Por qué fracasan los países (28 page)

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Authors: James A. Daron | Robinson Acemoglu

Los pecios y los núcleos de hielo de Groenlandia sirven para descubrir la expansión económica de Roma durante los períodos iniciales, pero también para hacer un seguimiento de su declive. En 500 d. C., sus ciento ochenta barcos se redujeron a veinte. Roma se hundía, así como el comercio en el Mediterráneo, y algunos estudiosos incluso afirman que no volvió a alcanzar el auge de los tiempos romanos hasta el siglo
XIX
. El hielo de Groenlandia nos cuenta una historia similar. Los romanos utilizaron plata para acuñar monedas y el plomo tenía muchos usos, como la fabricación de cañerías y vajillas. Tras llegar a un máximo histórico en el siglo
I
d. C., los depósitos de plomo, plata y cobre de los núcleos de hielo disminuyeron.

La experiencia del desarrollo económico durante la República romana fue impresionante, similar al resto de los ejemplos de desarrollo bajo instituciones extractivas, como la Unión Soviética. Sin embargo, el crecimiento estaba limitado y no era sostenido, ni teniendo en cuenta que se produjo bajo instituciones parcialmente inclusivas. Se basaba en una productividad agrícola relativamente elevada, importantes tributos recaudados en las provincias y el comercio a larga distancia, pero no estaba fundamentado en el avance tecnológico ni en la destrucción creativa. Los romanos heredaron algunas tecnologías básicas, herramientas y armas de hierro, alfabetización, agricultura con arado y técnicas de construcción. Al principio de la República, crearon otras: la albañilería con cemento, las bombas y la rueda hidráulica. No obstante, la tecnología se estancó a lo largo del Imperio romano. Por ejemplo, en navegación, hubo pocos cambios en el diseño y aparejo de los barcos y los romanos nunca desarrollaron el timón de popa, sino que dirigían los barcos con remos. Las ruedas hidráulicas se extendieron muy despacio, de forma que la energía hidráulica nunca revolucionó la economía romana. Algunos grandes logros, como los acueductos y las alcantarillas de las ciudades, utilizaban tecnología ya existente, aunque los romanos la perfeccionaron. Podía haber cierto crecimiento económico sin innovación, debido a la tecnología existente, pero se trataba de crecimiento sin destrucción creativa. Y no duró. Como los derechos de propiedad se hicieron más inseguros y los derechos económicos de los ciudadanos siguieron al declive de sus derechos políticos, el desarrollo económico también se redujo.

Cabe destacar que la creación y expansión de las nuevas tecnologías del período romano parecen haber sido impulsadas por el Estado. Es una buena noticia, hasta que el gobierno decide que no está interesado en el desarrollo tecnológico (un caso demasiado común debido al temor a la destrucción creativa). El gran escritor romano Plinio el Viejo cuenta la siguiente historia. durante el reinado del emperador Tiberio, un hombre inventó un vidrio irrompible y fue a ver al emperador pensando que conseguiría una gran recompensa. Hizo una demostración de su invento y Tiberio le preguntó si se lo había enseñado a alguien más. Cuando el hombre respondió que no, el emperador hizo que se lo llevaran y que lo mataran «para que el valor del oro no se reduzca al del barro». Esta historia nos enseña dos cosas interesantes. La primera es que aquel hombre se dirigió a Tiberio, en primer lugar, para obtener su recompensa, no pensó en crear una empresa y obtener beneficios vendiendo el vidrio, lo que ejemplifica el papel del gobierno romano en el control de la tecnología. La segunda es que Tiberio se alegró de destruir la innovación por los efectos económicos adversos que habría tenido. Éste es el temor a los efectos económicos de la destrucción creativa.

También existen pruebas directas del período del Imperio del temor a las consecuencias políticas de la destrucción creativa. Suetonio cuenta que un hombre se dirigió al emperador Vespasiano, que gobernó entre 69 y 79 d. C., para decirle que había inventado un dispositivo para transportar columnas al Capitolio, la ciudadela de Roma, a un coste relativamente bajo. Las columnas eran grandes, pesadas y muy difíciles de transportar. Transportarlas desde las minas hasta Roma, donde se hacían, implicaba la mano de obra de miles de personas, lo que suponía un gran gasto para el gobierno. Vespasiano no mató al hombre, pero se negó a utilizar la innovación, y declaró: «¿Cómo podré entonces alimentar al pueblo?». De nuevo, un inventor se dirigía al gobierno. Quizá fuera más natural que con el vidrio irrompible, porque el gobierno romano estaba más implicado en el transporte y la elaboración de columnas. Pero, otra vez, la innovación fue rechazada por la amenaza que suponía la destrucción creativa, no tanto por su impacto económico, sino por el temor a la destrucción política creativa. Vespasiano estaba preocupado porque, a menos que mantuviera al pueblo feliz y bajo control, aquel cambio sería políticamente desestabilizador. Los plebeyos romanos tenían que mantenerse ocupados y debían ser maleables, así que estaba bien tener trabajo que darles, como trasladar columnas de un sitio a otro. Esto complementaba el pan y el circo, que también se daban gratis a la población para mantenerla contenta. Quizá sea revelador que ambos casos tuvieran lugar poco después del hundimiento de la República. Los emperadores romanos tenían mucho más poder para bloquear el cambio que los gobernadores romanos durante la República.

