La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey (15 page)

Tu amiga,

ISOLA

De Dawsey a Juliet

26 de abril de 1946

Querida Juliet:

Se me ha terminado el trabajo temporal que tenía en la cantera y tengo a Kit conmigo un ratito. Está susurrando, sentada bajo la mesa en la que estoy escribiendo. Le he preguntado qué cuchichea y ha habido un largo silencio. Luego ha empezado a hacerlo otra vez y he distinguido mi nombre mezclado entre los otros sonidos. Esto es lo que los generales llaman una guerra de nervios, y sé quién la va a ganar.

Físicamente Kit no se parece mucho a Elizabeth, excepto por los ojos grises y la cara que pone cuando está muy concentrada. Pero por dentro es como su madre, de sentimientos intensos. Incluso cuando era una criatura pequeñísima ya era así. Daba unos alaridos que hasta los cristales de las ventanas temblaban, y cuando me agarraba el dedo con su pequeño puño, lo apretaba hasta que se me volvía blanco. Yo no sabía nada de bebés, pero Elizabeth me hizo aprender. Decía que yo estaba predestinado a ser padre y ella tenía la responsabilidad de asegurarse de que yo supiera más que los demás. Echaba de menos a Christian, no sólo por ella, también por Kit.

Kit sabe que su padre está muerto. Amelia y yo se lo dijimos, pero no supimos qué decirle de Elizabeth. Al final, le dijimos que la habían mandado lejos y que esperábamos que volviera pronto. Kit nos miró primero a uno y luego al otro, pero no hizo ninguna pregunta. Simplemente salió y se sentó en el granero. No sé si hicimos lo correcto.

Algunos días me agoto deseando que vuelva Elizabeth. Nos enteramos de que sir Ambrose Ivers había muerto en uno de los últimos bombardeos de Londres, y como Elizabeth heredó su propiedad, sus abogados han empezado a buscarla. Ellos deben tener mejores métodos para encontrarla que nosotros, así que estoy convencido de que el señor Dilwyn pronto tendrá noticias suyas, aunque sea indirectamente. ¿No sería una bendición para Kit y para todos nosotros que encontraran a Elizabeth?

La Sociedad va a hacer una salida el sábado. Vamos a asistir a la representación de
Julio César
de la compañía de repertorio de Guernsey. John Booker será Marco Antonio y Clovis Fossey hará el papel de César. Isola ha visto a Clovis ensayar y dice que nos quedaremos asombrados con su interpretación, sobre todo cuando, después de su muerte, dice entre dientes, «que en Filipos me verás». Dice que estuvo tres noches sin poder dormir, al recordar cómo Clovis dice esa frase. Isola exagera, pero sólo lo hace para divertirse.

Kit ha dejado de susurrar. Acabo de echar un vistazo debajo de la mesa, y está dormida. Es más tarde de lo que pensaba.

Suyo,

DAWSEY

De Mark a Juliet

30 de abril de 1946

Cariño:

Acabo de volver. El viaje podría haberse evitado si Hendry hubiera telefoneado, pero me impuse y usé mi autoridad, y me han permitido pasar el envío por la aduana. Me siento como si hubiera estado fuera durante años. ¿Puedo verte esta noche? Necesito hablar contigo.

Besos,

M.

De Juliet a Mark

Claro. ¿Quieres venir a mi casa? Tengo una salchicha.

JULIET

De Mark a Juliet

Una salchicha… qué apetitoso.

¿En el Suzette, a las 8:00?

Besos,

M.

De Juliet a Mark

Por favor.

J.

De Mark a Juliet

Hazme el favor de estar en el Suzette a las 8:00.

Besos,

M.

