La Venganza Elfa (39 page)

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Authors: Elaine Cunningham

Tags: #fantasía

Kymil luchó contra el impulso de desparramar por toda la habitación los inútiles fragmentos de la bola de cristal y en vez de eso llamó a su ayudante. La siempre atenta etrielle entró discretamente.

—Filauria, envía un mensaje a la Elite de
tel'quessir
. Obviamente, ya no puedo contactar con ellos a través de la bola —añadió señalando con un ademán la pila de fragmentos chamuscados. Me reuniré con ellos en la academia, y juntos nos teletransportaremos a Evereska.

La
etrielle
hizo una reverencia y dejó a Kymil solo para que maldijera furiosamente el inesperado fracaso de su plan; no había conseguido la maldita espada. Según sus espías en la guardia, Arilyn Hojaluna, Bran Skorlsun y el sobrino de Báculo Oscuro aún vivían y estaban encerrados en el castillo de Aguas Profundas. Si esos tres unían sus cerebros era posible que lograran descubrir su propósito. Su plan había sido un completo fracaso. Tendría que recurrir al plan B.

Kymil sonrió. Conocía muy bien a su antigua alumna. Pese a su talento, Arilyn creía estar bajo la sombra de la espada. Seguro que asumiría la culpa de la asesina de Arpistas y que iría a por él para redimir su nombre y su sentido del honor. Nadie podría convencerla de lo contrario, de eso no tenía duda.

Y llevaría con ella la hoja de luna.

18

Los colores del bosque resplandecían bajo el brillante sol de la tarde mientras los tres jinetes se acercaban a la puerta de la Academia de Armas de Aguas Profundas, el prestigioso centro de entrenamiento de guerreros situado a varios kilómetros al oeste de las murallas de la ciudad. Arilyn, que se había mantenido extrañamente tranquila durante la cabalgata, desmontó y se encaminó a la torre de entrada. Los dos estudiantes que montaban guardia observaron a la semielfa con interés e imitaron lo mejor que pudieron a dos avezados luchadores.

—¿Qué deseas? —gruñó uno de los muchachos con insegura voz de barítono.

Al darse cuenta de que Arilyn se disponía a responder con la punta de la espada, Danilo se adelantó y tomó las riendas de la conversación.

—Somos tres agentes Arpistas. Estamos buscando a uno de vuestros instructores.

Los estudiantes consultaron entre sí con susurros, tras lo cual el futuro barítono los saludó con respeto y los dejó pasar. El otro llamó a un mozo para que se ocupara de los caballos y se ofreció para escoltarlos al despacho del director. Danilo aceptó agradecido.

—¿Tres Arpistas? —musitó Arilyn a Danilo—. ¿Tres?

El noble se encogió de hombros.

—Hemos entrado, ¿no?

Arilyn respondió con una mirada comedida y guardó silencio. El estudiante condujo al insólito trío que se confesaba de agentes Arpistas a través de un laberinto de pasillos hasta llegar al despacho del director de la academia.

El director Quentin era un clérigo fornido de cabello entrecano, que llevaba una túnica marrón con la cabeza de martillo que simbolizaba a Tempus, dios de la Guerra. Pese a que ya había pasado de la mediana edad seguía siendo ancho de espaldas y desmañado, y daba la impresión de que se hubiera encontrado más a gusto en el campo de batalla que en un despacho. En esos momentos estaba sentado tras varias pilas de pergaminos, realizando de mala gana su sedentaria tarea. Alzó la vista cuando el trío llamó a su puerta, y su rostro se iluminó ante la posibilidad de tomarse un descanso.

—Hermano Quentin, hay tres Arpistas que desean hablar con vos —dijo el estudiante.

—Sí, sí. Ya me ocupo —replicó Quentin, que se levantó de detrás del escritorio y fue a saludarlos. Con un gesto impaciente despidió al estudiante.— Hacía mucho tiempo que el Cuervo no volaba por estas partes —dijo efusivamente, y él y Bran se saludaron cogiéndose por los antebrazos.

