Lisístrata (5 page)

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Authors: Aristófanes

Tags: #Clásico, Humor, Teatro

C
ORIFEO DE VIEJAS
.— Si tienes roña, te daré para que te bañes.

C
ORIFEO DE VIEJOS
.— ¿Tú bañarme a mí, sarnosa?

C
ORIFEO DE VIEJAS
.— Sí, con un baño nupcial.

C
ORIFEO DE VIEJOS
.—
(A uno de las suyos)
¿Oyes tú la insolencia de ésta?

C
ORIFEO DE VIEJAS
.— Soy una mujer libre.

C
ORIFEO DE VIEJOS
.— Voy a terminar yo con tus voces.

C
ORIFEO DE VIEJAS
.— No estamos en el tribunal
[380]
[44]
.

C
ORIFEO DE VIEJOS
.—
(A su antorcha)
¡Quémale el pelo!

C
ORIFEO DE VIEJAS
.—
(A su cántaro)
¡Ahora tú, río Aqueloo!

C
ORIFEO DE VIEJOS
.— ¡Mísero de mí!

C
ORIFEO DE VIEJAS
.— ¿Acaso estaba caliente?

C
ORIFEO DE VIEJOS
.— ¿Cómo caliente?
(Las mujeres vuelven a echarles agua)
¡No sigas! ¿Qué haces?

C
ORIFEO DE VIEJAS
.— Te riego para que reverdezcas.

C
ORIFEO DE VIEJOS
.— Yo ya estoy seco, y tirito.

C
ORIFEO DE VIEJAS
.— Pues como tienes fuego, podrás calentarte tú solito.

(Viene un Consejero acompañado por cuatro arqueros escitas)

C
ONSEJERO
.— ¿Se ha desvelado ya el libertinaje de las mujeres, con su ruido de tambores, sus constantes llamadas a Sabacio
[45]
y esas fiestas suyas de Adonis que celebran subidas a los tejados y que oía yo en cierta ocasión, cuando estaba en la Asamblea?
[390]
El inoportuno de Demóstrato proponía hacerse a la vela hacia Sicilia, y su mujer, bailando, decía «¡Ay, Adonis!». Demóstrato decía que había que reclutar hoplitas de Zacinto, y su mujer, achispada y subida encima del techo, «lamentaos por Adonis» decía. Y él se ponía pesado, ese enemigo de los dioses, el maldito Malalechóstrato
[46]
. Esto es el resultado de tal desenfreno.

C
ORIFEO DE VIEJOS
.— Pues si te enteraras de la insolencia de estas otras… Aparte de otras vejaciones, nos han dado un baño con sus cántaros
[400]
, así que podemos escurrir nuestros mantos como si nos hubiésemos meado encima.

C
ONSEJERO
.— Por Posidón el marino, os lo tenéis bien merecido: somos nosotros mismos los cómplices de las fechorías de las mujeres y los que las enseñamos a ser disolutas, y a partir de ahí germinan en ellas las ideas. Nosotros decimos en el taller de un artesano cosas como ésta: «Joyero, de aquel collar que le hiciste a mi mujer, ayer noche, mientras bailaba, se le salió la clavija del orificio
[410]
; yo tengo que ir a Salamina, así que tú, si tienes tiempo, no dejes de pasarte por casa esta noche y métele la clavija». Y otro le dice cosas como éstas al zapatero, un chico joven y con una polla que no es la de un niño: «Zapatero, al dedito del pie de mi mujer, con lo delicado que es, le aprieta la trabilla; llégate tú hoy a media tarde y aflójasela, para que ella se ensanche». Cosas así son las que vienen a dar estos resultados
[420]
: que un consejero como yo, tras imponer su opinión de que hacen falta remeros y necesitando dinero para ello, ve cortado el paso hacia las puertas por unas mujeres. Pero no es cuestión de quedarse quietos.
(A uno de los arqueros)
Vamos, las palancas, que voy a terminar yo con la insolencia de éstas. ¿Por qué abres la boca, desgraciado? ¿Adónde miras, que no tienes ojos más que para la taberna? Poned las palancas bajo las puertas y haced saltar los cerrojos;
(Se retira un paso atrás)
yo os ayudo a hacerlos saltar desde aquí.
(Atraídas por el jaleo salen Lisístrata y algunas mujeres)

L
ISÍSTRATA
.— No hay que hacer saltar nada
[430]
, ya salgo yo por mi cuenta. ¿Qué necesidad hay de palancas? No hacen falta tanto palancas como cordura y buen juicio.

C
ONSEJERO
.— ¿De verdad, maldita? ¿Dónde está el arquero? Agárrala y átale las manos a la espalda.

L
ISÍSTRATA
.— Por Ártemis, que si me acerca la punta de la mano llorará por muy servidor público que sea.
(El arquero retrocede)

C
ONSEJERO
.— ¿Te ha dado miedo? Vamos, cógela por en medio; y tú ayúdale y atadla enseguida.

