Por qué fracasan los países (27 page)

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Authors: James A. Daron | Robinson Acemoglu

La situación se agravó cuando Tiberio Graco reclamó para su comisión de reforma de la tierra los fondos legados por el rey de la ciudad griega de Pérgamo al pueblo romano. También intentó presentarse a tribuno una segunda vez, en parte porque tenía miedo de que el Senado le persiguiera tras haberse retirado. Aquel intento dio la excusa a los senadores para acusar a Tiberio de pretender declararse rey. Él y sus defensores fueron atacados y muchos fueron asesinados. El propio Tiberio Graco fue uno de los primeros en caer, a pesar de que su muerte no resolvía el problema. Hubo otros que intentaron reformar la distribución de la tierra y otros aspectos de la economía y la sociedad romanas. Muchos tendrían un destino similar. El hermano de Tiberio Graco, Cayo, por ejemplo, también fue asesinado por los terratenientes, tras haber tomado el testigo de su hermano.

Estas tensiones volverían a aflorar de forma periódica durante el siglo siguiente cuando, por ejemplo, condujeron a la «guerra social» entre los años 91 y 87 a. C. El defensor agresivo de los intereses senatoriales, Lucio Cornelio Sila, no sólo suprimió brutalmente las demandas de cambio, sino que también redujo notablemente los poderes de los tribunos de la plebe. Las mismas cuestiones también serían un factor central para el apoyo que Julio César recibiría del pueblo romano en su lucha contra el Senado.

Las instituciones políticas que formaban la base de la República romana fueron derrocadas por Julio César en el año 49 a. C. cuando trasladó su legión a través del Rubicón, el río que separaba las provincias romanas de la Galia Cisalpina de Italia. Roma cayó en manos del César y estalló otra guerra civil. Y aunque salió victorioso, fue asesinado por senadores descontentos dirigidos por Bruto y Casio en 44 a. C. La República romana nunca volvió. Estalló una nueva guerra civil entre los partidarios del César, sobre todo Marco Antonio y Octavio, y sus enemigos. Después de la victoria de Marco Antonio y Octavio, se enfrentaron entre ellos, hasta que Octavio venció en la batalla de Accio en el 31 a. C. Un año después, y durante los siguientes cuarenta y cinco años, Octavio, conocido después de 28 a. C. como César Augusto, gobernó Roma solo. Creó el Imperio romano, aunque él prefería el título de
princep
, «primero entre iguales», y denominó «principado» al régimen. En el mapa 11, se muestra el Imperio romano en su máxima extensión en el año 117 d. C. También incluye el río Rubicón, que César cruzó tan fatalmente.

Fue esta transición de república a principado y, después, el imperio puro, lo que sentó las bases para el declive de Roma. Las instituciones políticas parcialmente inclusivas, que habían supuesto la base del éxito económico fueron socavadas gradualmente. Ni la República romana, que creó unas reglas de juego que favorecían a la clase senatorial y a otros romanos ricos, no fue un régimen absolutista y nunca había concentrado tanto poder en un único cargo. Pero Augusto desencadenó unos cambios políticos similares a los de la
serrata
veneciana, que posteriormente tendrían consecuencias económicas importantes. Y como resultado de estos cambios, en el siglo
V
d. C., el Imperio romano de Occidente, como fue denominado el oeste tras separarse del este, se había debilitado desde el punto de vista económico y militar y estaba al borde del colapso.

... Vicios romanos

 

Flavio Aecio fue uno de los personajes fuera de lo común del Imperio romano tardío, llamado «el último romano» por Edward Gibbon, autor de
Historia de la decadencia y caída del Imperio romano.
Entre 433 y 454 d. C., cuando fue asesinado por el emperador Valentiniano III, el general Aecio probablemente fuera la persona con más poder del Imperio. Desarrolló tanto la política nacional como la exterior, y libró varias batallas cruciales contra los bárbaros y contra otros romanos en guerras civiles. Era el único entre los generales con poder que luchaban en guerras civiles que no pretendía ser emperador. Desde el fin del siglo
II
, la guerra civil se había convertido en un hecho cotidiano en el Imperio romano. Desde la muerte de Marco Aurelio en 180 d. C. hasta la caída del Imperio romano de Occidente en 476 d. C., prácticamente no hubo ninguna década sin guerra civil un
palace coup
contra un emperador. Pocos emperadores murieron por causas naturales o en una batalla, la mayoría fueron asesinados por usurpadores o por sus propias tropas.