Arilyn alzó bruscamente la cabeza para mirar a Bran Skorlsun, y una peculiar expresión pasó por su cara.

—¿Qué te trae aquí, Bran? —preguntó Quentin. El director dio al Arpista una palmada en la espalda con la familiaridad de un viejo camarada—. ¿Podrás quedarte para compartir nuestra cena y beber juntos unas cuantas cervezas?

—En otra ocasión me encantará —contestó Bran—. Mis compañeros y yo estamos buscando a uno de tus instructores: Kymil Nimesin. ¿Está aquí?

—No. —La frente del director se arrugó—. Ha pedido la excedencia. ¿Por qué?

—¿Dijo adónde iba? —inquirió Arilyn.

—Pues de hecho sí —recordó Quentin—. Creo que a Evereska.

—Evereska... —repitió Arilyn suavemente, totalmente perpleja—. ¿Hubo algo fuera de lo corriente en su petición de excedencia?

Quentin reflexionó.

—Bueno, Kymil se llevó a algunos de nuestros mejores estudiantes con él.

—¿Qué puede decirme de ellos?

El director cogió una de las pilas de pergaminos de sobre la mesa, una pila verdaderamente grande, y empezó a hojear los pergaminos. Arilyn esperó rebullendo, impaciente.

—Ah, aquí está —exclamó Quentin alegremente, agitando una hoja de pergamino—. Es la petición de excedencia de Kymil. Se ha llevado a Moor Canterlea, Filauria Ni'Tessine, Caer-Abett Fen, Kizzit Varolmo y Kermel Cantastrellas.

—Algunos son nombres elfos —comentó Danilo.

—Todos son elfos —lo corrigió Quentin—. Y, ahora que lo pienso, todos dorados. Todos fueron reclutados y entrenados personalmente por Kymil Nimesin. Debo decir que forman un grupo magnífico.

—Supongo que tendrá una ficha personal de cada alumno. ¿Podría ver la de uno de ellos? —pidió Arilyn.

—Por supuesto. ¿De cuál?

—Ni'Tessine, Filauria.

—Ah, sí —dijo Quentin—. Una espléndida estudiante. Creo que un hermano suyo estuvo en la academia hace algunos años, pero eso fue antes de que yo llegara.

—Fue hace unos veinticinco años —dijo Arilyn suavemente, al tiempo que cogía la hoja de pergamino que el director le tendía—. Éramos compañeros de clase.

—¿De veras? ¿Cómo dijiste que te llamabas? —inquirió Quentin con cordial interés. Arilyn se lo dijo, y el clérigo enarcó sus pobladas cejas—. Qué raro. Kymil dejó una nota para ti. —El hombre sacó un pequeño rollo que entregó a la semielfa.

Arilyn la leyó rápidamente y, sin hacer ningún comentario, se la metió en el bolsillo de la capa y volvió a estudiar la ficha de Filauria Ni'Tessine. Como Arilyn había previsto, la elfa dorada había seguido la costumbre de anotar la historia de su familia de manera bastante detallada. Entre sus hermanos estaba Tintagel Ni'Tessine, ex alumno de la Academia de Armas y miembro de la guardia de Aguas Profundas. Su padre se llamaba Fenian Ni'Tessine y había fallecido el segundo día del mes de Ches del año 1321 según el cómputo de Los Valles. «Interesante —pensó Arilyn—. Fenian murió el mismo día que el rey Zaor de Siempre Unidos fue asesinado.»

Bruscamente devolvió el pergamino al director, dándole las gracias.

—Siempre estoy dispuesto a ayudar a la causa de los Arpistas —dijo Quentin efusivamente—. ¿Podrías explicarme qué está pasando?

—Lo haría con gusto, pero ahora debemos irnos —replicó Bran.

—Sólo dime una cosa —insistió el director—, ¿corre Kymil algún peligro?

—Puede apostar por ello —contestó la semielfa en tono sombrío.

