Perdida en un buen libro (13 page)

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Authors: Jasper Fforde

Tags: #Aventuras, #Humor, #Policíaco

Sobre la mesa colocó algunos trozos de papel arrugados y manchados recubiertos de celofán. Me incliné. En el primero sólo se leía parte de mi nombre; el segundo era un fragmento de un recibo de tarjeta de crédito y, en el tercero, sólo había un nombre que me hizo estremecer: «Hades.»

—¿Hades? —pregunté—. ¿Creen que sigue con vida?

—Usted le mató, Next… ¿Qué opina?

Le había visto morir en el tejado de Thornfield e incluso encontramos sus restos calcinados cuando buscamos entre las ruinas ennegrecidas. Pero Hades ya había muerto con anterioridad… o eso nos había hecho creer.

—Estoy tan segura de su muerte como pueda estarlo. ¿Qué significa el recibo de la tarjeta de crédito?

—Tampoco estamos seguros —respondió Walken—. La tarjeta era robada. La mayor parte de las compras son de ropa de mujer: zapatos, sombreros, bolsos y demás… Mantenemos constantemente vigiladas las tiendas Dorothy Perkins y Camp Hopson. ¿Algo de esto le suena?

Negué con la cabeza.

—Háblenos de su encuentro con Phodder.

Les conté todo lo que pude sobre nuestro breve encuentro mientras ellos escribían un buen montón de notas.

—Por tanto, querían saber si recientemente le había pasado algo extraño —dijo Walken—. ¿Ha sido así?

Les conté lo del Skyrail y el Hispano—Suiza y tomaron más notas. Al final, después de preguntarme varias veces si había algo más, se pusieron en pie y Walken me entregó su tarjeta.

—Si descubre alguna cosa…

—Naturalmente —respondí—. Espero que lo pillen.

Un gruñido de respuesta y se fueron.

Suspiré, me puse en pie y volví a la entrada a esperar a Flanker y a los de OE-1. Contemplé la ajetreada comisaría zumbando a mi alrededor y luego me sentí muy acalorada. Todo empezó a dar vueltas. Empecé a perder la visión periférica y, de no haber metido la cabeza entre las piernas, me hubiese desmayado allí mismo. El murmullo de la sala se convirtió en un retumbar apagado y cerré los ojos. Me palpitaban las sienes. Me quedé así hasta que la náusea remitió. Abrí los ojos y contemplé las motas de mica en el suelo de cemento.

—¿Ha perdido algo, Next? —dijo la voz familiar de Flanker.

Levanté la cabeza despacio. Leía algunas notas y hablaba sin mirarme.

—Voy retrasado… Alguien se ha apropiado indebidamente de toda una partida de queso. Dentro de quince minutos, sala de interrogatorios tres… Preséntese allí.

Se alejó sin esperar respuesta y yo volví a mirar al suelo. El bebé se hacía notar. Flanker y OpEspec me parecían en cierto modo insignificantes; al año siguiente por esas fechas yo ya sería madre. Landen tenía dinero suficiente para mantenernos y no era tampoco que yo tuviese que dimitir: podía pasar a la lista de reservistas de OpEspec y hacer algún trabajillo cuando fuese necesario. Empezaba a meditar si realmente tenía lo que hacía falta para ser madre cuando sentí una mano en el hombro y alguien puso un vaso de agua en mi línea de visión. Agradecida, lo acepté y me bebí la mitad de su contenido antes de mirar a mi salvador. Era un neandertal vestido con un traje cruzado impecable que llevaba una placa de OE-13 en el bolsillo del pecho.

—Hola, señor Stiggins —dije al reconocerle.

—Hola, señora Next… Las náuseas pasarán.

Se produjo un temblor y el mundo se estremeció con tal fuerza durante un par de segundos que di un salto. Stiggins volvió a hablar, pero en esta ocasión lo que decía tenía menos sentido:


Helo, eseñoestn Next… la nauper pasarsab.

