Lugares donde se calma el dolor (64 page)

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Authors: Cesar Antonio Molina

Tags: #Relato, Viajes

  1. Un atardecer paseo por el Templo del Cielo
    . Es un lugar extraordinario no sólo por la arquitectura y disposición del mismo, sino también por el grandioso parque que lo rodea. Representa el universo. El emperador, en tanto que Hijo del Cielo, celebraba dos veces al año los ritos oficiales más importantes. El rito de las Cuatro Periferias en el solsticio de invierno, y el rito de la Buena Cosecha en la primavera. Esa unión panteísta del emperador con el universo servía para reforzar su legitimidad. El parque de Tiantan abarca unas trescientas hectáreas y está rodeado por un muro de varios kilómetros. En su interior se encuentran los principales templos: al norte, el Qiniandian, el Templo de la Plegaria por la Buena Cosecha (conocido también como Templo del Cielo), de forma circular; y al sur el Huangqiongyu, el Palacio de la Bóveda Celeste y el Altar del Cielo. El Templo del Cielo se levantó a comienzos del siglo XV, en época del emperador Yongle. Posteriormente sufrió ampliaciones y reformas en la etapa Qing, a manos de los emperadores Qianlong y Jiaqing, en el siglo XVIII. Durante la República quedó sin culto y abandonado, fue abierto luego al público ya en el siglo XX. El último rito lo ofició Yuan Shi Kai durante el solsticio de invierno, en el año 1914. Iniciamos la caminata pasando por el Zhaigong, el Palacio de la Abstinencia. Un conjunto de edificios rodeados por una muralla cuadrada y foso. Aquí se celebraba el primer rito del solsticio de invierno. Tras una serie de actos y procesiones, el emperador se recluía en el Zhaigong, el Palacio de la Abstinencia, donde pasaba la noche guardando ayuno. Al enfilar la gran avenida que conduce al Altar Circular colgada sobre extensos y altos bosques, a ambos lados, descubro a varias personas que, sentadas en el suelo, sostienen los hilos de sus cometas. La mirada la tienen perdida en lo alto. Su placidez y expectación se me asemeja a la de los pescadores de caña. ¿Estarán también ellos pescando en el cielo? Sus cometas son artesanas, quizá han sido armadas por ellos mismos. Aunque son de importante tamaño, flotan tan altas que es imposible adivinar el simbolismo de los dibujos. Todas tienen en común las grandes colas. Como la profundidad del cielo es infinita, más que la del mar, suben y suben todo cuanto los dueños le dan al carrete. Paramos ensimismados un buen rato, mientras ellos continúan imperturbables con la vista perdida en ese punto cada vez más diminuto. La corneta flota segura, a pesar del poco viento. Uno de los «pescadores», aquel que tenemos más cercano, se dirige a nosotros, ofreciéndonos probar. Inconsciente del significado de esta propuesta, le digo que sí. Él, sin levantarse, me cede el carrete. De repente, siento un fuerte tirón y la cometa empieza a danzar de un lado para otro con gran inquietud y desasosiego. Temo que se desmorone encima de las copas de los árboles y, tras dar pasos sin rumbo, se la vuelvo a entregar a su dueño. Aterrorizado, quedo aliviado del «mal» que podría causar. El hombre, sin inmutarse, recoge de nuevo el hilo y retorna el rumbo de su talismán. Mi acompañante, para justificarme, le pregunta por qué ha sucedido esto. Nos mira compasivo y responde: «Su amigo carecía de pensamientos. A la corneta la vuela no el viento que sopla del exterior, sino el soplo interior de nuestros pensamientos. Nosotros venimos aquí a pensar, por eso permanecemos quietos y silenciosos. Ellas nos contemplan y nos protegen desde arriba». ¿Les sucederá lo mismo a los pescadores junto a los malecones o en las orillas de los ríos? Ahora estoy seguro de que así es, aunque muchos de ellos no lo sepan. Lo de menos es pescar, lo importante es tener pensamientos. De ahí que todos los pescadores de agua o de cielo guarden un férreo mutismo. «Quien quiera respuestas guarde silencio, quien busque preguntas lea poesía», escribe Heidegger. Cuando escribo poesía soy como uno de ellos. Mi hilo, mi caña, es la pluma de escribir. También lo hago en silencio. ¿Es ociosa esta labor? Confucio dice que el hombre que es sabiamente ocioso es el hombre más culto, el atareado no puede ser sabio. ¿Es útil? Shu Baixiang, en el siglo XVIII, afirmó que el tiempo era útil cuando no se lo usaba. Leyendo las máximas de Confucio encuentro esta otra: «El maestro pescaba con anzuelo, no con red. Cuando cazaba pájaros con saetas de cordel, nunca disparaba a los que estaban posados».