Sin demasiada gentileza empujó a Bran y a Danilo fuera del despacho. Al llegar al patio de la academia se volvió hacia el Arpista y le espetó:

—¿Por qué el director te ha llamado Cuervo?

El Arpista retrocedió un paso, sorprendido por la intensidad de la pregunta.

—Mi nombre de pila, Bran, significa «cuervo» en un antiguo idioma de las islas Moonshaes. ¿Por qué lo preguntas?

—Al oírlo me ha venido a la mente algo que casi había olvidado —contestó Arilyn lentamente—. Yo estudié en la academia junto con el hermano de Filauria, Tintagel Ni'Tessine. Él siempre llevaba con él el astil roto de una flecha como si fuera un talismán. En la madera del astil había grabada una diminuta marca: un cuervo. Tintagel decía que la llevaba para no olvidar cuál era su objetivo en la vida. Uno de sus amigos me contó que el padre de Tintagel, Fenian Ni'Tessine, fue muerto por esa flecha. —Arilyn lanzó la mirada hacia el Arpista con expresión cautelosa—. ¿Era tuya esa flecha?

—No lo sé. El nombre de Fenian Ni'Tessine no me resulta familiar —respondió Bran en tono quedo. Entonces cogió una flecha de su aljaba y se la mostró a Arilyn—. ¿Es ésta la marca?

La semielfa la examinó y asintió.

—¿Te refrescará la memoria saber que Fenian Ni'Tessine murió el segundo día del mes de Ches del año 1321? El año antes de que yo naciera. —Esto último lo dijo en voz apenas audible.

—No. Lo siento.

—Quizás esto te ayudará a recordar: el rey Zaor fue asesinado ese mismo día por un elfo dorado quien, a su vez, resultó abatido por una flecha que disparó el amante humano de mi madre. —Arilyn levantó sus cautelosos ojos hacia los del Arpista—. Los ópalos no son gemas que suelan llevar los humanos, y la que tú llevabas encaja a la perfección en mi hoja de luna. ¿Me equivoco al suponer que fuiste tú quien mató a Fenian Ni'Tessine?

—No sé cómo se llamaba el elfo dorado al que disparé, pero sí, tienes razón —admitió Bran. Arilyn no tuvo que preguntar más; las líneas de dolor y pesar que surcaban el semblante del Arpista eran respuesta suficiente. Sus miradas se encontraron un momento y se reconocieron en silencio. Entonces devolvió a Bran su flecha y se dio media vuelta, profundamente afectada.

Danilo, que había seguido la conversación en silencio, soltó un silbido largo y silencioso.

—Esto significa que Bran Skorlsun es...

—El padre de Arilyn —dijo el Arpista en tono quedo—. Te lo hubiera dicho, a su debido tiempo —añadió, dirigiéndose a la semielfa.

—Pues te lo has tomado con mucha calma —comentó Arilyn en voz baja. Entonces, endureció el gesto y añadió—: Al menos, me dirás por qué tenías tú el ópalo.

—No, no puedo —admitió Bran.

—¿Más secretos de los Arpistas? —inquirió Danilo con un toque de sarcasmo.

—No, al menos por mi parte —respondió el Arpista—. Un tribunal formado por elfos de Siempre Unidos y Maestros Arpistas decretó que yo debía custodiar la piedra hasta el día de mi muerte, pero nunca me dijeron la razón.

—Entonces tendremos que volver a la torre de Báculo Oscuro y averiguarlo —repuso Arilyn cansinamente. Con estas palabras giró sobre sus talones y se encaminó a los establos de la academia.

—Tu hija es una mujer de acción —comentó Danilo a Bran, y ambos hombres la siguieron. El Arpista asintió con aire distraído.

«Una familia muy habladora», pensó Danilo con ironía. Una leve sonrisa iluminó la faz del joven al recordar la mirada asesina que había visto en los ojos de la semielfa. El tío Khelben no sabía lo que se le venía encima.

Regresaron a la ciudad casi en silencio.

