Nick (6 page)

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Authors: Inma Chacon

Tags: #prose_contemporary

«Lo snto muxo, voy a llegar tard. Bsitos.»

«Sorry. llego en 1 minuto. Bsots.»

«Prdona el rtraso. Bsssss.»

«Ya toy llegando. Bs.»

Cada vez que Roberto leía uno de los mensajes, se le ensombrecía la cara. Daba lástima mirarle. Se tocaba la cabeza con las dos manos, como si no entendiese lo que le estaba pasando, miraba a su alrededor, y atravesaba de lado a lado la cancha de baloncesto antes de contestar:

«Vale. Tespero.»

«No tards.»

«¡Jodr, tía! Ya va siendo hora.»

«Si no llegas en 5 mints m piro.»

Y con cada mirada de ansiedad con la que él buscaba a Cristina, con cada movimiento con el que alargaba el cuello para divisar el final del patio, por donde debería haber aparecido, Paula y Dafne gritaban un olé que retumbaba en todo el pasillo de las clases.

—¡Olé, olé y olé!

Mientras tanto, él sin saber qué hacer. Plantado en el mismo lugar después de diez minutos, y de un cuarto de hora, y de media, y de tres cuartos. Y pasándose las manos por la cabeza.

Tras casi una hora de suplicio para él y de risas para ellas, Paula y Dafne le enviaron el mensaje con el que le daban la puntilla:

«Oye, q mala suert! No puedo ir. A ver si podmos qdar otro día. Bsssss y bssss.»

Roberto dio una patada en el aire y escupió. Nadie se había atrevido a tratarle así en toda su vida. Aquella era la primera vez que una chica no se moría por acudir a una cita con él.

Seguramente, aquellos cincuenta y cinco minutos fueron los más desesperantes que había vivido. Para Dafne, sin embargo, fueron los más gloriosos. No dejó de saltar y de gritar olés con su prima hasta que vieron cómo el Rata se alejaba de la cancha. El cazador cazado. El acero convertido en arcilla. El más duro agachando los hombros y llevándose las manos a la cabeza ante la mirada oculta de las pipas que le resultaban invisibles. Destrozado sin saber por quién ni por qué.

La venganza también es un plato caliente.

Una vez en la calle, el infeliz debió de recorrer unos pocos metros antes de coger el móvil para enviarles un último mensaje. Ellas aún no habían cerrado la puerta de la clase donde se escondían cuando oyeron el pitido del buzón de entrada.

«Tas pasao, wapa.»

Capítulo 14

Dafne preparaba sus armas para la caza con el mayor de los cuidados. No había que dejar nada al azar.

Al Rata le había debido de impresionar mucho Cristina, para haberla esperado casi una hora sin que mediara entre ellos otra cosa que un cruce de miradas.

Sólo un instante para caer rendido a sus pies, y lanzarle un piropo que para Dafne supuso la puñalada que acababa con su sueño de que él le sonreía, cada vez que se cruzaba con ella, desde que la dejó pasar por debajo de su brazo.

Pero mucho más le impresionarían aquellos ojos de ahora en adelante. Dafne se encargaría de que no pudiera vivir sin ellos.

Y después, le dejaría precipitarse al vacío.

El plan no podía fallar, porque mientras Roberto caía en las redes de un amor inventado, su verdadero objeto de deseo recorrería las calles de Dublin junto a sus compañeros de instituto, ajena a las artimañas que preparaban su hermana y su prima a su costa.

Desde la capital de Irlanda, Cristina se marcharía a Londres, a un colegio donde pasaría el resto del verano perfeccionando su inglés.

Paula y Dafne tenían mucho tiempo por delante.

Teresa se había empeñado en que todas sus hijas hablaran un inglés perfecto antes de terminar el bachillerato. De la misma manera que se había empeñado en que todas estudiarían una carrera.

Ella se había arrepentido toda la vida de no haber ido a la universidad, y no quería que les pasara lo mismo a sus hijas. Algunas de sus primas supieron dar el salto a la capital para ocupar buenos puestos de trabajo, como ocurría con la madre de Paula, y ella sentía que había desaprovechado su oportunidad cuando la tuvo.

Por esta razón, en lo que se refería a los estudios, por mucho que el sueño de sus hijas estuviera en el mundo de la moda, como en el caso de Cristina, que compaginaba los estudios con los desfiles, o en el del teatro, como en el de Dafne, Teresa se mantenía inflexible.

—Cuando hayáis terminado una carrera, podréis dedicaros a lo que os dé la gana, pero mientras viváis en mi casa, se hace lo que yo digo. No voy a consentir que vosotras hagáis la misma tontería que yo. ¡Ni hablar!

De manera que Cristina volaba hacia un verano lejos de casa, en su primera salida al extranjero, mientras Dafne y Paula planeaban los pasos necesarios para que Roberto se rindiera por completo a los pies de alguien que no había vuelto a pensar en él, después de su encuentro en la plaza de la fuente. Casi tres meses para llevar a cabo su plan. No había que precipitarse. El verano era muy largo.

