Read Incansable Online

Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Incansable (20 page)

—De acuerdo —convino Geary, casi riendo de puro alivio mientras activaba el circuito de mando—.
Incansable
y
Represalia
, los felicito por su puntería. Todas las naves se han comportado de una manera ejemplar y todos los marines y transbordadores de la flota han cumplido con su deber de un modo intachable. Tan pronto como recuperemos el último transbordador, la flota continuará rumbo al punto de salto hacia Padronis. —Finalizada la transmisión, cerró los ojos durante unos instantes y respiró hondo—. Y yo que pensaba que las operaciones de la flota eran duras.

En la superficie, lo único que se movía entre las ruinas del antiguo campo de prisioneros eran los escombros que iban cayendo a tierra y el hongo nuclear, que seguía elevándose en uno de sus flancos.

Desjani no paraba de sonreír.

—Podemos decir que los síndicos han cumplido con la parte de su misión en la que tenían que suicidarse, ¿no?

Geary pensó en lo que aquellos comandos podrían haberles hecho a sus marines, a sus transbordadores y a los miles de prisioneros de la Alianza que habían sido liberados, y asintió con la cabeza.

Durante la media hora siguiente, mientras los transbordadores atracaban en distintas naves de la flota, los ánimos se fueron calmando. En la superficie de Heradao, algunas regiones se estremecieron debido a los enfrentamientos entre las tropas leales a las facciones rebeldes y la autoridad central síndica, si bien ninguna de las fuerzas intentó disparar contra las naves de la Alianza.

—¿Es necesario proporcionar cobertura a los guardias síndicos en retirada y a sus familias? —preguntó Geary.

—No hay indicios de persecución, señor. Lo más probable es que los habitantes de ese planeta crean que los guardias saltaron por los aires junto con el campo de prisioneros.

—Bien. —Después de tanta actividad frenética, Geary estaba inquieto, ansioso por que llegase el momento de ordenarle a la flota que se pusiera en marcha. Mientras esperaba, volvió a darle vueltas a una cuestión que le intrigaba. Miró a Desjani con expresión de curiosidad—. ¿Por qué demonios los dispositivos de engaño de los marines se llaman onagros persas?

Desjani le contestó con el mismo desconcierto.

—Estoy segura de que hay un motivo. Teniente Casque, en este momento no tiene ninguna tarea pendiente, ¿verdad? Compruebe si la base de datos arroja alguna explicación.

—¿Y quién diantres les pondría el nombre de munutranho a esas cosas? Hace que parezcan adorables.

Esta vez Desjani se limitó a abrir las manos, incapaz de encontrar una explicación.

—Seguro que el nombre fue acordado por consenso. ¿Cómo llamarían a la munutranho en… en… el pasado?

Geary se preguntó qué expresión habría omitido Desjani tan hábilmente para referirse al siglo pasado.

—La llamaban ANP: Armas Nucleares Portátiles. Un nombre directo y sencillo.

—Pero todas las armas nucleares son portátiles —objetó Desjani—. Algunas se han de transportar en misiles o naves de gran tamaño, pero siguen siendo portátiles.

Geary la atravesó con la mirada.

—¿Alguna vez trabajó como redactora en la agencia literaria de su tío?

—Varias veces. ¿Qué tiene eso que ver con esto?

—¿Le gusta el término «munutranho», capitana Desjani?

—¡No! En la flota se le suele dar el nombre de MAN.

—¿MAN? —¿Por qué el nuevo siglo no traería incluido un glosario que recogiera los términos más frecuentes? Aunque, ahora que lo pensaba, había oído aquel término a los tripulantes en varias ocasiones.

—Sí. —Desjani hizo un gesto de disculpa—. «Marines con Armamento Nuclear.» Es una forma abreviada que los tripulantes utilizan para referirse a algo que es una mala idea.

Geary se obligó a mantener la compostura.