La carrera de Aecio ilustra los cambios desde la República romana y el imperio inicial al Imperio romano tardío. No solamente esta participación en guerras civiles continuas y su poder en todos los ámbitos del imperio contrastan con el mucho más limitado poder de los generales y los senadores durante períodos anteriores, sino que también destaca cómo cambiaron radicalmente las fortunas de los romanos en los siglos intermedios en otros aspectos.

Durante el Imperio romano tardío, los denominados bárbaros, que inicialmente fueron dominados e incorporados a los ejércitos romanos o utilizados como esclavos, pasaron a controlar muchas partes del imperio. De joven, Aecio había sido capturado por los bárbaros, primero por los godos comandados por Alarico y después por los hunos. Las relaciones romanas con estos bárbaros indican cómo habían cambiado las cosas desde la República. Alarico era tanto un enemigo feroz como un aliado, tanto que, en 405, fue nombrado uno de los generales de más alto rango del ejército romano. Sin embargo, el plan fue temporal. En 408, Alarico ya luchaba contra los romanos, invadió Italia y saqueó Roma.

Los hunos también eran a la vez enemigos poderosos y aliados frecuentes de los romanos, y aunque también tomaron a Aecio como rehén, posteriormente lucharon a su lado en una guerra civil. Sin embargo, los hunos no se quedaban mucho tiempo en un mismo bando y, bajo Atila, libraron una gran batalla contra los romanos en 451, en el Rin. Esta vez eran los godos, bajo el mando de Teodorico, quienes defendían a los romanos.

Nada de esto impidió que las élites romanas intentaran satisfacer a los jefes bárbaros, a menudo no para proteger los territorios romanos, sino para tener el control de las luchas de poder internas. Por ejemplo, los vándalos, con su rey Genserico al frente, devastaron grandes partes de la península Ibérica y, posteriormente, conquistaron los graneros romanos del Norte de África a partir de 429. La respuesta romana fue ofrecer como esposa para Genserico a la hija del emperador Valentiniano III, que entonces era una niña. En aquel momento, Genserico estaba casado con la hija de uno de los líderes de los godos, pero aquello no le detuvo. Anuló el matrimonio con la excusa de que su esposa intentaba asesinarlo y la envió de nuevo con su familia tras mutilarla cortándole las orejas y la nariz. Por suerte, la futura esposa, debido a su corta edad, permaneció en Italia y nunca consumó su matrimonio con Genserico. Posteriormente, se casaría con otro general poderoso, Petronio Máximo, el cerebro del asesinato de Aecio por parte del emperador Valentiniano III, quien, al cabo de poco tiempo, también fue asesinado en un complot urdido por Máximo. Posteriormente, Máximo se declaró emperador, pero su reinado sería muy corto. Acabó con su muerte durante la gran ofensiva de los vándalos, comandada por Genserico, contra Italia, que vio la caída y el salvaje saqueo de Roma.

 

 

A principios del siglo
V
, los bárbaros estaban literalmente en las puertas. Algunos historiadores defienden que si llegaron hasta allí fue porque eran los oponentes más formidables a los que se enfrentaron los romanos durante el imperio tardío. Sin embargo, el éxito de los godos, los hunos y los vándalos contra Roma fue un síntoma, no la causa, del declive romano. Durante la República, Roma se había enfrentado a oponentes mucho más amenazadores y organizados, como los cartagineses. Las causas del declive de Roma fueron muy similares a las que llevaron a las ciudades-estado mayas a la decadencia. Las instituciones políticas y económicas de Roma eran cada vez más extractivas, y generaron su desaparición porque causaron luchas internas y guerras civiles.

Los orígenes del declive se remontan, como mínimo, a la toma del poder por Augusto, que puso en marcha cambios que hicieron que las instituciones políticas fueran mucho más extractivas. Hubo cambios en la estructura del ejército, que hicieron que la secesión fuera imposible, con lo que eliminaron un elemento crucial que garantizaba la representación política para los romanos comunes. El emperador Tiberio, que siguió a Augusto en el año 14 d. C., abolió la asamblea plebeya y transfirió sus poderes al Senado. En lugar de una voz política, los ciudadanos romanos pasaron a recibir trigo gratis y, posteriormente, aceite de oliva, vino y cerdo, y gozaban de entretenimientos gracias al circo y a los combates de gladiadores. Con las reformas de Augusto, los emperadores empezaron a desconfiar del ejército formado por ciudadanos-soldados y a confiar más en la guardia pretoriana, el grupo de élite de soldados profesionales creado por Augusto. La guardia en sí pronto se convertiría en un intermediario independiente importante de aquel que se convirtiera en emperador, a menudo no por medios pacíficos, sino mediante intrigas y guerras civiles. Augusto también reforzó la aristocracia contra los ciudadanos romanos comunes, y la desigualdad creciente que había fundamentado el conflicto entre Tiberio Graco y los aristócratas continuó, quizá incluso se reforzara.