C
LEONICA
.— Por Pándroso
[47]
, que si le pones a ésta la mano encima, te vas a cagar de las patadas
[440]
.

C
ONSEJERO
.— Ya ves: te vas a cagar. ¿Dónde está el otro arquero? Ata primero a ésta, la que tanto habla.

M
IRRINA
.— Por la Luminosa
[48]
, que si le acercas la punta de la mano vas a pedir árnica enseguida.
(El arquero se retira)

C
ONSEJERO
.— ¿Pero esto qué es; dónde está el arquero? Agarra a ésta. Voy a acabar yo con esas salidas vuestras.

L
ISÍSTRATA
.— Por la Pastora de Toros
[49]
, que si te le acercas te voy a hacer gemir, arrancándote los cabellos a puñados.

C
ONSEJERO
.— Desdichado de mí, me quedé sin arquero. Pero jamás debemos consentir ser derrotados por mujeres
[450]
. Vamos, escitas, en orden de combate, marchemos todos a una contra ellas.
(Mientras los arqueros se organizan y avanzan, el consejero va quedándose disimuladamente atrás)

L
ISÍSTRATA
.— Vais a saber, por las dos diosas, que tenemos dentro cuatro batallones de mujeres belicosas con armadura completa.

C
ONSEJERO
.— Ponedles las manos a la espalda, escitas.

L
ISÍSTRATA
.— ¡Mujeres aliadas nuestras, salid de dentro: hortelanas, pasteleras, fruteras, verduleras, panaderas, pastoras… Arrastradlos, golpeadlos, moledlos a palos, insultadlos sin miramientos!
[460]
(Se produce un breve combate
) ¡Basta, retiraos, no cojáis trofeos!

C
ONSEJERO
.— ¡Ay, qué cobardemente se me han portado los arqueros!

L
ISÍSTRATA
.— ¿Pues qué te creías? ¿Suponías acaso que venías contra esclavas o es que no sabes que las mujeres tienen arrestos?

C
ONSEJERO
.— Claro que sí, por Apolo: cantidad; sobre todo si hay cerca una taberna.

C
ORIFEO DE VIEJOS
.— Consejero de esta ciudad, muchas palabras gastas en vano. ¿Por qué entablas conversación con esas fieras? ¿No sabes el baño que nos han dado éstas hace un momento, con los mantos puestos y sin jabón?
[470]

C
ORIFEO DE VIEJAS
.— Pero, infeliz, no se puede acercar la mano al prójimo alegremente, y si lo haces, por fuerza sacarás un ojo morado. Yo quiero estar sentada muy discretamente, como una doncella, sin incordiar a nadie ni mover una paja, a no ser que alguien me irrite como a una avispa a la que tocan la miel.

C
ORO DE VIEJOS

Estrofa

Oh Zeus, ¿qué vamos a hacer con estas bestias?

Esto no puede aguantarse; hemos de investigar

tú y yo lo que pasa;

con qué intenciones se adueñaron
[480]

del castillo de Cránao, donde está

la roca enorme, la Acrópolis inaccesible,

el sagrado recinto.

C
ORIFEO
.—
(Al Consejero)
Pregunta, no te dejes convencer y acude a toda clase de pruebas, porque es vergonzoso que dejemos pasar semejante asunto sin comprobarlo.

C
ONSEJERO
.—
(A las mujeres)
Pues bien: lo primero que quiero saber de vosotras, por Zeus, es con qué propósito clausurasteis nuestra Acrópolis con cerrojos.

L
ISÍSTRATA
.— Para guardar a salvo el dinero y evitar que guerrearais por su culpa.

C
ONSEJERO
.— Es, pues, del dinero la culpa de que estemos en guerra.

L
ISÍSTRATA
.— Todo se perturba por su culpa. Es para poder robar para lo que Pisandro
[50]
y los que están en el poder
[490]
siempre andan promoviendo resueltas. Pues bien, respecto a eso que hagan lo que quieran, pero a este dinero no van a ponerle ya la mano encima.

C
ONSEJERO
.— ¿Pues qué harás?

L
ISÍSTRATA
.— ¿Y tú me lo preguntas? Nosotras lo administraremos.

C
ONSEJERO
.— ¿Vosotras administraréis el dinero?

L
ISÍSTRATA
.— ¿Por qué te extrañas? ¿No somos nosotras las que os lo administramos todo en casa?

C
ONSEJERO
.— No es lo mismo.

L
ISÍSTRATA
.— ¿Cómo que no?

C
ONSEJERO
.— Con este dinero hay que hacer la guerra.

L
ISÍSTRATA
.— Lo primero es que no hay ninguna necesidad de guerras.

C
ONSEJERO
.— ¿Y cómo nos salvaremos si no?

L
ISÍSTRATA
.— Nosotras os salvaremos.

C
ONSEJERO
.— ¿Vosotras?

L
ISÍSTRATA
.— Nosotras, sí.

