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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

Komarr (8 page)

—¿Lo ha denunciado a Personas Desaparecidas en Seguridad de la cúpula? —preguntó el tío Vorthys. Ekaterin se dio cuenta de que no lo había presentado, y, pensándolo bien, decidió dejar las cosas como estaban.

—No estaba seguro. Creo que voy a hacerlo.

—Humm —dijo Ekaterin. ¿De verdad quería animar a este tipo a que persiguiera a esa chica? Al parecer se había marchado sin más. ¿Había elegido este cruel método de terminar su relación porque era tonta, o porque era un monstruo? No podía saberse desde fuera. Nunca se sabe qué secretas cargas lleva la gente, ocultas tras sus brillantes sonrisas.

—Ella lo dejó todo. Dejó sus gatos. No sé qué hacer con ellos —dijo él tristemente.

Ekaterin había oído hablar de mujeres desesperadas que lo dejaban todo, incluyendo a sus hijos, pero el tío Vorthys intervino.

—Eso parece extraño. Si yo fuera usted, acudiría a Seguridad, aunque sólo fuera por tranquilizarme un poco. Siempre puede pedir disculpas más tarde, si es necesario.

—Yo… creo que eso haré. Buenos días, señora Vorsoisson. Señor —se pasó la mano por el pelo, y regresó por donde había venido, atravesando la verja falsa de acero forjado que daba al parque.

—Quizá deberíamos regresar ya —sugirió Ekaterin cuando el joven se perdió de vista—. ¿No deberíamos llevar algo de comida a lord Vorkosigan? Aquí la preparan para llevar.

—No estoy seguro de que eche en falta la comida cuando está enfrascado en un problema, pero parece justo.

—¿Sabes qué le gusta?

—Cualquier cosa, supongo.

—¿Tiene alguna alergia alimentaria?

—No que yo sepa.

Ella hizo una rápida selección de comida equilibrada y nutritiva, esperando que la verdura, tan bien presentada, no acabara en el reciclador. Con los hombres, nunca se sabía. Cuando recibieron el pedido, se marcharon, y Ekaterin se dirigió a la estación de coche-burbuja más cercana para volver a su propia sección de la cúpula. Seguía sin tener una idea clara de cómo Vorkosigan había conseguido superar con éxito su condición de mutante en su mundo, tan sacudido por las mutaciones excepto, quizá, labrándose su carrera fuera de él. ¿Podría eso servirle de alguna ayuda a Nikolai?

4

Los dominios burocráticos de Etienne Vorsoisson ocupaban dos plantas en una torre sellada que, por lo demás, albergaba los despachos gubernamentales de la Cúpula Serifosa. La torre, cercana al borde exterior de la cúpula, no se hallaba dentro de ninguna otra estructura que contuviera atmósfera. Miles contempló con disgusto el techo de cristal mientras ascendían por una escalera mecánica curva. Podría jurar que había detectado un leve silbido de aire escapando por algún sello no lo suficientemente hermético.

—¿Y qué pasa si alguien atraviesa la ventana con una piedra? —le preguntó al profesor, un peldaño por detrás.

—No mucho —murmuró Vorthys—. Se formaría una buena corriente de aire, pero la diferencia de presiones no es muy grande.

—Cierto.

La Cúpula Serifosa no era como una instalación espacial, a pesar de las frecuentes confusiones que provocaba la arquitectura. Fabricaban el aire de dentro con el aire de fuera, en su mayor parte. Los respiraderos repartidos por todo el complejo de la cúpula absorbían los gases libres de Komarr, filtraban el exceso de dióxido de carbono y otras inconveniencias, dejaban pasar el nitrógeno intacto y concentraban el oxígeno hasta formar una mezcla que los humanos pudieran respirar. El porcentaje de oxígeno en la atmósfera cruda de Komarr seguía siendo demasiado bajo para permitir la vida a un mamífero grande sin la ayuda tecnológica de una mascarilla, pero la cantidad absoluta seguía siendo una enorme reserva comparada con el volumen de las cúpulas más grandes.

