Moby Dick (27 page)

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Authors: Herman Melville

—¡En vano! —gritó Ahab—, pero quizá está bien. Pues si los tres hubierais recibido por una sola vez el calambre con toda su fuerza, entonces mi propia cosa eléctrica quizá habría expirado saliendo de mí. Acaso, también, os habrá hecho desplomaros muertos. Acaso no lo necesitáis. ¡Abajo las lanzas! Y ahora, oficiales, os nombro, a los tres, coperos de mis tres parientes paganos, esos tres honorables caballeros y nobles, mis valientes arponeros. ¿Desdeñáis la tarea? ¿Y qué, entonces, cuando el gran Papa lava los pies a los mendigos, usando la tiara como jofaina? Ah, mis dulces cardenales, vuestra misma condescendencia os plegará a esto. No os doy órdenes; vosotros lo queréis. ¡Cortad vuestras ligaduras y sacad las astas, oh, arponeros!

Obedeciendo en silencio la orden, los tres arponeros quedaron sosteniendo ante él el hierro separado de los arpones, con las barbas para arriba.

—¡No me apuñaléis con ese agudo acero! ¡Dadles la vuelta, dadles la vuelta! ¿No conocéis el lado del mango? ¡Poned para arriba el hueco! Así, así; ahora, coperos, avanzad. ¡Tomad los hierros; sostenedlos mientras yo escancio!

Y entonces, pasando lentamente de un oficial a otro, llenó hasta el borde el hueco de los hierros de arpón con las ardientes linfas del recipiente de peltre.

Ahora estáis ahí tres frente a tres. ¡Alabad estos cálices asesinos! Entregadlos, ahora que ya sois partes de una alianza indisoluble. ¡Ah, Starbuck, ya está todo hecho! El sol aguarda para ratificarlo posándose sobre ello. ¡Bebed, arponeros! Bebed y jurad, hombres que tripuláis la mortal proa de la lancha ballenera: ¡Muerte a Moby Dick! ¡Dios nos dé caza a todos si no damos caza a Moby Dick hasta matarla!

Los largos y afilados vasos de acero se elevaron; y con gritos y maldiciones contra la ballena blanca, la bebida fue simultáneamente engullida con un chirrido. Starbuck palideció, se volvió y se estremeció. Una vez más, la última vez, el recipiente de nuevo lleno dio la vuelta entre la frenética tripulación, y luego él les hizo una señal con la mano libre, y todos se dispersaron, mientras Ahab se retiraba a su cabina.

XXXVII
 
Atardecer

La cabina, por las ventanas de popa; AHAB, sentado solo y mirando hacia fuera

«Por donde navego, dejo una estela turbia y blanca; aguas pálidas y mejillas aún más pálidas. Las ondas envidiosas, a los lados, se hinchan para ahogar mi rastro; que lo hagan, pero antes paso yo.

»Allá, en el borde de la copa siempre rebosante, las tibias olas enrojecen como vino. El rostro de oro sondea el azul. El sol en zambullida —sumergiéndose lentamente desde mediodía— desciende, mientras mi alma sube y se fatiga con su interminable cuesta. ¿Es, entonces, la corona demasiado pesada, esta Corona de Hierro de Lombardía, lo que llevo? Pero resplandece con muchas gemas; yo, que la llevo, no veo sus centelleos que llegan a lo lejos, sino que noto sobriamente que llevo algo que deslumbra y confunde. Es hierro, ya lo sé, no es oro. Está partido, además: lo noto; así me atormenta el borde mellado, y mi cerebro parece latir contra el metal macizo; sí, cráneo de acero, el mío; tipo de cráneo que no necesita casco en la lucha más destrozadora de sesos.

