—¿Ella ha venido también en esta nave?
—Murió. Hace tres meses. A veces, la radiación de ese planeta causa muchos problemas, y los síndicos no desperdician su dinero en tratamientos para los prisioneros. —Ahora el semblante de Fensin reflejaba su angustia—. Que las mismísimas estrellas me perdonen, pero no puedo dejar de pensar que eso me hace las cosas mucho más fáciles ahora. No sé cómo estará mi esposa ni si sabe que estoy vivo, pero ahora no tengo que elegir. No me he convertido en un monstruo, Vic, pero no puedo quitármelo de la cabeza.
—Lo entiendo —dijo Rione al tiempo que llevaba su mano al brazo del comandante Fensin—. Deja que te acompañe hasta la enfermería para que te hagan el reconocimiento. —La copresidenta y Fensin se marcharon mientras Geary los veía alejarse.
Desjani carraspeó suavemente.
—Que nuestros ancestros se apiaden de él —murmuró.
—Sí, tiene que haber vivido un infierno.
—Es agradable ver que también tiene corazón —añadió Desjani—. Vic, quiero decir.
Geary la miró con gesto reprobatorio.
—Sabe cómo reaccionaría si la llamase así.
—Desde luego que lo sé —afirmó la capitana—. Pero no se preocupe, señor. Me lo guardaré para el momento adecuado.
Geary rezó para no encontrarse en medio cuando eso sucediera.
—¿Cuántos de los prisioneros liberados estarán en condiciones de incorporarse a su tripulación?
—Aún no lo sé, señor. Es como cuando rescatamos a los de Sutrah. Será preciso entrevistarlos y evaluarlos para determinar sus habilidades y comprobar hasta qué punto están oxidados. Posteriormente, el sistema de gestión de personal ayudará a las distintas naves a decidir quién debe ir adónde.
—¿Puede…?
—Mantendré al comandante Fensin a bordo del
Intrépido
, señor. —Desjani lo escrutó con la mirada—. Tal vez así La Política se olvide un poco de nosotros y deje de controlarnos tanto.
—¿Sabe? Tiene carta blanca para portarse bien, incluso con ella.
—¿En serio? —Desjani, con expresión hermética, volvió a mirar hacia los prisioneros—. Debo dar la bienvenida al
Intrépido
a los demás, señor.
—¿Le importa si al mismo tiempo yo les doy la bienvenida a la flota?
—Por supuesto que no, señor. —La capitana lo miró apenada—. Sé que no le hace gracia el modo en que reaccionarán al verlo.
—No, la verdad, pero saludarlos también es parte de mi trabajo.
Una extraña sensación lo embargó mientras caminaba entre los prisioneros liberados, algunos de los cuales habían envejecido allí tras pasar décadas en el campo de trabajo síndico, al pensar que todos ellos habían nacido después que él. Ya se había enfrentado a la misma situación con la tripulación del
Intrépido
, y logró olvidar el hecho de que sus vidas comenzaron muchos años después de que la suya, en teoría, terminara. Pero los prisioneros volvieron a despertar en él aquella sensación de que incluso los más ancianos habían entrado en un universo donde Black Jack Geary era un héroe de leyenda.
En ese momento, una tripulante de edad avanzada se dirigió a él.
—Señor, yo conocí a alguien de la
Merlón
. Entonces yo era una niña.
Geary sintió un inusitado vacío en su interior cuando se detuvo para escucharla.
—¿De la
Merlón?
—Sí, señor. Jasmin Holaran. Estaba, eh…
—Destinada en la batería de lanzas infernales Alfa Uno.
—¡Exacto, señor! —exclamó la mujer—. Cuando se retiró, vino a vivir a mi vecindario. Solíamos ir a verla para que nos contara historias. Siempre decía que usted era tal como lo describían las leyendas, señor.
—¿En serio? —Podía recordar perfectamente el rostro de Holaran, y cómo tuvo que inculcarle un poco de disciplina a la joven tripulante después de que montara un escándalo estando de permiso en tierra; también se acordaba de su ceremonia de promoción, en la que fue ascendida de grado, y de cuando felicitó a la unidad de lanzas infernales de la que Holaran formaba parte por conseguir una alta puntuación en las pruebas de preparación de la flota. Fue una tripulante competente y un poco alborotadora, ni más ni menos, una profesional de los llamados «de la media», los que cumplían con su deber y conseguían con su esfuerzo diario que las naves siguieran siempre adelante.
La batería Alfa Uno fue eliminada muy pronto en la lucha contra los síndicos, pero, a lo largo de la batalla, Geary nunca tuvo la oportunidad de comprobar cuáles de sus miembros sobrevivieron a la pérdida de sus armas. Holaran, al parecer, salió con vida y escapó de la
Merlón
. Continuó sirviendo durante los años que siguieron, sobreviviendo a una guerra que se cobró la vida de otros muchos. Se jubiló y regresó a su mundo natal, donde pasó sus últimos días contando historias sobre él a los niños más curiosos, hasta que murió de forma natural mientras él seguía viajando a la deriva sumido en el sueño de supervivencia.
