Introducción a la ciencia. Una guía para todos (o casi) (26 page)

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Authors: John Gribbin

Tags: #Ciencia, Ensayo

El modo en que cambia la pauta de las placas depende de lo que suceda en sus zonas fronterizas, que se conocen como márgenes o bordes de placa. Hay tres tipos de márgenes. Los márgenes constructivos o divergentes son los lugares, situados en las dorsales oceánicas, en que se está creando corteza oceánica nueva y ésta se extiende por ambos lados, de tal forma que vemos dos placas que se están alejando la una de la otra. Por el contrario, los márgenes destructivos o convergentes se localizan en las profundas fosas en que la delgada corteza del fondo oceánico se desliza bajo el borde de una espesa plancha de corteza continental, metiéndose en el manto con un ángulo de unos 45°, con lo que vemos dos placas que se están moviendo la una hacia la otra, siendo una de ellas aniquilada. Finalmente, en los márgenes conservadores o transcurrentes, las placas ni se crean ni se destruyen, sino que se limitan a deslizarse, pasando una junto a la otra.

Existen placas que pueden estar formadas sólo por corteza continental, o sólo por corteza oceánica, o por una mezcla de ambas; pero tanto los márgenes constructivos como los destructivos sólo pueden existir asociados a la corteza oceánica. Actualmente los materiales continentales ni se crean ni se destruyen mediante procesos tectónicos, con la excepción (posiblemente) de procesos poco importantes de formación de montañas que se desarrollan a lo largo del lado continental de un margen destructivo, donde los volcanes están activos. Nadie puede decir con seguridad cómo surgió por primera vez la corteza continental, es decir, qué fue lo que creó los primeros pedazos de corteza continental que podían dar lugar de esta manera a la formación de montañas. Sin embargo, la explicación más verosímil es que la joven Tierra resultó marcada por los impactos de grandes asteroides y que los primeros minicontinentes fueron las costras que se formaron sobre estas cicatrices. Fuera lo que fuese aquello que los originó, si una parte de la corteza continental es transportada hasta un margen destructivo por una placa que está siendo tragada allí, esta corteza no puede ser engullida por la fosa y, además, el margen destructivo pronto deja de actuar.

La totalidad de la corteza oceánica se crea en las dorsales en expansión, exactamente a la misma velocidad que es tragada en las fosas profundas. Si una fosa profunda resulta bloqueada por materiales continentales, las repercusiones se sienten por todo el cinturón tectónico de convección y, en compensación, debe aminorarse o detenerse el proceso de expansión en algún otro lugar. En su totalidad, la pauta de actividad tectónica es una característica variable de la Tierra.

El mejor modo de explicar todo esto consiste en poner ejemplos. El mar Rojo y el valle del Rift de África oriental son parte de un complejo sistema de fallas que afectan a la corteza terrestre, donde la actividad expansiva ha comenzado en tiempos relativamente recientes, observándose cómo brotan materiales calientes de debajo de la corteza y se expanden hacia los lados por convección, agrietando la corteza mientras lo hacen. El mar Rojo tiene el aspecto de un océano en miniatura e incluso presenta una «cresta» central formada por una dorsal que se expande. Aunque es demasiado pronto para saber exactamente cuál de las fallas de África oriental se desarrollará completamente en un futuro geológico, sí que parece probable que dentro de unas decenas de millones de años uno de estos rifts se combinará con el del mar Rojo para convertirse en un océano tan grande como el Atlántico, desgajando de Asia la masa de África.

Por contra, en la parte occidental de América del Norte, el continente, moviéndose hacia el oeste como resultado de la expansión del Atlántico Norte, ha sobrepasado una dorsal en expansión que existía anteriormente y que ahora está escasamente activa, aunque todavía se pueden sentir los vestigios de su antiguo poder. Esto sucedió porque la actividad expansiva del Atlántico Norte se desarrollaba más rápidamente que la expansión de la dorsal equivalente situada en lo que actualmente es el Pacífico Norte. El continente americano recibía un empuje hacia el oeste a una velocidad mayor que la velocidad a la que la dorsal Pacífica podía crear una nueva corteza, por lo que durante mucho tiempo la corteza del océano Pacífico ha estado desapareciendo, hundiéndose en una profunda fosa que se extiende a lo largo de la costa oeste de América del Norte, y el proceso en que era engullida se desarrollaba a mayor velocidad que la producción que tenía lugar en la dorsal en expansión. Es como si una escalera mecánica, cuyo suelo móvil surgiera con una velocidad constante en la parte de abajo, fuera «tragada» al doble de velocidad en la parte superior, de tal forma que la altura de la escalera disminuyera progresivamente en sentido descendente.

