Por prescripción facultativa (32 page)

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Authors: Diane Duane

Tags: #Ciencia ficción

Kirk se encaminó hacia Maestro y le saludó cordialmente.

—Señor, ¿ha olvidado algo?

—Nada hasta el momento, me temo —replicó el interpelado; pero su voz no sonaba particularmente temerosa—. Capitán, hay decisiones que tomar.

—Así es —le dijo Kirk—, pero no creía que las tomaría usted tan pronto.

—Tampoco pensaba yo que estuviera preparado para hacerlo. Pero debemos hablar; hay algo que debo contarle en primer lugar.

—¿Va a llevar mucho tiempo? Me sentaré —decidió Kirk.

—Hágalo. Capitán, he practicado un engaño con usted.

—¿Ah, sí?

—Sí. Y las consecuencias podrían ser muy caras. Probablemente se enfadará usted conmigo, lo comprenderé si lo hace. Pero era algo absolutamente necesario.

Kirk no podía ni imaginar de qué hablaba el otro. ¿Iba a ser aquello alguno de esos fantásticos puntos de vista alienígenas?

—Adelante, señor… Puede que me enfade, pero intentaré ser justo.

—Ya lo sé. —Se produjo una larga pausa; Kirk advirtió aquel lento y largo retumbar que le rodeaba por todas partes, como si la tierra percibiera la preocupación del ;at y temblara un poco con él—. Capitán, cuando nos encontramos por primera vez, yo deseaba hablar con usted sin interferencias.

—Y así lo hizo, al menos eso creía yo.

—Su traductor… —El ;at parecía un poco perplejo—. La palabra «conversar» me temo que no expresa bien lo que yo quería hacer verdaderamente. Nosotros somos una especie que ve en profundidad.

Kirk creía comprender aquello. El traductor hacía todo lo posible por verter alguna palabra compuesta, pero lo que el ;at quería decir era que se trataba de un concepto telepático.

—Señor, hace bastante rato que he entendido eso, y no me molesta en lo más mínimo.

—Eso está bien. Lo que podría molestarle, sin embargo, es el tiempo que ha pasado aquí.

Kirk recorrió el entorno con los ojos, nuevamente confundido. Comenzaba a habituarse a aquel estado. —Sólo han transcurrido un par de…

—Días —acabó Maestro.

Inmediatamente, sin saber cómo, Kirk supo que aquello era verdad. Durante toda la tarde había visto las cosas con más detalle del habitual, percibido cada segundo que pasaba de forma más aguda que la corriente. El aire había sido como el vino a cada minuto, la luz tan rica como la de una antigua pintura flamenca, cada sabor y sensación más vívidas de lo normal. Él había supuesto que era una consecuencia de mantenerse alejado del trabajo durante unos minutos, entregado al ocio. Pero en aquel momento reconoció en todo ello las sensaciones causadas por la manipulación del tiempo; resultaba imposible confundirlo con ninguna otra cosa, cuando ya se sabía cómo lo percibía uno.

—Me dice —resumió— que, aunque yo sólo he experimentado el paso de unas pocas horas lejos de mi nave, para mi tripulación han pasado dos días…

—Un poco menos.

—¡Mi nave!

Se obligó a recobrar la calma, porque el efecto aún estaba activo y sus temores eran más agudos de lo corriente.

—El tiempo no ha sido concurrente —le explicó Maestro—. Yo le desvié ligeramente de su propia corriente temporal, a un momento futuro. A una semana, quizá. Le devolveré de inmediato cuando hayamos concluido esta conversación.

Kirk tragó con dificultad.

—Señor —dijo—, estaba usted en lo cierto. Estoy enfadado. Pero quiero oír las razones que ha tenido para hacer esto.

