—¡La Tercera Compañía ha quedado atrapada!
Geary tocó varias ventanas hasta que eligió la del teniente al mando de esa unidad. La vista de su armadura de combate mostraba varias paredes agujereadas y semiderruidas que temblaban y saltaban en pedazos bajo el impacto del fuego enemigo.
—Puestos de armas pesadas y búnkeres ocultos —continuó el teniente—. Debemos de habernos metido en una especie de
Ciudadela
. Su potencia de fuego es muy superior a la nuestra y hemos sufrido numerosas bajas.
La voz de la coronel Carabali intervino.
—Teniente, ¿pueden retirarse hacia el centro del campo de forma escalonada?
—¡Negativo, coronel, negativo! —La vista que llegaba a través de la armadura del teniente sufrió una interferencia cuando algo explotó con tanta fuerza que lanzó por los aires a varios marines—. No podemos movernos sin que nos disparen. Solicito todo el apoyo armamentístico disponible de la flota. —Geary consultó los mapas tácticos que se desplegaron en la interfaz del teniente y observó que etiquetaba diversos grupos de objetivos, dispuestos alrededor de los símbolos de los aliados, que representaban las posiciones de los marines de la Tercera Compañía—. Solicito bombardeo de apoyo en las siguientes coordenadas. Todo el apoyo armamentístico, lo antes posible.
—Señor —avisó el consultor de sistemas de combate—, los marines nos envían una nueva solicitud de apoyo armamentístico, pero los objetivos se encuentran dentro del perímetro de seguridad.
—¿Cómo de dentro? —Leyó los datos y espiró prolongadamente al comprobar la distancia.
Mientras Geary realizaba la consulta, apareció la imagen de la coronel Carabali.
—Capitán Geary, mi Tercera Compañía necesita apoyo armamentístico, y lo necesita ya.
—Coronel, la mayoría de esos objetivos se encuentran a tan solo cincuenta metros de sus marines. Algunos, a veinticinco.
—Lo entiendo, capitán Geary. Ahí es donde está el enemigo.
—Coronel, estamos lanzando ráfagas a través de la atmósfera. ¡No puedo garantizarle que no alcancemos a esos marines!
—¡Lo sabemos, señor! —exclamó Carabali—. El teniente lo sabe. Y es lo que necesita. Es el oficial de mayor graduación del combate. Su petición es que los objetivos sean atacados pese al peligro que ello supone para sus hombres. Solicito la aprobación y la ejecución de la misión de bombardeo lo antes posible, señor.
Geary la miró a los ojos. Carabali también era consciente del peligro, pero aceptaba la valoración del comandante que estaba participando en el combate. Como comandante de la flota, Geary no podía mirar para otro lado.
—Muy bien, coronel. La nave está de camino. —Se giró hacia Desjani—. ¿Cómo podríamos conseguir ahora mismo la máxima precisión en un bombardeo sobre superficie?
Desjani extendió las palmas de las manos.
—¿A través de la atmósfera y todos los desechos que hemos liberado? Situando la nave de bombardeo en la órbita más baja posible. Pero tenga en cuenta que, de esta manera, la nave quedará expuesta al fuego lanzado desde el planeta.
—De acuerdo. —Una rápida consulta al visualizador le mostró el candidato apropiado; un acorazado podría liberar la potencia de fuego necesaria y, además, tener muchas posibilidades de resistir al contraataque de tierra—.
Vengativo
, avance hacia la órbita más baja y, a continuación, ejecute la misión de apoyo armamentístico lo antes posible.
—
Vengativo
a la orden. En camino.
—Señor, hemos detectado varios aviones que avanzan hacia el campo de prisioneros. Presentan una configuración militar y utilizan potentes sistemas de sigilo.
—Neutralícenlos —ordenó Geary.
De la órbita brotó una batería de lanzas infernales que formaron redes de partículas de alta energía alrededor de los aviones síndicos. Dado el elevado número de buques de guerra de la Alianza que orbitaban alrededor del planeta y que podían disparar contra ellos, los aviones no tenían ninguna oportunidad. Aunque resultaba complicado ver dónde se encontraban, incluso una lanza infernal disparada con una trayectoria oblicua era suficiente para derribarlos, por lo que se liberaron múltiples lanzas infernales en la zona que ocupaban.
—Confirmada la destrucción de todos los aviones.
Vengativo
abriendo fuego.
En la vista del teniente que comandaba la Tercera Compañía, se vio que las paredes empezaron a estallar hacia dentro y el suelo se sacudía en una constante danza salvaje mientras el
Vengativo
arrojaba lanzas infernales y lanzaba pequeños proyectiles cinéticos contra sus objetivos. La vista que enviaba el teniente se iba nublando a medida que la destrucción continuaba, hasta que, a su alrededor, el aire se fue llenando de polvo y partículas cargadas y el canal de transmisión se cortó por completo.