En el Pacífico la dorsal en expansión sigue estando activa más al sur, siendo como un cuchillo que se clava en California, donde ocasiona la compartimentación de la península de la Baja California y la actividad de la famosa falla de San Andrés. Sin embargo, en general, el límite entre la placa norteamericana (que incluye la mitad oeste del fondo oceánico del Atlántico Norte) y la placa del Pacífico (que consiste esencialmente en la totalidad del fondo oceánico del Pacífico) es un margen transcurrente, en el que la placa del Pacífico gira ligeramente y roza hacia el norte al pasar junto a la placa continental. En un pasado geológico relativamente reciente, la actividad asociada con esta colisión entre placas levantó las Montañas Rocosas; actualmente es responsable de la actividad sísmica y volcánica por toda esta costa (y, precisamente, otras interacciones similares en las fronteras entre placas explican la actividad sísmica que se produce justo en las proximidades del borde del Pacífico, que en ocasiones ha recibido el apelativo de «anillo de fuego»).

Esta actividad que tiene lugar en California está asociada con un desplazamiento hacia el norte a una velocidad de aproximadamente seis centímetros al año de la corteza situada al oeste de la falla de San Andrés. Esta falla incluye un pequeño fragmento del continente que se desgajó del resto de América del Norte por efecto del último vestigio de actividad de la vieja cordillera en expansión. Lo que actualmente es San Francisco se situaba hace 30 millones de años a más de mil kilómetros hacia el sur, en la época en que los sistemas de dorsales y fosas empezaron a aniquilarse unos a otros (suponiendo y es bastante suponer que el proceso haya continuado desarrollándose de forma constante durante todo ese tiempo). Sin embargo, dicho desplazamiento hacia el norte no es constante; en algunos lugares, las dos placas se adhieren una a la otra al mismo tiempo y permanecen así durante décadas, a veces durante siglos, y posteriormente se mueven de un tirón hacia adelante, relajándose así la tensión acumulada. Éste es el motivo por el cual el sur de California es propenso a sufrir grandes terremotos; por ejemplo, si la región situada en torno a Los Ángeles se «queda pegada» durante cien años, cuando se mueve, necesita lanzarse seis metros para alcanzar la posición de las placas correspondiente en ese momento. Y, desde luego, un desplazamiento lateral de seis metros es suficiente para originar un terremoto muy importante.

También hay fallas inactivas en muchos lugares del mundo. Por ejemplo, en Escocia, el Gran Glen indica el lugar donde hubo un borde transcurrente entre placas, muy similar al que existe actualmente en California, pero, en este caso, se trataba de dos trozos de corteza continental que se deslizaban pasando el uno al lado del otro. La actividad existente a lo largo de este límite cesó hace mucho tiempo (aunque también Escocia sufre pequeños temblores de tierra de vez en cuando) y las dos placas se han soldado entre sí; sin embargo, el límite entre dos continentes que antiguamente fueron distintos permanece marcado por el rift del propio Glen.

También existen casos más complicados, como los procesos tectónicos que se desarrollan en junturas triples, en las que se encuentran tres placas, o donde una dorsal en expansión converge con una fosa destructiva formando ángulos rectos. Pero aquí no es necesario que entremos en tantos detalles. Cada placa puede adoptar distintas formas y puede estar delimitada por cualquier combinación de márgenes constructivos, destructivos o transcurrentes, siempre que el conjunto contribuya a mantener constante la cantidad total de corteza. Dado que la placa del Pacífico carece de corteza continental y se está destruyendo en su margen occidental, es bastante posible (incluso probable) que un día se destruya por completo, cuando América del Norte y Asia colisionen entre sí para formar un nuevo supercontinente. Para entonces, es posible que el Atlántico se haya ensanchado hasta conseguir el tamaño que tiene el océano Pacífico actualmente, y que África pueda estar ya separada de Arabia por un océano cuyo tamaño sea el que tiene el Atlántico Norte hoy en día.

Tales colisiones y adaptaciones de los continentes, seguidas de una ruptura del supercontinente para quedar de nuevo en trozos más pequeños, mientras se forman nuevos lugares de expansión, parecen haber ocurrido varias veces a lo largo de la historia de la Tierra. Cuando los continentes chocan entre sí, se alzan cadenas montañosas. El Himalaya, que todavía está creciendo en altura actualmente, es el resultado directo del avance de la India hacia el norte y su choque con Eurasia; las montañas de Chipre se están levantando por efecto de la presión debida a que los continentes europeo y africano se mueven el uno hacia el otro aplastando el Mediterráneo. También se forman montañas, como hemos dicho anteriormente, a lo largo de los bordes de los márgenes destructivos. Así pues, allí donde haya cadenas montañosas que actualmente se encuentren alejadás de cualquier límite entre placas, podemos asegurar que dichas cadenas marcan los emplazamientos de antiguos límites entre placas desaparecidos hace tiempo. «Rasgando a lo largo de la línea de puntos» de una cadena montañosa y separando los continentes el uno del otro, los geofísicos han podido hacerse alguna idea sobre el aspecto que tenían los continentes hace mucho tiempo. Cuanto más antiguas sean las cadenas montañosas, más tiempo habrá transcurrido desde que el límite era geológicamente activo.