—Necesitábamos hablar, como ya sabe —le respondió el Maestro de los ;at—. No es usted el único que ha visto y sentido profundamente durante el tiempo que hemos pasado juntos. También yo lo he hecho. Tenía decisiones que tomar, respecto a usted y a su gente. Necesitaba tiempo para tomarlas correctamente… tiempo extra. Hasta cierto punto, dado que tengo la capacidad de habitar brevemente en el pasado, como ya le he dicho, vi que ésta era la única forma de llevarlas a cabo. Porque los klingon venían hacia aquí, y otros con ellos, sobre su pista; y después de eso, se perderían todas las oportunidades.

—¿Otros…?

—Los piratas de Orión.

El estómago de Kirk se encogió hasta transformarse en una diminuta bola, y se anudó.

—Temo también por sus compañeros —continuó Maestro—, pero mi temor principal es por los míos, a los que veo sufrir a causa de ese ataque, y de otros. La ayuda que nos ofrece usted es muy tentadora, pero yo debo contrapesarla con los peligros de tratar con alienígenas. Los piratas no nos han tratado con mucha amabilidad. Ustedes llegaron con palabras de justicia, pero debía saber con seguridad que bajo esas palabras había algo más que justicia. Ahora estoy seguro de ello. Nuestras tres especies se unirán a la Federación y aprenderemos a compartir lo que tenemos y lo que somos. Nunca volveremos a ser los mismos; pero creo que el cambio debe producirse y opino que merecerá la pena.

Kirk asintió con la cabeza mientras conservaba la calma por pura fuerza de voluntad.

—Dicho eso —comenzó—, y le doy las gracias, ¿qué se hará respecto a mi nave?

—Creo que debe regresar a ella —le dijo Maestro—. Están en medio de una batalla y la situación es difícil para ellos.

—¿Bones, en una batalla…? Él… Ellos… ¿Cómo voy a llegar ahí arriba? —gritó Kirk, poniéndose en pie de un salto—. Tendrán levantados todos los escudos, no pueden utilizar el transportador…

—De esta forma —replicó Maestro.

Y todo se detuvo…

… Y volvió a comenzar. Se encontraba en el puente, las sirenas de alerta roja sonaban, todo el infierno se había desatado…

Como le había sucedido una o dos veces antes, sintió un auténtico estallido de fuego en la parte inferior de la cintura y una descarga de adrenalina le invadió la sangre.

—Táctica —gritó, y por todo el puente las cabezas se volvieron bruscamente con asombro y terror. Sólo McCoy no se volvió a mirarle; tenía los ojos clavados en la pantalla.

—¡Ya era hora de que subiera hasta aquí, maldición! —comentó—. Sulu, vuelva a disparar…

—¡Sí! Y los escudos —dijo Kirk a toda velocidad—; Sulu, fuego concentrado, ¡ahora mismo! Chekov, visualización del estado de armamento…

Apareció en pantalla. ¡Qué fárrago! Naves por todas partes; una de las gigantescas naves de los piratas, nodriza de la lanzadera que él había visto al trasladarse hacia atrás en el tiempo junto con el ;at… y cuatro naves klingon, que también la atacaban…

—Tenemos ayuda —comentó Bones—. Fue Kaiev quien comenzó… con la
Ekkava
… los otros intervinieron después de un rato. Me parece que, sencillamente, no pudieron resistirse a una buena lucha.

Kirk asintió con la cabeza y miró la pantalla. La nave pirata se desplazaba a velocidad de impulsión, como todos los demás. Prudente, pero aquél no era momento para la prudencia.

—Reconozco esta última etapa táctica —le comentó a McCoy—. Es del almirante Jellicoe, ¿eh? No creo que vaya a resultar esta vez. Sulu, al diablo con eso, factor hiperespacial cuatro, y salgamos del sistema cuando esté preparado.

—El reencendido está aún en proceso, capitán —replicó Scotty desde su terminal—. Faltan cuatro minutos más.