»¿Calor seco en mi frente? ¡Oh! Hubo tiempos en que el atardecer me aliviaba tanto como el amanecer me espoleaba noblemente. Ya no. Esta deliciosa luz no me alumbra a mí; toda delicia es angustia para mí, pues jamás puedo disfrutar. Dotado de la percepción sublime, me falta el bajo poder de disfrutar; ¡condenado, sutilísima y malignamente condenado en medio del Paraíso! ¡Buenas noches, buenas noches! (Agitando la mano, se aparta de la ventana.) »No fue tarea tan difícil. Creí encontrar por lo menos uno terco, pero mi único círculo dentado se ajusta a todas sus diversas ruedas, y giran. O, si queréis, están todos ante mí como montones de pólvora, y yo soy su fósforo. ¡Ah, qué duro!, ¡que, para pegar fuego a otros, el fósforo mismo tenga por fuerza que gastarse! ¡Lo que he osado, lo he querido, y lo que he querido, lo haré! Me creen loco: Starbuck lo cree; pero soy demoníaco, ¡soy la locura enloquecida! La profecía era que yo fuera desmembrado, y... ¡sí! he perdido esta pierna. Ahora yo profetizo que desmembraré a mi desmembradora. Ahora, entonces, sean uno mismo el profeta y el realizador. Eso es más de lo que jamás fuisteis vosotros, oh grandes dioses. Me río de vosotros y os abucheo, ¡jugadores de cricket, pugilistas, sordos Burkes y ciegos Bendigos! No diré como los niños de escuela a los chulos: "Búscate uno de tu tamaño; no me pegues a mí". No, me habéis derribado de un golpe, y de nuevo estoy de pie; pero vosotros habéis corrido a esconderos. ¡Salid de detrás de vuestros sacos de algodón! Vamos, Ahab os presenta sus respetos; venid a ver si me podéis apartar. ¿Desviarme? No me podéis desviar, a no ser que os desviéis vosotros: ahí os tiene el hombre. ¿Desviarme? El camino hacia mi propósito fijo tiene raíles de hierro, por cuyo surco mi espíritu está preparado para correr. ¡Sobre garganta sin sondear, a través de las entrañas saqueadas de las montañas, bajo los cauces de los torrentes, me precipito sin desvío! ¡Nada es obstáculo, nada es viraje para el camino de hierro!»

XXXVIII
 
Oscurecer

Junto al palo mayor; STARBUCK se apoya en él

«¡Mi alma está más que alcanzada, está superada, y por un loco! ¡Insufrible punzada, que la cordura rinda armas en tal campo! ¡Pero él ha barrenado hasta muy hondo, y ha hecho saltar toda mi razón! Veo su fin impío, pero noto que debo ayudarle hasta él. Quiera o no quiera, esa cosa inefable me ha atado a él; me remolca con un cable que no tengo cuchillo con que cortar. ¡Horrible viejo! ¿Quién está por encima de él? Grita; sí, sería un demócrata con todos los de lo alto; ¡mira, cómo señorea a todos los de abajo! ¡Ah, ya veo claramente mi tarea miserable: obedecer rebelándome, y peor aún, odiar con un toque de compasión! Pues en sus ojos leo algún espeluznante dolor que me estremecería si lo tuviera. Pero aún hay esperanza. El tiempo y la marea fluyen despacio. La odiada ballena tiene todo el cerco del mundo acuático para nadar, igual que el pequeño pez dorado tiene su globo cristalino. Ojalá Dios desvíe a un lado su propósito injurioso para los Cielos. Elevaría mi corazón, si no fuera como de plomo. Pero se me acaba toda la cuerda, y no tengo llave con que volver a elevar mi corazón, la pesa que todo lo mueve. (Un estrépito de orgía, desde el castillo de proa.)

» ¡Oh, Dios!, ¡navegar con una tripulación tan pagana que tiene escasa huella de madres humanas en ellos; paridos no sé dónde por el mar, como por una hembra de tiburón! La ballena blanca es su semidiós diabólico. ¡Atención! ¡Las orgías infernales! ¡El estrépito es a proa ¡Nótese el silencio sin interrupción en la popa! Me parece que es imagen de la vida. Adelante, a través de los centelleantes mares, avanza disparada la alegre proa, combatida y burlona, pero sólo para arrastrar detrás de sí al sombrío Ahab, que cavila dentro de su cabina a popa, construida sobre las muertas aguas de la estela, cada vez más adelante, acosado por sus gorgoteos lobunos. ¡Ese largo aullido me hace temblar de arriba abajo! ¡Silencio, los de la orgía, y montad la guardia! ¡Oh, vida! En una hora como ésta, con el alma abatida y agarrada al conocimiento —como están obligadas a nutrirse las cosas salvajes y sin educación—, ¡oh, vida!, ahora es cuando siento el horror latente en ti, pero yo no soy eso; ese horror está fuera de mí, y con el dulce sentimiento de lo humano que hay en mí, trataré sin embargo de combatiros, ¡oh, futuros sombríos y fantasmales! ¡Poneos a mi lado, sostenedme, atadme, oh, influjos bienaventurados!»