Otra razón importante para la falta de innovación tecnológica fue la prevalencia de la esclavitud. A medida que los territorios controlados por los romanos se extendían, un gran número de personas eran esclavizadas y, a menudo, las llevaban a Italia para trabajar en grandes fincas. Muchos ciudadanos de Roma no necesitaban trabajar porque sus ingresos procedían del gobierno. ¿Dónde se iba a originar la innovación? Hemos defendido la idea de que ésta procede de personas nuevas, con nuevas ideas, que desarrollan nuevas soluciones para viejos problemas. En Roma, las personas que producían eran esclavos y, posteriormente,
coloni
semiserviles, que, obviamente, tenían pocos incentivos para innovar puesto que serían sus amos, y no ellos, quienes se beneficiarían de cualquier innovación. Como veremos muchas veces en este libro, las economías basadas en la represión del trabajo y los sistemas como la esclavitud y la servidumbre carecen claramente de innovación. Esto es así desde el mundo antiguo hasta la era moderna. Por ejemplo, en Estados Unidos, los estados del norte participaron en la revolución industrial, pero los del sur, no. Evidentemente, la esclavitud y la servidumbre crearon una riqueza enorme para quienes tenían esclavos y controlaban a los siervos, pero no crearon innovación tecnológica ni prosperidad para la sociedad.

 

 

Ya nadie escribe desde Vindolanda

 

Hacia 43 d. C., el emperador romano Claudio había conquistado Inglaterra, pero no Escocia. El gobernador romano Agrícola hizo un último esfuerzo infructuoso y abandonó y en 85 d. C. construyó una serie de fuertes para proteger la frontera norte de Inglaterra. Uno de los mayores se encontraba en Vindolanda, a 56 kilómetros al oeste de Newcastle. Aparece en el mapa 11 en el extremo noroeste del Imperio romano. Más tarde, Vindolanda fue incorporada al muro defensivo de 136 kilómetros que construyó el emperador Adriano, pero en 103 d. C., cuando el centurión romano Cándido fue estacionado allí, era un fuerte aislado. Cándido participaba con su amigo Octavio en el suministro de la guarnición romana y recibió la respuesta de Octavio a una carta que había escrito:

 

Octavio a su hermano Cándido.

Saludos.

Te he escrito varias veces que he comprado alrededor de cinco mil modios de espigas de grano, por lo cual necesito efectivo. Si no me envías dinero, al menos quinientos denarios, la consecuencia será que perderé lo que he dejado en depósito, unos trescientos denarios, y quedaré avergonzado. Por eso, te pido que me envíes algo de dinero tan pronto como sea posible. El cuero que mencionas está en Cataractonium. Escribe para que me lo den, así como el carro que mencionas. Ya los habría recogido pero no quería que se lastimaran los animales mientras las carreteras todavía están mal. Habla con Tertio sobre los ocho denarios y medio que recibió de Fatalis. Él no los ha registrado en mi cuenta. Asegúrate de enviarme dinero para que pueda tener espigas de grano en la era. Saluda a Espectato y Firmo. Adiós.

 

La correspondencia entre Cándido y Octavio ilustra algunas facetas significativas de la prosperidad económica de la Inglaterra romana. Revela que había una economía monetaria avanzada con servicios financieros, que existían carreteras, aunque a veces estuvieran en malas condiciones. También señala la presencia de un sistema fiscal que aumentaba los impuestos para pagar el sueldo de Cándido. Y lo más evidente, que ambos hombres estaban alfabetizados y eran capaces de beneficiarse de algún tipo de servicio postal. La Inglaterra romana también se benefició de la fabricación en masa de cerámica de alta calidad, sobre todo en Oxfordshire; de centros urbanos con baños y edificios públicos, y de técnicas de construcción de casas que utilizaban mortero y tejas para los tejados.

Hacia el siglo
IV
, todo empezó a hundirse y, después de 411 d. C., el Imperio romano abandonó Inglaterra. Se retiraron las tropas, las que se quedaron no recibían sueldos y, cuando se hundió el Estado romano, la población local expulsó a los administradores. En el año 450 d. C., estos signos de prosperidad económica habían desaparecido. El dinero dejó de circular. Las áreas urbanas fueron abandonadas y los edificios, despojados de sus piedras. Las carreteras quedaron recubiertas de maleza. El único tipo de cerámica que se fabricaba era cruda y hecha a mano, no manufacturada. El pueblo se olvidó de utilizar el mortero para construir, y la alfabetización se redujo notablemente. Los tejados se hacían con ramas, no con tejas. Nadie escribía ya desde Vindolanda.

