Schitt-Hawse era bueno. Se había informado bien y no me había subestimado ni un pelo. Yo haría lo que tuviese que hacer para recuperar a Landen y él lo sabía. Me guardé la pistola.
—¡Espléndido! —dijo entusiasmado—. Confío en que tendremos noticias suyas. ¿Verdad?
Todo exactamente igual
La erradicación de Landen Parke-Laine era la mejor que había visto desde la de Veronica Golightly. Le extrajeron a él y dejaron todo lo demás
exactamente
como estaba. No fue un trabajo tosco como el de Churchill o Victor Borge; ésos los corregimos con el tiempo. Lo que nunca comprendí es cómo se lo llevaron a él y dejaron los recuerdos de Thursday completamente intactos. Cierto, no hubiese tenido sentido erradicarle sin que ella lo supiese, pero cuatro siglos más tarde me sigue intrigando. La erradicación nunca fue un arte exacto.
C
ORONEL
N
EXT
, QT, CG (inexistente)
Tiempoarriba/Tiempoabajo
(obra inédita)
Seguí mirando el coche que se alejaba, intentando decidir qué hacer. Encontrar una forma de entrar en «El cuervo» para liberar a Jack Schitt sería mi máxima prioridad. No iba a ser difícil… era imposible. Eso no me detendría. En el pasado ya había hecho varias cosas imposibles y la idea no me daba tanto miedo como antes.
Un coche patrulla se situó a mi lado y el chofer bajó la ventanilla. Era el agente
Spike
Stoker de OpEspec 17: la Unidad de Eliminación de Vampiros y Licántropos, o «chupópteros y mordedores» como prefieren que los llamen. En una ocasión le había ayudado en la persecución de un vampiro; tratar con los no muertos no era demasiado divertido, pero Spike me caía muy bien.
Vio mi cara de consternación y me preguntó con tono amistoso.
—¿Qué pasa, Next?
—Hola, Spike. La Goliath es lo que pasa.
—Cuentan que se la jugaste a Flanker.
—Las buenas noticias vuelan, ¿no?
Spike lo pensó durante un momento, bajó el volumen de la radio y salió del coche.
—Si pasa lo peor, en chupópteros y mordedores puedo ofrecerte trabajo independiente clavando estacas por dinero; los requisitos mínimos de entrada se han reducido a «cualquiera lo suficientemente loco como para unirse a mí».
—Lo lamento, Spike. No puedo. No por ahora… Creo que ya he tratado bastante con los no muertos por una temporada. Dime, ¿sigo trabajando en OE-27?
—¡Claro que sí! ¿Thursday? ¿Tienes problemas?
—De los peores —dije, mostrándole el dedo sin anillo—. Alguien ha erradicado a mi esposo.
—Lamento oírlo —respondió Spike—. Erradicaron a mi tío Bart, pero alguien cometió un error y dejaron a mi tía recuerdos suyos. Ella presentó una apelación y al año siguiente le reactualizaron. Pero lo curioso es que yo no sabía que hubiese tenido un tío cuando desapareció, y que nunca supe que se había ido cuando regresó… Sólo tengo la palabra de mi tía de que todo eso sucedió. ¿Tiene sentido para ti?
—Hace una hora me hubiese parecido una locura. Ahora me parece tan claro como el día.
—Vaya —gruñó Spike, colocándome una mano afectuosa sobre el hombro—. No te preocupes, le recuperarás. Escucha: me encantaría librarme de toda la mierda de los vampiros y los hombres lobo e irme a trabajar a Sommeworld™ o algo así.
—¿No lo echarías de menos?
—Ni un segundo.
Me apoyé en su coche. Los cotilleos de OpEspec eran una agradable distracción que me tranquilizaba los nervios.
—Entonces, ¿ya tienes nuevo compañero? —le pregunté.
—¿Para esta mierda? Debes de estar de coña… pero sí que hay algunas buenas noticias. Mira esto.
Se sacó una foto del bolsillo. Era de él de pie junto a una rubia bajita que apenas le llegaba al codo.