C
ONSEJERO
.— Esto es demasiado.

L
ISÍSTRATA
.— Se te salvará, aunque tú no quieras.

C
ONSEJERO
.— Es extraordinario eso que dices.

L
ISÍSTRATA
.— Eso te molesta, pero se hará de todos modos.

C
ONSEJERO
.— No tenéis derecho, por Deméter
[500]
.

L
ISÍSTRATA
.— Hay que salvarte, amigo.

C
ONSEJERO
.— ¿Aunque yo no lo pida?

L
ISÍSTRATA
.— Por eso especialmente.

C
ONSEJERO
.— ¿Y de dónde os viene esa preocupación por el dinero y la paz?

L
ISÍSTRATA
.— Te lo explicaremos.

C
ONSEJERO
.— Habla enseguida, si no quieres llorar.

L
ISÍSTRATA
.— Escucha pues y trata de contener tus manos.

C
ONSEJERO
.— No puedo: se me hace difícil sujetarlas del cabreo que tengo.

C
LEONICA
.— Mucho más llorarás entonces.

C
ONSEJERO
.— Grazna para ti sola, vieja. Y tú, habla.

L
ISÍSTRATA
.— Lo haré. Durante los primeros tiempos de esta guerra, nosotras con nuestra natural discreción —no nos dejabais ni rechistar— hemos aguantado todo cuanto hacíais los hombres, aunque no nos gustaba nada. Pero comprendíamos bien lo que hacíais, y muchas veces en casa
[510]
nos enterábamos de que habíais tomado decisiones equivocadas sobre asuntos de importancia. Y entonces, aunque afligidas en el fondo, os preguntábamos sonriendo: «¿Qué decreto referente a treguas de paz habéis hecho inscribir en las estelas en la asamblea de hoy?» «¿Y a ti qué?», decían nuestros maridos, «cállate». Y yo me callaba.

C
LEONICA
.— Pues yo no me callaba nunca.

C
ONSEJERO
.— Pues vas a gemir si no te callas ahora.

L
ISÍSTRATA
.— Así pues, yo me callaba. Y nos enterábamos de vuestras sucesivas decisiones, cada una más equivocada que la anterior, y entonces decíamos: «¿Cómo actuáis tan estúpidamente, marido?». Y él al instante me miraba de soslayo y me decía que si no seguía cosiendo lo iba a sentir largo rato en mi cabeza: «De la guerra se ocuparán los hombres
[51]
»
[520]
.

C
ONSEJERO
.— Bien decía aquél, por Zeus.

L
ISÍSTRATA
.— ¿Cómo que bien, desdichado, si no podíamos ni aconsejaros cuando decidíais mal? Pero cuando os hemos oído ya decir abiertamente en la calle: «No hay hombres en este país», a lo que respondía otro «claro que no, por Zeus», hemos decidido unirnos todas las mujeres y salvar juntas a la Hélade, ¿pues de qué servía seguir esperando? Así pues, si vosotros queréis devolvernos a nosotras que decimos cosas útiles la misma atención y el silencio que manteníamos nosotras, aún conseguiremos enderezaros.

C
ONSEJERO
.— ¿Vosotras a nosotros? Es extraordinario eso que dices e insoportable para mí.

L
ISÍSTRATA
.— ¡Cállate!

C
ONSEJERO
.— ¿Callarme yo, maldita, ante ti que llevas velo
[530]
en torno a la cabeza? Antes morir.

L
ISÍSTRATA
.— Si el velo te resulta un problema, toma, cógelo y póntelo tú en torno a tu cabeza, y luego cállate.

C
LEONICA
.— Y esta canastilla; y en el futuro a vivir tejiendo y masticando habas, «de la guerra se ocuparán las mujeres».

C
ORIFEO DE VIEJAS
.— Alejaos de los cántaros, mujeres, para que también nosotras ayudemos en lo que podamos a nuestras amigas
[540]
.

C
ORO DE VIEJAS

Antístrofa

Nunca me cansaría de bailar,

mis rodillas no serían presa de la pesada fatiga.

Estoy dispuesta a hacer cualquier cosa

en compañía de éstas por sus cualidades,

pues tienen prestancia, gracia, valor,

sabiduría, patriotismo

y sensatez.

C
ORIFEO DE VIEJAS
.— Vamos tú, la más machota de las ortigas madres y abuelas, adelante con ardor, no ablandaros: aún corréis con el viento a la espalda
[550]
.

L
ISÍSTRATA
.— Si Eros de dulce ánimo y Afrodita nacida en Chipre insuflan el deseo en nuestro pecho y en nuestros muslos y producen en nuestros maridos un agradable cosquilleo y una buena erección, creo que llegará el día en que los helenos nos llamen acabaguerras.

C
ONSEJERO
.— ¿Por hacer qué?

L
ISÍSTRATA
.— Sobre todo si terminamos con eso de que vayan al ágora hechos unos memos con su armadura completa.

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