Existe también otra fuente de información relativa a las posiciones ocupadas por los continentes en el pasado. El registro fósil de los seres vivos revela si la roca en que se hallan estaba cerca de los trópicos o en climas más fríos. El descenso del hielo por los glaciares en las épocas de glaciación ha dejado cicatrices que pueden verse en continentes que actualmente se encuentran alejados entre sí, pero que han tenido que estar juntos formando una sola masa de tierra cuando los glaciares estaban sobre ellos. Los vestigios magnéticos también muestran cómo se han desplazado las rocas, porque el magnetismo siempre se establece actuando en dirección norte-sur en el momento en que las rocas se enfriaron, pero puede encontrarse ahora apuntando hacia cualquier dirección, lo cual muestra que el continente en el que se han hallado las rocas giró cuando se desplazó. De este modo, utilizando una gama de indicios geológicos, ha sido posible esbozar, al menos a grandes rasgos, cómo ha cambiado la geografía de nuestro planeta durante, más o menos, los últimos 600 millones de años, aunque el esbozo es, por supuesto, más impreciso cuanto más retrocedamos en el tiempo, por lo que poco se puede decir sobre la geografía en tiempos aún más remotos.

Los indicios geológicos muestran que, hace más de 600 millones de años, la mayor parte de los territorios que actualmente constituyen América del Sur, África, la península de Indostán, la Antártida y Australia estaban agrupados en un único supercontinente, que se conoce como Gondwana. Para entender esto con una cierta perspectiva, pensemos que hace 600 millones de años es cien millones de años antes de la evolución de los primeros peces; en aquella época, el continente de Gondwana estaba situado aproximadamente cruzando el ecuador. Se desplazaba lentamente hacia el sur como un bloque (gracias a la actividad de una o varias dorsales en expansión desaparecidas hace tiempo) y pasó por el polo Sur hace unos 450 millones de años, ocasionando la formación de glaciares que han dejado sus cicatrices a través de todos los fragmentos actuales del continente de Gondwana.

Entre tanto, cerca del ecuador y en bajas latitudes del hemisferio norte, se estaban uniendo otras piezas del puzzle continental. Por aquella época, América del Norte y Groenlandia estuvieron unidas la una a la otra durante cientos de millones de años. Hace unos 400 millones de años, en la época en que las plantas terrestres estaban empezando a extenderse sobre los continentes, este trozo de materiales continentales colisionó con lo que ahora es parte de Europa (principalmente Escocia y Escandinavia) y las piezas se soldaron para constituir lo que ahora se conoce como el continente de la «Old Red Sandstone» (antiguas areniscas rojas), llamado así por las rocas que se formaron durante la colisión. Para entonces el continente de Gondwana ya había cruzado el polo Sur y se estaba desplazando hacia el norte, mientras los vertebrados se trasladaban a tierra firme y evolucionaban los primeros reptiles. Hace poco más de 250 millones de años, el continente de Gondwana y el continente de las antiguas areniscas rojas chocaron y quedaron soldados el uno al otro. Poco después, el último gran trozo de corteza continental que permanecía independiente, lo que hoy en día es Asia, colisionó con la parte norte de este supercontinente y quedó soldado a Europa, ocasionando el surgimiento de los montes Urales durante este proceso. Todos los modernos continentes se unieron constituyendo un único supercontinente, conocido actualmente como la Pangea, que se extendía desde el polo Sur, cruzando el ecuador, hasta altas latitudes al norte.

Sabemos mucho más sobre el modo en que la actividad tectónica ha cambiado la geografía del globo desde la época de la Pangea, que sobre épocas anteriores, porque se destruyeron muchos de los indicios de la actividad tectónica anterior, o al menos quedaron confusos, debido a las colisiones que dieron lugar a la formación de la Pangea. Hubo glaciares tanto en el extremo norte como en el extremo sur de esta masa terrestre, y la circulación de los océanos quedó muy restringida por el modo en que el continente se situaba, de norte a sur, impidiendo a las corrientes oceánicas su circulación por todo el planeta. En aquel tiempo, conocido como el período pérmico tardío en el cómputo del tiempo geológico, desaparecieron de la Tierra muchas formas de vida, probablemente como resultado del frío y del modo en que bajó el nivel del mar cuando las aguas quedaron presas en los casquetes de hielo. Esta crisis fue tan dramática para la vida que los geólogos la han considerado literalmente como el fin de una era: el paleozoico.

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