Los robots del amanecer (25 page)

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Authors: Isaac Asimov

Tags: #ciencia ficción

—¿Y Jander? —dijo Baley.

—Cualquier robot moderno, cualquiera del último siglo, sopesaría cuantitativamente tales asuntos. ¿Cuál de las dos situaciones, A o no-A, crea más desdicha? El robot tomaría una decisión rápida y optaría por la desdicha menor. Las probabilidades de que el robot juzgue que las dos alternativas mutuamente exduyentes producen cantidades exactamente iguales de desdicha son escasas y, aun si llegara este caso, los robots modernos van dotados de un factor de azar. Si A y no-A producen una desdicha precisamente igual según su juicio, el robot escoje una u otra de un modo totalmente aleatorio y luego se atiene a ella sin más titubeos. Desde luego, no se produce en él un bloqueo mental.

—¿Significa eso que es imposible que Jander sufriera un bloqueo mental? Me ha dicho y repetido que usted podría provocarlo...

—En el caso del cerebro positrónico humaniforme, existe una manera de obviar el factor aleatorio que depende por entero del modo en que ese cerebro haya sido construido. Aun conociendo la teoría básica, resulta un proceso difícil y prolongado llevar el robot al huerto, por decirlo de algún modo, mediante una hábil sucesión de órdenes y cuestiones que en último término provoquen el bloqueo mental. Es impensable que éste tenga lugar por accidente, y la mera existencia de una aparente contradicción como la producida por las sensaciones simultáneas de amor y de vergüenza no podría provocarlo sin los ajustes cuantitativos más meticulosos bajo las condiciones más inusuales. Lo cual nos deja, como vengo diciendo, con la paralización espontánea como única explicación posible de lo sucedido.

—Pero sus enemigos insisten en que lo más probable es que sea usted culpable. ¿No podríamos nosotros, como réplica, insistir en que Jander fue inducido al bloqueo mental por el conflicto surgido en Gladia entre el amor y la vergüenza? ¿No parecería eso creíble? ¿Y no pondría a la opinión pública á su favor, doctor?

Fastolfe frunció el ceño.

—Señor Baley, es usted demasiado impulsivo. Piense seriamente en ello. Si intentáramos librarnos de nuestro dilema de este modo tan poco honrado, ¿cuáles podrían ser las consecuencias? No hablo ya de la vergüenza y la desdicha que acarrearía a Gladia, quien no sólo sufriría la pérdida de Jander, sino también la sensación de haber sido ella quien la había provocado, si efectivamente se había sentido avergonzada y lo había manifestado ante el robot. No me gustaría hacer algo así, pero vamos a pasar eso por alto, si es posible. Pensemos, en cambio, en que mis enemigos dirían que le había prestado a Jander precisamente para provocar lo que sucedió. Lo habría hecho, dirían, para desarrollar un método de bloqueo mental en robots humaniformes al tiempo que escapaba de toda presunta culpabilidad. Todavía estaríamos peor de lo que estamos, pues no sólo me acusarían de ser un intrigante, como sucede ahora, sino que dirían además que me había comportado como un monstruo con una mujer inocente y confiada, de la que simulaba ser amigo. Esta es una acusación que hasta ahora no me ha hecho nadie.

Baley titubeó. Notó que abría las mandíbulas y que su voz se convertía en un tartamudeo.

—Pero ellos no harían...

—Lo harían. Usted mismo estaba casi a punto de pensarlo no hace mucho rato...

—Sólo como una remota...

—Mis enemigos no lo considerarían así y no le darían publicidad como tal posibilidad remota.

Baley se dio cuenta de que acababa de enrojecer. Notó la oleada de calor y descubrió que no podía mirar a la cara a Fastolfe. Se aclaró la garganta y contestó:

—Tiene usted razón. He dicho lo primero que se me ha ocurrido sin pararme a pensar, y no puedo sino pedirle excusas. Me siento terriblemente avergonzado. Supongo que no hay manera de resolver el caso más que con la verdad, si conseguimos averiguarla.

—No desespere —contestó Fastolfe—. Ya ha descubierto usted datos relativos a Jander que yo nunca había pensado que conseguiría. Puede seguir descubriendo más y, al final, lo que ahora nos parece un misterio quedará develado y aclarado. ¿Qué piensa hacer a continuación?

Pero Baley no podía pensar en nada ante la vergüenza que le producía su fracaso.

—No lo sé, realmente —murmuró.

—Bueno, ha sido injusto por mi parte preguntárselo. Ha tenido usted un día muy largo y nada sencillo. No me sorprende que tenga el cerebro un poco cansado, ¿Por qué no descansa, ve una película o se va a dormir? Mañana por la mañana se sentirá mucho mejor.

Baley asintió y murmuró:

—Quizá tenga razón.

Sin embargo, de momento, no creía que a la mañana siguiente fuera a sentirse mejor en absoluto.

