detrás de la caja síndica, la formación de acorazados de la Alianza se acercaba al campo de batalla.
—El destacamento especial
Impertérrita
va a encargarse de los dos acorazados síndicos que se han quedado aislados, pero ambos están intentando regresar con el grueso de la formación enemiga.
La caja síndica todavía contaba con diez acorazados y once cruceros de batalla, aunque dos de estos ya habían recibido daños considerables. El centro lo ocupaban seis acorazados distribuidos alrededor de los cruceros pesados que quedaban, mientras que los otros cuatro ocupaban cada uno una esquina, unos acompañados de dos cruceros de batalla y otros, de tres.
Después de estudiar los movimientos de la flotilla síndica, que evidenciaban que su comandante estaba furioso y lo bastante frustrado como para comportarse de un modo temerario e impulsivo, Geary repitió la evasión hacia abajo y a babor. A continuación, volvió a elevar los cruceros de batalla, llevándolos hacia estribor lo suficiente para orientarlos hacia el punto por donde debería pasar una de las esquinas de la caja síndica en el caso de que su comandante pensara que las naves de la Alianza intentarían realizar la misma maniobra de nuevo.
La estrategia funcionó. Esta vez los misiles y la metralla de los síndicos pasaron sobre la trayectoria de los cruceros de batalla de la Alianza cuando estos se abalanzaban contra una de las agrupaciones de la caja síndica, compuesta de un acorazado y dos cruceros de batalla.
Los oponentes se entrecruzaron en una fracción de segundo, tiempo durante el cual intercambiaron disparos a través de los sistemas automáticos. Cuando se separaron, Geary observó que los dos cruceros de batalla síndicos estaban fuera de combate y que el acorazado había sufrido daños críticos.