    Días después, caminando por la Plaza de Tian'anmen, me encuentro con varias personas que están volando cometas con la intención de venderlas. Veo una cuya larga cola roja resalta entre las demás. Es un gran dragón. Me la quedo mirando, y, alertado el vendedor, se acerca para ofrecérmela. Acordamos el precio mientras la recoge, la dobla y la guarda en una gran funda azul. Luego, corta el hilo y también me entrega el carrete. La llevo como equipaje de mano en el avión de regreso. La paso en el aeropuerto de Pekín sin problemas. En el de Amsterdam, al hacer el transbordo, tengo que explicar el contenido de ese bulto, con gran atención y curiosidad por parte de los agentes de policía. La corneta se salva de ser requisada debido a que las varillas son de madera y no de metal. Finalmente, en Madrid, transbordamos de nuevo, vía Coruña, esta vez acompañados de Laura. Está emocionada pensando volarla en la playa de Alba, en Sabón, junto a la de Barrañán. Sin darnos tiempo para otra cosa, nos plantamos en las blancas arenas atlánticas. Desplegamos la corneta y comienza a remontar los cielos. El día es soleado, pero sopla un incómodo viento. La corneta sube y sube, y sobrepasa la torre de la térmica. Cada vez se nos hace más difícil sostenerla. Poniendo en práctica lo aprendido, hago esfuerzos por controlar al dragón, pero el carrete es de hilo y no de nailon, y fracaso de nuevo. El hilo se tronza y la cometa emprende una rápida caída sobre el mar. Laura y yo quedamos desolados. El mar está embravecido y yo la doy por perdida. Entonces Laura corre hacia el puesto de socorro gritando: «¡Mi corneta! ¡Mi corneta!». El muchacho mira hacia el horizonte y la ve desplegada en el océano, sorteando con dificultad las olas. Inmóvil, sentado, con los brazos cruzados, no se le ve intención de ir a salvarla. Laura de nuevo vuelve a gritar: «…¡mi corneta china, me la trajo mi padre de Pekín!». «é De Pekín?», le dice el socorrista a la niña. «¡Sí, de Pekín!», responde Laura, angustiada. Entonces el muchacho se levanta de la silla, corre hacia la orilla, se lanza al agua y comienza a nadar raudamente. Instantes después lo vemos con la empapada cometa entre las manos, trayéndola como si de un ahogado se tratara. Al fin alcanza la playa y se la entrega a Laura. Le agradezco el esfuerzo y él comprueba que ha valido la pena. Le pregunto su nombre. Él me dice que se llama Breogán, Breogán Varela Caamaño. Su hermano, Damián, que es también socorrista como él, era quien lo vigilaba desde la otra torreta. Un dios celta salvando a un dragón chino. La corneta recorrió miles de kilómetros para caer al Atlántico, en la otra parte del mundo. Ahora está desplegada majestuosamente en el cielo de mi estudio de Olmeda. Aún desprende un olor salino. Cuando necesito pensar cojo el carrete y tenso el hilo. Me la quedo mirando absorto, silencioso, y me la imagino volando en Tian'anmen, en Sabón o en Barrañán.