30

El dormitorio era frío, tanto de temperatura como de ambiente. Baley tiritó ligeramente. Una temperatura tan baja en una habitación le daba la desagradable sensación de estar en el Exterior. Las paredes eran de un blanco levemente tirando a gris y no estaban decoradas, lo que era inusual en el establecimiento de Fastolfe. El suelo, a simple vista, parecía de marfil pulido, pero bajo los pies desnudos se notaba mullido, como alfombrado. El lecho era blanco y las finas mantas resultaban frías al tacto.

Se sentó en el borde del colchón y descubrió que cedía muy poco a la presión de su cuerpo.

Se volvió hacia Daneel, que había entrado con él, y le preguntó:

—Daneel, ¿te perturba que un ser humano mienta?

—Soy consciente de que los seres humanos mienten en ocasiones, compañero Elijah. A veces, una mentira puede resultar útil o incluso obligada. Mis sentimientos acerca de las mentiras dependen del mentiroso, la ocasión y la razón.

—¿Puedes saber siempre cuándo un ser humano miente?

—No, compañero Elijah.

—¿Te da la impresión de que el doctor Fastolfe miente a menudo?

—Nunca me ha parecido que el doctor Fastolfe mintiera.

—¿Ni siquiera en relación con la muerte de Jander?

—Hasta donde puedo discernir, dice la verdad en todo.

—Quizás te instruyó para que contestaras eso si yo te preguntaba...

—No es así, compañero Elijah.

—Pero quizás te ha instruido para decir eso también...

Baley se interrumpió. Se preguntó nuevamente de qué serviría interrogar a un robot. Y más en aquel caso, en que estaba entrando en un círculo vicioso.

De pronto, se dio cuenta de que el colchón había ido cediendo lentamente bajo su peso y que ahora casi le envolvía las caderas. Se incorporó, de pronto y dijo:

—¿Hay algún modo de calentar la habitación, Daneel?

—Te sentirás más caliente cuando estés bajo las mantas y con la luz apagada, compañero Elijah.

—Ah —dijo Baley, al tiempo que miraba a su alrededor con aire suspicaz—. ¿Querrías apagar la luz y quedarte en la habitación cuando lo hayas hecho, Daneel?

La luz se apagó casi al instante y Baley advirtió que su suposición de que aquella alcoba, al menos, estaba sin decorar era una absoluta equivocación. En cuanto quedó a oscuras, se sintió como si estuviera en el Exterior. Se oía el suave rumor del viento en los árboles y los murmullos lejanos y adormecidos de distantes formas de vida. También había sobre su cabeza la ilusión de un cielo estrellado con alguna nube ocasional que lo cruzaba, apenas visible.

—¡Vuelve a encender la luz, Daneel!

La habitación se inundó de luz.

—Daneel —dijo Baley—, no deseo nada de todo eso. No quiero estrellas, ni nubes, ni ruidos, ni árboles, ni viento, ni aromas. Quiero oscuridad, una oscuridad que no deje adivinar las formas de las cosas. ¿Puedes conseguirlo?

—Desde luego, compañero Elijah.

—Entonces, hazlo. Y enséñame cómo puedo apagar la luz yo mismo cuando quiera dormir.

—Estoy aquí para protegerte, compañero Elijah.

—Estoy seguro de que así es —replicó Baley con un gruñido—. Pero puedes hacerlo desde el otro lado de la puerta. Imagino que Giskard estará fuera, junto a las ventanas, si realmente existen ventanas tras esas cortinas.

—Las hay. Y si traspasas ese umbral, compañero Elijah, encontrarás un Personal reservado para ti. Esa parte de la pared no es sólida y puedes atravesarla fácilmente. La luz se conectará cuando entres y volverá a apagarse cuando salgas... Y no hay decoración. Puedes ducharte o hacer cualquier otra cosa que desees antes de retirarte o al despertar.

Baley se volvió en la dirección que Daneel indicaba. No vio ningún hueco en la pared, pero la moldura del suelo en ese punto parecía más compacto, como si realmente hubiera un umbral.

—¿Cómo podré encontrarla en la oscuridad, Daneel? —preguntó.

—Esa parte de la pared, que no es tal, resplandecerá ligeramente. En cuanto a la luz de la habitación, tienes un hueco en el cabezal de la cama. Si pones allí el dedo, la habitación se oscurecerá si estaba iluminada, y se iluminará si estaba a oscuras.

—Gracias. Ahora puedes irte.

Media hora después, Baley había terminado con el Personal y se encontraba acurrucado bajo la manta, con la luz apagada y envuelto por una cálida y reconfortante oscuridad.

Como Fastolfe había dicho, la jornada había sido muy larga. Era casi increíble que hubiera llegado a Aurora aquella misma mañana. Había aprendido muchas cosas, y sin embargo ninguna de ellas le había servido de nada.

Siguió despierto en la oscuridad y repasó los acontecimientos del día uno tras otro, con la esperanza de advertir algo que antes le hubiera pasado por alto, pero no fue así.

¡Al diablo con el callado y juicioso, perspicaz y sutil Elijah Baley del programa de hiperondas!

El colchón le envolvía de nuevo y era como una cálida funda. Se movió ligeramente y el colchón se tensó bajo él hasta amoldarse después, lentamente, a su nueva posición.