—Esperad aquí —ordenó Danilo a Arilyn y a Bran al llegar al muro que rodeaba la torre de Báculo Oscuro—. Ya ha anochecido, y tío Khelben hace horas que nos espera. Seguramente nadie ha hecho esperar al archimago desde hace mucho tiempo, y estará frenético. Dadme un momento para calmarlo. —El joven aristócrata atravesó el patio y desapareció en el muro sólido de granito de la torre.

A los pocos momentos Arilyn se dispuso a seguirlo, pero Bran la detuvo poniéndole una mano en el brazo.

—Espera —le dijo—. No es nada fácil atravesar puertas invisibles sin la ayuda de un mago.

—Yo percibo débilmente el contorno —replicó Arilyn desasiéndose—. Para los elfos no hay puertas secretas.

—Tú eres semielfa —la corrigió el Arpista suavemente pero de forma harto significativa.

El propósito de sus palabras era provocar un enfrentamiento. Arilyn se puso tensa. Aún no estaba preparada para aceptar el parentesco y tenía que hacer esfuerzos para dominar la rabia que sentía.

—Mi madre lloró por ti durante toda su vida —dijo finalmente—. Yo nunca tuve un padre y ahora no lo necesito, pero ¿cómo pudiste abandonar a Z'beryl? ¿Cómo puede alguien hacer algo así?

—No tuvo elección.

Sobresaltados, Arilyn y Bran alzaron los ojos. Ante ellos tenían a Khelben Arunsun con Danilo a su espalda.

—Bueno, parece que el Arpista trotamundos ha regresado —observó el archimago con frialdad—. Y, como siempre, trae problemas.

Bran devolvió la gélida mirada de Khelben con otra firme y serena.

—Han pasado muchos años —dijo—. No podemos volver atrás y cambiar lo que hicimos en nuestra juventud, pero ¿por qué rechazar a los amigos con la que la compartimos? Laeral y yo hemos hecho las paces. ¿No podemos hacer lo mismo nosotros dos?

El rostro del mago se ensombreció al oír el nombre de su amada.

—¿Qué tiene que ver Laeral con esto?

—No lo suficiente, según parece —respondió Bran con tristeza—. Nuestros caminos se cruzaron poco antes de que yo tuviera que abandonar las Moonshaes. Ella se dirigía a Siempre Unidos. —De pronto, el Arpista frunció el entrecejo y miró a Arilyn—. Laeral es mi amiga, pero no me parece justo que los elfos la acepten a ella y al mismo tiempo repudien a sus familiares medio elfos.

—Tu preocupación me conmueve, pero llega un poco tarde —observó Arilyn con frío desdén.

—Basta de recriminarlo, Arilyn Hojaluna —espetó Khelben, irritado—. Si Bran no te gusta, estás en tu perfecto derecho (Mystra sabe que tampoco es santo de mi devoción) pero no lo juzgues mal. Como ya he dicho, no tuvo otra opción que dejar a tu madre. Ella tomó la decisión por él. En esos momentos él ni siquiera sabía de tu existencia.

—Es cierto —confirmó Bran tristemente.

—¿Lo entiendes? —preguntó Khelben a Arilyn, que había escuchado la explicación sin dejarse conmover.

—No.

El mago cerró los ojos, exasperado por la tozudez de la joven, e hizo señas a todos para que entraran en la torre.

En el vestíbulo Arilyn se encaró con el archimago.

—Tú lo sabías desde el principio.

—Tenía mis sospechas, sí —admitió Khelben—, pero no podía comunicártelas. Según Dan, sabes quién es el asesino. ¿Quién es?

—Responderé a su debido tiempo —replicó Arilyn con gravedad—. Primero quiero saber por qué mi... por qué Bran Skorlsun llevaba el ópalo de mi espada.

—Fue decretado por los elfos de Siempre Unidos.

—¿Por qué?

El archimago miró alternativamente a Arilyn y al maduro Arpista.

—¿Ya habéis hablado? —preguntó.

—Lo sabe —contestó Bran.

—También sabe que su madre era la princesa Amnestria —añadió Danilo.

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