El primer paso les había salido bien. Roberto había ido a la cancha de baloncesto y había permanecido allí hasta que ellas quisieron. El segundo, según Dafne, era mucho más simple: no había que hacer nada, sólo esperar.

Dafne lo tenía todo calculado cuidadosamente, sin prisas que pudieran echar a perder lo que ya habían ganado. Sin pasos en falso. Paula, por el contrario, opinaba que debían actuar cuanto antes, para que no se enfriara el interés que había demostrado Roberto acudiendo a la cita. No podían pasarse más de la cuenta, a él se le notaba enfadado en el último sms.

Paula se impacientaba ante la actitud calculadora de Dafne.

—Hay que hacer algo para contentarle, prima. Está más rallao que el queso de los macarrones. Después del plantón, no creo que quiera saber nada más de Dafne. A no ser que le pidamos perdón.

—¡Que no! ¡Que si le pedimos perdón, la cagamos! Hay que esperar por lo menos una semana, y después, si él no da señales de vida, le mandamos un correo, así se hace con la dirección de Dafne. ¡Por cierto, tenemos que abrir una cuenta ya mismo!

—¡Pero, tía, no podemos esperar tanto tiempo! Se va a chinar más de la cuenta y nos va a mandar a la mierda.

—¡Te digo yo a ti que no! ¿Te crees que se va a quedar como si no hubiera pasado nada? Ya verás como la busca. Sólo hay que esperar, ¿vale? Después nos lo servirá todo en bandeja, y empezaremos a ponerle los dientes largos con las fotos de mi hermana.

—¿Fotos? ¿Qué fotos?

—Ya lo verás. Se me está ocurriendo una cosa. Pero antes, tiene que dar señales de vida otra vez.

-oOo-

Dafne tenía razón. Roberto no tardó más de tres días en aparecer con sus mensajes de móvil. No podía imaginar que él mismo estaba dando el pistoletazo de salida para que Dafne y Paula pusieran en práctica la segunda parte del plan que habían diseñado.

«No vas a recompnsarme x lo di otro día? Todavía testoy sperando, wapísima. Tngo 1 moto к stá lokita x llevarte. Tapuntas a 1 paseo?»

El mensaje les ponía en bandeja el próximo paso. Dafne y Paula contestaron al momento de recibirlo:

«Sta tard a ls 7. En el Xino.»

Y él no tardó en responder:

«OK xro no m djes sperando como el otro día.»

Paula y Dafne se frotaron las manos pensando en el nuevo pase de pecho que el Rata estaba a punto de recibir:

«A ls 7 n punto nos vmos sin falta.»

Y así fue. A las siete en punto de la tarde se vieron en el Chino tal y como le habían asegurado en el mensaje. Pero, como era habitual en él, Roberto no se fijó en el grupo de pequeños al que ellas pertenecían y, por supuesto, no reparó en su presencia. Las vio, claro que las vio, pero como podía haber visto las mesas y las sillas de la terraza del restaurante de la esquina, a pesar de que Dafne volvió a creer que le dedicaba una de sus medias sonrisas.

Pero estaba claro que no sonrió. Él esperaba a la chica de ojos azules. Esperaba darle dos besos delante de todos sus amigos. Presumir ante ellos de la conquista que había hecho con sólo un cruce de miradas, y subirse con ella en una moto prestada.

Una moto en la que nunca conseguiría montar a la chica con la que creía intercambiarse mensajes.

Dafne y Paula no paraban de reírse en la acera de enfrente, simulando que jugaban con los móviles y tratando de ocultarse detrás de sus compañeros.

Pero esta vez no le hicieron esperar como el día de la exhibición de gimnasia, esta vez le enviaron un mensaje cinco minutos después de la hora de la cita:

«Q rabia! Otra vez se m stropeó todo. Lo sient muxísimo Sorry. Sorry. Sorry. No pued ir! M prdonarás? Muak»

La cara del Rata no podía reflejar más decepción. Dafne sintió una punzada de pena durante un instante. Pero cuando le vio bajarse de la moto y, después de cerrar con una sola mano la tapa del móvil, oyó cómo se pavoneaba de que él mismo había deshecho la cita, la sensación de victoria que Dafne había sentido en la cancha de baloncesto volvió a reconciliarla con la justicia que a veces depara la vida.

Paula y ella se miraron y se echaron a reír. Otra vez había caído en la trampa. Otra vez lo engañaban sin que él entendiera de dónde le llegaban los disparos. No podía haberles salido mejor. No había vuelta atrás, la presa estaba lista para arrojarse de nuevo sobre ella. Un paso más para enredarlo en los hilos que manejaban a su antojo.

Lo que no sabía ninguna de las dos era que aquella red que habían comenzado a tejer alrededor de Roberto las envolvería también a ellas sin que pudieran evitarlo.

No. Todavía no lo sabían.

Cuando el grupo de mayores pasó junto a los pequeños para dirigirse al metro, rodeando la moto de Roberto como un séquito alrededor del trono, Dafne volvió a sentir aquella mirada que probablemente sólo veía ella, e imaginó que Roberto le sonreía otra vez desde debajo del casco.