XXXIX
 
Primera guardia nocturna

Cofa de trinquete. STUBB, solo, arreglando una braza

«¡Ja, ja, ja!; ¡ejem!, ¡me aclararé la garganta! Lo he estado pensando desde entonces, y este «ja, ja" es la consecuencia final. ¿Por qué eso? Porque una risotada es la respuesta más sensata y fácil a todo lo extraño; y pase lo que pase, siempre queda un consuelo: ese consuelo infalible es que todo está predestinado. No oí toda su conversación con Starbuck, pero, a mi pobre modo de ver, Starbuck entonces parecía algo así como yo me sentí la otra tarde. Pero seguro que ese viejo mongol ya le ha arreglado a él también. Yo lo comprendí, lo supe; había tenido el don, y podría fácilmente haberlo profetizado, pues lo vi cuando eché el ojo a su cráneo. Bueno, Stubb, sensato Stubb; éste es mi título; bueno, Stubb, ¿qué hay con eso? Aquí hay una carcasa.!Yo no sé todo lo que podrá pasar, pero, sea lo que quiera, iré a ello riendo. ¡Qué mueca sarcástica acecha en todos vuestros horrores! Me siento cómico. ¡Tralaralará! ¿Qué estará haciendo ahora en casa mi, perita de agua? ¿Gastándose los ojos a fuerza de llorar? Me atrevo a decir que dando una fiesta a los arponeros recién llegados, alegre como un gallardete de fragata, y así estoy yo también...

¡Tralaralará!. Oh...

Al amor brindaremos esta noche

con la felicidad de las burbujas

que nadan por el jarro hasta los bordes

y estallan en los labios al romperse.

»Valiente estrofa esa... ¿Quién llama? ¿Señor Starbuck? Sí, sí, señor. (Aparte.) Es mi superior; también él tiene superior, si no estoy equivocado. Sí, sí, señor, ahora mismo acabo este trabajo; ya voy.»

XL
 
Medianoche. Castillo de proa

ARPONEROS Y MARINEROS Se levanta la vela de trinquete y se ve a la guardia de pie, o dando vueltas, o recostada o tendida, en diversas actitudes, todos cantando a coro.

¡Adiós para siempre, damas españolas!

Oh damas de España, para siempre adiós,

manda el capitán!..

PRIMERO DE NANTUCKET ¡Eh, muchachos, no seáis sentimentales es malo para la digestión! ¡Tomad un tónico, seguidme! (
Canta y todos le siguen
.)

>El capitán estaba en la cubierta,

>el catalejo en mano;

>mirando las ballenas valerosas que a lo lejos soplaban.

>Eh muchachos, los cubos a las lanchas,

>cada cual su aparejo,

>y una hermosa ballena cazaremos

>si a los remos dais bien.

>¡Ánimo, pues, muchachos, sin desmayo,

>que el arponero hiere a la ballena!

VOZ DEL OFICIAL DESDE EL ALCÁZAR ¡Eh, en la proa, dad las ocho!

SEGUNDO MARINERO DE NANTUCKET ¡Basta de coro! ¡Eh, ocho toques!, ¿oyes, campanero? ¡Pica ocho veces a la campana, tú, Pip!; ¡tú, negro! Y yo voy a llamar a la guardia. Tengo la boca especial para eso... boca de tonel. Así, así (
mete la cabeza por el portillo abajo
). ¡Guardia de estri-i-i-ibo-o-o-or, a cubierta-a-a-a! ¡Ocho campanadas, ahí abajo! ¡A moverse para arriba!

