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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Incansable (23 page)

—Así es como debe ser. El exceso de insensibilidad provoca que sus vidas sean desperdiciadas. En cambio, si se preocupa demasiado, morirán de todos modos, sin conseguir nada. No es que yo sepa muy bien por qué las cosas son así, pero usted sabe que esa es la realidad.

—Sí. —Geary sintió que la depresión momentánea iba desvaneciéndose y le sonrió—. Gracias por estar ahí, Tanya.

—Tampoco es que pudiera estar en ningún otro sitio. —La capitana le devolvió el gesto antes de borrar toda expresión de su semblante y saludarlo—. Debo encargarme de mi nave, señor.

—Por supuesto. —Geary le devolvió el saludo y se quedó mirándola mientras se alejaba.

Desjani tenía una nave de la que ocuparse y él debía llamar a la
Titánica
para avisar al comandante Lommand de que su nave no tardaría en recibir una mercancía bastante inoportuna. El mando implicaba trabajar con todo tipo de cargas, y todas ellas pesaban demasiado.

A la mañana siguiente se sentía mejor. El tercer planeta de Heradao quedaba agradablemente lejos, la flota había terminado de unirse a las unidades que permanecían en el sector de la batalla espacial, y la fuerza de la Alianza al completo se dirigía al punto de salto hacia Padronis. Incluso la barrita de avituallamiento síndica que había elegido para desayunar no le sabía tan mal como de costumbre.

En ese momento, la unidad de comunicaciones de su camarote empezó a zumbar.

—Señor, el comandante Vigory solicita con urgencia establecer comunicación con usted.

—¿El comandante Vigory? —Geary intentó asociar aquel nombre a una nave o un rostro, pero, finalmente, tuvo que consultar la base de datos de la flota. Otro exprisionero de Heradao. No le extrañó que no hubiera reconocido el nombre. Vigory viajaba a bordo de la
Espartana
y, según la descripción que constaba en la base de datos, llegó a desarrollar una carrera bastante corriente antes de que los síndicos lo capturaran—. De acuerdo. Páseme con él.

El comandante Vigory, enjuto y de ojos profundos, tenía el mismo aspecto que los demás miembros de la Alianza liberados de Heradao.

—Capitán Geary —comenzó a decir con voz recia—, quería llamarlo para presentarle mis respetos al comandante de la flota.

—Gracias, comandante.

—También me gustaría informarlo de que permanezco a la espera de una asignación de mando.

¿Que permanece a la espera?
Geary consultó la hora. Había transcurrido menos de un día desde que la flota abandonara la órbita del tercer planeta de Heradao. Seguidamente, centró su atención en lo siguiente que dijo Vigory.

—¿Una asignación de mando?

—Sí, señor. —Vigory miraba a Geary con ojos apremiantes—. Tras revisar los registros de la flota, he observado que muchas de las naves, que deberían ser lideradas por un oficial de mi rango y antigüedad, están siendo comandadas por oficiales con menos experiencia que yo.

—¿Pretende que exonere de su cargo a uno de los actuales oficiales al mando para que usted pase a asumir el gobierno de su nave?

La pregunta pareció sorprender al comandante Vigory.

—Por supuesto, señor.

Geary se esforzó por aguantarse las ganas de despachar la conversación con Vigory y procuró dialogar con él de un modo razonable aunque firme.

—¿Cómo se sentiría usted si se le despojara de su mando de esa manera, comandante?

—Eso es lo de menos, señor. Lo que nos ocupa es una cuestión de honor y la lógica deferencia a mi rango y posición. No me cabe la menor duda de que cualquiera de las naves de esta flota se beneficiaría de mi experiencia y dotes de mando.

Mientras lo miraba, Geary pensó que Vigory debía de ser una de esas personas que jamás se veían asaltadas por ninguna duda. Según los registros disponibles, Vigory fue apresado hacía unos cinco años, con lo cual venía de una flota en la que el honor de la persona era lo único que importaba y en la que las naves combatían siguiendo todo tipo de tácticas absurdas. Tal vez, a pesar de todo, fuese un oficial competente, pero, en aquel momento, volver a adiestrar al oficial al mando de una nave implicaría otro problema del que preocuparse y, además, sería muy injusto para el oficial relevado.

—Comandante, intentaré explicárselo de la forma más clara posible. Todos los oficiales al mando de esta flota llevan luchando por mí desde que salimos del sistema estelar nativo síndico, y han demostrado su coraje y honor en numerosos enfrentamientos con el enemigo. —Sin duda, había tenido que generalizar, pero Vigory no parecía ser de los que apreciaban esos detalles—. No sustituiré a ninguno de los actuales oficiales al mando sin un motivo basado en su desempeño. Esta flota avanza de regreso al espacio de la Alianza. Una vez allí, podrá solicitar una asignación de mando en un buque de guerra de nueva construcción o en un buque de guerra a cuyo oficial al mando se le vaya a asignar otro destino.