—Se llama Cindy —murmuró con afecto—. Un bombón… y también es lista.
—Os deseo lo mejor. ¿Qué opina del negocio de los vampiros y los licántropos?
—Oh, le parece bien… o al menos se lo parecerá cuando se lo cuente. —Perdió la sonrisa—. Oh, Dios. ¿Cómo voy a contarle que clavo estacas afiladas en los no muertos y que persigo hombres lobo como si fuese un empleado de la perrera? —Calló y suspiró, para luego preguntar con más alegría—: Tú eres mujer, ¿no?
—Lo era la última vez que me miré al espejo.
—Bien, ¿no se te ocurre algún tipo… no sé… de estrategia? Me sabría muy mal perder a ésta también.
—¿Cuánto te duran cuando se lo dices?
—Oh, normalmente se lo toman muy bien —dijo Spike, riendo—. Aguantan… bien… cinco, seis, quizá más…
—¿Semanas? —pregunté—. ¿Meses?
—Segundos —respondió Spike afligido—, y eso en el caso de las que realmente me tenían aprecio.
Suspiró con toda el alma.
—Creo que deberías decirle la verdad. A las mujeres no les gusta que les mientan… A menos que se trate de vacaciones sorpresa, anillos y cosas así.
—Suponía que dirías eso —respondió Spike, frotándose pensativo la barbilla—. ¡Pero la conmoción!
—No tienes que contárselo directamente. Puedes repartir por la casa algunos ejemplares de
La gaceta de Van Helsing.
—¡Oh, ya lo entiendo! —respondió Spike, concentrándose—. Para que se vaya haciendo a la idea. Estacas y crucifijos en el garaje…
—Y de vez en cuando podrías sacar a los hombres lobo a colación. —Es un plan genial, Thurs —respondió Spike feliz—. No quiero perder a Cindy… quiero tener familia.
—¿Qué pasa, Thurs? Pareces trastornada.
El miedo y el pánico que acababan de reducirse regresaron a plena potencia.
¿Todavía llevaba el bebé de Landen?
Murmuré una respuesta corta a Spike, me subí a mi coche y volví corriendo a la ciudad, tomando por sorpresa a algunas alcas imperiales que rebuscaban en los cubos de basura cercanos.
Me dirigía a la consulta del médico en la calle Shelley. Todas las tiendas ante las que pasaba parecían vender cochecitos o sillas para bebés, juguetes o algún artículo relacionado con niños, y todos los bebés, niños, mujeres embarazadas y cochecitos de Swindon parecían estar en mi ruta… todos mirándome. Frené con un patinazo delante de la consulta. Había doble línea amarilla y la agente de tráfico me miró con avaricia.
—¡Eh! —dije, señalándola con el dedo—. Mujer, embarazada. Ni lo piense.
Entré corriendo y encontré a la enfermera del día anterior.
—Vine ayer —le solté—. ¿Estaba embarazada?
Me miró sin el más mínimo rastro de sorpresa. Supongo que estaba acostumbrada a esas escenas.
—¡Claro! —respondió—. La confirmación ya está en el correo. ¿Se siente bien?
Me dejé caer en una silla. La sensación de alivio resultaba indescriptible. Parecía que tenía algo más que recuerdos de Landen; también tenía a su hijo. Me froté la cara con las manos. Había pasado por muchas situaciones difíciles, de vida o muerte, tanto en el servicio militar como al servicio de la ley… pero nada se puede comparar con las tribulaciones emocionales. Prefería enfrentarme a Hades dos veces antes que volver a pasar por aquello.
—Sí, sí —le aseguré con alegría—. ¡La verdad es que no podría estar mejor!
—Bien —la enfermera sonrió—. ¿Le gustaría saber algo más?
—Sí —respondí—. ¿Dónde vivo?