—Señor. —Desjani permanecía junto a él; no dejaba de mirarlo, a pesar de su semblante sereno, con ojos preocupados—. ¿Todo bien, señor?
Después de preguntarse cuánto tiempo llevaría allí parado sin decir nada, Geary se tomó otro momento para responder, ignorando el vendaval de sensaciones que lo sacudía por dentro.
—Sí. Gracias, capitana Desjani. —Volvió a mirar a la exprisionera—. Muchas gracias por hablarme de Jasmin Holaran. Era una tripulante excelente.
—Nos contó que usted le salvó la vida, señor. A ella y a otros muchos —se apresuró a añadir la anciana—. Gracias a las estrellas del firmamento por enviarnos a Geary, solía decir. De no haber sido por su sacrificio, yo habría muerto en Grendel y me habría perdido muchas cosas. Su marido ya había muerto entonces, claro, y sus hijos se habían alistado en la flota.
—¿Su marido? —Geary estaba seguro de que Holaran no llegó a casarse cuando estuvo en la
Merlón
.
Gracias a él, ella sobrevivió, tuvo una vida larga, un marido e hijos.
—¿Señor? —dijo Desjani de nuevo, esta vez con más urgencia.
Al parecer, había vuelto a quedarse callado mientras seguía recordando aquellos días.
—Está bien. —Respiró hondo y sintió que se libraba de una carga que, hasta ese momento, no era consciente de llevar—. Sirvió para algo —murmuró de forma que solo Desjani pudiera oírlo.
—Desde luego que sí.
—Ha sido un placer conocerla —le dijo Geary a la mujer—. Me ha gustado mucho hablar con alguien que conoció a un miembro de mi antigua tripulación. —Se sorprendió al darse cuenta de que lo decía en serio. El momento que tanto temía lo había liberado de parte del dolor que le producía su pasado perdido—. Nunca los olvidaré, y usted me ha hecho sentir muy cerca de uno de ellos.
La mujer se llenó de orgullo.
—Es lo menos que puedo hacer, señor.
—Es muchísimo —le aseguró a la anciana— para mí. Muchas gracias. —Geary le hizo un gesto a Desjani—. Está bien —repitió.
—Sí, lo está. —Desjani sonrió—. Parece que liberar a los prisioneros encerrados en un campo reaviva muchos fantasmas del pasado, ¿verdad?
—Sí, y mirarlos directamente a los ojos nos trae una gran sensación de paz a todos. —Después de volver a darle las gracias a la anciana, siguió adelante para hablar con los demás, y no con la sensación de vacío de antes, sino reconfortado por lo que acababa de ocurrir.
Sin embargo, aquel sentimiento tan agradable no tardó en extinguirse. Desjani y él estaban abandonando la dársena del transbordador cuando recibieron una llamada urgente.
—¿Capitán Geary? —dijo la consultora de operaciones, cuya imagen se mostraba en miniatura en la tableta de comunicaciones del capitán—. Tenemos problemas con los antiguos prisioneros de guerra.
Los momentos de tranquilidad nunca duraban mucho.
—¿Qué ocurre?
—Los oficiales de mayor rango del campo exigen que se les traslade al
Intrépido
y que se les mantenga bajo detención preventiva. —A juzgar por la cara de la teniente, ni siquiera ella daba crédito a lo que decía.
Geary se quedó mirando la tableta de comunicaciones durante unos instantes.
—¿Me están pidiendo que los arreste?
—Sí, señor. ¿Desea hablar con ellos, señor?
En realidad, no. Aun así, pulsó el panel de comunicación completo que tenía más cerca de los ubicados en el mamparo y le hizo un gesto a Desjani.
—Por favor, quiero que oiga esto.
El panel mostró una imagen más grande. Vio a dos mujeres y un hombre. Una de las mujeres y el hombre llevaban sendas insignias de capitán de la flota sobre la andrajosa ropa de civil proporcionada por los síndicos; la otra mujer ostentaba el rango de coronel de marines. Los tres parecían mayores, lo que hizo que Geary se preguntara durante cuánto tiempo habrían estado encerrados.
—Soy el capitán Geary. ¿Qué puedo hacer por ustedes?
Los oficiales tardaron un momento en responder, tiempo durante el cual se quedaron mirándolo como Geary imaginaba que lo harían, y, como esperaba, no le resultó agradable. Por fin, la capitana habló.
—Capitán Geary, solicitamos que se nos ponga bajo detención preventiva lo antes posible.
—¿Por qué? Acabamos de liberarlos de su cautiverio. ¿Por qué quieren que se les envíe a las celdas de las naves de la flota?
—Tenemos enemigos entre los antiguos prisioneros —explicó el capitán—. Estábamos al cargo por nuestro rango y antigüedad. Y algunos de ellos no estaban de acuerdo con las decisiones que tomamos a lo largo de las últimas décadas.
Geary miró a Desjani, que estaba con la vista clavada en los tres oficiales.
—Soy la capitana Desjani, oficial al mando del
Intrépido
. ¿Cuáles fueron las decisiones que generaron tal conflicto que ahora desean que se les ponga bajo vigilancia en mi nave?