A Vigory parecía costarle entender aquella decisión.

—Señor, espero recibir con carácter inmediato una asignación de mando en esta flota correspondiente a mi rango y antigüedad.

—En ese caso, lamento informarlo de que sus aspiraciones están fuera de lugar. —Geary intentó mantener la calma, pero notaba que cada vez se le tensaba más la voz—. Servirá a la Alianza del modo en que se estime necesario, al igual que cualquier otro oficial de esta flota.

—Pero… Yo…

—Gracias, comandante Vigory. Aprecio su voluntad de servir y cumplir con su deber para con la Alianza.

Terminada la conversación, Geary se reclinó y se tapó los ojos con una mano. Al instante siguiente sonó la alarma de la escotilla de su camarote. Estupendo, esta va a ser una mañana llena de emociones. Autorizó la entrada y se incorporó mientras Victoria Rione accedía al interior.

—Capitán Geary.

—Señora copresidenta. —Aquella sala había sido testigo de varios encuentros íntimos entre los dos, pero todo aquello formaba parte del pasado y ninguno quería hacer referencia a su antigua relación.

—Espero no llegar en mal momento —continuó Rione.

—Estaba intentando recordar el motivo por el que decidí rescatar a los prisioneros de la Alianza en Heradao —confesó Geary.

Rione dejó escapar una sonrisa fugaz.

—Porque tiene la mala costumbre de empeñarse en hacer lo correcto, incluso cuando el sentido común recomienda actuar de forma contraria.

—Gracias, supongo. ¿A qué se debe su visita?

—A los prisioneros de la Alianza liberados de Heradao.

Geary no logró reprimir un gemido.

—¿Qué ocurre ahora?

—Esta podría ser una buena noticia o, al menos, útil. —Rione dirigió la mirada hacia otra parte de la nave—. Ayer, después de que nos dejaran a solas, el comandante Fensin me confesó que lo mejor que podrían haberle dicho era lo que su capitana le dejó claro, pues le recordó cuáles eran sus responsabilidades como oficial de la Alianza y le ordenó que debía actuar de acuerdo a las mismas. —Hizo una pausa antes de proseguir—. Por lo que Kai Fensin dijo, él y los demás presos de Heradao llevaban mucho tiempo sin que un líder respetable les hiciera seguir adelante para alcanzar un objetivo. Cree que a todos ellos les vendría bien que les hablaran como su capitana se dirigió a él.

Geary se abstuvo de recordarle que «su capitana» tenía un nombre y que Desjani no era «suya» en ningún sentido.

—Parece bastante lógico. No están acostumbrados a tener oficiales veteranos a los que respeten o cuyas órdenes estén dispuestos a acatar.

—Kai sugirió que tal vez a usted no le importaría informar sobre esto a otros miembros de la flota, para que puedan tratar del modo apropiado a los otros exprisioneros. En ese sentido, no son como los que liberamos de Sutrah.

—Gracias —repitió Geary—. Creo que el comandante Fensin tiene razón.

—Sí, y su capitana también. Me equivoqué al empeñarme en protegerlo.

—No se martirice por eso. Desjani y Fensin están preparados para superar este tipo de problemas. —Rione asintió con la cabeza en silencio—. ¿Cómo se encuentra?

La copresidenta le dirigió una mirada inquisitiva.

—¿Por qué lo pregunta?

—Pareció alegrarse mucho al reencontrarse con el comandante Fensin.

Los ojos de Rione echaban chispas.

—Si se refiere a que…

—¡No! —Geary levantó las palmas de las manos como gesto de disculpa—. No es eso lo que quiero decir. Es solo que parece que verlo le ha venido bien.

Rione se calmó tan rápidamente como se acaloró.

—Sí, me trajo muchos recuerdos… de la vida que llevaba antes.

—Lo suponía. —No quiso decirle que Desjani también se había percatado de ello.

—¿Ah, sí? —Rione inclinó la cabeza por un momento—. A veces me preguntó qué ocurrirá si mi marido sigue vivo y un día nos reencontramos. A lo largo de los años transcurridos desde que se marchó, he cambiado en muchos aspectos: me he vuelto más dura, me he hecho más fuerte y… Ya no soy la mujer que un día dejó atrás.

—Yo he visto a esa mujer. Cuando se encontró con Kai Fensin.

—¿De verdad? —Rione suspiró—. Entonces, quizá todavía haya esperanza para mí. Puede que esa mujer aún no haya muerto, después de todo.

—Desde luego que no, Victoria.

Rione levantó la mirada y lo escrutó con una sonrisa aviesa en los labios.

—Esta es una de las pocas circunstancias en las que está autorizado a llamarme así, John Geary. Gracias. He dicho lo que necesitaba decir. —Se encaminó hasta la escotilla, pero se detuvo antes de salir, de espaldas a su confidente—. Por favor, dele las gracias a su capitana de mi parte por hablar con el comandante Fensin. Le estoy muy agradecida. —Acto seguido, salió y la escotilla se cerró tras ella.