—¿Qué demonios…? —murmuré cuando el vestíbulo volvió a temblar y las paredes pintadas de malva pasaron a estar pintadas de verde. Miré a Stiggins, quien dijo:


Hesea es nuestro señorat Next… per ¿nauselo pasarsabe?

La gente del vestíbulo se desplazó abruptamente y, de pronto, todos llevaban sombrero. Stiggins rebobinó y volvió a decir:


Esea es nuestro nombr, señorita Next… pero ¿cómoa lo sabe?

Me noté los pies extraños cuando el mundo volvió a estremecerse y bajé la vista: llevaba zapatillas deportivas en lugar de botas. Ya estaba claro que el tiempo estaba flexionándose un poco y esperaba ver aparecer a mi padre, cosa que no sucedió. Stiggins regresó una vez más al comienzo de la frase y dijo, en esta ocasión con más claridad:

—Ése es nuestro nombre, señorita Next… pero ¿cómo lo sabe?

—¿No ha notado nada raro?

—No. Bébase el agua. Está muy pálida.

Tomé otro sorbo, me recosté y respiré profundamente.

—Esta pared era malva —comenté mientras Stiggins me miraba.

—¿Cómo sabe nuestro nombre, señorita Next?

—Acudió usted a la fiesta de mi boda —le dije—. Dijo que tenía un trabajo para mí.

Me miró casi medio minuto con aquellos ojos tan hundidos. De vez en cuando olisqueaba el aire. Los neandertales se tomaban bastante tiempo para pensar antes de decir nada… si se molestaban en decir algo.

—Dice la verdad —dijo al fin. Era casi imposible mentirle a un neandertal y yo no iba a intentarlo—. Debemos representarla en su caso, señorita Next.

Suspiré. Flanker no dejaba nada al azar. Yo no tenía nada en contra de los neandertales, pero no hubiese sido mi primera elección como defensa, especialmente cuando se me acusaba de atacar a uno de los suyos.

—Si le representa algún problema, debería decírnoslo —dijo Stiggins, observándome con atención.

—No tengo ningún inconveniente en que me represente.

—Su rostro no dice lo mismo. Cree que se nos ha asignado su caso para perjudicarla. Nosotros también lo creemos. Pero, si efectivamente la perjudicará, está por ver. ¿Está en condiciones de caminar?

Dije que sí y fuimos a la sala de entrevistas. Stiggins abrió su maletín y sacó un informe bien grueso. El contenido estaba tecleado con enormes letras mayúsculas subrayadas. Sacó una regla de madera y la colocó sobre la primera página para ayudarse a leer.

—¿Por qué golpeó a Kaylieu, el operador del Skyrail?

—Creía que llevaba una pistola.

—¿Por qué lo pensaba?

Miré los ojos castaños, que no parpadeaban, del señor Stiggins. Si le mentía lo sabría. Si le contaba la verdad, tal vez se sintiera obligado a contar a OE-1 que era cómplice de mi padre. Con el mundo a punto de acabarse y puesto que confiaba de manera incondicional en mi padre, estaba, por decirlo suavemente, en una situación comprometida.

—Ellos se lo preguntarán, señorita Next. No aceptarán evasivas.

—Tendré que arriesgarme.

Stiggins inclinó la cabeza a un lado y me miró un momento.

—Saben lo de su padre, señorita Next. Le aconsejo que tenga cuidado.

No dije nada, pero para Stiggins probablemente fuese como un libro abierto. La mitad del lenguaje tal se compone de movimientos corporales. Es posible conjugar verbos usando músculos faciales; el baile es una conversación.

No tuvimos la oportunidad de añadir nada más, ya que se abrió la puerta y entraron Flanker y dos agentes.

—A mí ya me conoce —me dijo—. Éstos son los agentes King y Nosmo. Los dos hombres me miraron nerviosos.