El bloque destartalado de pisos del barrio antiguo no era de mi gusto, pero quién sabía cómo estaba yéndome sin Landen. Subí rápidamente las escaleras hasta el piso de arriba y la puerta seis. Respiré hondo, giré la llave y abrí. Oí actividad en la cocina y allí estaba
Pickwick
para recibirme como era habitual, trayéndome un regalo que resultó ser la portada arrancada de
La gaceta de OpEspec 27
del mes anterior. Cerré la puerta con el pie mientras la acariciaba el buche y miré cautelosa por el piso. Me alivió comprobar que, a pesar del entorno destartalado, mi apartamento daba al sur, era caliente y bastante agradable. No recordaba nada de él, claro, pero me alegró que el huevo de
Pickwick
siguiera en su sitio. Parecía que había pintado bastante más sin tener a Landen cerca, y las paredes estaban cubiertas de lienzos inacabados.
Había varios de
Pickwick
con familiares que recordaba y otros que no… pero ninguno, desafortunadamente, de Landen. Miré los lienzos y me pregunté por qué en varios había una nave aérea anfibia. Me senté en el sofá y cuando
Pickwick
vino a darme con el pico, le puse la mano en la cabeza.
—Oh,
Pickers
—murmuré—, ¿qué vamos a hacer?
Suspiré, intenté que
Pickwick
se sostuviese sobre una pata a cambio de una golosina, fracasé y me preparé una taza de té y algo de comer antes de examinar el resto del apartamento de forma inquisitiva. La mayoría de las cosas estaban donde esperaba encontrarlas; en el armario había más vestidos de lo habitual y encontré algunos ejemplares de
The Femole
acumulados bajo el sofá. La nevera estaba llena de comida y parecía que en aquel mundo sin Landen yo era vegetariana. Había muchas cosas que no recordaba haber comprado, entre otras una lámpara de mesa en forma de piña, una placa grande de esmalte que anunciaba «Remedios para los pies del doctor Spongg» y, algo más preocupante, un par de calcetines del 45 y unos calzoncillos en el lavadero. Busqué más y encontré dos cepillos de dientes en el baño, una enorme chaqueta de los Mazos de Swindon colgada del perchero y varias camisetas XXL que decían
OpEspec 14 Swindon.
De inmediato llamé a Bowden.
—Hola, Thursday —dijo—. ¿Ya lo sabes? El profesor Spoon ha respaldado al ciento por ciento el
Cardenio…
¡Nunca hasta ahora le había oído reír!
—¡Eso está bien, está bien! —dije sin prestar atención—. Escucha, puede que te parezca una pregunta extraña, pero ¿tengo novio?
—¿Qué?
—Novio. Ya sabes. Un amigo masculino al que veo regularmente para cenar, ir de picnic y… otras cositas, ¿entiendes?
—Thursday, ¿estás bien?
—No, no, no lo estoy —farfullé—. Verás, esta tarde han erradicado a mi marido. Fui a OE-1 y, justo antes de iniciarse la vista las paredes cambiaron de color y Stig habló raro. Luego Flanker no sabía que estuviera casada… que no lo estoy, supongo… y Houson no me conocía, Billden no estaba en el cementerio municipal pero Landen sí que lo estaba y la Goliath dice que le traerán de vuelta si yo libero a Jack Schitt y he pensado que habría perdido al bebé de Landen que no es así por lo que todo estaba bien y ahora no lo está, ¡porque
he encontrado un cepillo de dientes y algunas prendas de hombre en el baño
!
—Vale, vale —dijo Bowden con voz tranquilizadora—. Para un poco y déjame pensar.
Hubo una pausa mientras asimilaba todo lo que le había dicho. Cuando respondió lo hizo con impaciencia… y preocupación. Sabía que era un buen amigo, pero hasta ese momento no sabía hasta qué punto.
—Thursday. Tranquilízate y préstame atención. Primero, que esto quede entre nosotros. La erradicación
nunca
se puede demostrar… Díselo a cualquiera de OpEspec y los curanderos forzarán tu jubilación con un formulario D4. No queremos eso. Intentaré completar cualquier recuerdo perdido que yo pueda tener y tú no. ¿Cuál era el nombre de tu esposo?
