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Authors: Isaac Asimov

Tags: #ciencia ficción

Las lunas de Júpiter (17 page)

—He oído lo de Summers, consejero. Es algo horrible pensar que trató de..., de... Es horrible que fuera un traidor. Sin embargo, en cierto modo me da pena. Lucky asintió.

—Lo suponía. Ésta es la razón de que le haya pedido que viniera. Ahora en Io está oscuro. El Sol se ha eclipsado. Cuando el eclipse haya finalizado, ¿saldrá conmigo para enterrar a Summers? —Encantado. Es algo que debemos hacer por cualquier hombre, ¿no es así? —Norrich dejó caer la mano para acariciar el hocico de Mutt, y el perro se acercó y frotó contra su amo como si experimentara la necesidad de ofrecer simpatía.

—Pensé que quizá le gustaría venir conmigo —dijo Lucky—. Al fin y al cabo, era amigo suyo. Es lógico que quiera rendirle los últimos honores.

—Gracias. Tendré mucho gusto. —Los ojos sin vista de Norrich estaban húmedos.

Justo antes de colocarse el casco sobre la cabeza, Lucky dijo al comandante Donahue:

—Será nuestra última expedición. Cuando regresemos, partiremos hacia Júpiter Nueve.

—Bien —contestó el comandante, y cuando sus ojos se encontraron parecieron entenderse sin palabras.

Lucky se puso el casco, y en otra esquina de la sala de mandos los sensibles dedos de Norrich palparon delicadamente el flexible traje espacial de Mutt, para asegurarse de que todos los broches estaban bien cerrados.

Dentro del casco de extraña forma y con la parte delantera transparente que encerraba la cabeza de Mutt, las mandíbulas del perro se abrieron y cerraron en un ladrido apenas audible.

Era evidente que Mutt sabía que le llevaban a dar un paseo bajo escasa gravedad y estaba encantado con dicha perspectiva.

La primera tumba de Io ya había sido cavada. Se hallaba abierta sobre duro terreno rocoso gracias a la ayuda de excavadoras. Estaba llena de tierra y coronada por una roca ovalada a modo de señal.

Los tres hombres permanecieron a su alrededor mientras Mutt vagaba a lo lejos, tratando inútilmente, como siempre, de examinar las cercanías a través del metal que le privaba del sentido del olfato. Bigman, que sabía lo que Lucky esperaba de él, aunque ignoraba la razón, aguardó tensamente.

Norrich tenía la cabeza inclinada y dijo en voz, baja: Este fue un hombre que deseó algo con todas sus fuerzas, hizo el mal por esta razón, y ha pagado por ello.

—Hizo todo lo que los sirianos le pidieron —añadió Lucky—. Este fue su crimen. Cometió sabotaje y... Norrich se puso rígido cuando la pausa efectuada por Lucky se alargó. Preguntó: —¿Y qué?

—Y le consiguió a usted una plaza a bordo de la nave. Se negó a unirse a la tripulación sin usted. Usted mismo me explicó que sólo gracias a él entró a formar parte de la Luna Joviana. La voz de Lucky se hizo severa:

—Es usted un robot espía colocado aquí por los sirianos. Su ceguera le hace parecer inocente ante los demás componentes del proyecto, pero es que no necesita el sentido de la vista. Usted mató a la V-rana y encubrió a Summers para que se escabullera de la nave. Su propia muerte no significaba nada para usted frente a las órdenes, tal como establece la Tercera Ley. Y, finalmente, me engañó usted por el despliegue de emoción que detecté a través de la V-rana, una emoción sintética que los sirianos pusieron en su interior. Ésta era la frase que Bigman estaba aguardando. Alzando el cañón de su pistola, se lanzó sobre Norrich, cuyas incoherentes protestas no se materializaban en palabras. —Sabía que era usted —gritó Bigman—, y voy a destrozarle.

—No es verdad —gimió Norrich, recuperando la voz. Levantó las manos y se tambaleó hacía atrás. Y de pronto, Mutt echó a correr con la velocidad de un rayo. Se lanzó furiosamente a recorrer los cuatrocientos metros que le separaban de los hombres, dirigiéndose con desesperada pasión hacia Bigman. Bigman no le hizo caso. Con una mano agarraba a Norrich por el hombro. Con la otra sostenía la pistola. ¡Entonces Mutt se desplomó!