—Hemos perdido la comunicación con la Tercera Compañía de marines —informó el consultor de comunicaciones—. El bombardeo y las lanzas infernales han saturado el aire y la señal no consigue entrar. Estamos intentando restablecer el contacto, pero el proceso podría demorarse varios minutos.
¿Quedará alguien con quien poder comunicarse? Apenas Geary se hubo formulado esta pregunta, otro consultor dio un nuevo aviso.
—Misiles enviados desde las instalaciones orbitales síndicas Alfa Sigma. Tres misiles. Confirmada su carga de cabezas explosivas destinadas al bombardeo nuclear orbital. Trayectoria inicial hacia la zona del campo de prisioneros. Los sistemas de combate recomiendan vectorizar el crucero ligero Octava y los destructores Metralla y Kris para neutralizar los misiles, y lanzar cargas cinéticas desde la
Vindicta
para destruir las instalaciones de disparo.
—Aprobado. Ejecuten las órdenes. —Geary miró a Rione—. De manera que, en efecto, tenían bombas nucleares en órbita.
—Y puede que aún escondan más sorpresas —dijo la copresidenta.
—Se acercan más aviones hacia el campo de prisioneros. Confirmada su configuración militar.
—Neutralícenlos —ordenó Geary.
—Detectados lanzamientos de Misiles Balísticos de Medio Alcance desde la superficie. Trayectorias dirigidas al campo de prisioneros. Los sistemas de combate recomiendan neutralizarlos de inmediato con lanzas infernales y que la
Incansable
bombardee las instalaciones de lanzamiento de los MBMA.
—Adelante.
—La Sexta Compañía de marines informa del hallazgo de un campo de minas. Múltiples bajas. —En ese instante sonó una alarma—. El
Vengativo
ha sido alcanzado por una batería terrestre de haces de partículas. Está realizando maniobras de evasión y atacando la batería con munición de bombardeo. El
Vengativo
informa que la misión de apoyo armamentístico ha sido completada.
Seguía sin saberse nada de lo que le había ocurrido a la Tercera Compañía en su sector.
—Los MBMA y sus instalaciones de lanzamiento han sido destruidos. La Octava ha derribado dos de los misiles de bombardeo nuclear. La Metralla ha eliminado el tercero. El
Vengativo
informa de que la batería terrestre de haces de partículas ha sido neutralizada. El tiempo estimado para el impacto de las cargas cinéticas en las instalaciones de lanzamiento orbitales es de tres minutos.
La imagen de Carabali apareció de nuevo.
—Señor, hemos detectado dos convoyes terrestres que avanzan hacia el campo bajo la cubierta del polvo levantado por los bombardeos. —A su lado, se abrieron las imágenes de las escoltas—. Las unidades de reconocimiento que tenemos operando en la zona identificaron los uniformes y las armas de los dos convoyes antes de que una de las unidades cayera bajo el fuego terrestre.
—No hay problema, coronel. Nos encargaremos de esos convoyes. —Geary transmitió los datos a los sistemas de combate y, al instante apareció una sugerencia de plan de batalla. Pulsó con fuerza un mando para dar su aprobación y observó, justo después, la cortina de cargas cinéticas que se lanzaba desde varios buques de guerra de la Alianza con dirección descendente—. Menos mal que las cargas cinéticas son baratas y abundantes —le dijo a Desjani. ¿Sería así como se sentían los antiguos dioses al enviar la muerte y la destrucción desde los cielos contra los hombres y cuanto estos habían levantado?
—Bombardeo impactando contra las instalaciones orbitales síndicas Alfa Sigma.
Geary vio un enjambre de cápsulas de escape que se alejaban de las instalaciones síndicas destruidas. Acto seguido, las rocas de la Alianza empezaron a caer y a hacer saltar por los aires grandes fragmentos de la base orbital síndica. Al cabo de unos segundos, desapareció por completo y fue reemplazada por una nube de escombros.
—Se ha restablecido la comunicación con la Tercera Compañía de marines.
Geary etiquetó la ventana y abrió una vista, plagada de interferencias, en la que se apreciaba que la destrucción había sido casi total. El teniente que informó parecía aturdido.
—El fuego enemigo ha cesado.
Carabali le dio una orden tajante.
—Retírense de inmediato por la línea uno cero cinco. Procedo a enviar fuerzas para que se unan a su Compañía.
—Coronel, los fallecidos…
—Regresaremos a por ellos. Ahora, ¡salgan de ahí con los heridos de inmediato!
—Entendido, coronel. En camino.
Los fallecidos. Los heridos. Geary consultó los mensajes de estado de la Tercera Compañía. Aterrizó con noventa y ocho marines. Sesenta y uno seguían vivos y, de estos, cuarenta habían sufrido heridas de mayor o menor gravedad.