De Juliet a Mark

1 de mayo de 1946

Querido Mark:

Sabes que no dije que no. Dije que quería pensarlo. Estabas tan ocupado despotricando de Sidney y Guernsey que quizá no te diste cuenta de que sólo dije que quería tiempo. Sólo hace dos meses que te conozco. Para mí no es suficiente tiempo para estar segura de querer pasar el resto de mi vida contigo, aunque tú sí lo estés. Una vez cometí un terrible error y casi me caso con un hombre que apenas conocía (quizá lo leíste en los periódicos), y, por lo menos en ese caso, la guerra fue una circunstancia atenuante. No volveré a ser tan tonta.

Piénsalo: nunca he visto tu casa, en realidad, no sé ni dónde está. En Nueva York, pero ¿en qué calle?, ¿cómo es?, ¿de qué color son las paredes?, ¿tu sofá?, ¿tienes los libros ordenados alfabéticamente? (espero que no). ¿Tus cajones están ordenados o desordenados?, ¿tarareas alguna vez?, y si lo haces, ¿qué tarareas? ¿Prefieres los perros o los gatos?, ¿o los peces? ¿Qué demonios comes para desayunar, o tienes cocinero?

¿Ves? No te conozco lo suficiente para casarme contigo.

Tengo otra noticia que te puede interesar. Sidney no es tu rival. No estoy, ni he estado nunca, enamorada de Sidney, ni él de mí. Ni me casaré nunca con él. ¿Es eso lo bastante contundente para ti?

¿Estás seguro que de no preferirías casarte con alguien más dócil que yo?

JULIET

De Juliet a Sophie

1 de mayo de 1946

Queridísima Sophie:

Ojalá estuvieras aquí. Ojalá todavía viviéramos juntas en nuestro bonito estudio y trabajáramos en la librería de nuestro querido señor Hawke, y comiéramos galletas saladas y queso para cenar todas las noches. Tengo tantas ganas de hablar contigo… Quiero que me aconsejes si debo casarme con Mark Reynolds o no.

Me lo pidió ayer por la noche. No lo hizo de rodillas, pero sí con un diamante tan grande como un huevo de paloma, en un romántico restaurante francés. No estoy segura de si esta mañana sigue queriendo casarse conmigo; está totalmente furioso porque no le di un sí rotundo. Traté de explicarle que todavía no lo conozco lo suficiente y que necesito tiempo para pensarlo, pero no quiso escucharme. Está convencido de que le rechazo porque tengo una pasión secreta ¡por Sidney! Realmente están obsesionados uno con el otro, estos dos.

Menos mal que por entonces ya estábamos en su piso, porque empezó a gritar sobre Sidney e islas de mala muerte y mujeres que están más interesadas en un grupo de desconocidos que en los hombres que están justo enfrente de ellas (esto lo decía por Guernsey y mis nuevos amigos de allí). Seguí intentando explicarme y él continuó gritando hasta que empecé a llorar de frustración. Entonces se arrepintió, cosa atípica en él, y dijo que ya cambiaría de idea y le diría que sí. Pero entonces me imaginé una vida al lado de una persona a la que tendría que llorar para que fuera comprensivo, y volví otra vez al no. Discutimos, me sermoneó, yo lloré un poco más porque estaba agotada y, al final, llamó a su chófer para que me llevara a casa. Cuando cerró la puerta del asiento trasero, se inclinó para darme un beso y me dijo: «Eres una idiota, Juliet».

Y quizá tiene razón. ¿Recuerdas aquellas novelas Cheslayne Fair tan malas que leímos en verano a los trece años? Mi favorita era
El señor de Blackheath
. Debí de leerla unas veinte veces (y tú también, no digas que no). ¿Te acuerdas de Ransom? ¿De cómo escondió con valentía su amor por Eulalie para que ella pudiera escoger libremente, sin saber que ella estaba loca por él desde que había caído del caballo a los doce años? De eso se trata, Sophie. Mark Reynolds es exactamente como Ransom. Es alto y apuesto, tiene una sonrisa maliciosa y las facciones marcadas. Se abre paso entre la gente a empujones, sin importarle cómo le miran. Es impaciente y lleno de magnetismo, y cuando voy a retocarme el maquillaje, oigo a las otras mujeres hablar de él, igual que Eulalie en el museo. Se hace notar. No lo hace expresamente, la gente no puede evitarlo.

