—Usa el contactor, Luis.
—Lo siento, pero ya no dispongo de esa opción —replicó Luis, dejando a un lado las descomunales mazas—. ¿Dónde está Prill?
El titerote dijo:
—Chmeee, devuélvele el contactor a Luis.
—¿Dónde está Halrloprillalar?
Un brazo peludo y poderoso agarró por el cuello a Luis, quien respondió con una doble patada hacia atrás en la que puso toda la fuerza de su cuerpo. El kzin soltó un gruñido y, con insólita delicadeza, enchufó el contactor en su zócalo.
—Muy bien —dijo Luis.
El kzin le soltó y él se sentó en el suelo. Ya lo había sospechado, y lo mismo el kzin, naturalmente. Ahora Luis empezaba a darse cuenta de cuánto había deseado ver a Prill… saberla libre de la BRAZO… verla en persona.
—Halrloprillalar ha muerto. Mis agentes me engañaron —dijo el titerote—. Sabían que la nativa del Mundo Anillo murió hace dieciocho años universales. Podría quedarme a buscarlos, dondequiera que se hayan escondido, pero eso quizá nos llevaría otros dieciocho años… ¡O mil ochocientos! El espacio humano es demasiado grande. ¡Que se queden con su mal ganado dinero!
Luis asintió, sonriendo, consciente de que iba a dolerle cuando se quitase el contactor, mientras Chmeee preguntaba:
—¿Cómo murió?
—No asimilaba el revitalizador. Los de las Naciones Unidas opinan ahora que en realidad no era humana. Envejeció con mucha rapidez. Al año y cinco meses de su desembarco en la Tierra estaba muerta.
—¡Tan pronto! —reflexionó Luis en voz alta—. Cuando estuve en Kzin…
Sin embargo, había una contradicción en todo aquello.
—Ella poseía su propia droga para la longevidad, y era mejor que nuestro revitalizador. Nos llevamos una bombona criogénica entera.
—Se la robaron. No sé más.
¿Robada? ¡Pero si Prill jamás tuvo ocasión de recorrer las calles de la Tierra y tropezarse con ladrones corrientes! Era posible que los científicos de las Naciones Unidas hubieran abierto el recipiente para analizar aquella sustancia, pero para ello no habrían gastado más de un microgramo… Quizá no se sabría jamás. Y luego se quedaron con ella, para sacarle todos sus conocimientos antes de que muriese.
Aquello sí iba a dolerle, pero luego.
—No perdamos más tiempo —dijo el titerote, y pasó a ocupar su puesto de piloto—. Viajaréis en campo de estasis para economizar recursos. Tengo un depósito auxiliar de combustible que soltaremos antes de entrar en el hiperespacio, así podremos disponer de todo nuestro combustible a nuestra llegada. ¿Con qué nombre bautizarías tú nuestra nave, Chmeee?
—Así pues, ¿nos propones una exploración a ciegas? —preguntó Chmeee.
—Sólo por la zona de los espaciopuertos, sin ir más allá. ¿Un nombre para nuestra nave?
—Yo la bautizo «La Aguja Candente de la Cuestión».
Luis sonrió, preguntándose si el titerote conocería aquella denominación. El nombre de la nave era el de un instrumento de tortura kzinti. El titerote se apoderó de dos mandos con sus bocas y los unió poco a poco.
Luis se desplomó al multiplicarse repentinamente su peso por dos. El sombrío panorama de Canyon ya no se divisaba por ninguna parte; el planeta ya no sería más que un punto invisible del escenario cósmico, un escenario que además había cambiado y en el que la estrella más brillante era la que tenían justo debajo de sus pies. El Inferior se deshizo de la red paragolpes y abandonó el puesto de piloto. También el titerote había cambiado; por su manera de moverse parecía fatigado, y su melena (dispuesta en un estilo distinto) llevaba algún tiempo privada de cuidados.
La electricidad no atontaba el cerebro, por lo que Luis captó lo que era evidente: que él y Chmeee habrían pasado unos dos años en estasis mientras el titerote tripulaba él solo la «Aguja» a través del hiperespacio; que el espacio conocido o conglomerado de los sistemas estelares explorados, con un radio de unos cuarenta años luz, debía de hallarse ya muy lejos; y que «La Aguja Candente de la Cuestión» estaba construida para ser pilotada por un titerote de Pierson, con el resto de los pasajeros en estasis, de donde sólo la voluntad del titerote podría sacarlos. Y que iba a pasar mucho tiempo antes de volver a ver a un ser humano, y que Halrloprillalar había muerto por desidia de Luis Wu, y que iba a sentirse tremendamente solo cuando le sacaran el contactor de la cabeza, cosa que estaba a punto de ocurrir en aquellos momentos. Pero nada de todo eso importaba demasiado mientras los miliamperios siguieran afluyendo a su cerebro.
No se veía ningún chorro de llamas que saliera de los motores. Sin duda, la «Aguja» estaba siendo propulsada por empuje no reactivo.