Geary redactó un mensaje para informar a los capitanes de las naves de la flota que debían mostrarse firmes con los exprisioneros de Heradao, y que les asignaran distintas tareas lo antes posible. Después de enviarlo, se reclinó en su asiento y continuó mirando el visualizador estelar.

Apenas quedaban dos días para que la flota llegase al punto de salto hacia Padronis. La situación en ese sistema estelar sería tranquila, pues no se había detectado presencia síndica. En ese sentido, Atalia, el siguiente y último sistema estelar síndico que debían atravesar, también debería ser una zona de tránsito fácil, a pesar de la población humana allí presente. Si los servicios de Inteligencia de la Alianza no estaban equivocados, los síndicos ya habrían agotado todos sus recursos, y no dispondrían de suficientes buques de guerra para impedir el regreso a casa del resto de la flota.

¿Podría relajarse, al fin?

Cinco minutos más tarde, el teniente Íger lo llamó desde la sección de Inteligencia para citarlo con carácter de urgencia.

Capítulo 7

Cuando el teniente Íger lo llamaba desde la sección de Inteligencia, solía ser por un motivo interesante y, en ocasiones, incluso sorprendente. Por la experiencia de Geary, las sorpresas nunca eran agradables, pero, por lo general, las malas noticias terminaban siendo las más importantes.

Cuando Geary se personó en la sección, Íger parecía descontento, así que supuso que, nuevamente, el teniente le tenía preparada una noticia que no le agradaría en absoluto.

—Teniente, dígame que la guerra civil que se está librando en este sistema estelar no va a causarnos más problemas.

—Esto… sí, señor. Esta guerra no tiene por qué seguir afectándonos, señor. Se trata de un problema que nada tiene que ver con eso.

—Oh, estupendo. ¿Es muy grave?

—Sí, señor. Mucho.

Geary se frotó la nuca y empezó a notar en las sienes un incipiente dolor de cabeza.

—Muy bien. Lo escucho.

—Capitán Geary, hemos estado analizando las comunicaciones que los síndicos intercambian en este sistema estelar —informó Íger—; es decir, los mensajes que estaban en tránsito cuando llegamos aquí. Se trata de un proceso estándar: identificar los patrones de tráfico y los mensajes relevantes para intentar desbloquearlos y descifrarlos en la medida de lo posible. Lo primero que advertimos es que el porcentaje de mensajes de máxima prioridad enviados es mucho mayor de lo habitual; quiero decir, antes de que la autoridad central se colapsara.

Geary asintió. Las limitaciones propias de la velocidad de la luz podían suponer un inconveniente, pero no cuando lo que querías era interceptar mensajes enviados días u horas atrás, antes de que alguien supiera que el enemigo iba a llegar a un determinado sistema estelar. Esos mensajes seguían viajando hacia el exterior a la velocidad de la luz, y podían ser detectados.

—¿Alguna idea de cuál puede ser su contenido? Los síndicos conocían la posibilidad de que viniéramos aquí, de modo que esa podría ser una explicación.

—No, señor, no es tan sencillo. Hemos logrado desbloquear una parte de los mensajes de alta prioridad interceptados hasta el momento. —Íger se giró y pulsó diversos mandos para desplegar una serie de líneas de información—. Las hemos trazado a partir de las transmisiones de voz y de diversos tipos de mensajes de texto. Esta clase de comunicaciones informales suele ser la más útil, ya que los interlocutores se pueden expresar con mayor espontaneidad. En estos mensajes se hacen múltiples referencias a algo que no habíamos visto nunca. Como aquí, y aquí, y también en este.

Geary leyó las líneas que le señalaba el teniente y frunció el ceño.

—¿Una flotilla de reserva? ¿Había oído a los síndicos utilizar esa expresión con anterioridad?

—No, señor. Una consulta a la base de datos de los servicios de Inteligencia arrojó tan solo tres referencias a esta expresión en distintos informes sobre los síndicos, elaborados a lo largo de las últimas décadas. No existen datos reales, solo una identificación del uso de la expresión «flotilla de reserva» por parte de los síndicos, de manera que no es posible determinar de qué se trata. —Íger señaló otra línea—. Esta es una solicitud de suministros. Conseguimos desbloquear una buena parte de este mensaje porque sabemos cómo formatean los síndicos este tipo de peticiones y, por lo tanto, estábamos seguros de lo que debían significar determinadas secciones. Estos fragmentos son segmentos de la solicitud, y aquí tenemos una muestra de la petición que se suponía que Heradao debía proporcionar. Una característica de los síndicos es que utilizan un sistema de logística muy rígido. Si quieres proporcionarle alimentos a un crucero de batalla de clase D durante sesenta días, solicitas una cantidad X de esto, una cantidad Y de lo otro y así.

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