La lista de los doce (38 page)

Read La lista de los doce Online

Authors: Matthew Reilly

Tags: #Intriga, #Aventuras, #Policíaco

»Ahora pongámoslo en el contexto de la industria de Defensa de Estados Unidos. ¿Qué ocurre cuando los constructores de misiles deciden no obedecer más a sus principales compradores? ¿Qué ocurre cuando el complejo militar-industrial decide que ya no necesita al Gobierno estadounidense?

—Espantapájaros lo detendrá —dijo Gant desafiante.

—Sí. Sí. Espantapájaros —dijo Killian—. Nuestro amigo. Es especial, ¿verdad? ¿Sabía que el Consejo estaba tan preocupado por su presencia en la lista que se tomó la molestia de preparar una misión falsa en Siberia para atraparlo? Huelga decir que no funcionó.

—Por supuesto que no.

—Pero si sigue con vida… —dijo Killian—, sí, es un problema.

Killian miró a Gant…

… Y Gant sintió cómo un escalofrío le recorría la espalda. Había algo en aquella mirada que nunca antes había visto, algo realmente aterrador.

Aloysius Knight también lo vio y se preocupó. Todo estaba sucediendo demasiado deprisa. Se revolvió, intentando zafarse de las esposas.

—Bien —dijo Killian—. En cualquier historia normal, un villano como yo buscaría atraer al problemático Schofield reteniendo a su amada, la teniente Gant. Creo que eso era exactamente lo que Damon Larkham tenía en mente esta mañana.

—Sí —dijo Gant con recelo—. Así es.

—Pero no funcionó, ¿verdad? —dijo Killian.

—No.

—Razón por la que, teniente Gant, debo hacer algo más para atraer la atención de Schofield. Algo que haga que encontrarme sea más importante para él que trastocar el plan del Consejo. Señor Noonan.

En ese momento, Cara Rata (Noonan) agarró la manivela de la guillotina y Gant tragó saliva horrorizada.

Entonces miró a Knight y sus ojos se encontraron.

—Knight —dijo Gant—. Cuando salga de aquí, dígale algo a Schofield de mi parte. Dígale que le habría dicho que sí.

Entonces, sin pausa ni paciencia, Cara Rata soltó el resorte y la hoja de la guillotina cayó a gran velocidad hacia el cuello de Gant.

Clunc.

5.11

El cuerpo decapitado de Gant cayó al suelo, junto a la base de la guillotina.

Una terrible cascada de sangre salió a borbotones de su cuello rebanado, sangre que cubrió la plataforma de piedra hasta caer al agua.

La sangre en el agua atrajo rápidamente a los tiburones. Dos formas grises y apuntadas aparecieron junto al borde de la plataforma de la guillotina en busca del origen de la sangre.

—¡Dios, no! —gritó Aloysius Knight, tirando de sus cadenas, mirando aquella grotesca imagen en estado de
shock
.

Había ocurrido tan rápido.

Tan deprisa.

Sin vacilación alguna.

Libby Gant estaba muerta
.

A pesar del dolor que la luz le infligía, Knight tenía los ojos abiertos de par en par, con el rostro lívido.

—Oh, Dios, no… —acertó a decir de nuevo.

Se giró para mirar a Jonathan Killian, pero el rostro de Killian era una máscara. Su fría mirada no había cambiado un ápice.

Y entonces, de repente, uno de los hombres del foso fue hacia Knight.

Era Drake, el mercenario de ExSol, y portaba una de las escopetas Remington de Knight, además de su chaleco. El otro hombre, Cara Rata, estaba saliendo del foso por una puerta de acero que había junto a la guillotina.

—¿Qué hay de este? —preguntó Drake a Killian.

Killian hizo un gesto con la mano.

—Nada de guillotinas para el Caballero Oscuro. Nada de juegos que puedan permitirle escaparse. Dispárelo en la cabeza y échelo como cebo para los tiburones.

—Sí, señor —obedeció Drake.

El enorme mercenario recorrió un estrecho puente de piedra situado entre la plataforma de la guillotina y la de Knight, chapoteando a cada paso.

Conforme Drake iba acercándose, Knight evaluó sus opciones.

No había muchas.

Apenas podía ver.

Tenía las manos esposadas.

Drake se estaba acercando.

Mientras multitud de pensamientos se agolpaban en su mente, Knight se mordió con tanta fuerza el labio que se hizo sangre. Escupió la saliva ensangrentada con asco.

Drake se detuvo a menos de dos metros de él, a una distancia en la que Knight no podría hacerle nada como estrangularlo con las piernas o darle una patada en la entrepierna.

Drake levantó la Remington de Knight y le apuntó a la cabeza.

—Había oído que era usted mejor que esto, Knight.

Momento en el cual Knight asintió a los pies de Drake y dijo:

—Lo soy.

Drake frunció el ceño.

Bajó la vista y vio a uno de los tiburones tigre en el agua justo al lado de sus botas, atraído al borde de la plataforma por la saliva ensangrentada de Knight.

Tal como Knight había planeado.

—¡Ah…! —Drake se volvió y dio un paso atrás por acto reflejo para alejarse del tiburón…

… Y se acercó a la zona de ataque de un depredador mucho más peligroso.

Lo que Knight hizo a continuación, lo hizo a gran velocidad.

En primer lugar, impulsó su cuerpo hacia arriba con ayuda de las piernas y con ellas rodeó a Drake por detrás, a la altura de las costillas. Knight apretó las piernas y oyó el terrible sonido de las costillas de Drake al romperse.

Drake gritó de dolor.

A continuación, Knight tiró del mercenario hacia él para poder alcanzar una cosa que colgaba del chaleco (su chaleco) que llevaba Drake.