Cuando aún estaba a treinta metros de la pareja, sus patas se inmovilizaron, dio un traspié y rodó junto a ellos, acabando por detenerse completamente. A través del visor de su casco se veían sus mandíbulas abiertas, como si hubiera sido sorprendido en medio de un ladrido.

Bigman mantuvo su posición amenazadora sobre Norrich como si él tampoco pudiera moverse.

Lucky se acercó al animal con rapidez. Utilizó su pala energética a modo de pesado cuchillo y rasgó el traje espacial de Mutt del cuello a la cola.

Después, con todos los músculos en tensión, rasgó la piel de la nuca y palpó hábilmente con sus flexibles dedos. Éstos se cerraron sobre una pequeña esfera que no era hueso. Alzó la esfera y encontró resistencia. Conteniendo la respiración, arrancó los cables que la mantenían en su lugar y se levantó, respirando con alivio. La base del cerebro era el sitio lógico donde colocar un mecanismo que debía ser activado por el cerebro, y lo había encontrado. Mutt ya no podía hacer daño a nadie. Como si presintiera lo ocurrido, Norrich exclamó: —¡Mi perro! ¿Qué le están haciendo a mi perro?

—No es ningún perro, Norrich —dijo Lucky suavemente. Nunca lo ha sido. Era un robot. Vamos, Bigman, condúcele hasta la nave. Yo llevaré a Mutt.

Lucky y Bigman estaban en la habitación de Panner. La Luna joviana estaba nuevamente en pleno vuelo, e Io quedaba atrás, no siendo ya otra cosa que una brillante partícula en el cielo. —¿Qué fue lo que le traicionó? —preguntó Panner. Lucky repuso sombríamente:

—Muchísimas cosas que yo no observé. Todas las pistas señalaban claramente a Mutt, pero yo estaba tan preocupado por encontrar un robot humanoide, tan convencido de que el robot tenía que parecer humano, que no reparé en la verdad a pesar de tenerla enfrente. —Entonces, ¿ cuándo se dio cuenta?

—Cuando Summers se suicidó al tirarse por el precipicio. Lo miré, allí tendido, y me acordé de la caída de Bigman a través del amoníaco y lo muy cerca que estuvo de la muerte. Pensé: «Ahora no hay ningún Mutt que pueda salvar a éste... » Y eso fue todo. —¿Cómo? No lo entiendo.

—¿Cómo salvó Mutt a Bigman? Cuando el perro pasó junto a nosotros corriendo, Bigman estaba debajo del hielo, y no se le podía ver. Sin embargo, Mutt se tiró de cabeza, encontró a Bigman sin la menor vacilación y le sacó a rastras. Nosotros lo aceptamos sin reflexionar porque estamos acostumbrados a que los perros encuentren algo imposible de ver por medio de su sentido del olfato. Pero la cabeza de Mutt estaba encerrada. No pudo ver ni oler a Bigman, a pesar de lo cual no tuvo dificultad de ninguna clase en localizarle. Tendríamos que habernos dado cuenta de que eso implicaba una percepción sensorial insólita. Sabremos exactamente cuál cuando nuestros especialistas en robots estudien el cuerpo. —Ahora que lo dice —repuso Panner—, parece evidente. El perro tenía que traicionarse porque la Primera Ley le obligaba a evitar que un ser humano se hiciera daño.

—Así es —dijo Lucky—. Una vez empecé a sospechar de Mutt, hubo varios factores que encajaron a la perfección. Summers se las había ingeniado para tener a Norrich a bordo, es verdad, pero al hacer tal cosa, también tenía a Mutt a bordo. Además, Summers fue el que regaló Mutt a Norrich. Hay muchas posibilidades de que exista un círculo de espías en la Tierra cuya única tarea sea distribuir estos perros robots entre la gente que trabaja dentro o cerca de los centros de investigación más importantes. »Los perros son unos espías perfectos. Si encuentras a un perro metiendo la nariz en tus papeles o paseando por una sección supersecreta de un laboratorio, ¿se te ocurre preocuparte? Lo más probable es que acaricies al perro y le des una galleta. He examinado a Mutt lo mejor que he podido y creo que lleva un transmisor subetéreo en su interior que le mantiene en contacto con sus amos sirianos. Ellos ven lo que él ve y oyen lo que él oye. Por ejemplo, vieron la V-rana a través de los ojos de Mutt, reconocieron el peligro que suponía y le ordenaron matarla. Incluso supo manejar un proyector de energía con el que fundir la cerradura de una puerta. Aunque fuera sorprendido en plena acción, siempre existía la posibilidad de que lo achacáramos todo a los sucesos accidentales de un perro que jugaba con un arma que había encontrado. »Pero una vez se me hubo ocurrido todo esto, comprendí que no había resuelto más que una mínima parte del problema. Tenía que tratar de mantener al perro intacto. Estaba seguro de que cualquier sospecha demasiado clara con respecto a Mutt activaría una explosión en su interior. Así que lo primero que hice fue llevar a Norrich y Mutt a una prudente distancia de la nave con la excusa de cavar la tumba de Summers. De esta forma, si Mutt explotaba, por lo menos la nave y sus hombres se salvarían. Naturalmente dejé una nota al comandante Donahue, con instrucciones de abrirla en caso de que yo no regresara, para que la Tierra pudiese investigar a todos los perros de los centros de investigación. »Entonces acusé a Norrich... Bigman le interrumpió:

—Arenas de Marte, Lucky, por un momento pensé que hablabas en serio al decir que Norrich había matado la V-rana y nos había engañado con emoción incorporada. Lucky meneó la cabeza.

—No, Bigman. Si hubiera podido engañarnos con emoción incorporada, ¿por qué molestarse en matar a la V-rana? No, quería asegurarme de que si los sirianos nos escuchaban a través de los sentidos de Mutt, se persuadieran de que seguía la pista equivocada. Además, estaba montando una escena dedicada a Mutt. »Como ya sabe, Bigman, siguiendo mis instrucciones, atacó a Norrich. Como buen perro lazarillo que era, Mutt había sido construido con estrictas órdenes de defender a su amo de cualquier ataque, y obedecer las órdenes forma parte de la Segunda Ley. Normalmente no se producen problemas en este sentido. Poca gente ataca a un ciego, y aquellos que lo hacen suelen detenerse cuando el perro gruñe o simplemente enseña los colmillos.

»Pero Bigman persistió todavía en su ataque, y Mutt, por vez primera desde que fuera construido, tuvo que llegar hasta el final. Pero ¿cómo iba a hacerlo? No podía hacer daño a Bigman. Primera Ley. Sin embargo, no podía permitir que Norrich sufriera ningún daño. Era un verdadero dilema y Mutt se estropeó. En cuanto eso sucedió, me aseguré de que fuera imposible activar cualquier bomba que hubiera en su interior. Así que la extraje y pudimos considerarnos a salvo. Panner aspiró profundamente. —Buen trabajo.

—¿Buen trabajo? —replicó Lucky—. Podría haber hecho lo mismo el primer día que estuvimos en Júpiter Nueve, si hubiera estado en mis cabales. No obstante, casi lo hice. La idea rondaba continuamente en mi cabeza y no logré darle forma.

—¿De qué se trataba, Lucky? —Preguntó Bigman—. Todavía no lo sé.

—De algo muy sencillo. La V-rana detectaba emoción animal de igual modo que emoción humana. Tuvimos un ejemplo de ello al aterrizar en Júpiter Nueve. Detectamos hambre en la mente de un gato. Un poco más tarde conocimos a Norrich y él te instó a que simularas golpearle para demostrarte la agresividad de Mutt. Tú lo hiciste así. Detecté las emociones de Norrich y las tuyas, Bigman, a través de la V-rana, pero aunque Mutt hizo gala de verdadera cólera en sus manifestaciones externas, no detecté ninguna muestra de dicha emoción. Obtuvimos una prueba definitiva el mismo día de nuestra llegada, y si Mutt no tenía emociones es que no era un perro, sino un robot. Sin embargo, yo estaba tan convencido de que debía buscar a algún humano que mi mente no asimiló este detalle... Bueno, vamos a cenar y de paso haremos una visita a Norrich. Quiero prometerle que le conseguiré otro perro, uno verdadero. Se levantaron, y Bigman dijo:

—Sea como fuere, Lucky, quizá nos haya llevado algún tiempo, pero hemos detenido a los sirianos. —No sé si los habremos detenido —repuso Lucky serenamente—; lo que sí hemos hecho ha sido frenarlos.

NOTAS

[1]
Véase
Lucky Starr. Los piratas de los Asteroides
, en esta misma colección.

[2]
Véase
El Gran sol de Mercurio
, en esta misma colección.

[3]
Véase
El ranger del espacio
, en esta misma colección.

[4]
Juego de palabras intraducible: Bigman significa
hombre grande
.

[5]
Juego de palabras intraducible, ya que Lucky quiere decir
afortunado
.

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