—Mientras los sistemas de energía sigan funcionando.

Dejaron atrás la escalera y siguieron a Vorsoisson hasta un pasillo que se alejaba del atrio central. La visión de una caja de mascarillas de emergencia en una pared junto a un extintor de incendios advirtió a Miles de que los komarreses no eran completamente ajenos al peligro, pero la caja estaba sospechosamente polvorienta; ¿la habrían utilizado alguna vez desde que la instalaron, muchos años atrás? ¿O la comprobaban? Si esto fuera una inspección militar, Miles se divertiría haciendo que el grupo se detuviese en ese instante, y abriría la caja para determinar si los niveles de potencia y reserva de la mascarilla de oxígeno todavía cumplían los requisitos. Como Auditor Imperial también podía hacerlo, claro, o emprender cualquier otra acción que se le antojara. Cuando era más joven, su mayor pecado era su impulsividad. En las oscuras dudas de la noche, Miles a veces se preguntaba si el Emperador Gregor había reflexionado lo suficiente sobre su último nombramiento como Auditor. Se suponía que el poder corrompía, pero él se sentía más como un niño suelto en una pastelería. Contrólate, chaval.

La mascarilla quedó atrás, sin incidentes. Vorsoisson, como guía, siguió señalando las oficinas de sus diversos departamentos subordinados, aunque no invitó a sus visitantes a entrar en ninguna. No es que hubiera tampoco mucho que ver en estos despachos administrativos. El verdadero interés, y el verdadero trabajo, se encontraban en el exterior de las cúpulas, en las estaciones experimentales, los campos y parcelas de biota repartidos por todo el Sector Serifosa. Todo lo que Miles encontraría en estas sosas habitaciones serían… comuconsolas. Y komarreses, claro, montones de komarreses.

—Por aquí, señores.

Vorsoisson los guió hacia una habitación cómoda y espaciosa en la que había una gran mesa redonda de proyección de holovids. El lugar tenía el aspecto, y el olor, de todas las otras salas de reuniones que Miles había visitado para hacer informes militares y de seguridad durante su truncada carrera.
Más de lo mismo. Presiento que mi mayor desafío esta tarde será permanecer despierto
. Media docena de hombres y mujeres esperaban sentados, manoseando nerviosamente libretas de grabación y discos de vid; un par más llegaron detrás de los dos Auditores, murmurando disculpas. Vorsoisson indicó los asientos reservados para los visitantes, a su derecha e izquierda. Con una breve sonrisa general a modo de saludo, Miles se sentó.

—Lord Auditor Vorthys, lord Vorkosigan, les presento a los jefes de departamento de la rama de Serifosa del Proyecto de Terraformación de Komarr.

Vorsoisson fue rodeando la mesa, nombrando a cada miembro y su departamento, que se clasificaban en las tres ramas básicas de Contabilidad, Operaciones e Investigaciones e incluían títulos tan evocadores como Reserva de Carbono, Hidrología, Gases de Invernadero, Zonas de pruebas, Gestión del Calor Residual, y Reclasificación Microbiológica. Todos eran komarreses nativos; Vorsoisson era el único barrayarés expatriado entre ellos. Permaneció de pie y se volvió hacia una de los recién llegados.

—Señores, les presento también a Ser Vennie, mi ayudante administrativo. Vennie ha organizado una presentación general para ustedes, después de la cual mi personal responderá a cualquier pregunta que deseen formular.

Vorsoisson se sentó. Vennie saludó a cada Auditor y murmuró algo inaudible. Era un hombre delgado, más bajo que Vorsoisson, con intensos ojos marrones y una desafortunada barbilla débil que, junto con su aire nervioso, le hacían parecer un conejo algo maníaco. Se acercó al podio de control del holovid, se frotó las manos, ordenó y reordenó su montón de discos de datos antes de seleccionar uno, y luego volvió a dejarlo. Se aclaró la garganta y encontró la voz.