—En ese caso, la mejor maniobra evasiva que pueda, señor Sulu. —Kirk miró a McCoy—. Deduzco que navegaron en silencio. Uhura, déme una libreta electrónica e introdúzcale todas las anotaciones del diario de a bordo desde que yo me marché. —Miró hacia la pantalla—. Una nave klingon, puedo entenderlo. Pero ¿cuatro?

—La primera perdió un grupo de descenso —le explicó McCoy—, lo mismo que nos sucedió a nosotros con usted. ¿Puede saberse dónde demonios se había metido?

—En el planeta —replicó Kirk—. Con su amigo el ;at.

—Eso era lo que decían constantemente los ornae y los lahit —comentó McCoy.

—Tienen algún tipo de conexión con los ;at. Parecen saber lo que hacen. Lo que hace, mejor dicho —se corrigió, y cogió la libreta que Uhura le entregaba—. Yo sólo vi uno. Sulu, describa una curva más abierta. Quiero más de espacio.

—En cualquier caso, nosotros no pudimos encontrarle —continuó McCoy—. Había desaparecido de los escáneres, y su comunicador no aparecía.

—Los ;at hacen cosas con el tiempo —le dijo Kirk mientras repasaba la libreta—. Le contaré los detalles concretos más tarde. Entre tanto, debo decirle que comprendo las razones que tenía Maestro para hacerlo —continuó, y se volvió a mirar por encima del hombro—, pero nos ha creado algunos problemas a todos nosotros, y voy a solicitarle asistencia a modo de disculpas.

—¿Maestro? —inquirió McCoy, y volvió los ojos hacia el lugar al que miraba Kirk.

Se quedó congelado, al igual que todos los demás que miraron en aquella dirección; porque cerca de las puertas del turboascensor se erguía lo que al parecer era un enorme monolito tosco y amarronado. Era incuestionablemente demasiado grande para estar allí… el techo era demasiado bajo para su altura. Pero la piedra parecía atravesarlo sin causarle desperfecto alguno.

McCoy se levantó del sillón de mando, que Kirk se apresuró a ocupar.

—Señor… —dijo el médico.

—Doctor —replicó el monolito—, me perdonará que le hiciera llamar por el capitán, pero era con él con quien necesitaba hablar urgentemente; y había poco tiempo.

—Usted hizo que el capitán…

—El Maestro de los ;at es un ser de talento —comentó Kirk con tono ausente, mientras repasaba el contenido de la libreta—. Esta transmisión de la Flota Estelar, por ejemplo. Esa repentina pérdida de la señal. Señor, ha habido momentos en los que me habría gustado tenerle cerca. En fin… ¿Sulu?

—Ganamos un poco de distancia, capitán. Los klingon les ponen las cosas difíciles a los de Orión. Los escudos de los piratas se han recuperado totalmente y los klingon no pueden afectarlos mucho, pero son mucho más rápidos y se concentran en los puntos débiles del enemigo.

—Bien. Aléjese más durante unos minutos; hágame espacio. Necesito pensar un poco.

La nave se estremeció ligeramente.

—Torpedos de fotones —declaró Spock, que descendió para situarse durante un momento junto al asiento de mando—. Capitán, ¿puedo decirle que es agradable verle de vuelta?

—Amén a eso —dijo McCoy desde el otro flanco del asiento.

—Spock, puedo asegurarle que es bueno también para mí estar de vuelta. Pero será mejor en cuanto podamos hacer algo para neutralizar a esos piratas. —Kirk miró la pantalla y vio menos de ella que de una cierta noche en la superficie del planeta, una noche llena de fuego y de los gritos de los ornae y los lahit abrasados—. Scotty, ¿qué hay del reencendido?

—Aún faltan dos minutos, capitán.

Kirk dejó a un lado la libreta electrónica y tamborileó con los dedos sobre el brazo del sillón.

—Bones —dijo—, no tiene por qué quedarse aquí. Ya le he mantenido apartado de la enfermería durante demasiado tiempo.

—Así es, Jim. Pero yo empecé esto, y lo veré acabado.