Sentía escalofríos con Ransom. A veces también me siento así con Mark cuando lo miro, pero no puedo evitar pensar que yo no soy Eulalie. Si alguna vez me hubiera caído de un caballo, sería maravilloso que Mark me recogiera, pero es poco probable que dentro de poco me caiga de un caballo. Es mucho más probable que vaya a Guernsey y escriba un libro sobre la Ocupación, y que Mark no pueda soportar la idea de que… Él quiere que me quede en Londres y vaya a restaurantes y teatros, y que me case con él como una persona razonable.

Escríbeme y dime qué hacer.

Un beso a Dominic, otro para ti y para Alexander también.

JULIET

De Juliet a Sidney

3 de mayo de 1946

Querido Sidney:

Seguramente no estoy tan angustiada como deben de estar en Stephens & Stark sin ti, pero te echo mucho de menos y quiero que me aconsejes. Por favor, deja todo lo que estés haciendo y escríbeme inmediatamente.

Quiero salir de Londres. Quiero ir a Guernsey. Sabes que les he cogido mucho cariño a mis amigos de allí, y estoy fascinada por sus vidas durante la Ocupación y después. He visitado el Comité de Refugiados de las islas del Canal y he leído sus archivos. He leído los informes de la Cruz Roja. He leído todo lo que he podido encontrar sobre los trabajadores esclavos Todt (por ahora no hay mucho). He entrevistado a algunos de los soldados que liberaron Guernsey y he hablado con el cuerpo de ingenieros que desactivó los miles de minas de sus playas. He leído todos los informes no confidenciales del Gobierno sobre el estado de salud de los isleños, sobre su felicidad, o la falta de ella, sobre las provisiones de comida, o la falta de ellas. Pero quiero saber más. Quiero saber las historias de la gente que estuvo allí, y nunca lo podré saber estando sentada en una biblioteca de Londres.

Por ejemplo, ayer estaba leyendo un artículo sobre la liberación. Un periodista le preguntaba a un isleño de Guernsey: «¿Cuál fue la experiencia más difícil por la que pasó durante el dominio alemán?». Se burló de la respuesta del hombre, pero para mí tenía todo el sentido. El isleño le dijo: «¿Sabe que nos confiscaron todas las radios? Si descubrían que tenías una radio escondida, te llevaban prisionero a alguna cárcel del continente. Pues bien, aquellos de nosotros que teníamos radios ocultas, nos enteramos del desembarco de los aliados en Normandía. El problema era que ¡se suponía que no sabíamos lo que había pasado! Lo más difícil que he hecho nunca ha sido caminar por St. Peter Port el 7 de junio, sin sonreír, sin hacer nada que pudiera revelar a los alemanes que sabía que se acercaba su final. Si se hubieran dado cuenta, se nos habría caído el pelo, así que tuvimos que disimular. Fue muy difícil aparentar que no sabíamos nada del desembarco».

Quiero hablar con gente como él (aunque probablemente él ahora huya de los escritores), y conocer cosas de su guerra, eso es lo que me gustaría leer, y no estadísticas sobre cereales. No estoy segura de qué clase de libro sería, ni de si se puede escribir o no. Pero me gustaría ir a St. Peter Port y descubrirlo.

¿Me das tu aprobación?

Besos para ti y para Piers,

JULIET

Telegrama de Sidney a Juliet

10 de mayo de 1946

¡ADJUNTO MI APROBACIÓN! GUERNSEY ES UNA FANTÁSTICA IDEA, TANTO PARA TI COMO PARA UN LIBRO. PERO ¿REYNOLDS TE DEJARÁ? RECUERDOS, SIDNEY.

Telegrama de Juliet a Sidney

11 de mayo de 1946

CONSENTIMIENTO RECIBIDO. MARK REYNOLDS NO ESTÁ EN POSICIÓN NI DE IMPEDIR NI DE PERMITIR NADA. RECUERDOS, JULIET.