Después de 411 d. C., Inglaterra experimentó tal hundimiento económico que se convirtió en un páramo (y no por primera vez). En el capítulo anterior, vimos que la revolución neolítica empezó en Oriente Próximo alrededor del año 9500 a. C. Cuando los habitantes de Jericó y Abu Hureyra vivían en pueblos pequeños y se dedicaban a la agricultura, los habitantes de Inglaterra todavía cazaban y recolectaban, y seguirían haciéndolo durante como mínimo otros cinco mil quinientos años. Ni siquiera entonces los ingleses inventaron la agricultura ni la ganadería, sino que ambas actividades les llegaron del exterior, gracias a los Inmigrantes que se extendieron por Europa durante miles de años procedentes de Oriente Próximo. Mientras los habitantes de Inglaterra se ponían al día de aquellas grandes innovaciones, los de Oriente Próximo inventaban ciudades, la escritura y la cerámica. En 3500 a. C. aparecieron grandes ciudades como Uruk y Ur en Mesopotamia, el Irak moderno. Uruk pudo haber tenido una población de catorce mil habitantes en 3500 a. C. y de cuarenta mil poco después. El torno de ceramista fue inventado en Mesopotamia aproximadamente al mismo tiempo que el transporte mediante ruedas. La capital egipcia de Menfis emergió como gran ciudad poco después. La escritura apareció de forma independiente en ambas regiones. Cuando los egipcios construían las grandes pirámides de Guiza alrededor de 2500 a. C., los ingleses levantaban su monumento antiguo más famoso, el círculo de piedras de Stonehenge. No estaba mal para los cánones ingleses, pero ni siquiera era lo bastante grande para haber albergado uno de los barcos ceremoniales enterrados a los pies de la pirámide del rey Keops. Inglaterra continuó atrasada y tomando elementos prestados de Oriente Próximo y del resto de Europa incluso hasta el período romano.

A pesar de contar con una historia tan poco prometedora, fue allí donde apareció la primera sociedad realmente inclusiva y donde se puso en marcha la revolución industrial. Tal y como comentamos en el capítulo 4, dichos cambios fueron resultado de una serie de interacciones entre coyunturas críticas y pequeñas diferencias institucionales, como, por ejemplo, la peste negra y el descubrimiento de América. La divergencia inglesa tenía raíces históricas, pero la visión de Vindolanda sugiere que aquellas raíces no eran tan profundas y, sin duda, no estaban predeterminadas por la historia. No se plantaron durante la revolución neolítica ni durante los siglos de hegemonía romana. En 450 d. C., al principio de lo que los historiadores solían llamar la edad de las Tinieblas, Inglaterra había vuelto a la pobreza y al caos político. No habría un Estado centralizado efectivo en Inglaterra durante cientos de años.

 

 

Caminos divergentes

 

La creación de instituciones inclusivas y el desarrollo industrial posterior en Inglaterra no fue resultado de un legado directo de las instituciones romanas (ni de otras anteriores). Esto no significa que no ocurriera nada significativo con la caída del Imperio romano de Occidente, puesto que fue un acontecimiento crucial y afectó a la mayor parte de Europa. Distintas partes de Europa compartían las mismas coyunturas críticas, así que sus instituciones se separarían de una forma parecida, quizá de una forma típicamente europea. La caída del Imperio romano fue una parte crucial de aquellas coyunturas críticas comunes. Pero este camino europeo contrasta con los de otras partes del mundo, como el África subsahariana, Asia y América, que se desarrollaron de otro modo en parte porque no se enfrentaron a las mismas coyunturas críticas.

La Inglaterra romana cayó con un gran estruendo. No ocurrió lo mismo en Italia, ni en la Galia romana (la Francia moderna), ni siquiera en el Norte de África, donde muchas de las viejas instituciones perduraban de alguna manera. Sin embargo, no hay duda de que el cambio del dominio de un Estado romano único a una plétora de Estados dirigidos por francos, visigodos, ostrogodos, vándalos y borgoñones fue significativo. El poder de aquellos Estados era mucho más débil y fueron sacudidos por una larga serie de incursiones de sus periferias. Desde el norte llegaban los daneses en sus barcos vikingos. Desde el este llegaban los jinetes hunos. Por último, la aparición del islam como religión y fuerza política en el siglo siguiente a la muerte de Mahoma, en 632 d. C., condujo a la creación de nuevos Estados islámicos en la mayor parte del Imperio bizantino, el Norte de África y España. Estos procesos comunes sacudieron Europa y, tras ellos, apareció un tipo concreto de sociedad que suele recibir el nombre de feudalismo. La sociedad feudal estaba descentralizada porque los Estados centrales fuertes estaban atrofiados, aunque algunos gobernantes como Carlomagno intentaran reconstruirlos.

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