La acumulación de poder en el centro hizo que los derechos de propiedad de los romanos corrientes fueran menos seguros. Las tierras del Estado también se ampliaron con el imperio como consecuencia de la confiscación y aumentaron hasta llegar a ser la mitad de las tierras en muchas partes del Imperio. Los derechos de propiedad se hicieron particularmente inestables por la concentración del poder en manos del emperador y su entorno. Era un modelo no demasiado distinto a lo que sucedió en las ciudades-Estado mayas, y aumentaron las luchas internas para hacerse con el control de esta posición poderosa. Las guerras civiles se convirtieron en algo habitual, incluso antes del caótico siglo
V
, cuando los bárbaros tenían el poder supremo. Por ejemplo, Septimio Severo se hizo con el poder de Didio Juliano, que se había nombrado a sí mismo emperador tras el asesinato de Pertinax en 193 d. C. Severo, el tercer emperador en el denominado «año de los cinco emperadores», declaró la guerra contra sus pretendientes rivales, los generales Pescenio Nigro y Clodio Albino, que fueron finalmente derrotados en los años 194 y 197 d. C., respectivamente. Severo confiscó todas las propiedades de estos adversarios perdedores en la guerra civil posterior. Hubo gobernantes capaces, como Trajano (98-117 d. C.), Adriano y Marco Aurelio en el siglo siguiente, que hubieran podido contener el declive, pero ninguno quiso abordar los problemas institucionales fundamentales. Ninguno de ellos propuso abandonar el imperio ni recrear instituciones políticas efectivas siguiendo la línea establecida por la República romana. Marco Aurelio, con sus éxitos, dio paso a su hijo Cómodo, que fue más como Calígula o Nerón que como su padre.

El aumento de la inestabilidad era evidente por el diseño y la ubicación de los pueblos y las ciudades del Imperio. En el siglo
III
d. C., todas las ciudades grandes del Imperio tenían una muralla defensiva. En muchos casos, se derribaron monumentos para conseguir piedra con la que construir las fortificaciones. En la Galia, antes de que llegaran los romanos en 125 a. C., era habitual construir los asentamientos en la cima de las colinas, ya que así se defendían con más facilidad. Con la llegada inicial de Roma, los asentamientos se trasladaron a las llanuras, pero en el siglo
III
la tendencia se invirtió.

Junto con la inestabilidad política creciente, llegaron cambios en la sociedad que hicieron que las instituciones económicas fueran más extractivas. Aunque el derecho a la ciudadanía se amplió hasta el punto de que en 212 d. C. casi todos los habitantes del Imperio eran ciudadanos, este cambio llegó acompañado de modificaciones en el estado de los ciudadanos, y cualquier posible igualdad ante la ley se deterioró. Por ejemplo, en el reino de Adriano (117-138 d. C.), había diferencias claras en los tipos de leyes aplicadas a distintas categorías de ciudadanos romanos. Y el papel de los ciudadanos era completamente distinto a como había sido en los días de la República romana, cuando eran capaces de ejercer cierto poder sobre las decisiones políticas y económicas a través de las asambleas de Roma.

La esclavitud continuaba siendo una constante en todo el territorio romano, aunque existe controversia sobre si el porcentaje de esclavos con respecto del total de la población realmente se redujo con los siglos. También es importante destacar que, a medida que se desarrollaba el Imperio, cada vez más agricultores se veían reducidos a un estado de semiesclavitud y quedaban atados a la tierra. El estatus de estos
coloni
serviles se comenta ampliamente en documentos legales como el Codex Theodosianus y el Codex Justinianus, y probablemente se originó durante el reinado de Diocleciano (284-305 d. C.). Los derechos de los terratenientes sobre los
coloni
fueron aumentando progresivamente. En el año 332, el emperador Constantino permitió que los terratenientes encadenaran a un
coloni
si sospechaban que intentaba escapar y, a partir del 365 d. C., los
coloni
no podían vender sus propios bienes sin el permiso de su terrateniente.

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