    El Altar Circular del Templo del Cielo es de una belleza extraordinaria. Data de mediados del siglo XVI y se amplió a mediados del siglo XVIII. Consiste en una superficie cuadrada, por la forma que pensaban en aquellos tiempos que tenía la Tierra; sobre ella se levantan tres plataformas circulares de diámetro decreciente, representando la redondez del cielo. La superficie cuadrada está rodeada de un muro rojo con cubierta azul. En el interior hay otro muro circular que rodea las tres plataformas y, entre ambos, un gran horno de cerámica verde, utilizado para quemar los animales sacrificados. La entrada al Altar Circular podía hacerse a través de cuatro puertas porticadas de mármol que simbolizaban los cuatro puntos cardinales. Cada una de las plataformas circulares tiene una balaustrada de mármol blanco sostenida por columnas en número múltiple de nueve, hasta un total de trescientas sesenta columnas. Cada una representa un día del año, el número nueve se refiere a la organización del mundo en nueve lugares, nueve montañas, nueve ríos y nueve pantanos, etc., según la numerología tradicional china. En el centro de la plataforma superior hay una losa circular rodeada de nueve anillos concéntricos formados por losetas en número múltiple de nueve. Estas circunferencias se repiten en las otras dos plataformas. El emperador, durante los ritos del solsticio de invierno, hacía ofrendas de incienso, discos de jade azul y paños de seda. El olor a incienso adquiría una gran intensidad. Tu Long escribió, en el siglo XVI, que la gente había perdido el olfato para diferenciar entre tantos perfumes la verdadera fragancia, «y se dedican a probar con extraños y exóticos; cada uno trata de ser mejor que el prójimo con mezclas de diversas clases, sin comprender que la fragancia del áloe es enteramente natural, y que el mejor de su clase tiene una sutileza y una suavidad indescriptibles».

    La Celeste Bóveda Imperial está rodeada por un muro circular de color gris con tejado azul. Al entrar nos encontramos con dos pequeños edificios y un pequeño templo circular con techumbre de madera. Aquí se custodiaban las tablillas votivas del sol, la luna, los planetas, la lluvia, el trueno y otros fenómenos de la naturaleza. Aún se conservan las de la época Qing. La construcción fue llevada a cabo igualmente en los siglos XVI y XVIII. De la Celeste Bóveda Imperial sale un camino de piedra de cuatrocientos metros de longitud conocido como Puente de los Peldaños de Cinabrio (Danbiqiao), por el paralelismo simbólico con la inmortalidad, según la alquimia taoísta. Después de recorrer este camino se llega al Templo de la Plegaria por la Buena Cosecha. Es redondo y la bóveda interior tiene un altar de treinta y ocho metros. Está sostenida por veintiocho columnas de madera. Las cuatro centrales representan a las cuatro estaciones; las doce del primer círculo, los meses del año y las doce del círculo externo, las doce horas dobles chinas. Las vigas están profusamente decoradas con motivos geométricos: dragones, animales míticos, nubes. Sobre un arca situada en el centro se guardaban las tablillas del cielo y los antepasados imperiales. Este templo fue construido en el siglo XV y reconstruido varias veces debido a los incendios. Aquí se celebraba el rito del equinoccio de primavera: pedir la lluvia y el sol necesarios para que fueran buenas las cosechas.

    Este conjunto de templos entrelazados entre sí y rodeados de bosques se me hace indescriptible. En un recodo, junto a un estanque, veo juncos crecidos. En un poema anónimo del siglo IV, un niño y una niña son enviados a cortar juncos para techar una casa. Embarcan y plácidamente pasan el día en el lago. «¡No habíamos cortado ni un puñado cuando llegó la noche!» También aquí hay infinidad de sauces que dan una sombra magnífica. Pei Di la alabó de la siguiente manera: «…has encontrado la sombra / donde poderte quedar: / ¿cuándo te despedirás / de la casa de los Tao?». Y Bai Juyi, en el siglo VIII, celebra este árbol de la siguiente manera: «Tu solemne arquitectura despeinada llora sin cesar. / Melancólico posas bajo el sol poniente. /Ya pesar de que te desnudaron de tus hojas / sigues lagrimeando en tus ramas / empujado por el viento furioso» (la versión es de Preciado-Janés). El sauce llorón era un símbolo recurrente de despedida porque su nombre se pronuncia
    liu
    , igual que «quedarse». Era costumbre cortar una rama para el que se marchaba, queriendo decir con ello «quédate». Por eso los sauces de muchas casas tenían sus ramas cortadas, los árboles mismos quedaban heridos por las despedidas. Los sauces que estoy contemplando mueven sus cinturas al unísono. Cuando hay un bosque de sauces y sus ramas las mueve el viento crean lo que en chino se denomina
    liulang
    , «olas de sauces». Sobre estos árboles se posan las oropéndolas y las cigarras. El emperador Qianlong quiso, en 1763, inmortalizar los cuatro caracteres Liulang Wenting, que significan «escuchando las oropéndolas entre olas y sauces», en una pieza de mármol para su palacio de verano, cautivado por la belleza de un rincón del mismo nombre, en la orilla del Lago del Oeste de la sureña Hangzhou. Liulang Wenting es un rincón conocido por su belleza en el lago Xihu, en Hangzhou. El emperador levantó un pabellón en su antiguo palacio de verano del Yuanmingyuan, Jardín de la Perfección y de la Claridad (destruido hasta sus cenizas en el año 186o por las ocho potencias aliadas extranjeras) donde una estela de piedra, con su caligrafía, recordaba el nombre emblemático del bello rincón de Hangzhou.