De Amelia a Juliet

13 de mayo de 1946

Querida mía:

Fue un placer recibir tu telegrama de ayer diciendo que ¡vienes a visitarnos!

Hice lo que me dijiste, y he propagado la noticia de inmediato. Has creado una vorágine de entusiasmo en la Sociedad. Los miembros se ofrecieron al instante a proporcionarte todo lo que podrías necesitar: alojamiento, comida, presentaciones, un suministro de pinzas eléctricas para la ropa. Isola está loca de contenta de que vengas y ya se ha puesto a trabajar en tu libro. Aunque le he dicho que de momento es sólo una idea, está contentísima y decidida a buscarte material. Le ha pedido (quizá con amenazas) a toda la gente que conoce del mercado que te escriban para contarte cosas sobre la Ocupación; cree que las cartas te servirán para convencer a tu editor de que el tema es digno de un libro. No te extrañe si te inundan de cartas durante las próximas semanas.

Esta tarde Isola también ha ido a ver al señor Dilwyn al banco, para pedirle que te alquile la casita de Elizabeth mientras estés aquí. Está en un sitio precioso, en una pradera un poco más abajo de la Casa Grande. No es muy grande, así no necesitarás a nadie. Elizabeth se mudó allí cuando los oficiales alemanes confiscaron la Casa Grande para ellos. Estarías muy cómoda allí, e Isola convenció al señor Dilwyn de que lo único que tiene que hacer es ponerse en marcha y redactar un contrato de arrendamiento para ti. Ella misma se ocupará de todo lo demás: ventilar las habitaciones, limpiar las ventanas, sacudir las alfombras y matar las arañas.

Por favor, no te sientas obligada por todos estos preparativos, ya que el señor Dilwyn está pensando en la posibilidad de poner pronto la propiedad en alquiler. Los abogados de sir Ambrose han empezado una investigación para conocer el paradero de Elizabeth. No han encontrado ningún documento que acredite su llegada a Alemania, solamente que en Francia la metieron en un tren, en principio, con destino a Frankfurt. Harán más averiguaciones y espero que les lleven a Elizabeth, pero mientras tanto, el señor Dilwyn quiere alquilar la propiedad, para conseguir ingresos para Kit.

A veces pienso que tenemos la obligación moral de empezar a buscar a los familiares alemanes de Kit, pero no puedo hacerlo. Christian era una persona excepcional y odiaba todo lo que estaba haciendo su país, pero no debe de ser el caso de muchos alemanes, que creían en el sueño del Tercer Reich. Y ¿cómo podría enviar a nuestra Kit a una tierra extranjera y destruida, aunque pudiéramos encontrar a sus parientes? Nosotros somos la única familia que ha conocido.

Cuando nació Kit, Elizabeth no dijo quién era el padre. No por vergüenza, sino porque tenía miedo de que le quitaran a la niña y se la llevaran a Alemania. Había rumores horribles sobre cosas así. Me pregunto si el patrimonio de Kit podría haber salvado a Elizabeth si lo hubiera hecho saber cuando la arrestaron. Pero como no lo hizo, yo no soy quién para hacerlo.

Perdona que me desahogue. Mis preocupaciones viajan por mi cabeza a su propia voluntad, y es un alivio ponerlas por escrito. Voy a cambiar a temas más alegres, como la reunión de ayer de la Sociedad.

Después de que el alboroto por tu visita se hubo calmado, la Sociedad leyó tu artículo sobre libros y lectura del
Times
. A todos nos gustó mucho, no sólo porque estábamos leyendo algo sobre nosotros mismos, sino porque nos diste puntos de vista que nunca antes habíamos pensado aplicar a nuestras lecturas. El doctor Stubbins declaró que tú sola habías transformado la palabra «distracción» en una palabra honorable, en lugar de un defecto del carácter. El artículo es precioso, y todos nos sentíamos muy orgullosos y contentos de salir en él.

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