Los tres se miraron los unos a los otros antes de responder, hasta que, finalmente, la coronel respondió.
—Decisiones relativas al mando. Nos vimos obligados a considerar las consecuencias de todas las decisiones y acciones emprendidas por los prisioneros.
Incluso Geary se dio cuenta de que no deseaban entrar en detalles. Desjani se inclinó hacia él.
—Haga lo que le piden. Arréstelos. Nos conviene tenerlos controlados mientras averiguamos qué está ocurriendo.
Geary asintió de forma que el gesto pareciese dirigido a los oficiales.
—Muy bien. Nos ocuparemos de esto, pero, mientras tanto, atenderé su petición. —Consultó los datos que se mostraban junto a sus imágenes—. ¿Los tres vienen de la
Leviatán?
Le ordenaré al capitán Tulev que los mantenga arrestados en sus dependencias.
—Señor, nos sentiríamos más protegidos si permaneciéramos directamente bajo su supervisión.
Geary endureció el semblante.
—El capitán Tulev es un oficial de la flota leal y digno de toda mi confianza. No podría dejarlos en mejores manos.
Los tres oficiales volvieron a intercambiar miradas.
—Capitán Geary, necesitamos la protección de un grupo de guardias.
La situación se volvía cada vez más extraña.
—Se avisará al capitán Tulev para que emplace a un grupo de guardias marines en las puertas de sus dependencias. ¿Hay algo más que quieran decirme?
La capitana vaciló.
—Estamos redactando un informe oficial completo de nuestras acciones.
—Gracias. Estoy deseando leerlo. Geary, corto. —El comandante de la flota interrumpió la conexión y llamó a Tulev—. Capitán, está ocurriendo algo extraño.
Tulev lo escuchó con gesto impasible.
—Emplazaré una unidad de centinelas. Capitán Geary, varios de los prisioneros me han exigido que les diga dónde se encuentran esos tres oficiales de alto rango.
—¿Se lo han exigido?
—Sí. Ya había decidido aislar a los oficiales hasta averiguar la razón de la hostilidad que he observado hacia ellos.
Desjani intervino de nuevo.
—¿Alguno de los que desean saber el paradero de los oficiales veteranos ha aducido los motivos concretos de su petición?
—No, a mí no me han comunicado sus razones. Sin embargo, todos son oficiales. Pero averiguaré qué hay detrás de todo esto. Ahora, si me disculpan, debo emplazar una unidad de guardias marines.
Cuando Tulev cortó la conexión, Geary miró a Desjani.
—¿Tiene alguna teoría sobre qué puede estar ocurriendo?
Desjani torció el gesto.
—Varias. Parecen temer por su vida, lo que implica un problema mucho más grave que un simple desacuerdo sobre lo acertado de sus decisiones.
—En ese caso, ¿por qué los demás prisioneros se niegan a contarnos lo que ocurrió y nos ocultan sus desavenencias con los tres oficiales? Convivían en aquel campo. ¿Por qué el resto de ellos no iba a poder…? —Geary se interrumpió y llamó a la coronel Carabali—. Coronel, ¿llegó a hablar con los tres oficiales veteranos de la Alianza en el campo de prisioneros?
Carabali, extenuada por la batalla y con el uniforme de combate empapado de sudor y arrugado por las partes por donde la armadura lo había presionado, se puso firme para responder.
—¿Dos capitanes y una coronel? Sí. Salieron a recibirnos cuando aterrizamos. Creo que fueron evacuados en el primer transbordador que salió. No recuerdo haberlos visto desde entonces. Algunos de los exprisioneros los estaban buscando. —Carabali hizo una pausa—. Vi sus dependencias. Estaban separadas de las del resto y tenían aspecto de búnker. Había un puesto de guardias síndicos frente a la entrada, aunque fue abandonado cuando entramos en el recinto. Es extraño. Sin embargo, no tuve ocasión de ocuparme de aquello en la superficie, señor.
—Entendido, coronel. Gracias. —Geary inclinó la cabeza para reflexionar—. Tanya, ¿cómo podemos obtener las respuestas que buscamos antes de que ocurra algo?
La capitana, que había permanecido concentrada, sonrió brevemente.
—Puede que debamos mantener una charla privada con el comandante Fensin.
—¿Con Fensin? —Geary recordó el aspecto y el comportamiento del oficial: entusiasta, profesional, e impulsivo a la hora de expresarse—. Podría sernos de ayuda si contamos con la presencia de Rione para tranquilizarlo.
—¿Es preciso? En fin, supongo que tiene razón. La Política podría servirnos como palanca si Fensin decide cerrar el pico.
—Habla como si ya supiera lo que va a ocurrir —observó Geary.
—No, señor. Me temo que sé lo que sucede, de modo que si el comandante Fensin decide no hablar, yo podría presionarlo para que nos lo contara todo. —Pulsó su tableta de comunicaciones—. Puente, localicen a la copresidenta Rione y al comandante Fensin. Deberían estar juntos, probablemente en la enfermería, donde él está siendo sometido a una revisión médica. El capitán Geary y yo necesitamos verlos de inmediato en la sala de reuniones de la flota.