—Es algo extraordinario y precioso —murmuró, mirando no a la espada sino al rostro de la semielfa—. Me haces un honor al compartirla conmigo.
Sus miradas quedaron prendidas durante un instante, hasta que Arilyn desvió los ojos. Su expresión vacilante llegó a Danilo al corazón. Para aligerar el momento esbozó una engreída sonrisita y devolvió la espada mágica a su dueña, diciendo:
—Las cosas de valor siempre deberían compartirse. Tu belleza, por ejemplo. —Con estas palabras sacó de nuevo el vestido transparente de su bolsa con un florido ademán—. Volviendo al tema de este vestido...
La sonrisa de Arilyn le iluminó el rostro.
—No me tientes.