Los diseñadores del «Embustero» habían montado los motores de la nave en su gran ala delta. Cuando pasaron sobre el Mundo Anillo, algo parecido a un láser de tremenda potencia se disparó contra ellos y los motores se quemaron. No sería propio del Inferior cometer otra vez tal equivocación, pensó Luis. Los propulsores de la «Aguja» iban montados dentro del indestructible fuselaje.
—¿Cuánto tardaremos en desembarcar? —preguntó Chmeee.
—Estaremos dispuestos dentro de cinco días. No pude llevarme los sistemas propulsores más avanzados de la Flota de los Mundos. La maquinaria de construcción humana sólo permite una deceleración de 20 g como máximo. ¿Os parece confortable la gravedad de la cabina?
—Un poco ligera. ¿Es de una gravedad terrestre?
—De una gravedad del Mundo Anillo, igual a 0,992 g terrestres.
—Déjala así. No tenemos tus instrumentos, Inferior. Me gustaría estudiar el Mundo Anillo.
El titerote consideró la cuestión.
—Vuestro vehículo de excursión va dotado de un telescopio, sólo que no apunta hacia abajo. Esperad unos instantes.
El titerote se volvió hacia el tablero de instrumentos. Una de las cabezas miró hacia atrás y habló con los silbidos, bufidos y gruñidos de la Lengua del Héroe.
Chmeee dijo:
—Habla en Intermundial, que se entere también Luis.
Así lo hizo el titerote:
—Es bueno poder hablar, cualquiera que sea el idioma. Me sentía muy solo. Mirad, os paso una proyección del telescopio de la «Aguja».
Junto a los pies de Luis Wu se formó una imagen rectangular, sin encuadre definido, en la que aparecían considerablemente ampliados el sol del Mundo Anillo y las estrellas que lo rodeaban. Luis cubrió el sol con la mano y estudió la imagen. Allí estaba el Mundo Anillo visto como un semicírculo de cinta azul claro.
Imaginemos un trozo de quince metros de cinta azul cielo para envolver regalos, de unos dos centímetros y medio de ancho, puesta de canto en el suelo formando un círculo y con una palmatoria en medio, y aumentemos ahora la escala.
El Mundo Anillo era una cinta de material inconcebiblemente fuerte, de un millón y medio de kilómetros de ancho y unos mil millones de kilómetros de circunferencia, lo que daba unos ciento sesenta millones de kilómetros de radio, con el sol en el centro. El anillo giraba a mil doscientos kilómetros por segundo, lo cual era suficiente para producir una fuerza centrífuga equivalente a una gravedad terrestre. Los desconocidos diseñadores del Mundo Anillo, los Ingenieros, habían revestido la superficie interior de tierra, océanos y atmósfera, contenidos por unos muros de mil quinientos kilómetros de altura a ambos lados, pese a lo cual era posible que escapase algo de aire por encima de ellos, aunque no con rapidez. Un anillo interior de veinte pantallas rectangulares, ocupando una posición que equivaldría a la de la órbita de Mercurio en el sistema solar, les proporcionaba a las regiones del Mundo Anillo un ciclo de día y noche con una duración total de treinta horas.
De manera que el Mundo Anillo tenía una superficie de 1,500 billones de kilómetros cuadrados, o sea, unos tres millones de veces la superficie de la Tierra.
Luis, Interlocutor-de-Animales, Nessus y Teela Brown habían recorrido el Mundo Anillo durante casi un año, cubriendo trescientos mil kilómetros a lo ancho, para regresar luego al punto donde se había estrellado el «Embustero». Una quinta parte de la anchura, lo que apenas les permitía considerarse unos entendidos. ¿Acaso ningún ser racional osaría llamarse alguna vez entendido en geografía del Mundo Anillo?
Eso sí, habían examinado uno de los salientes de los espaciopuertos, al borde de la pared límite. Si el Inferior había dicho la verdad, no necesitaban saber más. Aterrizar en la zona de los espaciopuertos, recoger la cosa que el Inferior estaba buscando, cualquiera que fuese, y largarse, ¡pero rápido! Porque…
Porque la imagen telescópica rectangular que el Inferior había proyectado ante ellos, lo ponía en dolorosa evidencia. El arco azul claro del Mundo Anillo (el color de tres millones de mundos similares a la Tierra, demasiado lejano todavía para poder apreciar ningún detalle, pero atigrado por las franjas azul oscuro de las pantallas de sombra) estaba visiblemente descentrado con respecto a su sol.
—No lo sabíamos —dijo Chmeee—. Pasamos todo un año kzin en esa estructura y no nos dimos cuenta. ¿Cómo es posible?
El titerote explicó:
—No creo que el Mundo Anillo estuviera descentrado entonces. Han pasado veintitrés años.
Luis hizo un gesto de asentimiento, ya que no quería distraerse hablando. Ahora sólo el placer del cable alejaba el horror ante el destino que aguardaba a los nativos del Mundo Anillo, así como el miedo y los remordimientos que sentía con respecto a sí mismo. El Inferior continuó:
—La estructura del Mundo Anillo es inestable en el plano de su órbita ¿Supongo que lo sabíais?
—¡No!
—Yo no lo supe hasta después de mi retorno a la Tierra, cuando hice algunos estudios —dijo Luis.