—Se trata de una entrevista preliminar —anunció Flanker, que me miraba con ojos de acero—. Ya habrá tiempo de sobra para una investigación a fondo… si así lo decidimos. Cualquier cosa que diga o haga podría afectar al resultado de la vista. Depende de usted, Next.

No bromeaba. OE-1 no actuaba según la ley… ellos eran la ley. Si realmente hubiesen ido en serio, ni siquiera habría estado allí… me habrían llevado como por arte de magia a la Gran Central de OpEspec, esté donde esté. Era en momentos así cuando comprendía de pronto por qué mi padre se había rebelado contra OpEspec.

Flanker metió dos cintas en la grabadora y grabó fecha, hora y nuestros nombres. Una vez hecho esto, preguntó con una voz que resultaba todavía más amenazadora por su suavidad:

—¿Sabe por qué está aquí?

—¿Por golpear a un conductor de Skyrail?

—Golpear a un neandertal está lejos de ser un crimen que merezca el valioso tiempo de OE-1, señorita Next. Es más, técnicamente, ni siquiera es un crimen.

—Entonces, ¿por qué?

—¿Cuándo vio por última vez a su padre?

Los otros dos agentes de OpEspec se inclinaron imperceptiblemente para oír mi respuesta. No se lo iba a poner fácil.

—No tengo padre, Flanker… Ya lo sabe. Sus amigos de la Crono—Guardia le erradicaron hace diecisiete años.

—No me trate como a un tonto, Next —me advirtió Flanker—. No me apetece bromear con este asunto. A pesar de la no—actualización del coronel Next, sigue siendo una espinita que tenemos clavada. Se lo pregunto otra vez: ¿cuándo vio a su padre por última vez?

—En mi boda.

Flanker frunció el ceño y miró sus notas.

—¿Está casada? ¿Desde cuándo?

Se lo dije y lo apuntó al margen.

—¿Y qué le dijo cuando se presentó en su boda?

—Felicidades.

Me miró un momento y luego cambió de táctica.

—Vayamos al incidente con el conductor de Skyrail —dijo—. Estaba usted convencida de que llevaba una pistola de jabón. Según las testigos, le golpeó en la barbilla, le puso las esposas y le registró. Afirman que parecía usted muy sorprendida de no encontrar nada.

Me encogí de hombros y guardé silencio.

—Nos importa una mierda ese tal, Next. Que su padre la reclute es una cosa; que la reemplace fuera de su tiempo es otra muy diferente. ¿Eso es lo que pasó?

—¿Ésa es la acusación? ¿Por eso estoy aquí?

—Responda a la pregunta.

—No, señor.

—Miente. La trajo de vuelta antes, pero el control que tiene su padre sobre el cronoflujo no es tan bueno. El señor Kaylieu decidió no sabotear el Skyrail esa mañana. Usted fue
ladeada,
Next. Se movió un poco en el cronoflujo. Las cosas sucedieron de la misma forma pero no exactamente en el mismo orden. Tampoco fue muy grave… apenas de Clase IX. Los ladeos son un riesgo laboral de la CronoGuardia.

—Eso es ridículo —bufé. Stiggins sabría que mentía, pero quizá pudiese engañar a Flanker.

—Creo que no entiende la situación, señorita Next. Esto es más importante que usted o su padre. Hace dos días perdimos todas las comunicaciones posteriores al doce de diciembre. Sabemos que se trata de una acción sindical, pero ni siquiera han vuelto los agentes libres contratados que hemos enviado tiempoarriba. Creemos que es el
Tremendo.
Si su padre estaba dispuesto a arriesgarse a usarla a usted, suponemos que él también lo cree. A pesar de nuestra animosidad contra su padre, tenemos claro que sabe lo que se hace… De no ser así, hace años que le habríamos capturado. ¿Qué está pasando?

—Simplemente me pareció que tenía una pistola —repetí.

Flanker me miró en silencio durante unos momentos.