—De una u otra forma, así será. En cualquier caso… ha hecho usted un buen trabajo. Esa parte relacionada con Delacroix ha sido inapreciable… yo mismo no podría haberlo hecho mejor.

Miró con cierta admiración la silueta de los piratas que tenían detrás.

—Es una nave respetable —comentó—. Realmente, la Flota Estelar debería investigar quién les vende tantas cantidades de nuestra tecnología de uso corriente. No todo el material soldado en ese casco es de origen romulano.

—He observado particularmente la batería de sensores que está cerca de la cola —dijo Spock—. Parece fabricada por la Flota Estelar, con algunas modificaciones.

—Sí es —Kirk frunció el ceño y consideró el asunto—. Hmm. Bones, ¿alguno de los klingon coopera con nosotros de forma directa?

—La
Ekkava
. Las otras simplemente fueron enviadas aquí por su alto mando, para que intentaran intervenir cuando se perdió ese grupo de descenso de la
Ekkava
y nosotros no quisimos decirles dónde reteníamos a los klingon que habíamos secuestrado.

Kirk profirió un bufido.

—Típico. Uhura, pídale al comandante Kaiev que interrumpa su ataque y suba hasta aquí para reunirse con nosotros. Adviértale que estamos a punto de entrar en el hiperespacio. Esa cosa nos perseguirá sin lugar a dudas… como yo pretendo que haga. Vamos a describir un bucle para regresar a través del sistema; voy a hacerlo pasar entre los otros klingon. —Se puso de pie y se inclinó sobre el asiento de Chekov para programar un curso—. Lea eso en su consola. ¿Ve este punto de aquí? Ahí es donde saldremos del hiperespacio. Considerando el tiempo de reacción, los piratas saldrán algunos segundos más tarde, pero nosotros habremos descrito un bucle y descendido a velocidad sublumínica. Acabaremos detrás de ellos. Haga que los otros klingon estén allí preparados para disparar cuando esa cosa emerja del hiperespacio. Le colapsaremos los escudos… y luego acabaremos con este asunto. Uhura, encárguese de que dispongan de la lista de puntos vulnerables que ha preparado Spock. Haga todo eso ahora mismo.

—Sí, señor.

—Luego nos ocuparemos de esa batería de sensores.

McCoy miraba fijamente a Kirk.

—¿Conoce usted a Kaiev?

—Nos hemos conocido —replicó Kirk—. Y en eso hay algunas cosas interesantes… pero no nos preocupemos por ello en este momento. —Kirk miraba con expresión pensativa el otro extremo de la pantalla, que estaba dividida en aquel momento y presentaba tanto la nave pirata como el diagrama táctico—. ¿Qué es esa pequeña pista verde de ahí?

—La boya de comunicaciones.

Kirk pareció sorprendido durante un momento.

—¡Ah! ¿Una señal falsa?

—Eso es —le respondió McCoy.

Kirk le sonrió.

—Empezaba a meterse en esto de verdad, ¿no es cierto?

—No tenía mucha elección —refunfuñó McCoy.

Kirk parecía incómodo.

—No, supongo que no la tenía. De todas formas… —Una cierta malicia afloró a los ojos del capitán—. Nunca deja escapar una experiencia instructiva, ¿eh, Bones?

—Jim, puede usted coger su experiencia instructiva y…

—Dígamelo más tarde. ¿Uhura? ¿Están preparadas las otras naves?

—Todas a punto, capitán.

Kirk miró a McCoy con momentáneo interés.

—Bones, ¿le importaría decirme cómo consiguió que toda esa gente luchara a nuestro lado, en lugar de contra nosotros? No es más que curiosidad. La Flota Estelar probablemente se mostrará interesada.

McCoy adoptó una expresión tímida.

—No puedo atribuirme mérito alguno por las otras tres. Por lo que respecta a la
Ekkava
, simplemente le grité a su comandante, le dije de todo.

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