Los dos no humanos le miraban fijamente; no había sido su propósito llamar tanto la atención. En fin…
—Es bastante fácil de demostrar que el Mundo Anillo es inestable. Estable con respecto a su eje, pero inestable en el plano de su órbita. Sin duda se previó algo para mantener el sol en coincidencia con el eje.
—¡Pero ahora está descentrado!
—Ese algo, sea lo que fuere, habrá dejado de funcionar.
Chmeee asestó un zarpazo al piso invisible.
—Pero así, ¡van a morir! Millones de seres…, ¡qué digo millones! ¡Billones! —dijo y se revolvió contra Luis—. Estoy harto de tu estúpida sonrisa. ¿No hablarías mejor sin tu enchufe?
—Puedo hablar perfectamente.
—Pues entonces, habla. ¿Por qué es inestable el Mundo Anillo? ¿Acaso no está en órbita?
—No, claro que no. Ha de ser rígido. Su tremenda velocidad angular lo hace rígido. Pero si se descentra un poco el anillo, su excentricidad seguirá aumentando. Las ecuaciones son bastante difíciles. Estuve jugando con un ordenador y conseguí unas cifras, pero no acabo de creérmelas.
El Inferior dijo:
—Hubo una época en que nosotros creímos que también podríamos construir un Mundo Anillo. Pero la inestabilidad es demasiado grande. Incluso una protuberancia intensa crearía un viento solar cuya presión sería suficiente para desequilibrar la estructura, que cinco años después acabaría por chocar con su sol.
—Ésa es la cifra que yo obtuve —dijo Luis—. Es lo que ocurrirá aquí, no cabe duda.
Chmeee seguía dando zarpazos al suelo.
—¡Reactores de corrección! Los Ingenieros del Mundo Anillo no habrán dejado de preverlos.
—Es posible. Sabemos que conocían los reactores Bussard y que los empleaban para propulsar sus naves cósmicas. Es verdad. Un gran número de reactores Bussard a lo largo de las paredes exteriores sería suficiente para mantener centrado el Mundo Anillo. Esos reactores quemarían el hidrógeno del viento solar; no sería el combustible lo que les faltase.
—No vimos nada parecido, ¡y figúrate si habrían de ser grandes!
Luis rió burlonamente.
—¿A qué llamas tú grande? ¿En el Mundo Anillo? No llegamos a verlos, y eso es todo.
Pero no le gustaba la actitud amenazante de Chmeee, con las garras extendidas hacia él.
—¿Cómo lo tomas tan a la ligera? Los nativos del Mundo Anillo son tan numerosos que multiplicarían por más de mil la población del espacio conocido, y son más semejantes a los tuyos que a los míos.
—Tú eres un carnívoro, un despiadado predador. Procura recordarlo —le advirtió Luis al kzin—. En cuanto a mí, va a preocuparme, va a preocuparme mucho cuando el Inferior desactive mi contactor, pero no me moriré de preocupación, porque para entonces ya estaré un poco acostumbrado a la idea. ¿Acaso crees que podemos hacer algo para ayudarles? ¿Se puede hacer algo?
El kzin retrocedió.
—Oye, Inferior, ¿cuánto tiempo crees que les queda?
—Intentaré calcularlo.
El sol estaba bastante lejos del centro del Mundo Anillo. Luis estimó que se hallaría a unos ciento veinte millones de kilómetros del borde más próximo, lo que suponía una distancia de doscientos millones de kilómetros del más alejado y que el primero recibiría casi tres veces más iluminación que el segundo. La estructura daba una vuelta entera en siete días y medio de treinta horas. Se producirían ciclos climáticos y las plantas que no pudieran soportar el cambio morirían. Y lo mismo pasaría con los animales y los seres humanos.
El Inferior había concluido su trabajo con el telescopio y ahora manejaba la computadora, escondido detrás del mamparo verde. Luis se preguntó qué otras cosas ocultaba en aquella parte de la nave.
El titerote se dejó ver:
—Dentro de un año y cinco meses a partir de hoy, el Mundo Anillo rozará su sol. Supongo que entonces se desintegrará. Dada su velocidad angular, los pedazos se diseminarán en el espacio interestelar.
—Las pantallas de sombra —murmuró Luis.
—¿Cómo? ¡Ah, sí! Las pantallas chocarán más pronto con el sol. De todos modos, nos queda al menos un año. Tiempo suficiente para nosotros —se animó el Inferior—. No tocaremos la superficie del Mundo Anillo para nada. Vuestra expedición examinó la zona de los espaciopuertos desde una distancia de varias decenas de miles de kilómetros, sin ser molestada por las defensas antimeteoritos del Mundo Anillo. Sospecho que el espaciopuerto está abandonado. Podremos aterrizar tranquilamente.
Chmeee preguntó:
—¿Qué esperas encontrar?
—Me sorprende que no lo hayáis recordado. —El Inferior se volvió hacia su tablero de mandos—. Has tenido tiempo de sobra, Luis.
—Espera…
En aquel instante se desactivó el hilo implantado en su cerebro.