Knight cogió un pitón de escalada y, con una mano, metió el pitón en la esposa de su mano izquierda y apretó el resorte.

El pitón se expandió al instante…

… Y la esposa de hierro que apresaba la muñeca de Knight se abrió, dejándolo libre.

En el balcón, Cedric Wexley vio lo que estaba ocurriendo. Fue a sacar su arma pero Drake, al que Knight retenía con sus piernas, se interponía.

Knight todavía no había terminado con Drake.

Con su mano izquierda cogió otro objeto del chaleco: el soplete pequeño.

Knight sacó el soplete y lo encendió al instante, apuntando a quemarropa a la espalda de Drake.

La llama azul le atravesó el cuerpo y emergió al otro lado, cual hoja de una espada luminiscente.

La cabeza de Drake, moribundo y conmocionado, cayó hacia atrás, contra el pecho de Knight.

—Te has apagado muy rápido —gruñó Knight mientras seguía aplicándole el soplete, reduciendo las entrañas de Drake a nada.

A continuación el cuerpo cayó inerte y, mientras caía, Knight le desabrochó el chaleco y al mismo tiempo se valió del pitón para soltar la otra esposa.

Pero cuando Drake cayó, Knight quedó expuesto y Cedric Wexley comenzó a dispararle desde el balcón. Pero Knight ya no estaba esposado.

Se tiró tras el cuerpo de Drake y dejó que las balas impactaran en él cuando, sin previo aviso, rodó el cuerpo de Drake hasta tirarlo al agua cubierta de sangre, justo delante del tiburón más cercano, y entonces, para sorpresa de todos…

… ¡Saltó al agua tras él!

El tiburón se abalanzó sobre el cuerpo de Drake y comenzó a hacerlo jirones. El segundo tiburón se unió al festín al instante.

En el agua comenzó a levantarse una espuma ensangrentada. Las olas chapalearon contra todas y cada una de las plataformas de piedra.

Unos minutos después, sin embargo, el agua recuperó la calma.

Pero no había ni rastro de Knight.

Es más, Aloysius Knight no volvió a salir a la superficie de aquel mortífero foso.

5.12

Sí lo hizo, sin embargo, fuera de la fortaleza de Valois, entre las olas del océano Atlántico.

Exactamente seis minutos después de haberse sumergido bajo los tiburones que estaban comiéndose el cuerpo de Drake, salió a la superficie del océano, todavía con la pequeña botella de buceo en los labios.

La botella tenía el aire suficiente para recorrer el largo pasillo submarino que conectaba el foso de los Tiburones con el mar abierto.

Knight no permaneció mucho tiempo en el agua. El transpondedor de su chaleco se encargó de ello.

En cuestión de minutos, la sombra del Sukhoi S-37 se cernió sobre él, agitando el agua a su alrededor por obra y gracia de sus propulsores.

A continuación un arnés cayó del compartimento de bombas del avión y se precipitó al agua, a su lado. En pocos segundos, Aloysius Knight se encontraba en el interior del Cuervo Negro, con Madre y Rufus.

—¿Se encuentra bien, jefe? —dijo Rufus mientras le daba otro par de gafas con los cristales tintados de dorado.

Knight las cogió mientras yacía desplomado en el suelo de la celda trasera del Cuervo y se las puso. No respondió a la pregunta de Rufus. Seguía conmocionado por la terrible ejecución que había presenciado en el foso de los Tiburones.

Madre dijo:

—¿Qué hay de Espantapájaros? ¿Y de mi Gant?

Knight la miró fijamente.

Tras sus gafas, sus ojos eran la viva imagen del horror. Miró a Madre sin saber muy bien qué decir.

Entonces, de repente, se puso en pie.

—Rufus. ¿Puede establecer la posición de Schofield? Los MicroDots que puse en su Palm tienen que habérsele pegado a la mano.

—Lo tengo, jefe. Y se está moviendo. Parece que alguien lo llevó al portaaviones de la costa.

Knight se volvió hacia Madre y respiró profundamente.

—Schofield está vivo, pero… —Tragó saliva—. Puede que haya un problema con la chica.

—Oh, Dios mío, no… —dijo Madre.

—No puedo hablar de ello ahora —dijo Knight—. Tenemos que rescatar a Schofield.

5.13

Portaaviones francés Richelieu

Océano Atlántico, costa francesa

Shane Schofield fue arrojado al interior de una pequeña sala con las paredes de acero contigua al hangar situado bajo cubierta. La puerta se cerró tras él.

En la habitación no había nada salvo una mesa y una silla.

En la mesa se encontraba la unidad de desactivación CincLock-VII de Lefevre. Al lado de la unidad, con una pequeña luz roja encendida en la parte superior, se hallaba una granada de fósforo.

En la esquina superior, escondida tras un cristal tintado, Schofield oyó el zumbido de una cámara.

—Capitán Schofield —dijo la voz del agente de la DGSE por unos altavoces—. Una simple prueba. La granada de fósforo que ve está conectada por un transmisor de onda corta con la unidad CincLock. La única manera de desactivar esa granada es mediante la unidad CincLock. A efectos de este ejercicio, el código de desactivación final será 123. La granada estallará en un minuto. Su tiempo comienza… ahora.

—Joder —protestó Schofield mientras corría a la mesa.

Examinó detenidamente la unidad.

Other books

Miles to Go by Richard Paul Evans
The Latte Rebellion by Sarah Jamila Stevenson
Glimmer of Hope by Eden, Sarah M.
The Goodbye Body by Joan Hess
Qui Pro Quo by Gesualdo Bufalino
Hens Dancing by Raffaella Barker
Street Safe by W. Lynn Chantale