—Supongo que algunas cosas nunca cambian. ¿Cree que alguna vez los marines y los tripulantes se han llevado bien?

—Nos llevamos muy bien cuando los ejércitos planetarios se meten con nosotros —señaló Desjani—. Y cuando hay una misión que cumplir.

—¿Y en los bares?

—En los bares la cosa cambia, a menos que haya también miembros de los ejércitos planetarios.

—Como en los viejos tiempos —convino Geary.

—¡Capitán! —intervino el teniente Casque—. La base de datos indica que los onagros persas se llaman así por una antigua historia. El pueblo de los persas invadió un territorio y se vio atrapado por un enemigo con mayor capacidad de movimiento, así que decidieron huir de noche para que su oponente no se diera cuenta. Los persas disponían de unas cosas llamadas «onagros» que el enemigo no había visto hasta entonces. Aquellos onagros hacían mucho ruido, de modo que los persas los dejaron atrás para que el rival pensara que ellos también seguían allí. Supongo que esos onagros eran una especie de sistema primitivo de engaño.

El teniente Yuon miró atónito a Casque.

—El onagro es un animal.

—Oh. Capitana, el onagro es…

—Gracias. Lo sé. —Con cierto escepticismo, Desjani le planteó sus dudas al teniente Casque—. ¿De qué año data esta historia? ¿Qué debemos entender por «antigua»?

—Capitana, la fuente lleva el identificador «libro antiguo, Tierra», sin especificar fechas. Supongo que los marines leyeron el relato en este libro.

—Excelente suposición, teniente. —Desjani le hizo un gesto a Geary para expresar que ella no tenía manera de haberlo sabido—. Ahí tiene su respuesta, señor. Los marines conocían esta historia. Tal vez la consideren el primer caso documentado de empleo de métodos de engaño en la guerra. Aunque yo creo que, más bien, el primer caso fue el de aquel caballo de madera del que oí hablar una vez. En cualquier caso, el nombre se debe a una vieja historia.

—Más vieja aún que yo —contestó Geary—. Al menos, estoy seguro de que lo que cuentan tuvo lugar antes de que yo me uniese a la flota. —Nunca pensó que podría llegar a bromear sobre lo mucho que hacía de aquello, pero, gracias al ambiente relajado que se respiraba tras el combate en tierra, esa cuestión ya no le parecía tan angustiosa como antes.

—Señor —llamó la consultora de operaciones—, todos los transbordadores han sido recuperados.

—Excelente. —Geary ordenó acelerar el avance de la flota para reunirse con los buques de guerra reparados, las naves auxiliares y los escoltas en la región donde se habían enfrentado a la flotilla síndica. Cuando se reencontrasen, la flota pondría rumbo al punto de salto hacia Padronis—. Hay una cosa que me intriga. Nosotros sabíamos que últimamente la flota síndica había sufrido muchos daños; ahora bien, ¿cómo lo sabían los rebeldes de este sistema estelar? Se sublevaron casi a la vez que destruimos la flotilla síndica en esta zona.

Rione, con aire meditabundo, contestó a su pregunta.

—Seguro que los habitantes de los Mundos Síndicos están al tanto de muchos rumores, pero los únicos que podrían conocer el verdadero alcance de las pérdidas de la flota son los oficiales de alto rango y los directores generales, lo que significa que algunos miembros de la cúpula síndica forman parte de los grupos que pretenden derrocar al gobierno síndico de Heradao. La corrupción llega tan hondo como nos temíamos.

—En ese caso, esta situación podría repetirse en otros lugares, a medida que la noticia se vaya conociendo —dijo Geary.

—Tal vez. Pero los síndicos todavía pueden intentar mantener el control de los distintos sistemas estelares. Un posible colapso de los Mundos Síndicos tardaría mucho tiempo en extenderse a todos los sistemas estelares.