MARINERO HOLANDÉS Mucho dormitar esta noche, compañero; noche sustanciosa para eso. Noto en el vino de nuestro viejo mongol, que a unos les mata tanto como les anima a otros. Nosotros cantamos, y éstos duermen; sí, están ahí tumbados, como barriles de fondo de bodega. ¡A ellos otra vez, vamos, toma esta bomba de cobre, y llámales por ella! Diles que basta de soñar con sus chicas. Diles que es la resurrección, que deben dar el beso de despedida, y acudir al juicio. Por aquí, así se hace: no tienes la garganta estropeada de comer manteca de Ámsterdam.

MARINERO FRANCÉS ¡Oíd, muchachos! Vamos a bailar un poco antes de echar el ancla en la Bahía de las Mantas. ¿Qué decís? Ahí viene la otra guardia. ¡Preparadas las piernas! ¡Pip, pequeño Pip!, ¡hurra por tu pandereta!

PIP (
de mal humor y soñoliento
) No sé dónde está.

MARINERO FRANCÉS ¡Date en la barriga, entonces, y aguza las orejas! Bailad una jiga, muchachos, os digo; alegres como hace falta, ¡hurra! Maldita sea, ¿no queréis bailar? A formar, entonces, en fila india, y galopar en una doble jiga. ¡Echad adelante! ¡Piernas, las piernas!

MARINERO ISLANDÉS No me gusta este escenario, compañero; rebota demasiado para mi gusto. Estoy acostumbrado a suelos de hielo. Lamento echar agua fría sobre el asunto, pero me excusarás.

MARINERO MALTÉS Lo mismo digo: ¿Dónde están vuestras chicas? ¿Quién, sino un loco, se va a agarrar la mano izquierda con la derecha, y decirse a sí mismo: «Qué tal estás»? ¡Parejas! ¡Tengo que tener parejas!

MARINERO SICILIANO Eso, chicas y un prado verde, y entonces brincaré con vosotros; ¡sí, me volveré saltamontes!

MARINERO DE LONG-ISLAND Bueno, bueno, gruñones; nosotros somos muchos más. Recoge el grano cuando puedas, digo yo. Todas las piernas tendrán pronto su cosecha. ¡Ah, ahí viene la música; vamos a ello!

MARINERO DE LAS AZORES (
subiendo y tirando la pandereta por el escotillón arriba
) ¡Ya estás, Pip; y ahí tienes las bitas del molinete; ve arriba! ¡Vamos, muchachos!

La mitad de ellos baila con la pandereta; unos bajan; otros duermen o se tumban entre las adujas de cabo. Juramentos en abundancia.

MARINERO DE LAS ATORES (
bailando
) ¡Vamos, allá, Pip! ¡Dale, campanero! ¡Repica, redobla, resuena, remacha, campanero! ¡Saca chispas, rompe los badajos!

PIP ¿Badajos dices? Ahí va otro, que se cae; le he pegado fuerte. MARINERO CHINO Castañetea los dientes, entonces, y sigue soñando: hazte una pagoda.

MARINERO FRANCÉS ¡Loco de contento! ¡Sosténme el aro, Pip, hasta que salte por él! ¡Partid los foques, rompeos vosotros mismos!

TASHTEGO (
fumando tranquilamente
) Eso es un blanco: a eso llama divertirse: ¡bah! Yo me ahorro el sudor.

VIEJO MARINERO DE LA ISLA DE MAN No sé si esos alegres muchachos se dan cuenta de sobre qué están bailando. «Bailaré sobre tu tumba, ya verás»: ésa es la más cruel amenaza de vuestras mujeres de por la noche, que afrontan vientos contrarios por las esquinas. ¡Ah, Cristo!, ¡pensar en las armadas verdes y las tripulaciones de calavera verde! Bueno, bueno, probablemente el mundo entero es una pelota, como dicen ustedes los sabios; y así está bien convertido en un solo salón de baile. Seguid bailando, muchachos, sois jóvenes; yo lo fui antaño.

TERCER MARINERO DE NANTUCKET ¡Alto, eh!, ¡uf!, esto es peor que remar persiguiendo ballenas en una calma; danos una chupada, Tash.

Dejan de bailar y se reúnen en grupos. Mientras tanto, el cielo se oscurece y refresca el viento.

MARINEROS LASCAR ¡Por Brahma, muchachos! Pronto habrá que zambullir las velas. ¡El Ganges, nacido de los cielos, en marea alta, se ha vuelto viento! ¡Muestras tu frente negra, Shiva!

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