Lo más extraño (40 page)

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Authors: Manuel Rivas

Tags: #Cuentos

Ella lo miró con desconfianza y su despedida fue como un juramento: No lo deje morir. ¡Quedamos en eso!

Fueron las manzanas podridas, caídas al suelo, las que hicieron que el hombre recordase su promesa. Cerró los ojos y vio a Dora. El paño del mullido era un aro de luz fluorescente. Después de comer la manzana y sonreír, le decía con sorna: ¡Valiente hombre eres tú! De acuerdo, se rindió él, ¡acabemos de una vez! Y entonces se enfrentó a la siempreverde. Ese invierno, si la dejaba, devoraría definitivamente al frutal. No es que sólo fuese umbría. Se estremeció: Era la sombra. Sus hojas estaban hechas de cartílago de sombra.

Al terminar la poda, sacudió el polvo de la sombra con las manos y en dirección al poniente. Los tentáculos de la hiedra formaban un montón informe esparcido por el suelo de la huerta. Nunca antes se le había ocurrido pensar, a él, al agrimensor, que la extensión de la tristeza de un hombre pudiese abarcar tantos metros cuadrados.

Todos los animales hablan

Señor director de la revista
To Pick On:

Como veterinaria jefe de Metamorfosis, me veo en la obligación de salir al paso ante la grosera manipulación que han hecho de mis declaraciones en el reportaje por ustedes titulado
Un asunto kafkiano: La cantante Penélope Lamar interna a su querido Ulises en la selecta clínica de salud mental Metamorfosis, después de un confuso intento de suicidio.

Recibí con amabilidad al reportero de
To Pick On
y, con el permiso de nuestro cliente, accedí a responder a algunas preguntas sobre la personalidad de Ulises. Traicionaron esa confianza, al tergiversar una información muy delicada. Ahora lamento no haberles dado una mordedura.

Aprovecho la ocasión, y puesto que el saber no ocupa lugar ni la cultura general perjudica a la salud, incluso tratándose de la salud de los periodistas, para aclararles que ni siquiera aciertan cuando asocian el adjetivo kafkiano con el nombre de nuestro establecimiento. A ustedes puede parecerles una confusión irrelevante, tratándose de una publicación frívola y sensacionalista, por definirla con benevolencia. Además, según tuvo la gracia de explicarme por teléfono, a sus lectores les importa un pito Kafka y un carajo Ovidio, lo que demuestra la poca estima que tienen por su trabajo, su producto y su público. Por cierto, que en dicha conversación telefónica usted confundiese a Ovidio con un futbolista brasileño debería ser suficiente motivo para desistir en este empeño aclaratorio, pues es como gastar cera en ruin difunto. Pero sepa que tengo dos especialidades: la Psicología Animal y la Paciencia.

Las palabras no son inocentes y, como ya ocurría con el barbero de Kamala, la lengua afilada puede hacer más daño que una navaja. Si consultasen el diccionario, suponiendo que tengan alguno en la redacción, verían que el apelativo
kafkiano,
tan manido por los de su oficio, tiene el significado de «cosa absurda o de pesadilla, propia de las obras de Kafka». En este caso, su reiterado uso, en titular y texto del reportaje, ¡trece veces!, sumerge a nuestro establecimiento en una atmósfera de anomalía y sospecha.

En realidad, Metamorfosis debe su nombre al gran clásico latino Publio Ovidio Nasón (a propósito, y ya que trato con cotillas, le diré que el apodo de Nasón le vino dado por el tamaño de la nariz en esta noble familia). Incluso estuve tentada en llamar a esta clínica El Sueño, como uno de los capítulos de
Las metamorfosis,
donde se narra con pocas palabras el amor de Alcione, la hija de Eolo, el dios del viento, y Ceix, hijo de un astro. Tal vez, sí, tal vez la más hermosa historia de amor jamás contada.

Imagino su sonrisa resabiada y cínica, señor director. Hablar de amor en
To Pick On
es como cantar una canción de cuna en un tanatorio. Pero lo que sigue viene como anillo al dedo para el objeto de esta carta.

En resumen: Ceix se marchó en un viaje por mar, no sin antes hacer una firme promesa a Alcione: «Regresaré a ti antes de que la luna llene por completo su disco por dos veces». Pero el deseado viajero no llega en ese plazo ni después. Alcione pasea por la costa y lamenta su ausencia: «Aquí soltó las amarras, en esta playa me besó al marcharse». De repente, ve un cadáver que flota en el agua: «¡Ay, desgraciado, quienquiera que seas, y tu mujer también, si es que la tienes!». Hasta que comprueba con horror que es a Ceix a quien el mar arrastra. Y dice, fíjese en la maravillosa precisión sentimental del lamento: «¿Así, oh queridísimo; así, desventurado, vienes hacia mí?». Y entonces Alcione se arroja desde un dique, pero el viento, su padre, la alza y sus brazos se prolongan en alas. Y se posa sobre el frío cuerpo del ahogado y lo besa con su pico de ave y los dioses, a petición del pueblo, que tiene corazón para estas cosas, permiten que Ceix vuelva a la vida en forma de pájaro y la pareja se ama y anida sobre el mar.