—¿Mucho tiempo? Lástima —murmuró Desjani mientras consultaba su visualizador—. Los transbordadores que traen a algunos de los prisioneros liberados al
Intrépido
se están preparando para desembarcar.

Geary se levantó de su asiento.

—Vayamos a darles la bienvenida.

—Sí —convino Rione—, si la oficial al mando del
Intrépido
no se opone a que yo también esté presente.

—Por supuesto que no, señora copresidenta —respondió Desjani con un tono muy profesional.

Llegaron a la dársena del transbordador en el momento en que la tercera nave bajaba la escotilla principal y los exprisioneros comenzaban a bajar por la rampa. Los presos liberados fueron saliendo en fila del transbordador, mirando a su alrededor con una mezcla de júbilo e incredulidad. Vestidos con los harapos de sus antiguos uniformes o con la ropa de civil hecha jirones por los síndicos, se parecían a los prisioneros que fueron liberados tiempo atrás en el sistema estelar Sutrah. La escena y las emociones que todos sentían eran las mismas que entonces.

—Supongo que uno siempre se alegra de liberar a sus prisioneros de guerra —murmuró Desjani como si supiera lo que Geary estaba pensando.

En ese mismo instante, alguien dio una voz desde el otro lado de la dársena.

—¿Vic? ¿Vic Rione? —Uno de los prisioneros (un hombre alto y flaco que lucía una insignia de comandante en su viejo abrigo) los miraba sin dar crédito a lo que veía.

Victoria Rione se quedó perpleja y tomó aire sobrecogida. Acto seguido, recuperó la compostura y gritó su respuesta.

—¡Kai! ¡Kai Fensin!

Rione se adelantó unos pasos para recibir a Fensin a la vez que este abandonaba la fila y se apresuraba a reunirse con ella. Algunos de los escoltas que dirigían a los prisioneros hacia la enfermería se dispusieron a detener a Fensin, pero abandonaron la idea cuando Desjani les hizo un gesto.

—¿Vic? —preguntó Fensin atónito cuando llegó hasta ellos—. ¿Cuándo te uniste a la flota? Por ti no pasa el tiempo.

—¿Vic? —murmuró Desjani de forma que solo Geary pudiera oírla.

—No sea mala —le susurró él antes de que se unieran a Rione.

La copresidenta movía la cabeza a ambos lados y parecía sentirse violenta.

—Me siento mucho mayor y no, no me he unido a la flota, Kai. ¿Puedo presentarle al comandante, el capitán Geary?

—Geary. —El comandante Fensin sonrió con incredulidad—. En el transbordador nos dijeron quién comandaba la flota. ¿Quién si no podría haberla traído hasta aquí para liberarnos? —De pronto, como si se avergonzase de su actitud, Fensin se puso firme—. Es un honor, señor, un gran honor.

—Descanse, comandante —ordenó Geary—. Relájese. Ya habrá tiempo más adelante para ceremonias.

—Sí, señor —dijo Fensin—. Una vez serví junto con otro Geary: Michael Geary, su sobrino nieto. Éramos oficiales subalternos en la Derrocada.

Geary notó que la sonrisa se le evaporaba del rostro. Fensin se dio cuenta y se puso nervioso.

—Lo siento. ¿Ha muerto?

—Es posible —respondió Geary, preguntándose cómo sonaría su voz—. Su nave fue destruida en el sistema nativo síndico cuando cubría la retirada de esta flota.

—¿Se marcó un Geary? —soltó Fensin sin pensar, en referencia a la última batalla por la que Black Jack se hizo popular—. ¡Quién lo iba a decir! Me refiero… —Fensin no podía creer que su boca lo estuviera traicionando de una manera tan vergonzosa.

—Lo comprendo —dijo Geary—. Michael no pensaba mucho en Black Jack después de haber tenido que crecer bajo su sombra. Sin embargo, llegó a entenderme mejor con el tiempo, cuando se vio en la misma situación. —Era el momento de desviar la conversación hacia algún tema menos incómodo—. ¿De qué conoce a la copresidenta Rione?