Los bombardeos dirigidos contra los dos convoyes síndicos de tierra alcanzaron sus objetivos de manera que dos tramos del camino, junto con parte del terreno circundante, se elevaron hacia el cielo mientras todo lo que se encontraba dentro de la zona atacada era arrasado por los tremendos impactos de los proyectiles de la Alianza.
—Señor —informó Carabali—, tenemos indicios de que el enemigo planea perseguir a la Tercera Compañía durante su retirada.
—Gracias, coronel. Nos encargaremos de ello. —Geary le transmitió la zona objetivo al
Vengativo
. Después de haber comprobado las bajas de los marines, no tenía ninguna intención de mostrarse clemente con un enemigo que pretendía aniquilar a sus hombres—.
Vengativo
, arrasen el sector.
—
Vengativo
a la orden. Será un placer, señor.
Cuando el
Vengativo
iniciaba otro bombardeo sobre la superficie del planeta, Geary amplió por un momento el campo de visión de la ventana que tenía abierta. El terreno circundante del campo de prisioneros, así como sus límites, se había convertido en un infierno sembrado de cráteres y escombros. En otros sectores se apreciaban los agujeros que habían abierto las cargas cinéticas al eliminar las baterías o instalaciones de lanzamiento situadas en la superficie; por todas partes, las montañas de escombros señalaban los puntos en los que las lanzas infernales de la Alianza, dirigidas contra los aviones síndicos, habían terminado demoliendo cuanto encontraron a su paso. Las llamas habían invadido las áreas de la ciudad más cercanas al campo de prisioneros, así como inmensas zonas de otras ciudades del planeta, y, mientras Geary observaba aquel escenario, una explosión descomunal envolvió parte de una de las ciudades más extensas.
—¿Se han hecho eso a sí mismos? —se preguntó.
—A propósito o por accidente —confirmó Desjani.
—Se acercan más aviones.
—Si se confirma que son militares, ataquen. Fuego a discreción contra todos los aviones militares que se dirijan hacia el campo de prisioneros.
—Sí, señor.
Rione miraba el visualizador con semblante desolado.
—Deberían haberse imaginado lo inútil que sería todo esto. Estamos contrarrestando todos sus ataques y arrasando la superficie.
—Si la red de mando y control sigue tan fragmentada como parece, ningún vehículo síndico, ya se encuentre en órbita o en la superficie, podrá obtener una imagen veraz de lo que está ocurriendo —señaló Geary—. Ni siquiera sabemos quién está al mando de esas unidades. Algunas podrían estar operando de manera independiente, sujetas a un reglamento que ordene combatir contra cualquier fuerza que ataque el planeta.
Miró la ventana del teniente que encabezaba la Tercera Compañía. La armadura de combate mostraba una disminución gradual de la destrucción a medida que los marines se iban alejando de la zona arrasada por el
Vengativo
. De repente, mientras Geary estaba observando la escena, la imagen se fundió repentinamente y fue reemplazada por otra de la misma ubicación, pero tomada desde otro ángulo.
—El teniente Tillyer ha caído —dijo alguien. La ventana indicaba que ahora hablaba el sargento Paratnam. Uno de los edificios situados en un flanco se derrumbó cuando los marines abrieron fuego contra él—. Tenemos al francotirador.
—Entendido —contestó Carabali—. Los sitúo a ciento cincuenta metros de un grupo de refuerzo formado por efectivos de la Quinta Compañía. ¿Los ven en su interfaz?
—Sí, coronel. Los tenemos —confirmó Paratnam con gran alivio—. Avanzamos al encuentro.
Geary pulsó un mando para consultar la información sobre la salud de los marines de la Tercera Compañía. Todos los parámetros del teniente Tillyer estaban a cero.
—Ciento cincuenta metros —murmuró.
—¿Señor? —preguntó Desjani.
—Tiene gracia, ¿verdad? En un combate espacial ciento cincuenta metros es una distancia demasiado pequeña como para preocuparse por ella. A una décima de la velocidad de la luz esa distancia se recorre en una despreciable fracción de segundo. No tiene la menor relevancia, excepto a la hora de apuntar hacia un objetivo; en ese caso, esos metros deciden si el disparo hace blanco o no. Y, sin embargo, para un marine enviado a una superficie planetaria, esa distancia podría significar la muerte. Se arriesga a que descarguemos nuestro fuego sobre su posición, dirige su unidad para ponerla a salvo y, cuando tan solo quedan unos pasos para dejar atrás el peligro, muere.
Desjani apartó la vista un momento.
—Las mismísimas estrellas deciden nuestro destino. A menudo parece una cuestión de azar, pero siempre existe un propósito.
—¿De verdad lo cree?
La capitana lo miró a los ojos y, por un instante, Geary tuvo la impresión de ver en ellos el reflejo de todos los hombres que Desjani había visto morir durante aquella guerra; todos los amigos y familiares que había perdido.