—Señores. Me sugirieron que empezara con una visión histórica general.

Saludó de nuevo, clavando su mirada por un instante en Miles. Insertó un disco en la máquina, y mostró una atractiva (es decir, mejorada artísticamente) visión de Komarr en la placa vid.

—Los primeros exploradores del nexo de agujero de gusano consideraron a Komarr un candidato probable para una posible terraformación. Nuestra gravedad estándar de cero coma nueve y el abundante suministro nativo de nitrógeno gaseoso, el gas amortiguador inerte, y la suficiente agua en forma de hielo hicieron que el problema fuera inmensamente más simple que en planetas con la clásica situación de frío seco como, digamos, Marte.

Sí que habían existido exploradores, reflexionó Miles, que llegaron y se asentaron en Komarr antes del hallazgo de mundos más sanos que demostraran que estos ambiciosos proyectos eran económicamente poco interesantes, al menos si no vivías ya en el planeta. Pero… claro, estaban los agujeros de gusano.

—En la parte negativa —continuó Vennie—, la concentración de CO
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atmosférico era lo suficientemente alta para resultar tóxica a los humanos. Con todo, la fuerza solar era tan insuficiente que ningún efecto invernadero, fugaz o no, capturaba el calor necesario para mantener agua líquida. Komarr era por tanto un mundo sin vida, frío y oscuro. Los primeros cálculos sugirieron que haría falta más agua, y se prepararon unos cuantos impactos cometarios leves, por los que podemos agradecer a nuestros antepasados los cráteres de los lagos del sur.

Un pintoresco y desproporcionado chorro de luces cubrió el hemisferio inferior de la imagen planetaria, hasta convertirse en una cadena de burbujas azules.

—Pero la creciente demanda de agua cometaria y gases para las estaciones orbitales y de agujero de gusano pronto puso fin a eso. Y a los temores de los primeros colonos sobre las trayectorias mal controladas, claro.

Temores demostrados, recordó Miles. Miró de reojo a Vorthys. El profesor parecía perfectamente satisfecho con la conferencia de Vennie.

—De hecho —continuó éste—, exploraciones posteriores demostraron que la capa de agua helada de los casquetes polares era más gruesa de lo que se sospechó al principio, aunque no tan abundante como en la Tierra. Y así empezó la búsqueda de luz y calor.

Miles se solidarizó con los primeros komarreses. Aborrecía el frío y la oscuridad árticas con reconcentrada pasión.

—Nuestros antepasados construyeron el primer espejo solar, reemplazado una generación más tarde por otro diseño.

Un modelo holovid, de nuevo fuera de escala, apareció a un lado, y se fundió con un segundo.

—Un siglo más tarde, fue a su vez sustituido por el diseño que vemos hoy.

Apareció el hexágono de siete discos, y bailó alrededor del globo de Komarr.

—El calor solar en el ecuador se potenció lo suficiente para permitir agua líquida y los inicios de una biota para producir carbono y liberar el necesario O
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. A lo largo de las siguientes décadas se creó una amplia mezcla de gases artificiales de invernadero que se liberaron en la atmósfera superior para ayudar a atrapar la nueva energía.

Vennie movió la mano: cuatro de los siete discos se apagaron.

—Entonces ocurrió el accidente.

Todos los komarreses sentados alrededor de la mesa contemplaron sombríos el espejo roto.

—¿Se ha mencionado una propuesta de enfriamiento? ¿Con cifras? —instó Vorthys amablemente.

—Sí, mi señor Auditor. —Vennie deslizó un disco por la pulida superficie de la mesa—. El administrador Vorsoisson dijo que era usted ingeniero, así que incluí todos los cálculos.