—Vamos a empezar a nuevo, señorita Next. Registra a un neandertal en busca de una pistola falsa que llevará al día siguiente, se disculpa con él llamándolo por su nombre y el agente encargado del arresto me dice que la vio ajustando su reloj… Llegó un poco antes de tiempo, ¿no?

—¿Qué es eso de «una pistola falsa que llevará al día siguiente»?

Flanker respondió sin manifestar la más mínima emoción:

—Kaylieu ha sido abatido esta mañana de un disparo. Creo que usted debería hablar y hablar rápido. Tengo más que suficiente para meterla en bucle veinte años. ¿Le gustaría?

Le miré furiosa, sin saber qué hacer ni qué decir. Bucle era el término corriente para referirse a Confinamiento de Campo Temporal en Bucle Cerrado. Metían al criminal en un bucle temporal de ocho minutos durante cinco, diez, veinte años. Normalmente en una lavandería, la sala de espera de un médico o una parada de bus. Tu presencia habitualmente hacía que el tiempo se ralentizase para los otros cercanos al bucle. Tu cuerpo envejecía, pero no precisabas sustento; era un castigo cruel y antinatural… pero también barato y no requería barrotes, guardias ni comida.

Abrí la boca y la volví a cerrar, boqueando como un pez.

—O puede hablarnos de su padre y salir de aquí convertida en una mujer libre.

Sentí el sudor en la frente. Miré fijamente a Flanker y éste me miró a mí, hasta que, misericordioso, Stiggins vino a rescatarme.

—Esa mañana, la señorita Next trabajaba para nosotros en OE-13, comandante —dijo en voz baja y monótona—. Kaylieu estaba implicado en un levantamiento neandertal sedicioso. Se trataba de una operación secreta. Gracias, señorita Next, pero tendremos que contar la verdad a OE-1.

Flanker le dedicó una mirada fulminante al neandertal, quien se la devolvió impasible.

—¿Por qué demonios no me lo había dicho, Stiggins?

—No me lo ha preguntado.

Ahora lo único que Flanker tenía contra mí era un reloj atrasado. Convirtió su voz en un gruñido.

—Me aseguraré de que la metan en bucle tras la Contracción si su padre está tramando algo y no me lo ha dicho.

Calló un momento y apuntó con un dedo acusador a Stiggins.

—Si su testimonio es falso, también le pillaré a usted. Dirige la parte tal de OE-13 por una razón y sólo una razón… Por las apariencias.

—Nunca sabremos cómo lograron convertirse en la especie dominante —dijo por fin Stiggins—. Tanto odio, tanta furia, tanta vanidad.

—Ésa es nuestra ventaja evolutiva, Stiggins. Cambiar y adaptarse a un entorno hostil. Nosotros lo logramos, ustedes no.

—Darwin no servirá para enmascarar sus pecados, Flanker —respondió Stiggins—. Ustedes convirtieron en hostil nuestro entorno. Ustedes también caerán. Pero no caerán por la presencia de una forma de vida dominante. Ustedes caerán debido a sus propias acciones.

—Una mierda, Stiggins. Ustedes tuvieron su oportunidad y la jodieron.

—Nosotros también tenemos derecho a la salud, la libertad y la consecución de la felicidad.

—Legalmente hablando, no —respondió Flanker tranquilo—… Esos derechos son exclusivos de los humanos. Si quieren igualdad, será mejor que hablen con la Goliath. Ellos los crearon. Son sus dueños. Si tienen suerte, podrían ser una especie en peligro. Si lo pide, puede que los declaremos en vías de extinción.

Flanker cerró mi expediente de golpe, agarró el sombrero, sacó las dos cintas de la grabadora y se fue sin decir nada más.

Tan pronto como se cerró la puerta, suspiré aliviada. El corazón me latía como un martillo neumático pero al menos había conservado la libertad.

—Siento lo del señor Kaylieu.

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