No tenía objeto repasar otra vez el día con la cabeza cansada y soñolienta como tenía, pero no pudo evitar intentarlo por segunda vez, siguiendo sus propios pasos en aquel su primer dia en Aurora, desde el espaciopuerto al establecimiento de Fastolfe, luego al de Gladia y nuevamente al primero.

Se movió un poco y notó con la mente abstraída que el colchón volvía a amoldarse a él.

Gladia... más hermosa de lo que él recordaba, pero dura... cierta dureza en ella... o quizá se habia construido una coraza protectora... pobre mujer. Pensó cálidamente en la reacción de ella al tocarle la mejilla con la mano... si hubiese podido quedarse con ella, le habría enseñado... estúpidos auroranos... actitud desagradablemente despreocupada hacia el sexo... todo vale... lo que significa que nada vale en realidad... no merece la pena... estúpido... Fastolfe, a Gladia, vuelta a Fastolfe... otra vez a Fastolfe.

De vuelta a Fastolfe. ¿Qué sucedió de vuelta a Fastolfe? ¿Algo dicho? ¿Algo no dicho? Y en la nave antes incluso de llegar a Aurora... algo que cuadraba con...

Baley se hallaba en el mundo de nunca jamás de la duermevela, cuando la mente se libera y sigue sus propias leyes. Es como el cuerpo que vuela, surcando el aire y sin gravedad.

Espontáneamente iba saliendo lo sucedido... pequeños aspectos que él no había notado... reuniéndose... añadiéndose una cosa a otra... poniéndose en su lugar... formando una red... tejido...

Y entonces le pareció oír un sonido y pasó a un nivel consciente. Aguzó el oido sin captar nada y se hundió de nuevo en la duermevela para retomar el hilo de los pensamientos, pero éste se había roto.

Fue como si una obra de arte se hundiera en un cenagal. Aún reconocía sus perfiles, sus masas de color iban amortiguándose, pero él sabía que la obra estaba allí. Y cuando trató desesperadamente de rescatarla, terminó de desaparecer y ya no recordó nada de ella. Nada en absoluto.

¿Había pensado realmente algo? ¿O era el propio recuerdo de haberlo hecho una ilusión nacida de algún fugaz desatino de una mente dormida? Y así estaba Baley en realidad: dormido.

Cuando durante la noche se despertó un instante, pensó para sí: «He tenido una idea, una idea importante.»

Pero no se acordó de nada, salvo de que había dado con algo.

Permaneció despierto un rato, contemplando la oscuridad. Si realmente había habido algo, volvería a recordarlo.

¡O quizás no! (¡Jehoshaphat!)

Y volvió a dormirse.

8
FASTOLFE Y VASILIA
31

Baley se despertó sobresaltado y contuvo la respiración con suspicacia. En el aire había un leve olor irreconocible que se desvaneció a la segunda inspiración.

Daneel estaba de pie junto a la cama con aire grave.

—Confio que habrás dormido bien, compañero Elijah.

Baley echó un vistazo alrededor. Las cortinas seguían corridas pero se apreciaba claramente la luz diurna en el Exterior. Giskard ponía en orden unas ropas totalmente distintas, de los zapatos a la chaqueta, de todo cuanto había llevado el día anterior.

—Muy bien, Daneel —dijo Baley—. ¿Me ha despertado algo?

—Una dosis de antisomnina en la ventilación del dormitorio, compañero Elijah. Activa el organismo para despertar. Hemos utilizado una dosis inferior al 1% normal porque desconocíamos cuál sería tu reacción. Quizás hubiéramos tenido que usar una cantidad menor aún.

—Más me ha parecido un palmetazo en las nalgas —replicó Baley—. ¿Qué hora es?

—Son las siete y cinco, tiempo de Aurora. Fisiológicamente, el desayuno estará preparado dentro de media hora.

Daneel dijo la frase sin asomo de humor, aunque un ser humano habría encontrado muy apropiado una sonrisa. Giskard, con voz más tensa y un poco menos entonada que la de Daneel, dijo:

—Señor, el amigo Daneel y yo no entraremos en el Personal. Si quiere hacerlo usted y decirnos si precisa algo, se lo suministraremos en seguida.

—Sí, claro. —Baley se incorporó, sacó las piernas de la cama y se puso en pie. Giskard empezó a deshacer la cama inmediatamente.

—¿Me da su pijama, señor?

Baley titubeó sólo un instante. Era un robot quien se lo pedía, nada más. Se desnudó y tendió las prendas a Giskard, quien las cogió con un leve movimiento afirmativo de la cabeza.

Baley se miró con disgusto. De pronto fue consciente de su cuerpo de hombre ya maduro, que muy probablemente estaba en peor estado que el de Fastolfe, quien casi le triplicaba la edad.

Buscó de forma automática las zapatillas y vio que no había. Seguramente no las necesitaba. El suelo parecía cálido y suave a sus pies.

Entró en el Personal y pidió instrucciones. Desde el otro lado de la falsa sección de la pared, Giskard le explicó con solemnidad el funcionamiento de la máquina de afeitar y del depósito de crema dentífrica, el modo de poner en automático el aparato de vaciado del retrete y cómo controlar la temperatura de la ducha.

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