Así contó Ovidio el origen de los alciones, que hoy se identifican con los martín pescadores.

¿Qué tal, director? No es la típica historia de
To Pick On,
pero tampoco está mal, ¿no?

Bien, ya sabe el porqué de Metamorfosis. Ahora voy a intentar responder, uno por uno, a sus comentarios del género bobo pero no inofensivos, pues la maldad del atrevido puede ser tan dañosa como una picadura de avispa o una china en el zapato.

Lo que dice
To Pick On:
«Según la directora de Metamorfosis, la doctora veterinaria Sol Doval, Ulises está dotado de una sensibilidad especial para la música. Es como si tuviese los tímpanos hechos con membrana de alas de mariposa.
Primer Guau:
¿No me diga? Los perros y sus dueños tienden a parecerse. ¡Ya sabemos en qué NO se parecen la cantante Penélope y su perro! Él sí sabe de música. ¿Y qué prefiere? Pueees, según la ínclita doctora veterinaria, le gusta Schubert, el reggae de Bob Marley y se emociona con el fado
Estranha forma de vida
de Amália Rodrigues. ¡Lo que hay que oír!».

Mi turno: Existen medios muy precisos, por ejemplo la llamada
curva de la demanda de Dawkins,
para conocer los gustos y las preferencias de seres como Ulises, aunque mucho me temo que con su reportero sólo funcionaría el experimento de los actos reflejos de Paulov. Ulises puede expresar su deseo de escuchar, por ejemplo,
No woman no cry
de Marley de una forma no muy distinta a como nosotros seleccionamos esa canción en una gramola de un bar. Sus conocimientos musicales, por supuesto, son adquiridos en un aprendizaje y eso es más mérito de Penélope que nuestro. La capacidad de aprendizaje musical existe en muchos animales. Hay pájaros que se enamoran de los trinos de otros, y los aprenden, ¡y abandonan el suyo!, aunque también es cierto que donde mejor canta un pájaro es en la rama de su nido.

Lo que sí dice
To Pick On:
«La doctora Doval asegura, sin pestañear, que entre Penélope y Ulises existe un nivel de comunicación semejante (repito, lectores, ¡semejante!) al de dos personas en la intimidad. Preguntada si eso significa que Ulises comprende el lenguaje humano, la directora de Metamorfosis responde sin dudarlo: ¡Por supuesto!

—Entonces, ¿también entiende los conceptos abstractos como… el amor?

—El amor —responde la doctora Doval— sólo es un concepto abstracto para quien no lo tiene.

—¿Y habla? —pregunto yo, ya lanzado—. ¿Podemos decir que Ulises habla?

La doctora Doval me mira extrañada, como si preguntase una obviedad:

—¡Claro que habla! ¿Todavía no se ha enterado usted de que todos los animales hablan?

Segundo Guau:
Pues no, señora, no sabía yo que todos los animales hablan. Al salir de su consulta, saludé a un pastor alemán, a un dogo belga, a un setter irlandés, a un husky siberiano y a un
palleiro
gallego con idéntico resultado: No se dignaron dirigirme la palabra. ¿En qué clase de facultad le dieron el título a esta guapa veterinaria? Un perro es un perro, por importante que sea su compañía. ¿O va a resultar ahora que es Ulises quien inspira las canciones de amor de Penélope? Por nuestra parte, estas declaraciones nos ratifican en lo que ya hemos apuntado: La cantante está como una cabra, y la psicóloga de animales, tocada del ala.»

Mi turno: El reportero recortó a propósito la mitad de mi argumentación para construir la caricatura que él ya tenía prevista. Es cierto que dije que todos los animales hablan. Y lo repito: Todos los animales hablan, incluso los periodistas de
To Pick On
. Pero omitió adrede una cita fundamental de Ludwig Wittgenstein que daba sentido a mis palabras: «Si un león pudiese hablar, nosotros no lo entenderíamos». En cuanto a la relación de Penélope Lamar y Ulises le dije que podía ser, en cuanto a afecto, tan estrecha como la de dos personas… o dos perros. Depende de cómo se mire. Es una forma de hablar. Lo explica de una forma muy sencilla Stephen Budiansky: «Es un lugar común decir de un perro que se comporta como un humano, pero un mejor análisis de la situación sería decir que el perro piensa que nosotros somos perros». Por otro lado, ¿qué hay de malo si fuese cierto que Ulises inspiró las canciones de amor de Penélope? Los hermosos sentimientos enriquecen a quien los tiene y es capaz de expresarlos, independientemente de la naturaleza del destinatario.

Éramos conscientes de que este asunto se prestaba a la burla y al morbo si llegaba a oídos de indeseables sin escrúpulos, como por desgracia así ha sido. En una ocasión atendí a una elefanta de circo. Le habían puesto demasiada anestesia, cinco litros, para operarla de una muela y no pudimos hacer nada para salvarla. El domador lloró de pena. Y me contó que hablaba con la elefanta en cuatro idiomas, pero que en la intimidad sólo se dirigía a ella en italiano,
Oh, la mia piccolina!,
y la hembra lo rodeaba con su trompa y lo levantaba en el aire. Cuando yo estoy enferma, mi gato sale al parque y me trae ratones a casa.