Capítulo 15

A Dafne le encanta el olor de la gasolina. Cada vez que entra en el garaje de su bloque aspira profundamente y exclama.

—¡Umm! ¡Qué rico!

Nadie comparte con ella ese gusto tan peculiar. Sus hermanas no se lo creen, piensan que lo hace para llamar la atención, pero el caso es que ella disfruta con el olor de los carburantes como otros con el del perfume más exclusivo. Le pasa desde que era pequeña. Quizá sea porque le recuerda a su padre. Aunque lo cierto es que ella nunca tuvo la oportunidad de conocerlo, pero cuando piensa en él, siempre lo imagina al volante de un coche de Fórmula 1, como en la foto que tiene su madre encima de la cómoda de su cuarto, que inmortaliza la tarde en que se conocieron.

Trabajaba en la escudería de un corredor que estuvo a punto de ganar en una ocasión el campeonato nacional.

Dafne siempre se imaginaba que su padre tenía que oler como las gasolineras. Según ella, el lugar que más bien huele del mundo. Mejor que una panadería a las ocho de la mañana, que una fábrica de patatas fritas, y que la cocina de su casa cuando su madre hace las galletas de nata que le enseñó su abuela. Mejor que ningún otro lugar.

Las gasolineras suponen para ella un puro deleite. Cuando viaja con su madre, y ésta tiene que llenar el depósito de su automóvil, Dafne suele bajarse también para colocarse al lado de los surtidores, donde se empapa de aquella fragancia que sólo disfruta ella y que le recuerda tanto a su padre.

Nadie lo entiende, pero Dafne es así. Y así hay que quererla.

Sin embargo, para su sorpresa, ella no es la única a quien le entusiasma ese olor tan peculiar.

-oOo-

Todas las tardes, a la salida del colegio, Paula y ella se dedicaban a vigilar de lejos a Roberto en el Barrio, comportándose como si no tuvieran nada que ver en el asunto de Dafne.

A veces se miraban la una a la otra y se daban codazos mientras se reían sin que sus compañeros de clase supiesen por qué, recordando la cara del Rata mientras esperaba a la chica que nunca llegó.

En cierta ocasión, en que las dos primas se encontraban con su grupo, pasándose canciones de unos móviles a otros, Dafne escuchó una conversación entre Roberto y uno de los gemelos que solían andar armando bronca con él.

—¡La que más me gusta es la sin plomo!

El amigo le respondió con un gesto de repugnancia.

—¡Joder, macho, tú sí que eres raro!

—¿Raro por qué? Si huele de puta madre.

—¡Venga ya! ¡No me lo creo! ¡Y por si fuera poco, me tengo que tragar que las distingues!

—Te lo juro, tronco, me gusta más que el olor de una piba. Si quieres, te lo demuestro. ¡Vamos a una gasolinera!

A Dafne se le paralizó el pulso. No importaba si Roberto se lo había podido demostrar o no a su amigo, supiese o no supiese distinguir los olores de los diferentes combustibles, el hecho era que compartía con ella el gusto por el que sus hermanas la habían acusado de excéntrica toda la vida.

Esa misma tarde, se registró en el facebook con el nick de Gasolina sin plomo y una dirección de correo electrónico a la que llamó Dafn_ huele_a_gasolina. Una vez en el muro del facebook, creó un perfil con las características de su hermana Cristina y colgó algunas de sus fotografías. Después, se registró también con una docena de nombres ficiticios que le pidieron a Gasolina sin plomo que les aceptasen como amigos y que se encargarían de hacer verosímil aquella farsa con sus comentarios. Hacía días que lo llevaba pensando, pero aquella conversación que acaba de oír entre el Rata y su amigo fue para ella la señal de que había llegado el momento. A partir de entonces, cada día colgaría una de las fotos de los books con los que se presentaba su hermana a los cástings de modelo, y que Dafne escanearía sin que nadie se enterase. En algunas de ellas, Cristina se encontraba en el circuito de Fórmula 1, al que acudían con frecuencia todas las hermanas, invitadas por los antiguos amigos de su padre.

Aquel álbum del facebook sería un paso más en el plan que había fraguado para vengarse de Roberto. Otro eslabón de la cadena que conseguiría atarle a los encantos de alguien que nunca iba a corresponderle. Roberto no podría resistirse a aquellas fotos.

Capítulo 16

Antes de informar a Roberto sobre la existencia de «Gasolina sin plomo», Dafne le envió a la dirección electrónica que les había proporcionado la vecina de Paula una foto antigua que Teresa guardaba en una caja junto a otros recuerdos de la familia. La imagen se había tomado, hacía ocho o nueve años, en la misma fuente en la que él estaba sentado cuando conoció a Cristina, y en ella aparecían las cuatro hermanas vestidas iguales. Las dos mayores se apoyaban contra el brocal de la fuente, y cada una rodeaba con sus brazos los hombros de una de las pequeñas, que se encontraban colocadas delante de ellas.

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