  2. A lo largo de estos días pekineses
    he ido apuntando el nombre de los templos que he visitado, oído hablar de ellos o, posteriormente, leído sobre los mismos. Como tienen nombres muy sugerentes, me atrevo a reproducidos aquí sin más comentarios.

    Templo del País Jubiloso (Xingguosi); Altar de la Tierra (Ditan); Templo de la Tribuna de Ordenación (Jietaisi); Templo del Manantial del Dragón (Longquansi); Templo de las Colinas Perfumadas; Templo de la Gran Transformación (Guanghuasi); Templo de las Nubes Propicias (Ruiyunsi); Templo de la Gran Iluminación (Dajue); Templo del Agua Clara (Qingshuiyuan); Templo del Estanque (Tanzhesi); Templo de la Paz Eterna (Chang'ansi); Templo del Mar del Dharma (Fahaisi); Templo del Servicio Supremo (Chongxiaosi); Templo de la Montaña Negra (Heishansi); Templo del Éxito Abundante (Fushengsi); Templo de la Concha Espiral Roja (Hongluosi); Templo del Mando Responsable (Doushuaisi); Santuario a los Dioses Florales (Huashenmiao); Templo de la Fuente del Drama (Fayuansi); Templo del Cipresal (Bailinsi); Templo de la Paz (Hepingsi); Templo de la Vida Prolongada (Yanshousi); Templo de la Gran Misericordia (Dabeisi); Templo del Mundo Fragrante (Xiangjiesi); Santuario del Pico Oriental (Dongyuemiao); Templo de la Gran Benevolencia (Dacisi); Templo del Fénix Volante (Fengxiangsi); Templo del Calvario de los Caballos (Bingmasi); Templo del Súdbito Solitario (Dulesi); Templo de la Morada en las Nubes (Yunjusi); Templo de la Felicidad Inalterable (Changlesi); Templo del Palacio Celestial (Tiangongsi); Templo de la Belleza Circundante (Huanxiuchansi); Templo del Fruto Benéfico (Shanguosi); Templo del Refugio Apartado (Qiyinsi; Templo de la Sabiduría Compasiva (Cihuisi); Santuario de la Sombra Invertida (Daoyingmiao); Templo del Perfume y los Polvos (Xiangfensi); Templo de la Ley y las Nubes (Fayunsi); Templo de la Terraza Celestial (Tiantaisi); Templo de la Prosperidad y la Felicidad (Longfusi); Templo del Espíritu Luminoso (Lingzhaosi); Templo dela Victoria Virtuosa (Desheng'an); Templo de la Cascada Blanca (Baipusi); Templo de la Tribuna d ela Ordenación (Jietaisi); Templo de la Tranquilidad Celestial (Tianningsi); Templo de los Árboles Gemelos (Shuanglinsi); Templo de la Luz Divina (Lingguansi); Templo del Intelecto que Despierta (Zhihuasi); Templo de las Mil Imágenes (Quianxiangsi); Templo de la Longevidad Eterna (Wanshousi); Templo de los Diez Mil Budas Salvadores de la Vida (Wanfoyanshousi); Templo de la Campana Discerniente (Fenzhongsi ); Templo del Buitre Sagrado (Lingjiuchansi); Templo de los Manantiales Gemelos (Shuangquansi); Templo de la Transformación Sublime (Chonghuasi); Templo de la Benevolencia Universal (Puhuisi); Templo del Estanque y de la Morera Silvestre.

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