—¿Copresidenta? —Fensin miró a Rione.

La Política asintió con la cabeza.

—De la República Callas. Y, esto… cómo no, miembro del Senado de la Alianza, en consecuencia. Me introduje en la vida política para servir a la Alianza después de que Paol… —Rione se interrumpió y cerró los ojos durante un segundo—. Me dijeron que murió, pero hace poco he sabido que lo hicieron prisionero. ¿Tú sabes algo?

Kai Fensin pestañeó brevemente.

—Estaba en la misma nave que el marido de Vic —le explicó a Geary—. Disculpe, quiero decir, de la copresidenta Rione.

—Para ti sigo siendo Vic, Kai. Entonces, ¿sabes algo?

—Nos separaron poco después de que nos capturaran —explicó Fensin—. Paol estaba herido de gravedad. Me dijeron que había muerto en la nave, así que me sorprendió ver que seguía resistiendo. Luego, los síndicos se llevaron a los que se encontraban peor, en teoría para curarlos, pero… —Hizo una mueca—. Ya se sabe lo que hacen con algunos prisioneros.

—¿Lo mataron? —le preguntó Rione con un hilo de voz.

—No lo sé. Te juro por mis ancestros, Vic, que no lo sé. No volví a saber nada de él ni de ninguno de los que se llevaron con él. —Fensin se encogió de hombros, apesadumbrado—. En el campo había más hombres de nuestra nave. No creo que ninguno de ellos haya venido al
Intrépido
, pero allí hablábamos mucho; aparte de hablar, en el campo no había mucho que hacer cuando los síndicos no te estaban obligando a excavar zanjas o picar piedras. No creo que los demás sepan qué fue de Paol. Ojalá pudiera decirte algo, transmitirte un recuerdo o alguna palabra, pero aquello era un auténtico caos; los síndicos nos separaron y él apenas estaba consciente.

Rione se esforzó por sonreír.

—Sé lo que habría dicho.

Fensin vaciló; sus ojos saltaron de Rione a Geary.

—En el transbordador he escuchado muchos rumores. Todo el mundo quería ponerse al día. Alguien dijo algo acerca de una política y el comandante de la flota.

—El capitán Geary y yo mantuvimos una breve relación —aclaró Rione con circunspección.

—Terminó cuando supo que su marido aún podría seguir vivo —añadió Geary. No era del todo cierto, pero sí lo bastante como para que se sintiera libre de culpa al comentarlo.

El comandante Fensin asintió con gesto de agotamiento.

—No habría culpado a Vic, señor. Tal vez lo hubiera hecho antes de que me encerraran en aquel campo de trabajo, cuando pensaba que las reglas del honor eran muy sencillas. Ahora sé lo que se siente al creer que ya nunca volverás a ver a alguien porque esta guerra es eterna, y ves que la gente se muere en el campo de trabajo, personas que han pasado allí casi toda su vida, y piensas que algún día tú correrás la misma suerte. En aquel campo muchos encontraron una nueva pareja, pues pensaban que ya nunca volverían a ver a la que dejaron atrás. Personas casadas que empezaron a cuidar de otros o que buscaban a alguien que cuidara de ellos. Supongo que cuando regresen a su hogar sufrirán mucho, de un modo u otro.

Se giró hacia Rione.

—Yo también lo hice.

Rione lo miró con una ternura de la que Geary jamás la hubiera creído capaz, como si reencontrarse con aquel hombre que formaba parte de su pasado la hubiera hecho recordar una época más feliz.

Other books

Qualinost by Mark Anthony & Ellen Porath
Forty Signs of Rain by Kim Stanley Robinson
Lord Byron's Novel by John Crowley
Princess of Passyunk by Bohnhoff, Maya Kaathryn
The Butcher by Jennifer Hillier
Winded by Sherri L. King