—Landen.
Aquel planteamiento me daba fuerzas. Siempre podías confiar en que Bowden encararía el problema de forma analítica; por extraño que pudiese parecer. Me hizo repasar el día con detalle, algo que me resultó muy tranquilizador. Volví a preguntarle por los posibles novios.
—No estoy seguro —respondió—. Eres bastante reservada.
—Venga… rumores de oficina, chismes de OpEspec; debe de haber
algo.
—Se cuentan cosas pero a mí no me llega demasiado porque soy tu compañero. Tu vida amorosa es objeto de bastantes elucubraciones. Te llaman…
Calló.
—¿Qué me llaman, Bowden?
—No quieras saberlo.
—Dímelo.
—Vale —Bowden suspiró—. Te llaman… te llaman la Doncella de Hielo.
—¿La Doncella de Hielo?
—No es tan horrible como mi apodo —añadió Bowden—. A mí me llaman Perro Muerto.
—¿Perro Muerto? —repetí, fingiendo no haberlo oído antes—. Doncella de Hielo, ¿eh? La verdad es que resulta, bueno…
cursi.
¿No se les ha ocurrido nada mejor? En cualquier caso, ¿tengo novio o no?
—Hay rumores de alguien de OE-14…
Sostuve la chaqueta de criquet, intentando determinar la altura de aquel galán sin nombre.
—¿Le has identificado?
—Creo que sólo son rumores, Thursday.
—Dímelo, Bowden.
—Miles —dijo al fin—. Se llama Miles Hawke.
—¿Vamos en serio?
—No tengo ni idea. A mí no me cuentas esas cosas.
Le di las gracias y colgué nerviosa, con el estómago lleno de mariposas. Sabía que todavía estaba embarazada; la cuestión era
quién era el padre de la criatura.
Si tenía un novio ocasional llamado Miles, ¿era posible que, después de todo, no fuese Landen? Llamé a mi madre con rapidez. Parecía más pendiente de apagar un fuego en la cocina que de hablar conmigo. Le pregunté cuándo había conocido por última vez a uno de mis novios y me respondió que, si la memoria no le fallaba, hacía más de seis años, y que si no me daba prisa y me casaba iba a tener que adoptar algunos nietos… o secuestrar algunos en la puerta de un supermercado, lo que resultase más sencillo. Le dije que saldría a buscar lo antes posible y colgué.
Recorrí la sala convertida en un amasijo de nervios. Si
no
le había presentado ese Miles a mamá, entonces era probable que la cosa no fuese en serio; pero si él
dejaba
sus cosas por casa entonces sin duda íbamos en
serio.
Se me ocurrió una idea y rebusqué en la mesilla de noche hasta dar con una caja de condones sin abrir que había caducado hacía tres años. Suspiré aliviada: aquello era más propio de mí, a menos que Miles se hubiese traído los suyos, claro. Pero si estaba embarazada encontrar los condones no significaba nada porque no los habíamos usado. ¿Podía ser que la ropa no fuese de Miles? ¿Y qué decir de mis recuerdos? Si habían sobrevivido, entonces seguro que la contribución de Landen. al bebé
también
había sobrevivido. Me senté en la cama y me quité la cinta del pelo. Me pasé los dedos por el cuero cabelludo, me tendí, me tapé con la colcha y gemí. Durante mucho tiempo y con fuerza.
Yaya Next
La joven Thursday vino a verme esa mañana, como yo ya sabía que haría. Acababa de perder a Landen, como yo había perdido a mi esposo tantos años antes. Ella poseía la ventaja de la juventud y la esperanza y, aunque todavía no lo sabía, grandes cantidades de lo que llamamos el Otro Componente. Lo usaría, esperaba yo, con sabiduría. En ese momento ni siquiera su propio padre se hacía una idea cabal de lo importante que era su hija. De ella dependía algo más que la vida de Landen. Toda la vida dependía de ella, desde el más humilde de los paramecios hasta la forma de vida más compleja que llegase a existir jamás.