Lo que dice
To Pick On:
«Pese a nuestra insistencia, la doctora Doval no aporta una explicación convincente sobre las causas del internamiento de Ulises en la clínica Metamorfosis. Se habla de un intento de suicidio, ¿es eso posible en un perro? “Claro que es posible”, responde la doctora con su facundia habitual. “Los animales también sufren depresiones que pueden conducirlos a la desgana de vivir.” Todo parece indicar que la feliz vida de Ulises se torció cuando entró en escena el batería del grupo
O Artilleiro Flanagan,
con quien Penélope inició lo que se llama un apasionado romance. ¿Puede un animal sufrir un desengaño sentimental?, preguntamos a la doctora. “¿Y usted qué piensa?”, me dice ella clavándome su mirada del color de la azurita sobre blanco de plomo.
Tercer Guau:
Aquí, con perdón, hay gato encerrado. Hay rumores para todos los gustos, algunos incluso de mal gusto, pero que nosotros, cumpliendo con el sacrosanto deber de informar, no podemos dejar de consignar. ¿Estamos ante una operación publicitaria? Un drama con animal por medio enternece a un mundo que cada vez se parece más a Disneylandia. ¿Será cierto que Ulises entró en la clínica con una herida de bala y a las puertas de la muerte? ¡La respuesta en el próximo número de
To Pick On
!».

Mi respuesta AHORA: Comenzaré por el final, pues se trata de una grave insinuación. Si fuese cierto lo que se apunta como rumor, yo sería la primera en denunciar el hecho. Después de lo expuesto, ¿cree alguien que permanecería impasible ante el intento de asesinato de un perro? No. Una cosa es que Ulises se sienta «como si le hubiesen pegado un tiro» —ésa fue la expresión de mi ayudante— y otra que se lo hayan pegado. Lo que sufre nuestro paciente es una depresión profunda que sólo se puede superar con el tiempo y la medicación. El arrogante reportero despreció la amplia explicación que le di sobre el padecimiento mental en los animales. A veces, y al igual que ocurre con las personas, por motivos de apariencia banal. No hace mucho, atendí a un caballo, un auténtico campeón, que de repente se negó a correr en los hipódromos. Creían que tenía un problema fisiológico no detectado y lo intentaron todo con la mulomedicina. Al final resultó que no le gustaban ni el color del establo, recién repintado, ni un nuevo cuidador, que llevaba un bigote a lo káiser. Eran los típicos caprichos de una estrella del deporte. Pero tenía sus razones. Antes lo cuidaba una mujer con manos de seda y crines negras, brillantes y lisas como el azabache. El caso de Ulises es, al tiempo, más sencillo y más complicado. Tiene el corazón partido. Se niega a comer. Y odia la música folky de
O Artilleiro Flanagan.

Eso es todo.

Lamento que hayan lesionado mi honor profesional y comparto la amargura de Charles Darwin cuando, ante las embestidas de la ignorancia, escribía a un amigo: «Debería haber sido usted abogado en vez de botánico».

Chiapateco

Me gustaría llegar a viejo para decirle a un nieto que tenga que no cace grillos. Que no los espante. Que no los haga salir del agujero con su meada. Y para explicarle el porqué.

Me gustaría llegar a viejo pero no es probable que llegue. Como dicen en los pronósticos del campeonato de fútbol sobre los equipos modestos, las posibilidades de que yo llegue a viejo son más bien remotas.

Además, antes de llegar a viejo, tengo que nacer.

Pese a lo que digan, nacer no es nada fácil. Es más bien complicado. Si tuviese a mano unas estadísticas, podría demostrarles cómo existe una íntima relación entre las tasas de natalidad y mortalidad. Si lo expresamos gráficamente, la esperanza de vida sería como un arco tensado entre una y otra tasa. Ese arco está hecho de piel que se va curtiendo. Al tacto, la última capa de piel es como la espiga de maíz pero sin granos de maíz.

La piel de la tasa de mortalidad es áspera. Podrías encender una cerilla en el dorso de sus manos.

Alguien le contó a mi madre que hay sitios en los que los niños nacen en el agua, en una piscina a 36,5 grados centígrados de temperatura. Los bebés salen al mundo flotando con suavidad, como sueños acunados en un pentagrama. El cordón umbilical enlaza lo real con lo imaginario. Cuando se cortan, el niño que era cuento se hace real. Su hermana dibujó para él una linda casa con porche y flores en el alféizar de las ventanas. Y cuando cortan el cordón, también la casa con flores se hace real.

Yo ya pertenezco a la realidad antes de nacer. No soy un cuento. Soy un problema. Cuando mi madre va a la ciudad, algunos la miran como si llevase un saco de problemas en el vientre. Pero ella, pese a todo, me lleva de buena gana, como si cargase con una saca de maíz de colores.

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