El tipo de Gestión de Calor Residual, Soudha, también ingeniero, parpadeó y se mordió el pulgar ante esta inocente ignorancia de la estatura de Vorthys en su terreno.

—Gracias. Se lo agradezco —dijo Vorthys simplemente.

¿Y dónde está mi copia?
, se preguntó Miles.

—¿Puede por favor resumir sus conclusiones para los que no somos ingenieros, ser Vennie? —dijo en voz alta.

—Por supuesto, Lord Auditor… Vorkosigan. Serios daños a nuestra flora y fauna en las latitudes más meridionales y septentrionales, no sólo en el Sector Serifosa sino en todo el planeta. Comenzarán dentro de una estación. A partir de entonces, cada año perderemos más terreno: dentro de cinco años, la destructora curva de enfriamiento se alzará rápidamente hacia la catástrofe. Se tardaron veinte años en construir el espejo original. Rezo para que no se tarde tanto en repararlo.

En el modelo vid, los blancos casquetes polares se extendieron como pálidos tumores sobre el globo.

Vorthys miró a Soudha.

—Y así otras fuentes de energía adquieren de pronto una nueva importancia, al menos por el momento.

Soudha, un hombretón grande y cuadrado de unos cuarenta y tantos años, se acomodó en su asiento y sonrió, algo sombrío. También él se aclaró la garganta antes de empezar.

—En las primeras fases de la terraformación, se esperó que el calor residual de nuestras crecientes cúpulas contribuyera de manera significativa a la calefacción del planeta. Con el tiempo, se vio que eran expectativas demasiado optimistas. Un planeta con una hidrología activa es un enorme sistema de contención termal, con el calor de la licuefacción encerrado en todo ese hielo. En la actualidad, antes del accidente, se consideró que el mejor uso del calor residual era en la creación de microclimas en torno a las cúpulas, para que fueran reservas para la siguiente oleada de flora y fauna superiores.

—Parece una tontería que un ingeniero diga: «tenemos que malgastar más energía en la pérdida de calor» —reconoció Vorthys—, pero supongo que aquí es cierto. ¿Hasta qué punto es posible dedicar algunos reactores de fusión a la producción de calor puro?

—¿Hirviendo los mares tacita a tacita? —Soudha hizo una mueca—. Es posible, claro, y me encantaría que se hicieran más cosas con esa técnica para el desarrollo de una zona pequeña en el Sector Serifosa. Económicamente… no. Por grado de calentamiento planetario, es aún más costoso que reparar, o ampliar, el espejo, algo que llevamos años solicitando al Imperio. Sin éxito. Y si se construye un reactor, bien puede servir para mantener una cúpula. El calor acabará por llegar afuera igual.

Entregó discos de datos a Vorthys y también a Miles.

—Aquí tienen el informe del estado actual de nuestro departamento —miró de reojo a uno de sus colegas—. Todos tenemos muchas ganas de pasar a formas de plantas superiores durante nuestra vida, Pero en este momento, la mayor actividad sigue estando a nivel microbiano. ¿Philip?

El hombre que había sido presentado como jefe de Reclasificación Microbiológica sonrió a Soudha, no demasiado agradecido, y se volvió hacia los Auditores.

—Bueno, sí. Las bacterias florecen. Tanto nuestras inoculaciones deliberadas como las salvajes. A lo largo de los años se han importado todos los tipos terrestres, o al menos han llegado y escapado. Por desgracia, la vida microbiana tiene tendencia a adaptarse al entorno más rápidamente de lo que el entorno se ha adaptado a nosotros. Mi departamento tiene las manos llenas tratando con las mutaciones. Hace falta más luz y calor, como siempre. Y, por decirlo claramente, señores, más fondos. Aunque nuestra microflora crece rápidamente, también muere rápidamente, liberando de nuevo sus componentes de carbono. Necesitamos pasar a organismos más avanzados, para separar el exceso de carbono de las secuencias necesarias. Quizá podrías hablar tú de esto, Liz.

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